domingo, 15 de enero de 2012

Yvridio 5.1



  Pasaron un par de días hasta que pude recuperarme por completo de la herida en mi costado, James me había  contado su parte de la historia, y yo no había podido evitar enojarme con él, porque me lo había ocultado; se suponía que nunca nos guardaríamos secretos, y menos si se trataba de algo tan importante, como… nuestro verdadero padre, si es que podía llamarlo así. Tarde una semana en volver a hablarle, ni siquiera podía mirar a Victoria a los ojos, me sentía completamente ajena a todo lo que alguna vez había conocido; estaba algo preocupada por Mio pues tenía días sin aparecerse por la Universidad, pero ella era así… esporádica, quizá apareciera cuando le diera la gana, o quizá no aparecería nunca. Me estremecí, volviendo al día que la vi con Astarot; él era atractivo, no me cabía duda de ello, pero también lucia atemorizante, daba miedo.
-Corina- susurro Damien, provocando que me sobresaltara de manera exagerada.
-A veces detesto esto- respondí, antes de girar mi cuerpo para encararlo.
-¿Me odias?- pregunto, sonriendo de lado… como si esperara mi respuesta con un ansia que se le dificultaba ocultar.
-No- inquirí, cerrando los ojos-, no te odio. Simplemente que tú puedes sorprenderme a mí, y yo a ti no.
-La vida no es justa- argumento, mirándome fijamente.
-Dímelo a mí…- susurre, volviendo a mirar por la ventana del edificio.
  Era extraño, a pesar de todo lo que había sucedido con mi familia, Damien era el único que me rodeaba; al parecer, aun con ese deseo loco por cuidarme… aunque hace unos días yo ignoraba al mundo que me rodeaba, y en el que yo estaba inmersa, por decisión de ajenos. Simplemente era lo que era, no podía cambiarlo, no ahora. Cerré los ojos y suspire, sabiendo que Damien me miraba con curiosidad.
-¿Qué… pasa?- susurro, dándose por vencido al no saber leerme.
-¿Por qué somos esto?- murmure, incapaz de prever alguna respuesta de su parte.
  Le mire, para poder conocer su expresión. Yo creía que no había nadie mejor para enseñarme a desempeñar mi papel, más que él. James era tan nuevo en esto como yo, y al parecer Josep… tampoco sabía mucho sobre todo esto; ayer Josep me había confesado que era un hibrido… al igual que yo, con la diferencia que Josep y mi madre eran el mismo tipo de hibrido, hijos de un ángel y un humano; mientras que James y yo… éramos hijos de un hibrido-ángel, y un arcángel. El que seguía siendo un misterio era Damien.
  Era tan atractivo que yo me aferraba a pensar que era un ángel, un ángel completo… no un hibrido. Ahora, mientras lo miraba… era la primera vez en meses que me detenía a mirarlo fijamente, ignorando la primera vez que lo vi en el gimnasio. Seguía dejándome sin aliento: cabello negro, que brillaba bajo la luz de la lámpara incandescente, como un ligero arcoíris… como si fuera el plumaje de un cuervo; su rostro era enmarcado por ese cabello, y lo hacía ver aun más blanco de lo que era; sus ojos eran negros, aunque en ocasiones parecían tener algunos destellos azules; su cuerpo, en conjunto, eran una mezcla perfecta… él era perfecto. Mire por la ventana, deseando que no se hubiera percatado de que lo había mirado, por demasiado tiempo, se acerco a mí lentamente, como si no pretendiera interrumpir mi concentración.
-Ser lo que eres, te hace especial…- susurro, sin mucho ánimo en su voz.
  Algo era evidente, Damien Covey ocultaba un pasado sumamente doloroso. Del que yo solo conocía una parte, una muy superficial… una donde mi familia estaba indirectamente inmiscuida, y por eso no se enorgullecía de tener el mismo apellido que yo, y por lo que sabía… yo tampoco estaría muy orgullosa; cerré los ojos y suspire con serenidad. Eso era algo extraño, la sola cercanía de Damien me hacía sentir tranquila, no importaba la explicación, puesto que dudaba que se tratara de algo coherente; simplemente sucedía, y ambos disfrutábamos de eso, él mismo me había confesado que yo lo calmaba, lo ayudaba a relajarse… y no sabía el porqué. Quise culpar a mi parte ‘’angelical’’ de eso, pero… entonces él tendría que tener la suya propia, y eso era algo que yo no sabía.
-Tenemos que ir a clase- susurre, recordándoselo. Por si lo había olvidado, cosa que nunca pasaba… al menos no a él, pero estando a su lado… yo si perdía la noción del tiempo.
-El tiempo vuela cuando uno se divierte- murmuro, dándome la espalda-. Te veo esta noche.
-¿Dónde?- pregunte, sorprendida.
-Deja la ventana abierta…- fue todo lo que dijo, antes de salir y cerrar la puerta.
  En otra ocasión, yo me hubiera asustado por esa petición, o habría formulado muchísimas ideas en mi cabeza, pero… ahora ninguna había acudido; en su lugar, mi corazón se había acelerado, y todas las respuestas que pude darle, murieron en mi garganta. Yo también tenía que salir, pero si alguien nos veía saliendo juntos de ahí, tendríamos problemas… ambos lo sabíamos. Cerré los ojos y salí del aula, mirando furtivamente en todas direcciones, deseando que nadie me mirara; como siempre, nadie lo hizo… sonreí y empecé a caminar, rumbo a mi siguiente clase… donde estaría al lado de Damien, y de Victoria, mi corazón volvió a acelerarse… con la sola idea de estar cerca de él, negué con la cabeza, cerrando los ojos… empecé a caminar sin mirar a nadie, hasta que choque de frente contra alguien.
-Sigues igual de distraída…- murmuro, esa maldita voz… que era tan conocida para mí.
  Alce la mirada y lo vi, era increíble… después de medio año sin verlo, volvía a estar ahí, frente a mí, como si nada hubiera pasado, como si todo fuera como antes, ambos asistiendo a la escuela, compartiendo un par de clases y luego fugándonos a escondidas a mi casa para pasar tiempo juntos, y solos. Me quede sin aire de una forma dramática, todos nos miraban, a nadie le parecía raro vernos juntos, era como una reconciliación… era como si todo volviera a la normalidad; pero eso no volvería a pasar. Vi su mano acercarse a mi rostro, iba a tomarlo… como solía hacerlo antes, cuando estábamos juntos, pero esto no podía ser; me aleje instintivamente, poniendo una distancia prudente entre su mano y mi rostro.
-Quizá, pero ya no es tu problema- murmure, mirándolo fijamente a los ojos.
  Esta vez era diferente, yo me sentía fuerte… era capaz de pelear contra él, aunque representara un peligro para mí, ahora sabia más cosas… y de alguna forma sabia que contaba con el apoyo de James, Josep y, sobretodo, el de Damien. Él no iba a volver a lastimarme, de ninguna forma.
-Siempre serás mi problema- susurro, mirándome, con una nota de cinismo.
-Déjate de estupideces, Lucian…- resollé, mirándolo con la mayor tranquilidad que fui capaz de mostrar-. Quiero que me dejes tranquila.
-No puedo hacer eso…- cerro los ojos, mientras se apoyaba contra los casilleros-. Mi deber es cuidarte.
-No necesito que lo hagas, gracias- admití, cruzándome de brazos-; puedo hacerlo yo sola.
  Lo vi sonreír de la manera más hipócrita que había visto en mi vida, él no era así. Este no era el Lucian que yo conocía, y no me gustaba nada, dude un minuto… quería mirar hacia otro lado, pero eso le daría una prueba de que lo que yo estaba diciendo era mentira, al menos en parte.
-Este no es mi deseo, solo hago lo que me piden- sonrió, imitándome.
-¿Lo que te piden?, ¿Quién?- pregunte, aunque sonó más a demanda.
-Mi querida y dulce Corina…- susurro, negando lentamente con la cabeza-, tienes mucho que aprender…
  Estuve a punto de hablar, cuando llego Mio, tenía un tiempo sin verla… me había contestado algunos mensajes de texto, pero era la primera vez que la veía, me quede muda al ver como llego y beso a Lucian; sonreí, no supe si por coraje o verdadera felicidad, pero no fue nada agradable verlos. No lucían como una pareja de novios, era un beso… cargado de sexualidad, no de cariño, baje la cabeza y cubrí mi boca.
-Corina…- susurro, una voz tranquilizadora en mi oído, antes de poner su mano en mi cintura-, ¿nos vamos?
  Casi sentí el coraje con el que Damien los miraba a ambos, como si ambos le repugnaran, pero aun así… lo oculto bastante bien, dirigí mi vista hasta su rostro; tenía la mandíbula tensa, y su mano se mantenía ceñida a mi cuerpo, firmemente. Subí mi mano hasta su mejilla, y la acaricie suavemente, solo con las yemas de mis dedos; la tensión del ambiente disminuyo inmediatamente, pero su agarre no se debilito ni un poco. Mi corazón se acelero por su cercanía, por su aroma… pero luego volví a ser consciente de lo que ocurría, Mio mantenía su mano contra el pecho de Lucian, y él nos miraba con cierto recelo.
-Mi deseo no es estar aquí, pero debo cuidar de ella…- nos informo, antes de volver a besarla apasionadamente-, y ver que tú no hagas nada estúpido.
-No necesito que…- inicie, enojada, antes de que Damien pusiera su dedo sobre mis labios.
-Ve y dile al imbécil de Hurgh… y al idiota de Astarot- inicio Damien con serenidad-, que no hare nada de lo que quieren. Y que Corina, estará bajo mi cuidado.
-Ojala no cometas un error, mi adorado Damien…- murmuro Mio, sonriéndole de una manera provocativa-. Eso haría muy infeliz a Dorian.
 La mano de Damien cayo de mi cintura, y se quedo mirando a Mio con un odio bastante palpable; él se acerco decidido y tomo a mí, hasta entonces considerada, amiga por el cuello de su blusa, y la alzo contra los casilleros. Lucian quiso acercarse, pero Damien lo miro un segundo, sin girar la cabeza; al parecer Lucian no había olvidado que Damien podía hacerle daño… y aparentemente, tampoco quería arriesgarse a que él me hiciera daño a mí. Lo cual era estúpido, Damien… él nunca me haría daño, no importaba que esa hubiera sido mi primera impresión, que era peligroso, ahora que lo conocía un poco mejor… estaba segura de que no lo haría.
-No vuelvas a nombrarlo- soltó las palabras como si estás quemaran su garganta.
-¿Por qué te molesta?- insistió Mio, mirándolo fijamente a los ojos… sin inmutarse por su agarre, yo por mi parte… no entendía nada-, él es parte de ti…
  Damien gruño, evidentemente molesto. La mano con la que sostenía a Mio se tenso aun más, y la otra la metió en su gabardina, vi una daga… Damien iba a apuñalarla; no sé cómo pude reaccionar y anticiparme a su movimiento, pero el arma de Damien penetro sin dificultad en mi hombro, llegando a mi hueso.
-No, dejare que la lastimes…- cerré los ojos, sonriendo, ignorando el dolor de la herida.
  Respire hondo, la mirada de Damien había cambiado, sus ojos no eran de ese apacible negro que tanto adoraba; esta vez, eran completamente rojos, y se veía feroz, amenazante… por primera vez, Damien Covey me aterraba… en serio. Mio sonrió con serenidad, estaba libre… la que se encontraba ahora bajo las manos  de Damien, era yo…
  Lo mire a los ojos, tenía miedo, él quería hacerme daño, mucho daño…
-Damien…- susurre, ignorando las miradas de Mio y Lucian, ellos no podían interferir… estaban, asustados, aunque yo lograba entender porque-. Te conozco, no vas a hacerme daño, tú no… jamás lo harías.
  Mis palabras no parecían inmutarlo ni un poco, era como si no lograra oírlas, incluso parecía estar ciego, no veía nada, nada más que mi cuello; lo patee un par de veces, pero tampoco parecía capaz de sentirlo, yo ya sabía que era fuerte, que era casi imposible hacerle daño. Pero... Damien no me lastimaría, o ¿sí?