-¿Cómo te
sientes?- murmuro con voz profunda.
-Yo…- susurre…-
¿Qué haces aquí?
No podía creer que su rostro no tuviera marcas
de la antigua pelea, pero se veía tan magnífico como lo vi la primera vez, se
acerco a mí sin mostrar ninguna emoción, pero al ver la naturaleza de mi
condición… una sombra oscureció su mirada, como si hubiera visto a un fantasma.
Pero yo sabía que algo así no lo asustaría, era como si realmente lo
incomodara, era como si todavía le importara lo que sucedía conmigo.
-¡Contéstame!-
grite, incorporándome en la cama, ignorando el dolor de mi brazo.
-Fue ese mocoso,
¿verdad?- mascullo, mostrando una ira inmensa.
-¿De qué
hablas?- quise saber inmediatamente.
-De ese chico-
contesto con parsimonia-, voy a matarlo…
-Damien…-
escupí, reaccionando-. ¡No te atrevas!- gruñí.
-¿Por qué lo
defiendes?- pregunto, sin ocultar su molestia, mirándome fijamente a los ojos-.
¿Te gusta?
-No tengo por
qué darte explicaciones- farfulle-, pero no, no me gusta. Simplemente no voy a
permitirte que lastimes a alguien que solo trato de protegerme- continué-… de
ti…
-Corina…- gimió,
casi dolorosamente.
Cerró los ojos y se alejo, supe que no había
logrado nada con mis suplicas, incluso creo que lo había empeorado; y también
sabía que esta condición no podía cuidar de Damien, él… él iba a morir por
culpa mía, por mi debilidad… yo no… ¡yo no iba a permitirlo!
Abrí los ojos de golpe, y dirigí la mirada a
Lucian, estaba petrificado frente a la puerta, con el brazo extendido, como si
quisiera abrir la puerta; me miro alarmado, como si alguna fuerza ajena a él lo
estuviera deteniendo, sus ojos se abrieron totalmente, mirándome como si fuera
un niño indefenso. Algo le había hecho un corte en la mejilla, y ahora
sangraba, pero parecía que el corte era mucho más profundo de lo que su fuerza
podía reparar… ¿Qué estaba pasando?
-Corina…-
murmuro.
Lucian desapareció, convirtiéndose en humo
negro que salió por la ventana. El dolor regreso a mi brazo haciendo que me
acostara en la cama jadeando, la puerta se abrió nuevamente pero yo ya no tenía
fuerzas para moverme, incluso sentía que abrir los ojos me causaba un trabajo
enorme: quise creer que se trataba de alguno de mis hermanos, pero el silencio
era demasiado atemorizante… ni siquiera fui capaz de escuchar sus pasos, sabía
que había alguien conmigo, pero no podía localizarlo dentro de la habitación.
Trate de controlar mi respiración y con ello
mis jadeos, pero mi brazo no solo dolía, ardía como su algo debajo de mi piel
me estuviera quemando; no pude evitar gritar, el dolor era incluso peor al que
sentí cuando me lastime con las púas de la enredadera.
-Relájate-
mascullo una voz, al lado de mi oreja.
Voltee molesta, pero me encontré
precipitadamente con la serena mirada de Damien… que pasó su mano sobre mi
mejilla, su tacto no era helado, pero si varios grados por debajo de mi actual
temperatura. Él sonrió, o más bien, curvo un poco sus labios… de modo de que
aquella línea que tenía dibujada en el rostro, se deformara en una extraña
sonrisa.
Su mirada se fijo en mi brazo izquierdo,
también desvié la mirada, en el dorso de mi mano había dos marcas negras, como
una especie de tatuajes, que yo nunca me había hecho, Damien sonrió… esta vez
de una forma mucho más creíble.
-Mueve el brazo-
me susurro.
-¡Estás loco!-
gemí, recordando la quemazón.
-Corina… tan
solo hazlo- repitió, mirándome a los ojos.
Lo obedecí, totalmente sumida en un transe,
que en ese momento ignoraba, su mirada estaba serena, pero no perdía ningún
detalle… ni siquiera de mi respiración; me sentía un poco consternada, e
incluso confundida. Nada de esto tenía sentido, no tenía sentido que estuviera
ahí, preocupado por mí… si es que la palabra preocupado era la palabra
correcta, o era lo que lo había llevado a visitarme.
El peso del yeso me molestaba, pero no me
dolía, sólo sentía como comprimía mi brazo, Damien no dejaba de sonreír, y eso
también comenzaba a molestarme; no tenía una enorme movilidad en esa
extremidad… pero al menos ya no sentía dolor, ni me ardía…
-¿Cómo lo…?-
empecé a preguntar, cuando recordé la sentencia de Lucian-… Tienes que irte.
-¿A qué te
refieres?- pregunto, como si luchara contra sus ganas de burlarse de mi
expresión.
-Lucian… él-
murmure, antes de poner mi mano contra mi frente-. Tan solo vete, aléjate… es
peligroso que continúes aquí.
Todos lo que me rodeaban corrían un peligro
enorme, al menos mientras Lucian continuara cerca de mí, y yo no me perdonaría
que alguien resultara herido por culpa mía… Damien me tomo por la muñeca, y la
fue bajando poco a poco… descubriendo mi rostro lentamente…
-¿Hablas del
tipo que estaba lastimándote?- susurro sin inmutarse.
-Si…- respondí,
en un susurro.
-No puede
tocarme- contesto con frialdad-, además, lo entendería… la persona que te tiene
aquí… soy yo.
Todo mi cuerpo se quedo helado frente a él,
sin duda había sido él quien fue al jardín a apartar a Lucian de mí; pero… ¿y
si su deseo era matarme también? Desvié la mirada, recordando la afirmación de
James…
-¡¿Querías
matarme?!- escupí, sin ocultar mi molestia.
-Probablemente-
contesto, levantándose de la silla y caminando hacia la ventana.
-¡¿Y porque no
lo hiciste?!- sisee completamente intrigada y molesta.
-Porque no
quise, y porque no eres alguien fácil de asesinar- continúo él, ignorando la
ira que destilaba cada una de mis palabras-. Lo supe desde que vi tu
determinación en la clase de esgrima.
-¡Vete al
infierno!- bufe, con ira.
-Siempre me
acompaña, Corina- farfullo sin denotar expresión alguna, mientras me miraba a
través del reflejo de la ventana-, ¿de dónde crees que vengo?
Toda mi piel se erizo, como si creyera
fervientemente en cada una de sus palabras, pero luego simplemente desapareció…
tal y como había llegado, en silencio; no podía quedarme en ese hospital, ni un
minuto más. Me levante lentamente, sacándome la sonda de la nariz, luego me
quite la pinza que había en mi dedo índice; el sonido de la maquina fue
estridente, y me vi forzada a apagarla torpemente. El tubo de látex y el cable
serían ligeramente más complicados, pero no me importaba, los puntos eran
superficiales, así que el daño sería relativamente mínimo; tome la placa
metálica y contuve la respiración, cerré los ojos con fuerza y la arranque, al
tiempo que soltaba un jadeo. Pude sentir la calidez de mi sangre bajando
lentamente por mi piel; gire mi cuerpo y baje de la cama; James había dejado su
chaqueta ahí, y por ende… también su celular.
La tome torpemente, y saque el teléfono, ahora
que mi corazón empezaba a sosegarse… el analgésico que me habían inyectado
empezaba a inundar mi sistema; oprimí la tecla de llamada, y ahí estaba el
número que buscaba, volví a presionar el botón y espere un momento mientras me
contestaban…
-¡Hola, James!-
dijo con entusiasmo-, ¿Cómo estás?...
-Soy yo, Corina-
gemí, percatándome de que mi vista se estaba nublando-, tienen que sacarme de
aquí…
Todo se volvió oscuro, estaba inmersa en un
gigantesco caleidoscopio que estaba enloqueciéndome lentamente, el teléfono resbalo
de mis manos y cayo, haciendo un ruido sordo, trate de apoyarme en la pared,
pero me era imposible continuar de pie…
Caí de rodillas contra el suelo, mirando en dirección
a la puerta, se estaba abriendo… y el tiempo parecía ir sumamente lento, solo
para fastidiarme, esta vez no iba a morir solo era culpa de un medicamento y de
una vida llena de peligros innecesario; yo era un imán para esas cosas… y
sabía, que tarde o temprano acabaría muerta por ello, o algo mucho peor… terminaría
siendo una de ellos…
Desperté de golpe, estaba en mi cama, en mi
cuarto, en mi casa… eso al principio me dio una sensación falsa de seguridad,
pero eventualmente mi cuerpo me obligo a sentirme como un roedor atrapado; me
levante suavemente, y empecé a quitarme el vendaje que estaba sobre el yeso, tenía
que quitarlo, era necesario para mí comprobar las palabras de Damien, abrí el cajón
de mi buro. Sobre todas mis cosas, relucía un cuchillo del siglo antepasado,
que pasaba por las manos de cada mujer de la familia; luego de que Devora
Covey, según una antigua leyenda, había matado a un demonio con él. Aun podía recordarme
a mi misma cuando mi madre me lo había entregado, esa historia me parecía exageradamente
ficticia, era como si mi propia madre jugara con mi forma de ver el mundo, al
hacerme caer en una broma de muy mal gusto.
Pero la vida era irónica, y se había encargado de hacerme creer en ese
tipo de cosas, pues ahora sabia que vivía rodeada de ellos, y no solo eso… mantenía
relaciones afectivas con ellos. Ahora la leyenda me parecía completamente verídica, y Damien seguía siendo una enorme
interrogante para mí, los Covey eran italianos y el apellido realmente no
pululaba alrededor del mundo, todos los Covey en existencia tenían algo que ver
con nosotros.
El yeso cayó en partes al suelo, me había cortado
el brazo cuando hice el primer corte y realmente no me había dado cuenta de
ello… no me dolía en absoluto; me levante de la cama y me pare frente al
espejo, traía el atuendo que solía usar por las noches… en verano, cuando hacía
calor, mi mente aun estaba divagando; pretendía examinar las marcas de mi
brazo, pero el negro que había visto en el hospital… parecía estar
desapareciendo lentamente, como si mi piel lo estuviera absorbiendo, ahora solo
parecían manchas de sol… como quemaduras leves…
-¿Linda?-
susurro la voz de Josep del otro lado de la puerta-, ¿puedo pasar?
-Un segundo…-
respondí, sacando un suéter del armario poniéndomelo rápidamente-, listo… pasa…
Mi hermano entro con una expresión preocupada,
aunque con una evidente nota de felicidad en los ojos, yo entendía que quisiera
verme bien, Josep era una persona muy tierna y sensible, por mucho, más sereno
que James; pero también, por mucho, más racional que yo. Él era, en todos los
aspectos, una combinación casi perfecta… de James y yo.
-¿Cómo te
sientes?- me pregunto, tomándome de la mano.
-Bien, creo que
ya todo ah pasado- le sonreí, ¿Cómo podía mentirle a él?, no podía decirle lo
que había sucedido en el hospital.
-Nos diste un
susto muy fuerte, papá y mamá están abajo con James- me informo con
tranquilidad-. Creo que quieren llevarte de regreso…
-Yo no me voy a
ir…- sentencie…
Salí de mi habitación, dejando a Josep
perplejo, yo sabía lo que estaba pasando abajo… mis padres le estaban
reclamando a James sobre lo que había sucedido conmigo, pero ellos no tenían ni
idea de lo que había pasado, y dudaba mucho que me creyeran si se los decía.
Cuando llegue abajo, James golpeo una de las paredes, dejando ahí parte de su
ira…
-¡Yo puedo
cuidar de ella!- grito molesto.
-¡Pues parece
que no!- respondió mi padre, destilando la misma cantidad de ira.
-¡Ya basta!-
sisee, escuchando los pasos de Josep por las escaleras-, yo no me voy a ir de aquí,
no soy un bebé, con un demonio… ¡dejen de ser tan sobreprotectores! James y yo
hemos estado juntos mucho tiempo, y esta no es la primera vez que termino
hospitalizada…
Mis padres y mis hermanos me miraron
igualmente atónitos, yo realmente no sabía mis motivos para actuar así, pero yo
odiaba que mis padres discutieran con James, él y yo ya habíamos probado que no
los necesitábamos; y tampoco quería que continuaran reprimiendo a Josep, ya no…
no si podía evitarlo.
-Los que sobran
en esta casa son ustedes, así que dejen en paz a James- continué sin bajar la
mirada-, soy mayor de edad… y si Josep lo quiere… también se quedara…
Mi madre estaba anonadada, aunque no dijo nada
y yo ignoraba si era por mi temeraria actitud, o porque ya no tenía nada que
estuviera ayudando a sanar mi fractura; mi padre era sumamente explosivo, y
jalo a mi madre hacia el auto. Josep los miro un segundo, y se mantuvo detrás de
mí, sabía que no quería irse con ellos… que no era feliz a su lado. James se
acerco a Josep y lo abrazo, mientras mi padre azotaba la puerta de nuestra
casa; no pude evitar sobresaltarme ante el impacto, pero me gire inmediatamente
y abrace a mi querido Josep…
-Corina… tenemos
que hablar- me susurro James, mirándome…
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