miércoles, 21 de septiembre de 2011

Yvridio 4.1


 El hombre se acerco a nosotros, usaba lentes oscuros, pero su rostro era algo realmente difícil de olvidar, y menos si… él había sido quien me había hecho dudar de mi misma, y descubrir la naturaleza de Lucían. Pero ahora, Josep estaba conmigo y yo no permitiría que le hiciera nada, aunque muriera en el intento, no lo permitiría.
-Josep… sube al auto- le ordene a mi hermano, sin dejar de mirar a Bael.
-No, no lo hare- sentencio, haciéndome a un lado.
-¡Con un demonio, Josep… lárgate!- grite, algo exasperada.
 Mi hermano pudo notar lo que pasaba, tampoco le gustaba lo que pasaba. Negué con la cabeza, yo había sentido esto antes… pero era igual a como lo recordaba, así de vulnerable me sentía al lado de Lucían… y de Bael. Pero… la imagen de Astarot llego a mi mente como un rayo iluminando el cielo; la sensación volvió a mi cuerpo, lo que había sentido al estar frente a Astarot no había sido solo vulnerabilidad, había sido miedo… un miedo tan arraigado como el que se le puede tener al verdadero demonio. Trague saliva. ¡Maldita sea!, ¿Qué iba a pasar con Mio?...
-Deja de pensar tonterías, Corina… cariño- susurro Bael, apareciendo a mi lado, acariciando mi mejilla. Una sensación de ardor emano de ese lugar, y aparte su mano de mi rostro de un golpe.
-No vuelvas a tocarme- exigí, con cierta debilidad.
-Que hayas sobrevivido al deseo de Astarot… no quiere decir que sobrevivas al mío…- me informo, con arrogancia.
-¿Qué carajo es Astarot?- pregunte-, ¿otro peón como tú?
 Su lacónica sonrisa me hizo estremecer de nuevo, Josep al menos había obedecido y ya estaba en el auto… con el motor encendido, al menos así él podría irse cuando esto estallara.
-No te equivoques, preciosa- sonrío Bael…- Lucifago es su peón…
 ¿Qué?, ¿Cómo? Me pregunte, mirándolo atónita. Lucifago Rocafale era un espíritu principal… lo conocían como el primer ministro infernal, ¿Cómo carajo podía ser el peón de Astarot? Me erguí completamente, mirándolo directamente a los ojos.
-Explícate- le pedí, un tanto más calmada-. ¿Quién demonios es Astarot y que quiere con Mio?
-El Gran Duque, Astarot… es un no de los tres espíritus superiores, el de más… bajo nivel, si se le puede considerar de esa forma- susurro, sin borrar aquella sonrisa de su rostro-, y Mio… bueno, Mio… no es precisamente la niña que conoces, mi querida Corina…
 Su mano me alzo por el cuello, impidiéndome respirar. Josep miraba todo, asustado… pude sentir su mirada, tanto como sentía la forma en que la mano de Bael quemaba la piel de mi cuello.
-…Vete…- murmure, tan alto como pude.
 Mi hermano negó con la cabeza, pero le hice un gesto para que me obedeciera. Si iba a morir, él no iba a verlo, arranco el vehículo y se marcho por donde habíamos llegado; el aire seguía sin poder entrar a mis pulmones, pero no me iba a volver a pasar esto… yo no iba a morir, no ahí y no en las asquerosas manos de Bael. Cerré los ojos con fuerza, me negaba a morir… su puño se alojo en mis intestinos, y la fuerza me hizo chocar contra uno de los árboles del parque; caí al suelo, tosiendo y escupiendo sangre. Alce la mirada, ignorando el sabor metálico de mi boca, me limpie un poco la sangre que bajaba por mi barbilla y me levante, mi mano… las marcas habían regresado, ¿Por qué?
-Lárgate de aquí, Bael- murmuro alguien, que estaba parado a mi lado, y que no había notado.
-Vaya, vaya, vaya…- siseo Bael-, que sorpresa… tan desagradable.
-Regresa a la ratonera de la que saliste- inquirió el chico, del que aun desconocía su rostro-, ya la intimidaste, ahora lárgate…
-No sigo tus órdenes, querido niño- respondió Bael, sin inmutarse.
-Vete al, infierno… idiota- gruño el chico, atravesando a Bael sin dificultad con el brazo… él tenía, las mismas marcas que yo…
 Escuche el grito ahogado de Bael, mientras desaparecía convertido un montón de bichos, de todos los tipos que había, el brazo del chico estaba completamente limpio, y al bajarlo… las marcas habían desaparecido.
-¿Por qué no me sorprende?- murmuro, volteando a verme.
 Su rostro fue más como un golpe directo en el rostro, que una sorpresa. Era Damien Covey, cuidando de mí… otra vez.
-¿Por qué siempre estás cuando algo malo pasa?- resollé, acercándome hasta él.
-¿Te molesta que te salve la vida tan frecuentemente?- sonrió con arrogancia, empujando mi frente con su dedo índice.
-Explícame… ¿Qué fue todo esto?- pregunte, cerrando los ojos, instintivamente a su acción.
-No tengo interés en hacerlo- respondió, dándome un teléfono celular-, llama al chico y vete de aquí, ¿quieres? 
 Lance el teléfono sobre el césped, y empecé a dar vueltas frente a él. Estaba confundida, preocupada, molesta… y no sabía cómo empezar a reclamarle lo que había pasado, ¿Por qué Bael le había temido?, o ¿solo había sido mi imaginación?... ¿por qué primero me había dicho que quería matarme y ahora estaba protegiéndome?, todo esto no tenía sentido alguno. ¿Por qué compartíamos estas malditas marcas?, ¿Qué significaban?.... ¿Por qué carajo era un Covey y porque nunca había escuchado su nombre?
-¿Quién eres?, ¿Qué eres?- pregunte, parándome frente a él, mirándolo fijamente-. Tengo derecho a saberlo.
-¿Por qué?- resolló, alejándome de él-. ¿Por qué eres una Covey?, eso no te da ni siquiera el derecho suficiente para respirar. No me enorgullece ser un Covey, y a ti tampoco debería.
-Explícamelo entonces- le exigí, volviendo a acercarme.
-Déjate de estupideces, llámalo y vete de aquí- me exigió, tratando de no gritar.
-No, no lo hare…- respondí-, oblígame… porque puedes hacerlo, ¿no?
 Damien me miro, casi con ira, y relajo todo el cuerpo… como si reprimiera con todo su ser, golpearme o hacerme cualquier daño.
-¿Por qué no lo haces?- pregunte, confundida-. Si tanto es tu deseo de matarme, ¡hazlo!
 Él me miro, completamente ‘’desarmado’’, yo estaba frente a él… completamente indefensa, si había podido destruir a alguien como Bael sin siquiera sudar… matarme no implicaría un gran gasto de energía, sería como aplastar un mosquito…
-Corina… deja de decir tantas barbaridades- me dijo, acariciando mi mejilla-, si tanto deseas que te diga mis motivos, lo hare… pero no ahora, no lo comprenderías.
  Volvió a desaparecer, sin decir nada… dejándome sola, confundida… y herida, aunque todavía no había notado eso, tome el teléfono y marque el número de Josep, pero la luz de los faros de mi auto capto mi atención, por lo que colgué. Josep bajo rápidamente y me ayudo a entrar al auto, a la parte trasera y volvió a su lugar.
-¿Quieres que te lleve a un hospital?- me pregunto, preocupado.
-No, gracias… estoy bien así- mentí…
 Mi hermano condujo sin rumbo, sabiendo que no podíamos llegar a casa aun… tan solo había pasado una hora, y tampoco podíamos ir con Mio y su novio. No podía comprender lo que estaba pasando, ¿Por qué Damien?, ¿Por qué su actitud?... ¿Por qué su empeño en cuidarme?, no tenía sentido… aunque, bueno, mi vida había perdido todo sentido y coherencia desde que conocí a Lucían…. Pero, esto era todavía más incoherente que el resto de mis últimas experiencias paranormales… Tenía que saber algunas cosas, cosas que solo mi madre podía responderme, era necesario que las supiera… algo dentro de mí, palpitaba lentamente, anunciándome la llegada de algo, que desconocía… pero que se avecinaba con el paso del tiempo; James lo sabía, mi padre lo sabía… y ahora, creo que incluso Josep lo sabe… ¿Por qué yo no?
-Josep…- murmure, sentándome lo mas derecha que pude en el asiento-, ¿sabes donde se hospedan nuestros padres?
-Sí, iba para haya cuando me llamaste- contesto, mirándome a través del retrovisor, con una mueca de preocupación.
-¿Puedes llevarme?- pregunte-, y no… tampoco sé porque quiero ir…
 Josep era predecible, incluso para mí… aunque tal vez se debía a que éramos hermanos y con el tiempo había memorizado casi todos sus semblantes. Me hizo caso, seguramente pensando que eso sería lo mejor para mí, estar al lado de mis padres ahora, seria revitalizante luego de semejante pelea. Aunque yo no había hecho nada.
 El lugar no era lejano, era una vieja casona que mi padre había comprado para que pasaran su luna miel, la misma casa que James y yo despreciamos cuando vinimos aquí, queríamos ser independientes y viviendo en aquella casa… jamás lo seriamos, o no completamente. Abrí la puerta y baje, doliéndome un poco del lado izquierdo, Josep se acerco a ayudarme, pero me negué…
-Mejor… ve a avisarles, ¿sí?- le dije, recargándome en el auto.
 Josep asintió, y camino con rapidez hacia la puerta, mientras yo me recargaba en el costado del vehículo. Mire hacia adentro, en el lugar donde había estado sentada, el respaldo estaba cubierto de sangre; chasquee la lengua y azote la puerta… Carajo, me dije a mi misma, molesta.
 Mi madre salió de la casa apresurada, aleje mi mano del costado, solo para corroborar que la tenia llena de sangre también, y me limpie en el pantalón, aprovechando que era negro; luego me recargue contra el auto… ocultando el gemido de dolor al sentir la carrocería chocar contra mis costillas –rotas seguramente-, me erguí mirando a mi madre.
-¡Cariño!- chillo ella, abrazándome por los hombros. Como agradecía no haber heredado la estatura de ninguna de las dos familias.
-Hola mamá…- resollé, algo seria.
-¿Estás bien?...- pregunto, tomando mi mejilla, sin dejar de sonreír-, Josep me dijo que…
-Estoy bien- la interrumpí, irritada por el dolor-, quiero preguntarte algo…
 En ese momento mi padre se acerco, junto con Josep. Sonreí… Josep era por varios centímetros más alto que él, al igual que James; Demonios… ¿soy la única pequeña? Me pregunte, recordando cuantas veces había afirmado que era adoptada. Volví la vista a los azulados ojos de mi madre, y suspire. Ella estaba confundida, y yo me negaba a moverme de ese lugar… no iba a preocuparla más de lo que ya estaba.
-¿Qué ocurre, cariño?- me pregunto, bajando su mano de mi mejilla.
-¿Qué eres, madre?- inquirí… deteniendo en seco los pasos de mi padre-, y… ¿Qué soy yo?
 Josep también esbozo una mueca de intriga, aunque se debía principalmente a la bomba que yo había detonado con esa pregunta.
-Esto no lo hablare aquí, Cora- respondió ella, pausadamente.
-¡Mierda!- grite, golpeando mi propio auto-, no estoy para estupideces… contéstame y punto…
-¡Corina, respeta a tu madre!- me reprocho mi padre, colocándose al lado de mi madre, casi inmediatamente.
-¿Por qué Cora y Corina?...- inquirí, estaba acostumbrada a la variación, pero no lograba entender el trasfondo de eso-. ¿Quién fue Devora?, ¿Quién carajo es Damien Covey?
 Mi madre se quedo completamente perpleja ante el nombre que había dicho, su expresión era de un miedo totalmente profundo e inexplicable, mi padre solo la abrazo… ocultando el rostro de ella en su pecho. Así que Damien Covey si era de mi familia, vaya… eso también había logrado desarmarme a mí; pero no iba a ceder ahora, no más… tenía que saberlo.
-Tú… tú no eres mi padre, ¿cierto?- susurre, mirando directamente el rostro de mi, hasta ahora, padre.
-¿De qué hablas?- gruño, mientras Josep negaba con la cabeza.
 Me reí, un tanto irónicamente. Todo lo que se había estado fraguando en mi cabeza se estaba materializando frente a mis ojos. Ahora entendía que no me había atrevido a descubrirlo por miedo a lo que me contestarían, pero ahora… las respuestas estaban llegando solas, sin necesidad de una sola palabra emitida por ellos, simplemente sus expresiones me lo decían todo. Cerré los ojos, mordiéndome el labio… el dolor se estaba intensificando, en una forma desmesurada, mi vista se estaba borrando y apenas lograba escuchar los desesperados sollozos de mi madre. Estaba por desmayarme, de nuevo. Alce la cabeza y luego sentí a alguien detrás de mí, no era Josep… él estaba atrás de mi padres, ¿no?
 No pude seguir de pie, me desplome de rodillas doliéndome del costado. Mi padre vio la sangre del asiento trasero, la que había sobre el auto… y la que seguía cayendo sobre el cesped del jardín... 

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