jueves, 21 de noviembre de 2013

Yvridio 5.2



  Mis palabras no parecían inmutarlo ni un poco, era como si no lograra oírlas, incluso parecía estar ciego, no veía nada, nada más que mi cuello; lo patee un par de veces, pero tampoco parecía capaz de sentirlo, yo ya sabía que era fuerte, que era casi imposible hacerle daño. Cerré los ojos, casi con desesperación. Siempre quise ser más fuerte, en todos los aspectos posibles, pero jamás pude serlo… debía serlo ahora; levante mis brazos dolorosamente, hasta mis manos en sus mejillas, y sonreí…

-Tú no me vas a dañar… porque tú…

Perdí el sonido de mi propia voz.

-¡Damien!- grite, incorporándome violentamente en la cama.

 Algo húmedo me había despertado, al pasarme una mano por el cabello, supe que había sido el sudor que ahora lo empapaba; trate de ubicarme con esfuerzo. Traía una blusa bastante grande, inmediatamente la identifique como una de mi madre, era gris claro, de tirantes anchos y tan larga como para cubrirme por debajo de los glúteos; me descobije con torpeza, y trate de levantarme cuando escuche algunos pasos en el pasillo. Era la casa de mi madre, pero no tenía ni idea de quién, o quienes, se acercaban.

 Me quede ahí, aun tratando de razonar. ¿Qué había sucedido?, ¿Por qué estaba en casa de mi madre?, ¿Qué tan grave fue todo lo que paso?, y lo más importante ¿dónde estaba Damien? Sentí un vuelco en el estómago, algunas imágenes pasaron por mi mente, sobre todo, aquellas que reflejaban los ojos de Damien, su mirada, su ferocidad… el miedo en mi cuerpo. Comencé a temblar…

-¿Hermana?- susurro James al otro lado de la puerta.

 No pude contestar, el temblor de cuerpo me impedía moverme. Sentí como el sudor bajaba por mi espalda; trate de abrazar mi cuerpo sin éxito. La puerta se abrió y los brazos de mi hermano se cerraron a mí alrededor, él me hizo consiente de las lágrimas que corrían por mis mejillas. Cerré los ojos con fuerza, mientras recobraba poco a poco la capacidad de moverme a libertad, trate de serenarme, sin lograr poner orden a mis ideas…

-¿Dónde está?- le pregunte, aun lloriqueando débilmente.

 Mi hermano sabía de quien estaba hablando, su espalda se tenso rápidamente, aunque la presión de sus brazos no cambio en absoluto.

-Afuera…- murmuro, deshaciendo el abrazo con cuidado; siendo incapaz de dedicarme una mirada-, con nuestra madre.

 No entendía a que se refería, mi madre… a ella no le agradaba Damien, o es que, ¿no lo reconocía?, era posible… Devora no era contemporánea de mi madre, quizá… quizá él había cambiado su aspecto, para poder pasar de ser percibido…

-Quiero verlo- inquirí, mirándolo fijamente; aunque por su posición solo podía ver su mentón y parte de su mejilla.

  La distancia que habíamos mantenido hasta ese momento, pareció desvanecerse un instante, solo para volver a alzarse entre nosotros; había algo en Damien, que mi James no terminaba de aceptar, y yo simplemente no podía aceptar lo que estaba pasando. Mi corazón se encogió cuando mi hermano salió por la puerta dejándola entreabierta, permitiendo la entrada de un pequeño haz de luz. Sin embargo, yo no podía cambiar como me sentía, era algo difícil de describir, y de entender incluso para mí.

 Nunca había estado en una disyuntiva tan grande, tan grande como para ir en contra de mi familia, que era lo que más amaba, para estar, si es que esa era la palabra correcta, con alguien a quien no conocía, y que me provocaba miedo. Pero no podía evitar pensar en lo que le había dicho, si es que mi cerebro no me engañaba, yo tenía que saber que le había dicho y necesitaba saber que era lo que él pensaba.

 Levante la mirada, al sentirme observada. Él estaba ahí, de pie, ni siquiera supe en qué momento había llegado, pero ya estaba frente a mí, sin perder ningún detalle de mí; me sentí avergonzada, estaba prácticamente desnuda frente a él. Aunque no parecía importarle en absoluto, él no miraba mi cuerpo, miraba mi rostro; lo supe cuando torció sus labios en una sonrisa divertida, él sabía lo que estaba pensando y como me sentía. Lo odiaba.

-¿Cómo te encuentras?- pregunto quedamente, lanzándole una mirada tortuosa a mi hombro, donde había penetrado la hoja de la daga, herida de la cual estaba más o menos consiente.

-B-bien…- titubee, incapaz de dejar de mirarlo. Hasta que subí la mano hasta tocar la herida, lo cual me hizo hacer una mueca de dolor, que, nuevamente, le pareció graciosa.

 Respire hondo y trate de armarme de valor, antes de volver a hablar…

-¿Qué fue…- inicie, mirando al suelo- exactamente, lo que de dije antes de desmayarme?

-Lo que quiero saber, Corina…- respondió con una serenidad apacible- es lo que sientes tú con respecto a eso.

 Me mordí el labio inferior, empezando a jugar con mis manos torpemente. No sabía lo que pensaba, ni como me sentía. Yo lo admiraba, lo respetaba y le temía en partes iguales; era importante para mí, en una forma que yo no sabía que existiera. Me había defendido, me cuidaba, a pesar de que no me conocía, ¿qué sentido tenía eso?, ¿qué significaba yo para él? Era realmente complejo, y necesitaba tiempo para entenderlo en su totalidad.

-Yo, no lo sé- murmure mirando el suelo-. Es algo que no puedo comprender, no tiene sentido para mí.

 Alce la mirada, y pude verlo por el rabillo del ojo. Estaba quieto, quizá demasiado. Sus ojos estaban cerrados, su aspecto era tan apacible y perfecto, cargado con una belleza imposible de reproducir; algo que podrían haber envidiado los pintores de épocas pasadas, debido a que no hubieran podido inmortalizarlo y hacer justicia a su belleza. Desee que dijera algo, que se moviera o que simplemente me mirara, pero no lo hizo, supe que él esperaba lo mismo, que fuera yo quien acabara con aquella tensión que se había creado entre ambos y que crecía lentamente.

-Damien…- susurre.

 Él se acerco, mirándome con los ojos entreabiertos. Lentamente puso su dedo índice bajo mi mentón y me hizo alzar el rostro con suavidad; su piel era increíblemente suave, y sentí un fuerte cosquilleo cuando hizo contacto con la mía. Me beso. Tan lenta y tiernamente que me quede totalmente pasmada, paralizada por el hormigueo que se apodero de mi cuerpo, haciéndome aferrarme a la cama por un temor invisible a caerme.

 ¿En algún momento hubo algo tan fuerte en tu vida, que te hizo olvidarte de todo?, ¿algo ridículamente simple, que logro embargarte por completo? En mi vida nada lo hizo jamás, siempre pensé que mi vida giraba en torno a Lucian, que él era el principio y el fin de todo lo que yo era; sin embargo, su traición me hizo sentir perdida, como si estuviera cayendo por un abismo sin fondo que sólo me hacía sentir más perdida aun. Y ahora, me sentía renovada, me sentía como yo misma, como quien era antes de Lucian. Mi fuerza interna estaba ahí nuevamente, brindándome nuevas esperanzas de sobrevivir. Quizá ahora podría comprender lo quien era realmente. Ya no tenía porque sentir miedo…

-Ahora, sabes lo que yo siento- me susurro al oído, antes de limpiar las lágrimas que habían salido de mis ojos.

 Salió por la puerta, sin volver la mirada hacia atrás. No sabía si esto era el final de todo, o si era solo el principio, no tenía ni la menor idea de lo que iba a suceder después de esto. Tenía un nudo en la garganta, que me impedía hablar; la sensación volvió a mi cuerpo, me sentí dueña de él nuevamente y me levante. Camine torpemente hasta la puerta de la habitación y la abrí, respire hondo y me apresure a caminar por el pasillo.

 Josep acababa de salir del baño, donde Damien me había ayudado a curar la herida de mi costado; trato de detenerme, pero logre zafarme de su mano; seguí caminando hasta la sala de estar, donde pude escuchar a mi madre gritándome para que me detuviera. James se incorporo violentamente, soltando las manos de Victoria, ella sólo me miraba con los ojos abiertos como platos; Christopher se asomo desde la cocina y profirió un gemido ahogado, antes de volver la mirada a mi madre. Escuche los pasos de Josep acercándose por el corredor.

 No me importaba, tenía que alcanzarlo. Esto no era el final, yo no quería que terminara, no iba a dejarlo desaparecer. Había una razón por la cual yo lo había conocido, y necesitaba saber cual era. Necesitaba saber que era esto que sentía, y hasta donde podía llegar, yo lo quería. Había algo en mí que anhelaba estar con él, y su beso me había demostrado que él se sentía igual. Abrí la puerta principal y el sol me cegó por un segundo, la sensación de cómo calentaba cada parte de mi cuerpo me provoco una emoción nueva, me sentí llena de vida y sonreí.

 Lo busque con la mirada lo primero que reconocí fue un Ferrari 599 GTB hybrid negro, aquel que llamo mi atención ese día en la escuela, aquel que yo sabía que le pertenecía. Baje rápidamente hasta el jardín, la textura del pasto llego a mi mente desde la planta de mis desnudos pies. Cada sensación a mí alrededor me hacía sentir mejor. Comencé a correr cuando vi el arcoíris que reflejaba su cabello bajo los rayos del sol, él pareció escucharme, incluso antes de que yo hablara. No me importo, estaba feliz de ver como se precipitaba hacía mí, sin perder ese andar tan perfecto que lo caracterizaba. Salte a sus brazos, ignorando las miradas de todos lo que estaban en la casa, no importaba. Estaba feliz. Sus brazos se cerraron fuertemente a mi alrededor, casi sentí como sus labios se curvaron en una sonrisa, cuando y rostro se oculto en mi cuello.

 -No quiero que termine- le dije sin poder dejar de sonreír-, quiero saber que puede pasar, hasta donde podemos llegar. Porque… te quiero, Damien.

 Suspiro en mi cuello, haciendo ondear suavemente mi cabello, y provocando un cosquilleo. Enrede una de mis manos en su cabello y busque sus labios, lentamente. Y ahora fui yo quien lo beso, con la mayor precaución posible. La puerta de la casa de mi madre se cerro de un portazo, lo cual me devolvió parcialmente a la realidad, lo que estaba pasando era real y ahora tenía consecuencias que debía asumir, era momento de volver a ser responsable de mis actos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario