miércoles, 21 de septiembre de 2011

Yvridio 4.1


 El hombre se acerco a nosotros, usaba lentes oscuros, pero su rostro era algo realmente difícil de olvidar, y menos si… él había sido quien me había hecho dudar de mi misma, y descubrir la naturaleza de Lucían. Pero ahora, Josep estaba conmigo y yo no permitiría que le hiciera nada, aunque muriera en el intento, no lo permitiría.
-Josep… sube al auto- le ordene a mi hermano, sin dejar de mirar a Bael.
-No, no lo hare- sentencio, haciéndome a un lado.
-¡Con un demonio, Josep… lárgate!- grite, algo exasperada.
 Mi hermano pudo notar lo que pasaba, tampoco le gustaba lo que pasaba. Negué con la cabeza, yo había sentido esto antes… pero era igual a como lo recordaba, así de vulnerable me sentía al lado de Lucían… y de Bael. Pero… la imagen de Astarot llego a mi mente como un rayo iluminando el cielo; la sensación volvió a mi cuerpo, lo que había sentido al estar frente a Astarot no había sido solo vulnerabilidad, había sido miedo… un miedo tan arraigado como el que se le puede tener al verdadero demonio. Trague saliva. ¡Maldita sea!, ¿Qué iba a pasar con Mio?...
-Deja de pensar tonterías, Corina… cariño- susurro Bael, apareciendo a mi lado, acariciando mi mejilla. Una sensación de ardor emano de ese lugar, y aparte su mano de mi rostro de un golpe.
-No vuelvas a tocarme- exigí, con cierta debilidad.
-Que hayas sobrevivido al deseo de Astarot… no quiere decir que sobrevivas al mío…- me informo, con arrogancia.
-¿Qué carajo es Astarot?- pregunte-, ¿otro peón como tú?
 Su lacónica sonrisa me hizo estremecer de nuevo, Josep al menos había obedecido y ya estaba en el auto… con el motor encendido, al menos así él podría irse cuando esto estallara.
-No te equivoques, preciosa- sonrío Bael…- Lucifago es su peón…
 ¿Qué?, ¿Cómo? Me pregunte, mirándolo atónita. Lucifago Rocafale era un espíritu principal… lo conocían como el primer ministro infernal, ¿Cómo carajo podía ser el peón de Astarot? Me erguí completamente, mirándolo directamente a los ojos.
-Explícate- le pedí, un tanto más calmada-. ¿Quién demonios es Astarot y que quiere con Mio?
-El Gran Duque, Astarot… es un no de los tres espíritus superiores, el de más… bajo nivel, si se le puede considerar de esa forma- susurro, sin borrar aquella sonrisa de su rostro-, y Mio… bueno, Mio… no es precisamente la niña que conoces, mi querida Corina…
 Su mano me alzo por el cuello, impidiéndome respirar. Josep miraba todo, asustado… pude sentir su mirada, tanto como sentía la forma en que la mano de Bael quemaba la piel de mi cuello.
-…Vete…- murmure, tan alto como pude.
 Mi hermano negó con la cabeza, pero le hice un gesto para que me obedeciera. Si iba a morir, él no iba a verlo, arranco el vehículo y se marcho por donde habíamos llegado; el aire seguía sin poder entrar a mis pulmones, pero no me iba a volver a pasar esto… yo no iba a morir, no ahí y no en las asquerosas manos de Bael. Cerré los ojos con fuerza, me negaba a morir… su puño se alojo en mis intestinos, y la fuerza me hizo chocar contra uno de los árboles del parque; caí al suelo, tosiendo y escupiendo sangre. Alce la mirada, ignorando el sabor metálico de mi boca, me limpie un poco la sangre que bajaba por mi barbilla y me levante, mi mano… las marcas habían regresado, ¿Por qué?
-Lárgate de aquí, Bael- murmuro alguien, que estaba parado a mi lado, y que no había notado.
-Vaya, vaya, vaya…- siseo Bael-, que sorpresa… tan desagradable.
-Regresa a la ratonera de la que saliste- inquirió el chico, del que aun desconocía su rostro-, ya la intimidaste, ahora lárgate…
-No sigo tus órdenes, querido niño- respondió Bael, sin inmutarse.
-Vete al, infierno… idiota- gruño el chico, atravesando a Bael sin dificultad con el brazo… él tenía, las mismas marcas que yo…
 Escuche el grito ahogado de Bael, mientras desaparecía convertido un montón de bichos, de todos los tipos que había, el brazo del chico estaba completamente limpio, y al bajarlo… las marcas habían desaparecido.
-¿Por qué no me sorprende?- murmuro, volteando a verme.
 Su rostro fue más como un golpe directo en el rostro, que una sorpresa. Era Damien Covey, cuidando de mí… otra vez.
-¿Por qué siempre estás cuando algo malo pasa?- resollé, acercándome hasta él.
-¿Te molesta que te salve la vida tan frecuentemente?- sonrió con arrogancia, empujando mi frente con su dedo índice.
-Explícame… ¿Qué fue todo esto?- pregunte, cerrando los ojos, instintivamente a su acción.
-No tengo interés en hacerlo- respondió, dándome un teléfono celular-, llama al chico y vete de aquí, ¿quieres? 
 Lance el teléfono sobre el césped, y empecé a dar vueltas frente a él. Estaba confundida, preocupada, molesta… y no sabía cómo empezar a reclamarle lo que había pasado, ¿Por qué Bael le había temido?, o ¿solo había sido mi imaginación?... ¿por qué primero me había dicho que quería matarme y ahora estaba protegiéndome?, todo esto no tenía sentido alguno. ¿Por qué compartíamos estas malditas marcas?, ¿Qué significaban?.... ¿Por qué carajo era un Covey y porque nunca había escuchado su nombre?
-¿Quién eres?, ¿Qué eres?- pregunte, parándome frente a él, mirándolo fijamente-. Tengo derecho a saberlo.
-¿Por qué?- resolló, alejándome de él-. ¿Por qué eres una Covey?, eso no te da ni siquiera el derecho suficiente para respirar. No me enorgullece ser un Covey, y a ti tampoco debería.
-Explícamelo entonces- le exigí, volviendo a acercarme.
-Déjate de estupideces, llámalo y vete de aquí- me exigió, tratando de no gritar.
-No, no lo hare…- respondí-, oblígame… porque puedes hacerlo, ¿no?
 Damien me miro, casi con ira, y relajo todo el cuerpo… como si reprimiera con todo su ser, golpearme o hacerme cualquier daño.
-¿Por qué no lo haces?- pregunte, confundida-. Si tanto es tu deseo de matarme, ¡hazlo!
 Él me miro, completamente ‘’desarmado’’, yo estaba frente a él… completamente indefensa, si había podido destruir a alguien como Bael sin siquiera sudar… matarme no implicaría un gran gasto de energía, sería como aplastar un mosquito…
-Corina… deja de decir tantas barbaridades- me dijo, acariciando mi mejilla-, si tanto deseas que te diga mis motivos, lo hare… pero no ahora, no lo comprenderías.
  Volvió a desaparecer, sin decir nada… dejándome sola, confundida… y herida, aunque todavía no había notado eso, tome el teléfono y marque el número de Josep, pero la luz de los faros de mi auto capto mi atención, por lo que colgué. Josep bajo rápidamente y me ayudo a entrar al auto, a la parte trasera y volvió a su lugar.
-¿Quieres que te lleve a un hospital?- me pregunto, preocupado.
-No, gracias… estoy bien así- mentí…
 Mi hermano condujo sin rumbo, sabiendo que no podíamos llegar a casa aun… tan solo había pasado una hora, y tampoco podíamos ir con Mio y su novio. No podía comprender lo que estaba pasando, ¿Por qué Damien?, ¿Por qué su actitud?... ¿Por qué su empeño en cuidarme?, no tenía sentido… aunque, bueno, mi vida había perdido todo sentido y coherencia desde que conocí a Lucían…. Pero, esto era todavía más incoherente que el resto de mis últimas experiencias paranormales… Tenía que saber algunas cosas, cosas que solo mi madre podía responderme, era necesario que las supiera… algo dentro de mí, palpitaba lentamente, anunciándome la llegada de algo, que desconocía… pero que se avecinaba con el paso del tiempo; James lo sabía, mi padre lo sabía… y ahora, creo que incluso Josep lo sabe… ¿Por qué yo no?
-Josep…- murmure, sentándome lo mas derecha que pude en el asiento-, ¿sabes donde se hospedan nuestros padres?
-Sí, iba para haya cuando me llamaste- contesto, mirándome a través del retrovisor, con una mueca de preocupación.
-¿Puedes llevarme?- pregunte-, y no… tampoco sé porque quiero ir…
 Josep era predecible, incluso para mí… aunque tal vez se debía a que éramos hermanos y con el tiempo había memorizado casi todos sus semblantes. Me hizo caso, seguramente pensando que eso sería lo mejor para mí, estar al lado de mis padres ahora, seria revitalizante luego de semejante pelea. Aunque yo no había hecho nada.
 El lugar no era lejano, era una vieja casona que mi padre había comprado para que pasaran su luna miel, la misma casa que James y yo despreciamos cuando vinimos aquí, queríamos ser independientes y viviendo en aquella casa… jamás lo seriamos, o no completamente. Abrí la puerta y baje, doliéndome un poco del lado izquierdo, Josep se acerco a ayudarme, pero me negué…
-Mejor… ve a avisarles, ¿sí?- le dije, recargándome en el auto.
 Josep asintió, y camino con rapidez hacia la puerta, mientras yo me recargaba en el costado del vehículo. Mire hacia adentro, en el lugar donde había estado sentada, el respaldo estaba cubierto de sangre; chasquee la lengua y azote la puerta… Carajo, me dije a mi misma, molesta.
 Mi madre salió de la casa apresurada, aleje mi mano del costado, solo para corroborar que la tenia llena de sangre también, y me limpie en el pantalón, aprovechando que era negro; luego me recargue contra el auto… ocultando el gemido de dolor al sentir la carrocería chocar contra mis costillas –rotas seguramente-, me erguí mirando a mi madre.
-¡Cariño!- chillo ella, abrazándome por los hombros. Como agradecía no haber heredado la estatura de ninguna de las dos familias.
-Hola mamá…- resollé, algo seria.
-¿Estás bien?...- pregunto, tomando mi mejilla, sin dejar de sonreír-, Josep me dijo que…
-Estoy bien- la interrumpí, irritada por el dolor-, quiero preguntarte algo…
 En ese momento mi padre se acerco, junto con Josep. Sonreí… Josep era por varios centímetros más alto que él, al igual que James; Demonios… ¿soy la única pequeña? Me pregunte, recordando cuantas veces había afirmado que era adoptada. Volví la vista a los azulados ojos de mi madre, y suspire. Ella estaba confundida, y yo me negaba a moverme de ese lugar… no iba a preocuparla más de lo que ya estaba.
-¿Qué ocurre, cariño?- me pregunto, bajando su mano de mi mejilla.
-¿Qué eres, madre?- inquirí… deteniendo en seco los pasos de mi padre-, y… ¿Qué soy yo?
 Josep también esbozo una mueca de intriga, aunque se debía principalmente a la bomba que yo había detonado con esa pregunta.
-Esto no lo hablare aquí, Cora- respondió ella, pausadamente.
-¡Mierda!- grite, golpeando mi propio auto-, no estoy para estupideces… contéstame y punto…
-¡Corina, respeta a tu madre!- me reprocho mi padre, colocándose al lado de mi madre, casi inmediatamente.
-¿Por qué Cora y Corina?...- inquirí, estaba acostumbrada a la variación, pero no lograba entender el trasfondo de eso-. ¿Quién fue Devora?, ¿Quién carajo es Damien Covey?
 Mi madre se quedo completamente perpleja ante el nombre que había dicho, su expresión era de un miedo totalmente profundo e inexplicable, mi padre solo la abrazo… ocultando el rostro de ella en su pecho. Así que Damien Covey si era de mi familia, vaya… eso también había logrado desarmarme a mí; pero no iba a ceder ahora, no más… tenía que saberlo.
-Tú… tú no eres mi padre, ¿cierto?- susurre, mirando directamente el rostro de mi, hasta ahora, padre.
-¿De qué hablas?- gruño, mientras Josep negaba con la cabeza.
 Me reí, un tanto irónicamente. Todo lo que se había estado fraguando en mi cabeza se estaba materializando frente a mis ojos. Ahora entendía que no me había atrevido a descubrirlo por miedo a lo que me contestarían, pero ahora… las respuestas estaban llegando solas, sin necesidad de una sola palabra emitida por ellos, simplemente sus expresiones me lo decían todo. Cerré los ojos, mordiéndome el labio… el dolor se estaba intensificando, en una forma desmesurada, mi vista se estaba borrando y apenas lograba escuchar los desesperados sollozos de mi madre. Estaba por desmayarme, de nuevo. Alce la cabeza y luego sentí a alguien detrás de mí, no era Josep… él estaba atrás de mi padres, ¿no?
 No pude seguir de pie, me desplome de rodillas doliéndome del costado. Mi padre vio la sangre del asiento trasero, la que había sobre el auto… y la que seguía cayendo sobre el cesped del jardín... 

viernes, 16 de septiembre de 2011

Yvridio 3.2



Josep reconoció de inmediato la demanda de James, y me sonrió un poco obligándome a bajar los brazos, este sermón no iba a ser para él, de hecho ni siquiera estaba segura de que fuera para mí. Sería un tanto estúpido que me regañara por haberlo defendido, aunque… también existía la posibilidad de que su molestia se debiera a mi repentina necesidad de huir del hospital. Pero, ¿realmente había logrado huir?, ¿Qué iba a usar a mi favor?... No recordaba absolutamente nada sobre lo que sucedió luego de que me desmaye; recordaba a Damien, mi brazo, su afirmación, como me arranque la placa metálica del pecho, pero… luego solo vi la puerta abrirse y me desmaye. No podía defenderme ante el inminente ataque de James.
-¿Puedes decirme que carajo paso en el hospital?- inquirió, en cuanto la puerta de la casa se cerró detrás de Josep.
-¿Y cómo voy a saberlo?- resollé, intentando zafarme.
-Victoria te trajo, junto con Mio- me informo, con recelo-, dijeron que estabas sangrando, llorando y rogando que te sacaran de ahí.
 Me quede completamente muda ante sus palabras, ¿eso era lo que había pasado?, ¿Por qué no podía recordar nada?... y de lo que recordaba, ¿Cómo iba a explicárselo a James?, ¿sería capaz de entender por completo lo que pasaba conmigo?... ¡qué estupidez!, ni siquiera yo podía entenderlo en su totalidad. Suspire, desplomándome en una de las sillas que había en la barda de la cocina, James se paro del otro lado y me observo fijamente, mientras yo, inconscientemente, acariciaba mi brazo; estaba temblando… o esa era mi sensación, mi hermano no había cambiado su postura… y yo sabía que su enojo y preocupación iban empatados dentro de él, luchando por la supremacía de alguno de los dos… lo que yo pudiera decir, realmente seria decisivo para esa pelea interna.
-James…- murmure alzando la vista-, júrame que vas a entender esto, y que no me juzgaras.
-Jamás lo haría, Corina- susurro, tomándome de la mano.
 Evidentemente la preocupación había suprimido en su totalidad al enojo, pero eso no me hacía sentir mejor, ni un poco; apreté por un segundo la mano de mi hermano y suspire, tratando de ordenar mis propias ideas. Algo andaba mal conmigo, lo presentía… o lo presentí desde que Damien apareció en la habitación del hospital.
-Lucían, apareció en mi habitación…- le dije con algo de temor.
-¡¿Qué te hizo ese bastardo!?- farfullo mi hermano, seguramente maldiciendo mentalmente.
-No, James… él no me hizo nada- respondí, acariciando su hombro-, fue a ver cómo me encontraba, y luego se fue… pero me aseguro que mataría a Damien.
-Sabes que puede hacerlo, Corina- murmuro, algo inconforme con su propia respuesta.
-Eso ya lo sé- inquirí-, pero… no es eso lo que me preocupa, James.
-No entiendo- acepto, algo confuso.
-Damien…- inicie, controlando los espasmo de mi cuerpo-, él también fue a verme al hospital, él… supo que mi brazo había sanado, aunque ni siquiera yo sé cómo demonios pudo sanar tan repentinamente.
-Sí, eso es cierto…- murmuro-, pero ¿Por qué no te preocupa que Lucían mate a Damien?
-Porque Damien me dijo que…- tome una bocanada de aire-, él me afirmo que yo estaba en el hospital porque él así lo quería, porque me estaba probando.
-Sin duda eres un imán para los problemas, Cora- rio mi hermano, casi con un tono de burla.
-Te lo estoy diciendo en serio, James- me queje, algo herida.
-Igual yo, mira Corina… debes saber algunas cosas…- me dijo con parsimonia.
-¿Qué cosas?- pregunte, confundida.
-¿Sabes porque mi padre estaba tan molesto?- mascullo, con una sonrisa burlona.
-¿Y cómo carajo piensas que yo voy a saber eso?- resollé, casi con ira.
 Mi hermano río armoniosamente al verme tan contrariada, sin duda él sabía algo que yo desconocía, y claro… no iba a decírmelo por las buenas, tendría que ser yo la que me pusiera a averiguarlo; bufe y lo golpee en un hombro con toda la fuerza que pude, él me sonrío, sobándose un poco.
-Buen golpe, vas mejorando- susurro, sin poder dejar de reír.
-James, ¿sabes una cosa?- le dije, levantándome de la silla.
-¿Qué cosa, linda?- pregunto.
-A veces no sé porque Victoria te ama de una manera tan irracional- respondí, alejándome rumbo a las escaleras-, cuando te lo propones… ¡Puedes ser un idiota!- le grite, mientras subía las escaleras.
 Escuche sin mucha dificultad la risotada de mi hermano. Camine por el pasillo del segundo piso hacia mi habitación, necesitaba distraerme, pero encerrada en esa casa jamás lo lograría; entre a mi habitación y corrí las cortinas para salir de la penumbra. París era hermoso, todo lo que se extendía en los alrededores era precioso, todo… hasta llegar a la Torre Eiffel, y después de ella; siempre extrañaría mi natal Florencia, amaba mi país… pero nunca me había gustado vivir estancada en un mismo lugar, Florencia  era hermosa también, tenía un gran mercado de trabajo… escuelas tan buenas como en la que estudiaba ahora, la Universidad de París: Pierre et Marie Curie, una de las 13 más conocidas de todo Paris, y también una de las mejores a nivel mundial, sin embargo… el amor fraterno y el amor filial eran los dos motivos que me habían traído hasta este lugar. Quizá su lo mío con Lucían hubiera funcionado yo estaría viviendo en Praga, o en Venecia y no aquí con mis hermanos, no habría vuelto a ver a mi familia… y realmente no se en que me hubiera convertido; quizá era mejor seguir siendo lo que era, si es que… yo podía llamarme una humana en su totalidad, era algo que nunca había creído por completo. Suspire, ¿Qué era yo?...
 En el mundo, al menos desde mi punto de vista, todo venia en pares, y era común escuchar a los clérigos hablar sobre la gran crisis de la lucha entre el bien y el mal; que el mal vive tentando a los seres humanos al pecado para poder obtener sus almas, y el bien... siempre trataba de salvarlos. ¿Qué tan cierto era eso?, ¿Por qué yo siempre me sentía tan cómoda al lado de aquellos seres misteriosos con los que había tenido contacto desde que era niña?... Era demasiado confuso. Yo le llevaba un año a James, pero sabía que él podía ver y experimentar lo mismo que yo, y ambos queríamos al esposo de mamá, pero ninguno lo podía recordar como nuestro padre. Ella nos había dicho siempre que lo era, pero… los pocos recuerdos que James y yo teníamos de nuestra infancia, el rostro de nuestro padre era completamente diferente; era una de las cosas que yo no podía explicarme, era algo que aun me provocaba algo de inseguridad; aunque no tanta como la que me había provocado conocer a Lucían, también cuando recién llegamos a Francia, durante una visita que hice al museo Louvre, con el fin de conocer las pinturas del famoso Leonardo Da Vinci… ahí lo vi por primera vez… Estaba mirando la pintura de La Gioconda cuando yo me pare a su lado y pude sentir algo extraño, pero al ver su rostro… la atracción había sido inmediata; no estaba segura si la idiota había sido yo, o el destino era lo que había cruzado nuestros caminos, no lo sabía, solo estaba segura de que… si por mi hubiera sido, yo no había seguido a su lado por mucho tiempo, por lo menos, habría preferido que él me dijera lo que era… y no tener que descubrirlo por medio de las palabras de Bael, su amigo… confidente y compañero… en otro momento de mi vida habría pensado que estaba más que loca y paranoica, pero Bael me mostro con hechos lo que era Lucían… que aunque solo pertenecía a las legiones, lo bajo de lo bajo en el infierno… quizá pudo haber subido hasta el lugar que ocupaba él… junto con Agares y Marbas; Lucía había sido el consentido de Lucifago… hasta que me conoció a mí. Si yo no hubiera llegado hasta él, quizá ahora sería algo más poderoso de lo que ya era, mi presencia lo había cambiado… aunque aun tenia la fuerza para matar a Damien si se lo proponía… cosa que yo no iba a permitir, no sabía cómo, ni porque… simplemente estaba dispuesta a todo para conseguirlo.
 Tome mi teléfono celular y le marque a Mio, luego de corroborar la hora: 4:30 pm, era una buena hora para salir… y distraerme. Espere un segundo a que me contestara, había mucho ruido de fondo, unidos a las risas de Mio.
-¿Hola?- susurro, controlando su risa.
-Mio, soy Corina- susurre.
-¡Hola, Corina!- grito ella emocionada-. ¿Cómo sigues?
-Aburrida y nefasta, quiero salir de aquí…- le dije, algo conforme con la fluidez de mis palabras.
-Bien, paso por ti en quince minutos- me dijo-, espérame en la puerta. 
 Le colgué el teléfono luego de eso, entre ella y yo no cabían las despedidas, era una relación extraña sin duda, pero la apreciaba mucho, y sabía que ella sentía lo mismo por mí. Suspire y me metí a la ducha, alguien había llegado… quizá Josep o alguien más, no me preocupaba; abrí la llave del agua y sonreí… al menos estaba caliente. El vapor abarco todo la habitación con rapidez, me gustaba más así, aunque pareciera un sauna, yo tenía un trauma con el agua caliente. Termine de desvestirme y me metí debajo del agua, era relajante un baño así luego de tantas tensiones, y Mio contribuiría mucho a mi ‘’recuperación’’, si es que lograba hablar con ella en serio… antes de que se embriagara y yo, un poco después que ella. Salí del baño enredada en un toalla y camine hacia mi habitación, realmente la elección de ropa no era un enorme problema para mí, simplemente me puse lo primero que encontré, tome mi celular… y baje las escaleras cepillándome el cabello. No había llegado Josep, pero si Victoria, y estaba en un momento bastante intimo con mi hermano, por lo que deje el cepillo en los escalones y corrí a la puerta.
-No me esperes despierta, y yo le aviso a Josep- grite, antes de cerrar la puerta detrás de mí.
 Aun no llegaba Mio, y podía llamar a Josep en un minuto. Busque su número en mi agenda y espere a que contestara.
-Hola, lindo- sonreí al escuchar su voz.
-Hola, ¿Qué pasa?- me pregunto, algo contrariado.
-Nada realmente, pero creo que James ocupara la casa y no es bueno molestarlo- reí-, si sabes a lo que me refiero, ¿verdad?
 Josep rió divertido al otro lado de la línea, y luego trato de sosegarse un poco.
-Bien, bien- me dijo-, ¿Dónde te veo?
-Mio viene por mí en 10 minutos…- informe-, te espero aquí en el jardín.
-Excelente- susurro y luego colgó.
Iba a darle la oportunidad a James, de estar a solas con Victoria, ya me hacía falta una cuñada y a él sentar cabeza, mientras tanto… me iría con Josep a pasar un buen rato, juntos como hacía tiempo que no lo hacíamos. Camine y me senté sobre la acera que daba a la calle, alguno de los dos tenía que llegar, y como siempre… el tiempo parecía ir demasiado lento, solo para lograr sacarme de mis casillas. Chasquee la lengua, ¿Por qué tenía tantas preguntas?, ¿Por qué Damien era tan… ‘’importante’’ para mí?... era raro tener este presentimiento tan grande, nunca me había sentido así, nunca había querido defender tan férreamente a alguien que no conocía, y mucho menos… a alguien que me había asegurado… que quería matarme. Suspire. Esto era confuso, definitivamente necesitaba tiempo para distraerme, necesitaba dejar de pensar en todo esto, simplemente… requería alejarme del mundo. Un auto ronroneó mientras se acercaba por la calle, me levante inmediatamente, creyendo que me aplastaría si me quedaba en ese lugar, casualmente Josep venía caminando por el mismo, lado… y pude ver el rostro de Mio al verlo. El bellísimo Aston Marti se detuvo perfectamente frente a mí, Mio beso animadamente los labios del muchacho que la acompañaba; realmente a mi no me sorprendía en absoluto la actuación de Mio, ella siempre había sido así. Me reí un poco y me acerque al automóvil.
-Hola, picarona- me mofe un poco, mientras esperaba a que Josep llegara.
-Hola… niña loca- refunfuño, bajando del auto-. Él es Astarot, mi nuevo novio.
 Ese chico era realmente atractivo, tenía la piel exquisitamente blanca, al igual que los dientes… aunque su sonrisa era un tanto tétrica, aunque a Mio parecía ser lo que más le atraía de él. Me mordí el labio inferior, cosa que le pareció interesante… pues alzo una ceja y sonrió para sí mismo.
-Bueno, ¿nos vamos?- sonrío Mio, abrazando el brazo de aquel chico.
 Josep ya había llegado a mi lado, y no dejaba de mirar al acompañante de mi amiga.
-Creo que… esta vez no- sentencio Josep, haciendo un ademan protector.
 Yo me quede en completo silencio ante la sentencia de mi hermano menor, que parecía estar teniendo un dialogo mental con aquel tipo, pues su rostro se veía demacrado y el de aquel hombre… se veía cada vez más vigoroso; Mio bufo y se desplomo en el asiento, el chico se coloco unos lentes oscuros y arranco el motor. No estaba segura de lo que había ocurrido hay, solamente unas repentinas ganas de llorar. Abrace a Josep por la espalda y él se giro instintivamente para abrazarme, estaba preocupado, por algo que desconocía, pero parecía estarlo carcomiendo por dentro. Me guio hasta mi auto, y lo encendió con serenidad, me pidió que subiera, obedecí y luego él subió detrás de mí, tomando el lugar del conductor. Esto no me gustaba, para nada…
 Condujo sin un rumbo aparente, hasta que llego a un pequeño jardín, antes de llegar al museo Louvre. Se detuvo y bajo del auto, sin siquiera pedirme que bajara también yo, lo mire algo confusa por un minuto, y luego lo vi llegar… se veía tan arrogante como lo recordaba, ni siquiera se inmuto al ver el auto, simplemente sonrió animadamente al ver a Josep. Baje del auto inmediatamente, y me pare delante de mi hermano.
-¿Qué diablos haces tú aquí?- resollé, mirándolo fijamente.
-Te extrañaba- rio sonoramente.
-Sí, claro…- respondí-, como si fuera tan imbécil para creerte… ahora que quieres conmigo, ¿Bael?