sábado, 29 de octubre de 2011

Fragmento de la vida de Damien Covey


- ¿Qué carajo hago aquí?- me pregunté confundido
Sabía dónde estaba, sabía porque había ido, pero no sabía lo que hacía ahí. Desde pequeño me criaron para seguir el camino del bien, de una manera tan forzosa que parecía algún tipo de obligación, ahora… se me estaba dando ese maravilloso donde elegir; es probable que por esa razón me encontrara ahí.
¿Sabía que lo que hacía estaba mal? Probablemente, pero en el fondo me enajene para hacerme creer a mí mismo que eso era lo que quería. Ciertamente hasta ese momento aún no sabía del todo lo que era,  sólo estaban esas ganas de morir, de matar. Ese tipo de instintos que me hacían intuir lo que en realidad era. Estaba seguro de que no era un ángel. ¿Tal vez un demonio? Era probable, mi hermano ya había tomado ese camino. Pero yo, yo no me sentía del todo bien siendo como uno, ya lo había experimentado, había hecho sufrir  a tantas personas como monedas en el pozo de los deseos, pero eso no me satisfacía del todo. ¿Qué era entonces lo que buscaba? Libertad, la libertad de elegir, de ser, de pensar, de querer, la libertad de existir.
La lluvia mojaba mi cuerpo, pero yo ya no sentía frio. De hecho, ya no sentía gran cosa, sólo tristeza e ira, y muchas veces únicamente ira. Debí tener miedo, hubiera sido una reacción natural después de tener frente a mí a Hurgh, una de las tantas formas del rey de los demonios. Debí sentirme honrado, hubiera sido una reacción anticipada, después de todo, él mismo había ido a buscarme para que me uniera a sus filas.
- ¿Qué piensas hacer?- dijo él mientras me veía a los ojos de una manera casi desesperada
- ¿Sabes que en este momento tengo encargado matar a tu mano derecha verdad?
- Estoy consciente, pero no eres un ángel y lo sabes.
Sus palabras debieron darme en el pecho como una afilada daga, pero simplemente se sintieron como el soplo de una pequeña briza, mi mirada seguía fija en él, no sentía miedo, no sentía nada.
- No, no soy un ángel, pero por alguna razón debo matar a tus malditas perras- sonreí con sarcasmo
- Tú no debes hacer todo lo que él te ordene- replicó
- Ni lo que tú me ordenes tampoco- recobré la seriedad
Hurgh sabía que se estaba tornando un poco difícil el convencerme de unirme a sus filas, tal vez lo más sensato para él hubiera sido matarme, pero con esa forma le iba a resultar si no imposible al menos muy complicado y agotador.
- Tú puedes tomar el puesto de mi mano derecha- sonrió con desesperación
- Yo no quiero ser tu perra
La lluvia de pronto se esfumó y dejó asomarse a una tímida luna en aquel cementerio,  él pudo ver mis ojos llenos de seguridad, si bien antes de que se apareciera estaba completamente seguro de unirme a sus filas, ahora algo había cambiado, no tenía ni la menor intención de prestar mis servicios a alguien tan incompetente como él.
- ¿Prefieres morir?
- A veces- coloqué mi mano en la mejilla y la barbilla
- Mandaré a una legión para que te dé una lección
- Sabes lo que haré con tus patéticas legiones- sonreí- además, no puedes hacerlo, el sello de los ángeles seguirá vigente un par de años más, después podrás amenazarme todo lo que quieras.
- …cerdo
- ¿Acaso creías que desconocía el porqué te encontrabas en este mundo con una de tus formas más débiles y lastimeras?
- Estoy hartándome de ti, si no fuera porque me serías de gran utilidad al igual que tu hermano, ni siquiera estaría perdiendo mi tiempo aquí.
El mencionar a mi hermano no me había causado la menor impresión, él quería matarme y eso realmente me tenía sin cuidado, tenía peores cosas de que preocuparme como para pensar en un mocoso envidioso y arrogante. Pero, sin duda, no sabía que camino elegir, tal vez debía considerarlo con calma.
- Lo pensaré- bajé la mirada
- Ya no eres tan altanero ahora ¿Verdad?- sonrió satisfecho
- Esfúmate, antes de que cambie de opinión- lo miré con desprecio
Dicho esto, Hurgh se convirtió en un denso humo negro que se fue disipando poco a poco, yo me quedé sentado sobre una lápida un par de horas más, la noche era lo suficientemente tranquila como para pensar. ¿Elegir siempre era tan complicado?

jueves, 13 de octubre de 2011

Yvridio 4.2



Vaya porquería, ahora que estaba tan cerca de descubrirlo todo… tendría que seguir esperando; suspire, tratando de tragarme un poco el dolor de mi costado… ¿en qué momento había pasado esto? Todo se había ido al carajo demasiado rápido para que pudiera notarlo. Maldije en voz alta, al mismo tiempo que golpeaba el suelo con el puño, no iba a desmayarme… no lo haría, solo porque no quería hacerlo. Recordé momentáneamente las palabras de James, al decirme cuan terca y temeraria era… no me importaba, esa parte de mí me había mantenido viva muchas veces, me seguía manteniendo cuerda a pesar de todo lo que me había tocado experimentar los últimos 15 meses de mi vida. Y eso me había servido para que mis padres no me internaran en una clínica de rehabilitación mental cuando supieron lo de Lucían; mi estúpida forma de ver las cosas… me ayudaba a seguir aquí, mi terquedad me funcionaba perfectamente para seguir de pie; y ahora no sería la excepción. Quite la mano de mi costado, y la utilice para apoyarme, me erguí lentamente frente a mis padres, mi hermano y quien fuera la persona que estaba detrás de mí; pude sentir su confusión cuando ignore el dolor y me erguí por completo…
-Quiero respuestas… y las quiero ahora- resollé, mirando a mis padres fijamente.
 Mi madre corrió a ayudarme y me llevo a la casa, mientras mi padre se quedaba atónito, mirando a la persona que se había quedado detrás de mí; mi hermano se quedo con él, solo mi madre y yo entramos a la casa.
-¿Puedo entrar al baño?- pregunte, soltándome del agarre de mi madre.
 Ella asintió suavemente, y me miro mientras yo caminaba, o más bien, cojeaba hasta el baño. Entre y cerré la puerta, me alce la blusa y mire mi reflejo en el espejo; la carne de mi costado estaba como quemada o rasgada de una forma completamente contraria a lo que debería hacer; se veía terrible, pero era solo apariencia… se veía peor de lo que verdaderamente era. Suspire y me quite la blusa, para poder enjuagarme con tranquilidad, mi madre siempre tenía un botiquín en el baño, así que busque una gasa y algo de tela adhesiva.
-¿Por qué siempre tienes que ser tan tonta?- mascullo una voz a mis espaldas, mientras que una gélida mano me ayudaba a ponerme el, improvisado, vendaje.
-¿De nuevo tú?- inquirí, mirándolo a través del reflejo del espejo.
-¿Te sorprende?- susurro, como si le causara gracia la expresión de mi rostro.
-Realmente…- respondí, bajando el brazo, mientras él me ponía el vendaje… con un cuidado impresionante-. ¿Por qué este afán de cuidarme?
-Si lo supiera, no estaría aquí…- respondió, con una serenidad increíble, extendiendo una mano para que le diera más tela.
 Era estúpido, todo esto lo era… que me cuidara, que se preocupara… y sobre todo, que estuviera ahí, conmigo… en el baño, conmigo medio desnuda y ni siquiera mostrara un atisbo de interés en mí, o no físicamente.
-No lo entiendo…- susurre, cerrando los ojos, mientras le pasaba la tela adhesiva.
-Nunca entiendes nada, Corina- se rió sin gracia-; sin embargo, ahora vas por buen camino… ya sabrás porque no me enorgullece ser un Covey… Y conocerás uno de los mejores guardados, secretos de tu familia.
-Espera… Damien…- gemí, al verlo desaparecer en el reflejo.
 ¿Por qué era así?, parecía querer guiarme a algo, pero nunca lo decía abiertamente, simplemente… me daba palabras o frases claves para que yo continuara indagando por mi cuenta; no era justo, pero al menos… seguía preocupado por mí… eso era bueno, ¿no? Me mordí el labio y me puse la blusa, aun llena de sangre; salí de ahí, con un montón de cosa en la cabeza y me desplome en el sillón de la sala, procurando no apoyarme, para no manchar la costosa tapicería. Mi madre me miraba con una tranquilidad, pobremente fingida.
-Madre… ¿Quién es mi padre?- pregunte, con cierto temor a escuchar la respuesta-. Sé que Christopher Follet, no lo es… y quiero saberlo.
-Cora…- susurro ella, cerrando los ojos, como si recordar el pasado le trajera recuerdos terriblemente dolorosos-. Tienes razón Christopher no es tu padre, o no tu padre biológico… porque él te crío, prácticamente toda tu vida.
-Yo recuerdo a alguien más… ¿Quién es?- inquirí, aun confundida.
-Su nombre es Uriel…- murmuro ella, sin poder mirarme a los ojos.
-Uriel... ¿Qué?- musite. Era como si mi madre me ocultara algo, algo que no podía revelar de una forma tan sencilla.
-Solo Uriel, Corina- respondió, con frialdad-, de hecho… para muchos ni siquiera debería existir… para muchos hombres el único arcángel real es Gabriel, pero Gabriel… es un traidor.
-¿Arcángel?- gemí, ocultando una risa divertida-, no juegues conmigo, madre…
-¡No lo hago, Corina!- grito, molesta-, ¿Por qué lo haría?, yo sabía que querrías saberlo en algún momento, pero si no me crees a mí, pregúntaselo a James… él tuvo esta misma curiosidad el verano que pasaron en Florencia con nosotros, pero fue Chris quien se lo conto todo.
-¿Esperas que crea que soy hija de un arcángel?- sisee, irritada-. Es imposible.
-No, no lo es- continuo ella, ignorando mi molestia-. Tú te niegas a creer que eres un hibrido, cuando has tenido contacto con uno… con uno que debería estar muerto, porque Devora Covey lo asesino hace mas de 100 años.
-Oh, cierto… el cuchillo- me reí, sin gracia-. Eso es mentira, Damien Covey es un adolescente cualquiera, común y corriente.
-¿Por eso siempre está a tu lado cuando estás en problemas?- pregunto, mirándome fijamente.
-Mera coincidencia- resollé, molestándome cada vez más.
-Las coincidencias no existen- me reprocho-. Damien Covey te cuida, porque quiere hacerlo… aun no entiendo porque, si se supone que tu raza y la suya son enemigas por naturaleza.
-Yo soy buena y él malo… buena broma- farfulle, recordando cada vez que me había protegido, de mi misma incluso-, eso no puede ser… él, él no es malo…
-Es lo que tú quieres ver en él… no más, no menos- siguió, ignorándome, de nuevo-. Damien debería estar muerto, lo que es… es lo que lo mantiene con vida, Corina.
-¿Y ahora me dirás porque carajo dice que no me enorgullezca de ser una Covey?- pregunte, levantándome del sillón.
-Damien… es lo que es, porque nuestra familia es contada- inicio ella.
-Dime algo que no sepa- resollé.
-Déjame hacerlo, y gustosamente lo hare- me reclamo-, los Covey siempre estuvimos mezclados con seres que no pertenecen a este plano… tanto ángeles como demonios, todos conviven con los humanos, pero desde Devora, Damien y Dorian… los demonios predominaron en nuestra sangre.
>>Devora era prima de Damien y Dorian, los primeros hijos de un hibrido, que ya había en nuestra familia- suspiro-, hijos de una Potestad, el ángel de la muerte… y un demonio, hibrido.
-Eso es imposible- grazne, recordando a Bael.
-No completamente- susurro-, no siempre se trata de una unión por amor, ni los ángeles ni los demonios tienen ese tipo de sentimientos; al menos no los de las primeras dos Jerarquías, y los demonios aman a los humanos, pero no por principios comunes… no como amamos nosotros; es una guerra por las almas humanas.
-El bien y el mal… la guerra eterna, y el balance- trague saliva-, ¿Qué hay con nosotros?
-Ustedes simplemente mantienen el balance, cuidan a los humanos… los protegen. Es su deber, por eso  están aquí- respondió ella, mirando por la ventana-. No tienen otro proposito.
-Entonces, ¿somos marionetas?- inquirí, cada vez mas irritada.
-No, no son marionetas…
-¡Claro que sí!- gemí, mordiéndome el labio-. Mantenemos el balance, hacemos lo que los ángeles y demonios deberían estar haciendo… un humano es alguien con el que siempre vamos a rivalizar, porque son todo lo que nosotros no. Ellos tienen libre albedrio y tienen el bien y el mal encerrados en su cuerpo, pero lo dominan y solo utilizan aquello que les conviene- chille, al sentir que mi labio sangraba-, y nosotros… si somos aquello que tú dices, solo somos una cosa o la otra, no vivimos en la dualidad en la que viven ellos, eso es… estúpido; yo puedo seguir eligiendo que quiero ser… si quiero ser buena o no.
-Lamento muchísimo decepcionarte, cariño- cerro los ojos- podrás pretender querer elegir, aunque tienes una parte humana… jamás podrás ser tan mala como lo son ellos, ni siquiera podrás serlo un poco. Tu parte angelical predomina, y suprime a aquello malo que posees. El único que podría corromperte es Damien.
-No empecemos con la discusión de siempre- la mire, con ira-, no me alejare de él… no porque tú quieras.
-Siempre has hecho lo que ha sido tu voluntad, Cora… y nunca te has equivocado- susurro, levantándose e indicándome la puerta.
 La discusión había terminado. Ella la había finiquitado de una forma sumamente drástica, aunque de alguna manera eso era normal, yo había querido ir demasiado lejos y ella se negaba a darme todas las respuestas; así que... tenía que buscarlas por mi cuenta.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Yvridio 4.1


 El hombre se acerco a nosotros, usaba lentes oscuros, pero su rostro era algo realmente difícil de olvidar, y menos si… él había sido quien me había hecho dudar de mi misma, y descubrir la naturaleza de Lucían. Pero ahora, Josep estaba conmigo y yo no permitiría que le hiciera nada, aunque muriera en el intento, no lo permitiría.
-Josep… sube al auto- le ordene a mi hermano, sin dejar de mirar a Bael.
-No, no lo hare- sentencio, haciéndome a un lado.
-¡Con un demonio, Josep… lárgate!- grite, algo exasperada.
 Mi hermano pudo notar lo que pasaba, tampoco le gustaba lo que pasaba. Negué con la cabeza, yo había sentido esto antes… pero era igual a como lo recordaba, así de vulnerable me sentía al lado de Lucían… y de Bael. Pero… la imagen de Astarot llego a mi mente como un rayo iluminando el cielo; la sensación volvió a mi cuerpo, lo que había sentido al estar frente a Astarot no había sido solo vulnerabilidad, había sido miedo… un miedo tan arraigado como el que se le puede tener al verdadero demonio. Trague saliva. ¡Maldita sea!, ¿Qué iba a pasar con Mio?...
-Deja de pensar tonterías, Corina… cariño- susurro Bael, apareciendo a mi lado, acariciando mi mejilla. Una sensación de ardor emano de ese lugar, y aparte su mano de mi rostro de un golpe.
-No vuelvas a tocarme- exigí, con cierta debilidad.
-Que hayas sobrevivido al deseo de Astarot… no quiere decir que sobrevivas al mío…- me informo, con arrogancia.
-¿Qué carajo es Astarot?- pregunte-, ¿otro peón como tú?
 Su lacónica sonrisa me hizo estremecer de nuevo, Josep al menos había obedecido y ya estaba en el auto… con el motor encendido, al menos así él podría irse cuando esto estallara.
-No te equivoques, preciosa- sonrío Bael…- Lucifago es su peón…
 ¿Qué?, ¿Cómo? Me pregunte, mirándolo atónita. Lucifago Rocafale era un espíritu principal… lo conocían como el primer ministro infernal, ¿Cómo carajo podía ser el peón de Astarot? Me erguí completamente, mirándolo directamente a los ojos.
-Explícate- le pedí, un tanto más calmada-. ¿Quién demonios es Astarot y que quiere con Mio?
-El Gran Duque, Astarot… es un no de los tres espíritus superiores, el de más… bajo nivel, si se le puede considerar de esa forma- susurro, sin borrar aquella sonrisa de su rostro-, y Mio… bueno, Mio… no es precisamente la niña que conoces, mi querida Corina…
 Su mano me alzo por el cuello, impidiéndome respirar. Josep miraba todo, asustado… pude sentir su mirada, tanto como sentía la forma en que la mano de Bael quemaba la piel de mi cuello.
-…Vete…- murmure, tan alto como pude.
 Mi hermano negó con la cabeza, pero le hice un gesto para que me obedeciera. Si iba a morir, él no iba a verlo, arranco el vehículo y se marcho por donde habíamos llegado; el aire seguía sin poder entrar a mis pulmones, pero no me iba a volver a pasar esto… yo no iba a morir, no ahí y no en las asquerosas manos de Bael. Cerré los ojos con fuerza, me negaba a morir… su puño se alojo en mis intestinos, y la fuerza me hizo chocar contra uno de los árboles del parque; caí al suelo, tosiendo y escupiendo sangre. Alce la mirada, ignorando el sabor metálico de mi boca, me limpie un poco la sangre que bajaba por mi barbilla y me levante, mi mano… las marcas habían regresado, ¿Por qué?
-Lárgate de aquí, Bael- murmuro alguien, que estaba parado a mi lado, y que no había notado.
-Vaya, vaya, vaya…- siseo Bael-, que sorpresa… tan desagradable.
-Regresa a la ratonera de la que saliste- inquirió el chico, del que aun desconocía su rostro-, ya la intimidaste, ahora lárgate…
-No sigo tus órdenes, querido niño- respondió Bael, sin inmutarse.
-Vete al, infierno… idiota- gruño el chico, atravesando a Bael sin dificultad con el brazo… él tenía, las mismas marcas que yo…
 Escuche el grito ahogado de Bael, mientras desaparecía convertido un montón de bichos, de todos los tipos que había, el brazo del chico estaba completamente limpio, y al bajarlo… las marcas habían desaparecido.
-¿Por qué no me sorprende?- murmuro, volteando a verme.
 Su rostro fue más como un golpe directo en el rostro, que una sorpresa. Era Damien Covey, cuidando de mí… otra vez.
-¿Por qué siempre estás cuando algo malo pasa?- resollé, acercándome hasta él.
-¿Te molesta que te salve la vida tan frecuentemente?- sonrió con arrogancia, empujando mi frente con su dedo índice.
-Explícame… ¿Qué fue todo esto?- pregunte, cerrando los ojos, instintivamente a su acción.
-No tengo interés en hacerlo- respondió, dándome un teléfono celular-, llama al chico y vete de aquí, ¿quieres? 
 Lance el teléfono sobre el césped, y empecé a dar vueltas frente a él. Estaba confundida, preocupada, molesta… y no sabía cómo empezar a reclamarle lo que había pasado, ¿Por qué Bael le había temido?, o ¿solo había sido mi imaginación?... ¿por qué primero me había dicho que quería matarme y ahora estaba protegiéndome?, todo esto no tenía sentido alguno. ¿Por qué compartíamos estas malditas marcas?, ¿Qué significaban?.... ¿Por qué carajo era un Covey y porque nunca había escuchado su nombre?
-¿Quién eres?, ¿Qué eres?- pregunte, parándome frente a él, mirándolo fijamente-. Tengo derecho a saberlo.
-¿Por qué?- resolló, alejándome de él-. ¿Por qué eres una Covey?, eso no te da ni siquiera el derecho suficiente para respirar. No me enorgullece ser un Covey, y a ti tampoco debería.
-Explícamelo entonces- le exigí, volviendo a acercarme.
-Déjate de estupideces, llámalo y vete de aquí- me exigió, tratando de no gritar.
-No, no lo hare…- respondí-, oblígame… porque puedes hacerlo, ¿no?
 Damien me miro, casi con ira, y relajo todo el cuerpo… como si reprimiera con todo su ser, golpearme o hacerme cualquier daño.
-¿Por qué no lo haces?- pregunte, confundida-. Si tanto es tu deseo de matarme, ¡hazlo!
 Él me miro, completamente ‘’desarmado’’, yo estaba frente a él… completamente indefensa, si había podido destruir a alguien como Bael sin siquiera sudar… matarme no implicaría un gran gasto de energía, sería como aplastar un mosquito…
-Corina… deja de decir tantas barbaridades- me dijo, acariciando mi mejilla-, si tanto deseas que te diga mis motivos, lo hare… pero no ahora, no lo comprenderías.
  Volvió a desaparecer, sin decir nada… dejándome sola, confundida… y herida, aunque todavía no había notado eso, tome el teléfono y marque el número de Josep, pero la luz de los faros de mi auto capto mi atención, por lo que colgué. Josep bajo rápidamente y me ayudo a entrar al auto, a la parte trasera y volvió a su lugar.
-¿Quieres que te lleve a un hospital?- me pregunto, preocupado.
-No, gracias… estoy bien así- mentí…
 Mi hermano condujo sin rumbo, sabiendo que no podíamos llegar a casa aun… tan solo había pasado una hora, y tampoco podíamos ir con Mio y su novio. No podía comprender lo que estaba pasando, ¿Por qué Damien?, ¿Por qué su actitud?... ¿Por qué su empeño en cuidarme?, no tenía sentido… aunque, bueno, mi vida había perdido todo sentido y coherencia desde que conocí a Lucían…. Pero, esto era todavía más incoherente que el resto de mis últimas experiencias paranormales… Tenía que saber algunas cosas, cosas que solo mi madre podía responderme, era necesario que las supiera… algo dentro de mí, palpitaba lentamente, anunciándome la llegada de algo, que desconocía… pero que se avecinaba con el paso del tiempo; James lo sabía, mi padre lo sabía… y ahora, creo que incluso Josep lo sabe… ¿Por qué yo no?
-Josep…- murmure, sentándome lo mas derecha que pude en el asiento-, ¿sabes donde se hospedan nuestros padres?
-Sí, iba para haya cuando me llamaste- contesto, mirándome a través del retrovisor, con una mueca de preocupación.
-¿Puedes llevarme?- pregunte-, y no… tampoco sé porque quiero ir…
 Josep era predecible, incluso para mí… aunque tal vez se debía a que éramos hermanos y con el tiempo había memorizado casi todos sus semblantes. Me hizo caso, seguramente pensando que eso sería lo mejor para mí, estar al lado de mis padres ahora, seria revitalizante luego de semejante pelea. Aunque yo no había hecho nada.
 El lugar no era lejano, era una vieja casona que mi padre había comprado para que pasaran su luna miel, la misma casa que James y yo despreciamos cuando vinimos aquí, queríamos ser independientes y viviendo en aquella casa… jamás lo seriamos, o no completamente. Abrí la puerta y baje, doliéndome un poco del lado izquierdo, Josep se acerco a ayudarme, pero me negué…
-Mejor… ve a avisarles, ¿sí?- le dije, recargándome en el auto.
 Josep asintió, y camino con rapidez hacia la puerta, mientras yo me recargaba en el costado del vehículo. Mire hacia adentro, en el lugar donde había estado sentada, el respaldo estaba cubierto de sangre; chasquee la lengua y azote la puerta… Carajo, me dije a mi misma, molesta.
 Mi madre salió de la casa apresurada, aleje mi mano del costado, solo para corroborar que la tenia llena de sangre también, y me limpie en el pantalón, aprovechando que era negro; luego me recargue contra el auto… ocultando el gemido de dolor al sentir la carrocería chocar contra mis costillas –rotas seguramente-, me erguí mirando a mi madre.
-¡Cariño!- chillo ella, abrazándome por los hombros. Como agradecía no haber heredado la estatura de ninguna de las dos familias.
-Hola mamá…- resollé, algo seria.
-¿Estás bien?...- pregunto, tomando mi mejilla, sin dejar de sonreír-, Josep me dijo que…
-Estoy bien- la interrumpí, irritada por el dolor-, quiero preguntarte algo…
 En ese momento mi padre se acerco, junto con Josep. Sonreí… Josep era por varios centímetros más alto que él, al igual que James; Demonios… ¿soy la única pequeña? Me pregunte, recordando cuantas veces había afirmado que era adoptada. Volví la vista a los azulados ojos de mi madre, y suspire. Ella estaba confundida, y yo me negaba a moverme de ese lugar… no iba a preocuparla más de lo que ya estaba.
-¿Qué ocurre, cariño?- me pregunto, bajando su mano de mi mejilla.
-¿Qué eres, madre?- inquirí… deteniendo en seco los pasos de mi padre-, y… ¿Qué soy yo?
 Josep también esbozo una mueca de intriga, aunque se debía principalmente a la bomba que yo había detonado con esa pregunta.
-Esto no lo hablare aquí, Cora- respondió ella, pausadamente.
-¡Mierda!- grite, golpeando mi propio auto-, no estoy para estupideces… contéstame y punto…
-¡Corina, respeta a tu madre!- me reprocho mi padre, colocándose al lado de mi madre, casi inmediatamente.
-¿Por qué Cora y Corina?...- inquirí, estaba acostumbrada a la variación, pero no lograba entender el trasfondo de eso-. ¿Quién fue Devora?, ¿Quién carajo es Damien Covey?
 Mi madre se quedo completamente perpleja ante el nombre que había dicho, su expresión era de un miedo totalmente profundo e inexplicable, mi padre solo la abrazo… ocultando el rostro de ella en su pecho. Así que Damien Covey si era de mi familia, vaya… eso también había logrado desarmarme a mí; pero no iba a ceder ahora, no más… tenía que saberlo.
-Tú… tú no eres mi padre, ¿cierto?- susurre, mirando directamente el rostro de mi, hasta ahora, padre.
-¿De qué hablas?- gruño, mientras Josep negaba con la cabeza.
 Me reí, un tanto irónicamente. Todo lo que se había estado fraguando en mi cabeza se estaba materializando frente a mis ojos. Ahora entendía que no me había atrevido a descubrirlo por miedo a lo que me contestarían, pero ahora… las respuestas estaban llegando solas, sin necesidad de una sola palabra emitida por ellos, simplemente sus expresiones me lo decían todo. Cerré los ojos, mordiéndome el labio… el dolor se estaba intensificando, en una forma desmesurada, mi vista se estaba borrando y apenas lograba escuchar los desesperados sollozos de mi madre. Estaba por desmayarme, de nuevo. Alce la cabeza y luego sentí a alguien detrás de mí, no era Josep… él estaba atrás de mi padres, ¿no?
 No pude seguir de pie, me desplome de rodillas doliéndome del costado. Mi padre vio la sangre del asiento trasero, la que había sobre el auto… y la que seguía cayendo sobre el cesped del jardín... 

viernes, 16 de septiembre de 2011

Yvridio 3.2



Josep reconoció de inmediato la demanda de James, y me sonrió un poco obligándome a bajar los brazos, este sermón no iba a ser para él, de hecho ni siquiera estaba segura de que fuera para mí. Sería un tanto estúpido que me regañara por haberlo defendido, aunque… también existía la posibilidad de que su molestia se debiera a mi repentina necesidad de huir del hospital. Pero, ¿realmente había logrado huir?, ¿Qué iba a usar a mi favor?... No recordaba absolutamente nada sobre lo que sucedió luego de que me desmaye; recordaba a Damien, mi brazo, su afirmación, como me arranque la placa metálica del pecho, pero… luego solo vi la puerta abrirse y me desmaye. No podía defenderme ante el inminente ataque de James.
-¿Puedes decirme que carajo paso en el hospital?- inquirió, en cuanto la puerta de la casa se cerró detrás de Josep.
-¿Y cómo voy a saberlo?- resollé, intentando zafarme.
-Victoria te trajo, junto con Mio- me informo, con recelo-, dijeron que estabas sangrando, llorando y rogando que te sacaran de ahí.
 Me quede completamente muda ante sus palabras, ¿eso era lo que había pasado?, ¿Por qué no podía recordar nada?... y de lo que recordaba, ¿Cómo iba a explicárselo a James?, ¿sería capaz de entender por completo lo que pasaba conmigo?... ¡qué estupidez!, ni siquiera yo podía entenderlo en su totalidad. Suspire, desplomándome en una de las sillas que había en la barda de la cocina, James se paro del otro lado y me observo fijamente, mientras yo, inconscientemente, acariciaba mi brazo; estaba temblando… o esa era mi sensación, mi hermano no había cambiado su postura… y yo sabía que su enojo y preocupación iban empatados dentro de él, luchando por la supremacía de alguno de los dos… lo que yo pudiera decir, realmente seria decisivo para esa pelea interna.
-James…- murmure alzando la vista-, júrame que vas a entender esto, y que no me juzgaras.
-Jamás lo haría, Corina- susurro, tomándome de la mano.
 Evidentemente la preocupación había suprimido en su totalidad al enojo, pero eso no me hacía sentir mejor, ni un poco; apreté por un segundo la mano de mi hermano y suspire, tratando de ordenar mis propias ideas. Algo andaba mal conmigo, lo presentía… o lo presentí desde que Damien apareció en la habitación del hospital.
-Lucían, apareció en mi habitación…- le dije con algo de temor.
-¡¿Qué te hizo ese bastardo!?- farfullo mi hermano, seguramente maldiciendo mentalmente.
-No, James… él no me hizo nada- respondí, acariciando su hombro-, fue a ver cómo me encontraba, y luego se fue… pero me aseguro que mataría a Damien.
-Sabes que puede hacerlo, Corina- murmuro, algo inconforme con su propia respuesta.
-Eso ya lo sé- inquirí-, pero… no es eso lo que me preocupa, James.
-No entiendo- acepto, algo confuso.
-Damien…- inicie, controlando los espasmo de mi cuerpo-, él también fue a verme al hospital, él… supo que mi brazo había sanado, aunque ni siquiera yo sé cómo demonios pudo sanar tan repentinamente.
-Sí, eso es cierto…- murmuro-, pero ¿Por qué no te preocupa que Lucían mate a Damien?
-Porque Damien me dijo que…- tome una bocanada de aire-, él me afirmo que yo estaba en el hospital porque él así lo quería, porque me estaba probando.
-Sin duda eres un imán para los problemas, Cora- rio mi hermano, casi con un tono de burla.
-Te lo estoy diciendo en serio, James- me queje, algo herida.
-Igual yo, mira Corina… debes saber algunas cosas…- me dijo con parsimonia.
-¿Qué cosas?- pregunte, confundida.
-¿Sabes porque mi padre estaba tan molesto?- mascullo, con una sonrisa burlona.
-¿Y cómo carajo piensas que yo voy a saber eso?- resollé, casi con ira.
 Mi hermano río armoniosamente al verme tan contrariada, sin duda él sabía algo que yo desconocía, y claro… no iba a decírmelo por las buenas, tendría que ser yo la que me pusiera a averiguarlo; bufe y lo golpee en un hombro con toda la fuerza que pude, él me sonrío, sobándose un poco.
-Buen golpe, vas mejorando- susurro, sin poder dejar de reír.
-James, ¿sabes una cosa?- le dije, levantándome de la silla.
-¿Qué cosa, linda?- pregunto.
-A veces no sé porque Victoria te ama de una manera tan irracional- respondí, alejándome rumbo a las escaleras-, cuando te lo propones… ¡Puedes ser un idiota!- le grite, mientras subía las escaleras.
 Escuche sin mucha dificultad la risotada de mi hermano. Camine por el pasillo del segundo piso hacia mi habitación, necesitaba distraerme, pero encerrada en esa casa jamás lo lograría; entre a mi habitación y corrí las cortinas para salir de la penumbra. París era hermoso, todo lo que se extendía en los alrededores era precioso, todo… hasta llegar a la Torre Eiffel, y después de ella; siempre extrañaría mi natal Florencia, amaba mi país… pero nunca me había gustado vivir estancada en un mismo lugar, Florencia  era hermosa también, tenía un gran mercado de trabajo… escuelas tan buenas como en la que estudiaba ahora, la Universidad de París: Pierre et Marie Curie, una de las 13 más conocidas de todo Paris, y también una de las mejores a nivel mundial, sin embargo… el amor fraterno y el amor filial eran los dos motivos que me habían traído hasta este lugar. Quizá su lo mío con Lucían hubiera funcionado yo estaría viviendo en Praga, o en Venecia y no aquí con mis hermanos, no habría vuelto a ver a mi familia… y realmente no se en que me hubiera convertido; quizá era mejor seguir siendo lo que era, si es que… yo podía llamarme una humana en su totalidad, era algo que nunca había creído por completo. Suspire, ¿Qué era yo?...
 En el mundo, al menos desde mi punto de vista, todo venia en pares, y era común escuchar a los clérigos hablar sobre la gran crisis de la lucha entre el bien y el mal; que el mal vive tentando a los seres humanos al pecado para poder obtener sus almas, y el bien... siempre trataba de salvarlos. ¿Qué tan cierto era eso?, ¿Por qué yo siempre me sentía tan cómoda al lado de aquellos seres misteriosos con los que había tenido contacto desde que era niña?... Era demasiado confuso. Yo le llevaba un año a James, pero sabía que él podía ver y experimentar lo mismo que yo, y ambos queríamos al esposo de mamá, pero ninguno lo podía recordar como nuestro padre. Ella nos había dicho siempre que lo era, pero… los pocos recuerdos que James y yo teníamos de nuestra infancia, el rostro de nuestro padre era completamente diferente; era una de las cosas que yo no podía explicarme, era algo que aun me provocaba algo de inseguridad; aunque no tanta como la que me había provocado conocer a Lucían, también cuando recién llegamos a Francia, durante una visita que hice al museo Louvre, con el fin de conocer las pinturas del famoso Leonardo Da Vinci… ahí lo vi por primera vez… Estaba mirando la pintura de La Gioconda cuando yo me pare a su lado y pude sentir algo extraño, pero al ver su rostro… la atracción había sido inmediata; no estaba segura si la idiota había sido yo, o el destino era lo que había cruzado nuestros caminos, no lo sabía, solo estaba segura de que… si por mi hubiera sido, yo no había seguido a su lado por mucho tiempo, por lo menos, habría preferido que él me dijera lo que era… y no tener que descubrirlo por medio de las palabras de Bael, su amigo… confidente y compañero… en otro momento de mi vida habría pensado que estaba más que loca y paranoica, pero Bael me mostro con hechos lo que era Lucían… que aunque solo pertenecía a las legiones, lo bajo de lo bajo en el infierno… quizá pudo haber subido hasta el lugar que ocupaba él… junto con Agares y Marbas; Lucía había sido el consentido de Lucifago… hasta que me conoció a mí. Si yo no hubiera llegado hasta él, quizá ahora sería algo más poderoso de lo que ya era, mi presencia lo había cambiado… aunque aun tenia la fuerza para matar a Damien si se lo proponía… cosa que yo no iba a permitir, no sabía cómo, ni porque… simplemente estaba dispuesta a todo para conseguirlo.
 Tome mi teléfono celular y le marque a Mio, luego de corroborar la hora: 4:30 pm, era una buena hora para salir… y distraerme. Espere un segundo a que me contestara, había mucho ruido de fondo, unidos a las risas de Mio.
-¿Hola?- susurro, controlando su risa.
-Mio, soy Corina- susurre.
-¡Hola, Corina!- grito ella emocionada-. ¿Cómo sigues?
-Aburrida y nefasta, quiero salir de aquí…- le dije, algo conforme con la fluidez de mis palabras.
-Bien, paso por ti en quince minutos- me dijo-, espérame en la puerta. 
 Le colgué el teléfono luego de eso, entre ella y yo no cabían las despedidas, era una relación extraña sin duda, pero la apreciaba mucho, y sabía que ella sentía lo mismo por mí. Suspire y me metí a la ducha, alguien había llegado… quizá Josep o alguien más, no me preocupaba; abrí la llave del agua y sonreí… al menos estaba caliente. El vapor abarco todo la habitación con rapidez, me gustaba más así, aunque pareciera un sauna, yo tenía un trauma con el agua caliente. Termine de desvestirme y me metí debajo del agua, era relajante un baño así luego de tantas tensiones, y Mio contribuiría mucho a mi ‘’recuperación’’, si es que lograba hablar con ella en serio… antes de que se embriagara y yo, un poco después que ella. Salí del baño enredada en un toalla y camine hacia mi habitación, realmente la elección de ropa no era un enorme problema para mí, simplemente me puse lo primero que encontré, tome mi celular… y baje las escaleras cepillándome el cabello. No había llegado Josep, pero si Victoria, y estaba en un momento bastante intimo con mi hermano, por lo que deje el cepillo en los escalones y corrí a la puerta.
-No me esperes despierta, y yo le aviso a Josep- grite, antes de cerrar la puerta detrás de mí.
 Aun no llegaba Mio, y podía llamar a Josep en un minuto. Busque su número en mi agenda y espere a que contestara.
-Hola, lindo- sonreí al escuchar su voz.
-Hola, ¿Qué pasa?- me pregunto, algo contrariado.
-Nada realmente, pero creo que James ocupara la casa y no es bueno molestarlo- reí-, si sabes a lo que me refiero, ¿verdad?
 Josep rió divertido al otro lado de la línea, y luego trato de sosegarse un poco.
-Bien, bien- me dijo-, ¿Dónde te veo?
-Mio viene por mí en 10 minutos…- informe-, te espero aquí en el jardín.
-Excelente- susurro y luego colgó.
Iba a darle la oportunidad a James, de estar a solas con Victoria, ya me hacía falta una cuñada y a él sentar cabeza, mientras tanto… me iría con Josep a pasar un buen rato, juntos como hacía tiempo que no lo hacíamos. Camine y me senté sobre la acera que daba a la calle, alguno de los dos tenía que llegar, y como siempre… el tiempo parecía ir demasiado lento, solo para lograr sacarme de mis casillas. Chasquee la lengua, ¿Por qué tenía tantas preguntas?, ¿Por qué Damien era tan… ‘’importante’’ para mí?... era raro tener este presentimiento tan grande, nunca me había sentido así, nunca había querido defender tan férreamente a alguien que no conocía, y mucho menos… a alguien que me había asegurado… que quería matarme. Suspire. Esto era confuso, definitivamente necesitaba tiempo para distraerme, necesitaba dejar de pensar en todo esto, simplemente… requería alejarme del mundo. Un auto ronroneó mientras se acercaba por la calle, me levante inmediatamente, creyendo que me aplastaría si me quedaba en ese lugar, casualmente Josep venía caminando por el mismo, lado… y pude ver el rostro de Mio al verlo. El bellísimo Aston Marti se detuvo perfectamente frente a mí, Mio beso animadamente los labios del muchacho que la acompañaba; realmente a mi no me sorprendía en absoluto la actuación de Mio, ella siempre había sido así. Me reí un poco y me acerque al automóvil.
-Hola, picarona- me mofe un poco, mientras esperaba a que Josep llegara.
-Hola… niña loca- refunfuño, bajando del auto-. Él es Astarot, mi nuevo novio.
 Ese chico era realmente atractivo, tenía la piel exquisitamente blanca, al igual que los dientes… aunque su sonrisa era un tanto tétrica, aunque a Mio parecía ser lo que más le atraía de él. Me mordí el labio inferior, cosa que le pareció interesante… pues alzo una ceja y sonrió para sí mismo.
-Bueno, ¿nos vamos?- sonrío Mio, abrazando el brazo de aquel chico.
 Josep ya había llegado a mi lado, y no dejaba de mirar al acompañante de mi amiga.
-Creo que… esta vez no- sentencio Josep, haciendo un ademan protector.
 Yo me quede en completo silencio ante la sentencia de mi hermano menor, que parecía estar teniendo un dialogo mental con aquel tipo, pues su rostro se veía demacrado y el de aquel hombre… se veía cada vez más vigoroso; Mio bufo y se desplomo en el asiento, el chico se coloco unos lentes oscuros y arranco el motor. No estaba segura de lo que había ocurrido hay, solamente unas repentinas ganas de llorar. Abrace a Josep por la espalda y él se giro instintivamente para abrazarme, estaba preocupado, por algo que desconocía, pero parecía estarlo carcomiendo por dentro. Me guio hasta mi auto, y lo encendió con serenidad, me pidió que subiera, obedecí y luego él subió detrás de mí, tomando el lugar del conductor. Esto no me gustaba, para nada…
 Condujo sin un rumbo aparente, hasta que llego a un pequeño jardín, antes de llegar al museo Louvre. Se detuvo y bajo del auto, sin siquiera pedirme que bajara también yo, lo mire algo confusa por un minuto, y luego lo vi llegar… se veía tan arrogante como lo recordaba, ni siquiera se inmuto al ver el auto, simplemente sonrió animadamente al ver a Josep. Baje del auto inmediatamente, y me pare delante de mi hermano.
-¿Qué diablos haces tú aquí?- resollé, mirándolo fijamente.
-Te extrañaba- rio sonoramente.
-Sí, claro…- respondí-, como si fuera tan imbécil para creerte… ahora que quieres conmigo, ¿Bael?