domingo, 24 de noviembre de 2013

Yvridio 6.2



 Sonreí tontamente al recordar sus besos. Eran tan naturales, pero al mismo tiempo me dejaban sin habla, con el corazón acelerado y respirando agitadamente; no me importaba, aunque me provocaba coraje, ver como él solo sonreía abiertamente luego de besarme. Tome una liga de mi tocador y me recogí el cabello en una coleta alta, cuando alguien llamo a mi puerta. Creí que era James, pero al abrir me encontré con Victoria, a quien me apresure a abrazar.

-Lamento mucho la actitud de James- me susurro al oído, estrechando su abrazo.

-No importa, sé que es difícil para él y que solo lo hace porque me quiere- conteste, aunque en el estomago sentía como si alguien me hubiera golpeado. No estaba realmente segura de lo que pasaba por la mente de James, vivíamos juntos, pero parecíamos dos extraños o dos almas vagando por la misma casa, sin intenciones de cruzarse una en el camino de la otra.

 Nos sentamos en la orilla de la cama, ella se veía realmente avergonzada por la actitud de mi hermano, aunque ella no tenía nada de culpa ni de responsabilidad por lo que pasaba. Esto se debía a que nuestras vidas habían cambiado drásticamente en un abrir y cerrar de ojos, lo cual era complicado para ambos; apenas y éramos consientes de que no éramos totalmente humanos, sino que teníamos algo de ‘’divinidad’’ gracias a nuestro ausente padre, a quien ninguno se molestaría en buscar, debido a que probablemente nos gustaría estar en una mejor condición, para reprocharle todo sin temor a que pudiera dañarnos. Eso era algo de lo que tampoco estábamos seguros, de si un ángel dañaría a un hibrido o no, o de si podríamos hacerle algo. Yo sabía que al ser híbridos, teníamos aquella parte humana que nos daba libre albedrio y la capacidad para elegir entre seguir por el camino del bien o del mal, pero ¿Qué significaba realmente tener una parte angelical y porque nuestra familia estaba tan estrechamente ligada con los ángeles y los demonios, si es que ambos eran reales? No teníamos pruebas que comprobaran o refutaran lo que éramos, pero había cosas inexplicables, como la aparición de Bael, Lucian, Mio… la extraña habilidad de Damien para aparecer y desaparecer como si de vapor de agua se tratara. Era complicado, y confuso… y Victoria estaba inmersa en todo este mundo sin saber siquiera lo que ocurría a su alrededor.

 Quizá era cierto que los humanos solo se veían afectados por las decisiones que otros tomaban, ellos solamente podían dejarse llevar por ellas, como si fueran arrastrados por la corriente. Eso no estaba bien, no tenía sentido. ¿Por qué los humanos no reclamaban nada?, si existían los ángeles y los demonios, ¿eso no era prueba suficiente de la existencia absoluta de Dios y Satanás? Su lucha eterna debía terminar en algún momento, alguien tenía que hacerlos entender sus errores. Siempre vi a Dios como un ser arrogante que no hacía nada por ayudar a quienes lo veneraban, simplemente observaba como los humanos se destruían unos a otros, por el anhelo de obtener poder o riquezas; Satanás, simplemente se aprovechaba de la debilidad humana y de su codicia. Quizá mi hermano James y yo, no fuéramos algo bueno, no éramos una creación divina, sino un error de la naturaleza; era algo que sólo el tiempo se encargaría de hacernos saber. Si era cierto que cada criatura viviente sobre la Tierra tenía un motivo y razón de ser, nosotros sabríamos nuestro propósito tarde o temprano…

-¿Corina?- gimió Victoria en mi rostro, mientras me agitaba un poco.

-Oh, lo siento…- admití, me había perdido en mis pensamientos-. Todo estará bien, esto no es culpa tuya. Se solucionará.

-Eso espero- respondió, con una sonrisa nerviosa-. Es tarde…

 Volví a sonreír y la abrace con fuerza, antes de levantarnos y encaminarnos a la sala, donde mi hermano alzo la mirada al verla acercarse; siempre envidie la manera en la que la miraba, pero ahora, podía comprender la veneración con la que la admiraba cuando la tenía cerca. Nosotros no amábamos de la misma manera que los humanos, y Victoria veía algo maravilloso en mi hermano, no otro a ser humano, sino algo totalmente etéreo; ¿era así como yo miraba a Damien?, me pregunte. Probablemente, respondió automáticamente mi mente, en un tono de burla.

 Mi hermano encendió el motor, emprendiendo la marcha hacia la escuela. En todo este tiempo no había pensado en Lucian o en Mio, ella me preocupaba, porque era mi amiga y la apreciaba; quizá su comportamiento se debía a su cercanía con Lucian y a todo lo que él, como demonio significaba. Suspire, hundiéndome en mi asiento; ¿ella seguiría siendo la misma de siempre, o lo que había pasado traería conflictos ente nosotras? Yo esperaba que no, porque eso me dolería, pero si pasaba… tendría que vivir con ello, ya que a mi pensar los demonios no eran mis enemigos; hasta ahora, los que conocía… habían sido partes importantes en mi vida, y por su naturaleza no dejarían de serlo, no podía olvidar todo para odiarlos y cazarlos, como se esperaba que hiciera. Quizá no todo estaba tan bien como yo creía, para mí estaba bien, porque Damien estaba conmigo y me quería, pero aun tenía cosas que entender y que aprender; debía hacerme cargo de mi destino y de mi trabajo como hibrido. Aunque, ¿Cuál era mi trabajo?, ¿asesinar a quienes no eran como yo? Esto es demasiado, pensé al momento en el que bufe, hundiéndome en el asiento de la camioneta de mi hermano, Victoria lo noto, y puso su mano sobre el brazo de mi hermano, un gesto que denotaba una búsqueda de apoyo o comprensión de él hacia mí; yo no sabía hasta qué grado James sabía sobre lo que éramos o teníamos que hacer con nuestra naturaleza, no habíamos tenido la oportunidad de hablar al respecto.

  Al llegar a la escuela busque el automóvil de Damien con la mirada, pero no lo encontré, sólo vi a Mio del otro lado del estacionamiento, mirando hacia la dirección en la que venía Lucian. En otro momento, me habría parecido enfermizo verlos juntos, pero ahora ni siquiera me resultaba incomodo, sólo un poco confuso, porque Lucian era extraño y no hacía mucho tiempo me había dicho que aun me quería y que me extrañaba, y ahora se paseaba por la escuela con una de mis mejores amigas; la cual, parecía no darse ni por enterada de lo preocupada que me tenía. Cerré los ojos con fuerza y suspire, antes de abrir la puerta y precipitarme hacia afuera; James y Vicky ya habían salido y a mi hermano no le preocupaba mucho dejar la camioneta a mi cuidado. Salí distraída y me tropecé con el pie de alguien, yéndome de bruces contra el suelo, o eso creí hasta que sentí su brazo alrededor de mi tórax, impidiendo mi caída; mis mejillas se ruborizaron rápidamente. Su tacto era inconfundible, el calor de su piel me hacía sentir segura, el acompasado latido de su corazón me quitaba el aliento y el aroma que despedía su ropa me mareaba de una forma extraña. Me ayudo a incorporarme, sin soltar mi brazo, y me miro a los ojos, esbozando una sonrisa tranquila.

-Deberías tener más cuidado- murmuro, sin prestar atención a nada más que a mí, lo que provoco un nuevo sonrojo.

-Lo siento- murmure, incapaz de dejar de mirarlo.

-Debemos ir a clases- cerró los ojos, bajando su mano suavemente, apenas rozándome la piel con la yema de los dedos-. Vamos, Cora…

 Camine a su lado, tratando de ignorar la manera en que se erizo mi piel, con la mirada fija en el asfalto del estacionamiento. Mi mente volvió a los pensamientos que había tenido esa mañana, cuando comprendí la manera en que Victoria miraba a mi hermano; era algo mágico e indescriptible, pero… ¿realmente yo miraba así a Damien?, era obvio que no lo veía como a Lucian, porque mi corazón no reaccionaba de la misma manera. Ahora Lucian era la representación más cercana de odio que había sentido en mi vida, Damien por otro lado… era la clara expresión de que podía querer a alguien, sin dejar de ser yo misma. Sin embargo, yo no era del todo humana, y él tampoco; ¿qué era lo que nos unía? Ahora creía que mi unión a Lucian era algo irreal, un capricho de él mismo… movido por el capricho; Damien y yo éramos híbridos, aunque aun desconociera la definición real de la palabra, no teníamos la fuerza que tenían ellos. Esto… ¿era real?

Yvridio 6.1



 No comprendía porque ahora todos se portaban de esta manera conmigo. La postura de mi madre con respecto a Damien era clara, ella no lo aceptaba, ni siquiera haría un esfuerzo por hacerlo; Josep, mi querido hermano, a él ni siquiera parecía importarle, él me quería y siempre deseaba lo mejor para mí, incluso aunque fuera en contra de todo lo que los demás dijeran o pensaran.

-James…- gemí detrás de él, antes de que cerrara la puerta del baño- te portas como un bebé.

 Mi hermano había aceptado que estuviera con Damien, pero no le agradaba, y me lo dejaba bien claro cada momento del día, yo detestaba encontrarme en esa situación, donde tenía que elegir entre mi familia y mi felicidad. Lo detestaba sobre manera. Me recargue en la pared, junto a la puerta del baño, esperando a que saliera, aunque sabía que no estaba haciendo nada ahí dentro, simplemente estaba tratando de evitarme.

-James… lindo- murmure, lo suficientemente alto como para que pudiera escucharme-, odio esta situación, y tú lo sabes… porque también la odias. Vicky está de acuerdo con lo que pasa, sé que es mi amiga, pero… tú eres mi hermano y…-suspire con fuerza- te amo, por sobre cualquier cosa, pero no me hagas decidir, por favor. Sabes que te elegiría. Siempre.

 Cerré los ojos, realmente no esperaba que él reaccionara positivamente; me levante, dispuesta a volver a mi habitación para cambiarme, pues estábamos retrasándonos para la escuela, otro lugar que revolvía el estómago. Ya todos parecían acostumbrados con la idea de Damien y yo, aunque no éramos una pareja, propiamente dicha, o al menos no en público. Él me estaba enseñando, sobre lo que era y lo que podía hacer, cosas que mi hermano aprendió por su cuenta, sin comentarme nada y ahora, por su molestia… se negaba a mostrarme.

 Camine tranquilamente hasta mi habitación y cerré la puerta, sacándome la blusa. Tenía el cabello hecho un asco, así que tome un cepillo y lo pase por mi cabello un par de veces sin molestarme por mi apariencia, ni por estar semidesnuda. Mi apariencia en el espejo se veía algo desprolija. Había adelgazado, pero no había rastros de heridas en mi cuerpo. Lo más reciente había sido la de mi hombro, donde ahora apenas y se alcanzaba a ver una tenue línea, apenas más oscura que mi tono natural de piel. Yo me había fugado de mi casa ese día, justo después de que recobre la conciencia y bese a Damien; habíamos estado en su casa, pero los recuerdos eran algo borrosos…

 Empecé a moverme debajo de las sabanas, aunque… por la textura de las mismas, esta no era mi cama, ni la de nadie que yo conociera… de pronto mi nariz capto un aroma, no lo suficientemente dulce como para marearme, pero sí para cautivarme; mi mano se cerró en torno a, lo que identifique como, su camisa; moví mi cabeza y entonces fui consciente de que estaba acorrucada en su regazo, sobre su brazo. Estaba tan cómoda, como nunca me había sentido, y tuve que obligarme a abrir los ojos.

 Lo primero que vi, fue su camisa; él nunca usaba colores claros, o yo jamás lo había visto, imaginarlo con una camisa blanca, era algo fuera de mis ideales, seguí alzando la vista hasta que me tope con el ángulo de su mentón, pero no podía ver claramente sus rasgos, solo el arcoíris que se reflejaba en su cabello por culpa de la luz… aquel que me colaboro a quitarme el aliento la primera vez que lo vi. Luego de corroborar que era él, empecé a querer ser consciente de mí misma… mis piernas batallaban un poco contra las sabanas, pero sin duda estaba muy cómoda, pero la mayor parte se debía a su presencia. Mi mano libre empezó a buscar la herida de mi hombro, pero no había nada… ni siquiera rastro de una posible cicatriz. Mordí mi labio suavemente, mi siguiente objetivo era saber qué hora era, o que día inclusive… pero para saberlo, tenía que preguntarle, y no quería acabar con este momento, quería que esto durara para siempre… aunque no supiera exactamente en qué momento, este sentimiento había despertado en mí. Necesitaba respuestas y no había muchos lugares en donde conseguirlas, solo él…

-Estás muy callada- susurro Damien, sin mover su cuerpo-,  ¿estás bien?

-Pues…- titubee un momento, lo que ocasiono que él se acomodara de una forma en la que pudiera mirarme-, ¿Qué ah pasado?- pregunte, no refiriéndome exactamente al tema de los besos y el sentimiento que me había comenzado a embargar.

-Te herí, por culpa de mi naturaleza… aunque no es una buena escusa- murmuro, mirando el techo-, después me prometiste que todo estaría bien y te traje a mi casa.

-¿Tu… casa?- repetí, casi con un gemido.

-¿Crees que sería capaz de abusar de ti mientras duermes?- inquirió, sonriendo cínicamente… él simplemente había llegado a la línea de mis pensamientos, justo antes de que yo lo hiciera- Tu hermano sabe que estas aquí, y si se entera… me haría pagar.

-Lo cual sería muy estúpido de su parte- masculle. Por alguna razón Damien me parecía invencible, quizá hasta inmortal…

-No, tú y él podrían acabar conmigo con una facilidad que logra ponerme nervioso- sonrió alegremente. ¿De verdad?

 Me encontré mirándole estupefacta, ¿hablaba en serio o solo quería hacerme reír?

-¿Y la herida?- dije mientras buscaba el lugar por donde debió entrar el arma.

-La curaste- dijo mientras mi miraba. ¿Qué?, ¿la cure?, ¿cómo?

-¿De qué hablas… exactamente?

-De que la curaste…

-Espera…- susurre, sin darme cuenta que me había incorporado repentinamente, mientras sobaba mi sien, tratando de entender- ¿estás diciendo que yo lo hice? Qué buena broma…

-¿Por qué bromearía con algo así?- sentencio con seriedad.

-Porque eh tenido heridas más graves y nunca pude hacer nada por ellas, al contrario- gemí, recordando el hospital, la visita de Lucian y su amenaza de matar a Damien-, tuve que estar en un hospital.

-Estuve ahí- me recordó, ahora luciendo ligeramente irritado-. No lo hiciste, porque no eras consciente de ti misma, aun no lo eres… por eso perdiste el sentido cuando te curaste.

 Me quede muda, como si Damien hubiera vertido un bote de agua helada sobre mi nuca y ahora estuviera bajando suavemente por mi espalda. La sangre empezó a llegar a mis mejillas, haciéndome volver a la realidad… tenía que reconocer que Damien sabía mucho más de esto que yo, debía tener muchísima más experiencia. Y de repente la sensación de sus labios unidos a los míos me golpeo, casi temí alzar mi mano y sentir el verdugón, que seguramente, iba a aparecer en cualquier momento. Pero no sabía si era el momento de preguntar, él estaba molesto, o al menos lo parecía…

-Damien…- inicie yo, buscando las palabras para disculparme formalmente con él, por lo que había hecho-, lamento mucho si… te confundí con lo último que hice…

-¿Por qué habría de perdonarte?- me interrogo, yo era incapaz de mirarlo, mis manos jugueteaban con las colchas, mientras trataba que mis ojos no comenzaran a llorar de manera incontrolable.

 Sé que me enrojecí, ya lo venía sintiendo desde hacía un momento, pero Damien me tenía realmente confundida, con su cambio de actitud, era un poco más tranquilo y relajado… ¿se debía a que estábamos solos?... Era una posibilidad.

-Corina…- murmuro él, aunque no sabía en qué momento a había acortado la distancia entre nosotros.

  Quise esperar a que terminara de hablar, para emitir cualquier sonido… pero ya no dijo más, tan  solo unió sus labios a los míos, no con la suavidad que lo había hecho antes, ni con la que yo intente hacerle sentir… sino con una chispa apasionada, que al mismo tiempo parecía tranquila y acompasada. Tarde un tiempo exagerado en reaccionar, cuando él empezó a apartarse, sin ganas de hacerlo realmente… pero lo detuve, me aferre como pude a su camisa y respondí su beso… pero ahora con la misma necesidad que él me hacía sentir…

jueves, 21 de noviembre de 2013

Yvridio 3.1

-¿Cómo te sientes?- murmuro con voz profunda.
-Yo…- susurre…- ¿Qué haces aquí?
 No podía creer que su rostro no tuviera marcas de la antigua pelea, pero se veía tan magnífico como lo vi la primera vez, se acerco a mí sin mostrar ninguna emoción, pero al ver la naturaleza de mi condición… una sombra oscureció su mirada, como si hubiera visto a un fantasma. Pero yo sabía que algo así no lo asustaría, era como si realmente lo incomodara, era como si todavía le importara lo que sucedía conmigo.
-¡Contéstame!- grite, incorporándome en la cama, ignorando el dolor de mi brazo.
-Fue ese mocoso, ¿verdad?- mascullo, mostrando una ira inmensa.
-¿De qué hablas?- quise saber inmediatamente.
-De ese chico- contesto con parsimonia-, voy a matarlo…
-Damien…- escupí, reaccionando-. ¡No te atrevas!- gruñí.
-¿Por qué lo defiendes?- pregunto, sin ocultar su molestia, mirándome fijamente a los ojos-. ¿Te gusta?
-No tengo por qué darte explicaciones- farfulle-, pero no, no me gusta. Simplemente no voy a permitirte que lastimes a alguien que solo trato de protegerme- continué-… de ti…
-Corina…- gimió, casi dolorosamente.
 Cerró los ojos y se alejo, supe que no había logrado nada con mis suplicas, incluso creo que lo había empeorado; y también sabía que esta condición no podía cuidar de Damien, él… él iba a morir por culpa mía, por mi debilidad… yo no… ¡yo no iba a permitirlo!
 Abrí los ojos de golpe, y dirigí la mirada a Lucian, estaba petrificado frente a la puerta, con el brazo extendido, como si quisiera abrir la puerta; me miro alarmado, como si alguna fuerza ajena a él lo estuviera deteniendo, sus ojos se abrieron totalmente, mirándome como si fuera un niño indefenso. Algo le había hecho un corte en la mejilla, y ahora sangraba, pero parecía que el corte era mucho más profundo de lo que su fuerza podía reparar… ¿Qué estaba pasando?
-Corina…- murmuro.
 Lucian desapareció, convirtiéndose en humo negro que salió por la ventana. El dolor regreso a mi brazo haciendo que me acostara en la cama jadeando, la puerta se abrió nuevamente pero yo ya no tenía fuerzas para moverme, incluso sentía que abrir los ojos me causaba un trabajo enorme: quise creer que se trataba de alguno de mis hermanos, pero el silencio era demasiado atemorizante… ni siquiera fui capaz de escuchar sus pasos, sabía que había alguien conmigo, pero no podía localizarlo dentro de la habitación.
 Trate de controlar mi respiración y con ello mis jadeos, pero mi brazo no solo dolía, ardía como su algo debajo de mi piel me estuviera quemando; no pude evitar gritar, el dolor era incluso peor al que sentí cuando me lastime con las púas de la enredadera.
-Relájate- mascullo una voz, al lado de mi oreja.
 Voltee molesta, pero me encontré precipitadamente con la serena mirada de Damien… que pasó su mano sobre mi mejilla, su tacto no era helado, pero si varios grados por debajo de mi actual temperatura. Él sonrió, o más bien, curvo un poco sus labios… de modo de que aquella línea que tenía dibujada en el rostro, se deformara en una extraña sonrisa.
 Su mirada se fijo en mi brazo izquierdo, también desvié la mirada, en el dorso de mi mano había dos marcas negras, como una especie de tatuajes, que yo nunca me había hecho, Damien sonrió… esta vez de una forma mucho más creíble.
-Mueve el brazo- me susurro.
-¡Estás loco!- gemí, recordando la quemazón.
-Corina… tan solo hazlo- repitió, mirándome a los ojos.
 Lo obedecí, totalmente sumida en un transe, que en ese momento ignoraba, su mirada estaba serena, pero no perdía ningún detalle… ni siquiera de mi respiración; me sentía un poco consternada, e incluso confundida. Nada de esto tenía sentido, no tenía sentido que estuviera ahí, preocupado por mí… si es que la palabra preocupado era la palabra correcta, o era lo que lo había llevado a visitarme.
 El peso del yeso me molestaba, pero no me dolía, sólo sentía como comprimía mi brazo, Damien no dejaba de sonreír, y eso también comenzaba a molestarme; no tenía una enorme movilidad en esa extremidad… pero al menos ya no sentía dolor, ni me ardía…
-¿Cómo lo…?- empecé a preguntar, cuando recordé la sentencia de Lucian-… Tienes que irte.
-¿A qué te refieres?- pregunto, como si luchara contra sus ganas de burlarse de mi expresión.
-Lucian… él- murmure, antes de poner mi mano contra mi frente-. Tan solo vete, aléjate… es peligroso que continúes aquí.
 Todos lo que me rodeaban corrían un peligro enorme, al menos mientras Lucian continuara cerca de mí, y yo no me perdonaría que alguien resultara herido por culpa mía… Damien me tomo por la muñeca, y la fue bajando poco a poco… descubriendo mi rostro lentamente…
-¿Hablas del tipo que estaba lastimándote?- susurro sin inmutarse.
-Si…- respondí, en un susurro.
-No puede tocarme- contesto con frialdad-, además, lo entendería… la persona que te tiene aquí… soy yo.
 Todo mi cuerpo se quedo helado frente a él, sin duda había sido él quien fue al jardín a apartar a Lucian de mí; pero… ¿y si su deseo era matarme también? Desvié la mirada, recordando la afirmación de James…
-¡¿Querías matarme?!- escupí, sin ocultar mi molestia.
-Probablemente- contesto, levantándose de la silla y caminando hacia la ventana.
-¡¿Y porque no lo hiciste?!- sisee completamente intrigada y molesta.
-Porque no quise, y porque no eres alguien fácil de asesinar- continúo él, ignorando la ira que destilaba cada una de mis palabras-. Lo supe desde que vi tu determinación en la clase de esgrima.
-¡Vete al infierno!- bufe, con ira.
-Siempre me acompaña, Corina- farfullo sin denotar expresión alguna, mientras me miraba a través del reflejo de la ventana-, ¿de dónde crees que vengo?
 Toda mi piel se erizo, como si creyera fervientemente en cada una de sus palabras, pero luego simplemente desapareció… tal y como había llegado, en silencio; no podía quedarme en ese hospital, ni un minuto más. Me levante lentamente, sacándome la sonda de la nariz, luego me quite la pinza que había en mi dedo índice; el sonido de la maquina fue estridente, y me vi forzada a apagarla torpemente. El tubo de látex y el cable serían ligeramente más complicados, pero no me importaba, los puntos eran superficiales, así que el daño sería relativamente mínimo; tome la placa metálica y contuve la respiración, cerré los ojos con fuerza y la arranque, al tiempo que soltaba un jadeo. Pude sentir la calidez de mi sangre bajando lentamente por mi piel; gire mi cuerpo y baje de la cama; James había dejado su chaqueta ahí, y por ende… también su celular.
 La tome torpemente, y saque el teléfono, ahora que mi corazón empezaba a sosegarse… el analgésico que me habían inyectado empezaba a inundar mi sistema; oprimí la tecla de llamada, y ahí estaba el número que buscaba, volví a presionar el botón y espere un momento mientras me contestaban…
-¡Hola, James!- dijo con entusiasmo-, ¿Cómo estás?...
-Soy yo, Corina- gemí, percatándome de que mi vista se estaba nublando-, tienen que sacarme de aquí…
 Todo se volvió oscuro, estaba inmersa en un gigantesco caleidoscopio que estaba enloqueciéndome lentamente, el teléfono resbalo de mis manos y cayo, haciendo un ruido sordo, trate de apoyarme en la pared, pero me era imposible continuar de pie…
 Caí de rodillas contra el suelo, mirando en dirección a la puerta, se estaba abriendo… y el tiempo parecía ir sumamente lento, solo para fastidiarme, esta vez no iba a morir solo era culpa de un medicamento y de una vida llena de peligros innecesario; yo era un imán para esas cosas… y sabía, que tarde o temprano acabaría muerta por ello, o algo mucho peor… terminaría siendo una de ellos…
 Desperté de golpe, estaba en mi cama, en mi cuarto, en mi casa… eso al principio me dio una sensación falsa de seguridad, pero eventualmente mi cuerpo me obligo a sentirme como un roedor atrapado; me levante suavemente, y empecé a quitarme el vendaje que estaba sobre el yeso, tenía que quitarlo, era necesario para mí comprobar las palabras de Damien, abrí el cajón de mi buro. Sobre todas mis cosas, relucía un cuchillo del siglo antepasado, que pasaba por las manos de cada mujer de la familia; luego de que Devora Covey, según una antigua leyenda, había matado a un demonio con él. Aun podía recordarme a mi misma cuando mi madre me lo había entregado, esa historia me parecía exageradamente ficticia, era como si mi propia madre jugara con mi forma de ver el mundo, al hacerme caer en una broma de muy mal gusto.  Pero la vida era irónica, y se había encargado de hacerme creer en ese tipo de cosas, pues ahora sabia que vivía rodeada de ellos, y no solo eso… mantenía relaciones afectivas con ellos. Ahora la leyenda me parecía completamente verídica,  y Damien seguía siendo una enorme interrogante para mí, los Covey eran italianos y el apellido realmente no pululaba alrededor del mundo, todos los Covey en existencia tenían algo que ver con nosotros.
 El yeso cayó en partes al suelo, me había cortado el brazo cuando hice el primer corte y realmente no me había dado cuenta de ello… no me dolía en absoluto; me levante de la cama y me pare frente al espejo, traía el atuendo que solía usar por las noches… en verano, cuando hacía calor, mi mente aun estaba divagando; pretendía examinar las marcas de mi brazo, pero el negro que había visto en el hospital… parecía estar desapareciendo lentamente, como si mi piel lo estuviera absorbiendo, ahora solo parecían manchas de sol… como quemaduras leves…
-¿Linda?- susurro la voz de Josep del otro lado de la puerta-, ¿puedo pasar?
-Un segundo…- respondí, sacando un suéter del armario poniéndomelo rápidamente-, listo… pasa…
 Mi hermano entro con una expresión preocupada, aunque con una evidente nota de felicidad en los ojos, yo entendía que quisiera verme bien, Josep era una persona muy tierna y sensible, por mucho, más sereno que James; pero también, por mucho, más racional que yo. Él era, en todos los aspectos, una combinación casi perfecta… de James y yo.
-¿Cómo te sientes?- me pregunto, tomándome de la mano.
-Bien, creo que ya todo ah pasado- le sonreí, ¿Cómo podía mentirle a él?, no podía decirle lo que había sucedido en el hospital.
-Nos diste un susto muy fuerte, papá y mamá están abajo con James- me informo con tranquilidad-. Creo que quieren llevarte de regreso…
-Yo no me voy a ir…- sentencie…
 Salí de mi habitación, dejando a Josep perplejo, yo sabía lo que estaba pasando abajo… mis padres le estaban reclamando a James sobre lo que había sucedido conmigo, pero ellos no tenían ni idea de lo que había pasado, y dudaba mucho que me creyeran si se los decía. Cuando llegue abajo, James golpeo una de las paredes, dejando ahí parte de su ira…
-¡Yo puedo cuidar de ella!- grito molesto.
-¡Pues parece que no!- respondió mi padre, destilando la misma cantidad de ira.
-¡Ya basta!- sisee, escuchando los pasos de Josep por las escaleras-, yo no me voy a ir de aquí, no soy un bebé, con un demonio… ¡dejen de ser tan sobreprotectores! James y yo hemos estado juntos mucho tiempo, y esta no es la primera vez que termino hospitalizada…
 Mis padres y mis hermanos me miraron igualmente atónitos, yo realmente no sabía mis motivos para actuar así, pero yo odiaba que mis padres discutieran con James, él y yo ya habíamos probado que no los necesitábamos; y tampoco quería que continuaran reprimiendo a Josep, ya no… no si podía evitarlo.
-Los que sobran en esta casa son ustedes, así que dejen en paz a James- continué sin bajar la mirada-, soy mayor de edad… y si Josep lo quiere… también se quedara…
 Mi madre estaba anonadada, aunque no dijo nada y yo ignoraba si era por mi temeraria actitud, o porque ya no tenía nada que estuviera ayudando a sanar mi fractura; mi padre era sumamente explosivo, y jalo a mi madre hacia el auto. Josep los miro un segundo, y se mantuvo detrás de mí, sabía que no quería irse con ellos… que no era feliz a su lado. James se acerco a Josep y lo abrazo, mientras mi padre azotaba la puerta de nuestra casa; no pude evitar sobresaltarme ante el impacto, pero me gire inmediatamente y abrace a mi querido Josep…
-Corina… tenemos que hablar- me susurro James, mirándome…

Yvridio 4.2



Vaya porquería, ahora que estaba tan cerca de descubrirlo todo… tendría que seguir esperando; suspire, tratando de tragarme un poco el dolor de mi costado… ¿en qué momento había pasado esto? Todo se había ido al carajo demasiado rápido para que pudiera notarlo. Maldije en voz alta, al mismo tiempo que golpeaba el suelo con el puño, no iba a desmayarme… no lo haría, solo porque no quería hacerlo. Recordé momentáneamente las palabras de James, al decirme cuan terca y temeraria era… no me importaba, esa parte de mí me había mantenido viva muchas veces, me seguía manteniendo cuerda a pesar de todo lo que me había tocado experimentar los últimos 15 meses de mi vida. Y eso me había servido para que mis padres no me internaran en una clínica de rehabilitación mental cuando supieron lo de Lucían; mi estúpida forma de ver las cosas… me ayudaba a seguir aquí, mi terquedad me funcionaba perfectamente para seguir de pie; y ahora no sería la excepción. Quite la mano de mi costado, y la utilice para apoyarme, me erguí lentamente frente a mis padres, mi hermano y quien fuera la persona que estaba detrás de mí; pude sentir su confusión cuando ignore el dolor y me erguí por completo…
-Quiero respuestas… y las quiero ahora- resollé, mirando a mis padres fijamente.
 Mi madre corrió a ayudarme y me llevo a la casa, mientras mi padre se quedaba atónito, mirando a la persona que se había quedado detrás de mí; mi hermano se quedo con él, solo mi madre y yo entramos a la casa.
-¿Puedo entrar al baño?- pregunte, soltándome del agarre de mi madre.
 Ella asintió suavemente, y me miro mientras yo caminaba, o más bien, cojeaba hasta el baño. Entre y cerré la puerta, me alce la blusa y mire mi reflejo en el espejo; la carne de mi costado estaba como quemada o rasgada de una forma completamente contraria a lo que debería hacer; se veía terrible, pero era solo apariencia… se veía peor de lo que verdaderamente era. Suspire y me quite la blusa, para poder enjuagarme con tranquilidad, mi madre siempre tenía un botiquín en el baño, así que busque una gasa y algo de tela adhesiva.
-¿Por qué siempre tienes que ser tan tonta?- mascullo una voz a mis espaldas, mientras que una gélida mano me ayudaba a ponerme el, improvisado, vendaje.
-¿De nuevo tú?- inquirí, mirándolo a través del reflejo del espejo.
-¿Te sorprende?- susurro, como si le causara gracia la expresión de mi rostro.
-Realmente…- respondí, bajando el brazo, mientras él me ponía el vendaje… con un cuidado impresionante-. ¿Por qué este afán de cuidarme?
-Si lo supiera, no estaría aquí…- respondió, con una serenidad increíble, extendiendo una mano para que le diera más tela.
 Era estúpido, todo esto lo era… que me cuidara, que se preocupara… y sobre todo, que estuviera ahí, conmigo… en el baño, conmigo medio desnuda y ni siquiera mostrara un atisbo de interés en mí, o no físicamente.
-No lo entiendo…- susurre, cerrando los ojos, mientras le pasaba la tela adhesiva.
-Nunca entiendes nada, Corina- se rió sin gracia-; sin embargo, ahora vas por buen camino… ya sabrás porque no me enorgullece ser un Covey… Y conocerás uno de los mejores guardados, secretos de tu familia.
-Espera… Damien…- gemí, al verlo desaparecer en el reflejo.
 ¿Por qué era así?, parecía querer guiarme a algo, pero nunca lo decía abiertamente, simplemente… me daba palabras o frases claves para que yo continuara indagando por mi cuenta; no era justo, pero al menos… seguía preocupado por mí… eso era bueno, ¿no? Me mordí el labio y me puse la blusa, aun llena de sangre; salí de ahí, con un montón de cosa en la cabeza y me desplome en el sillón de la sala, procurando no apoyarme, para no manchar la costosa tapicería. Mi madre me miraba con una tranquilidad, pobremente fingida.
-Madre… ¿Quién es mi padre?- pregunte, con cierto temor a escuchar la respuesta-. Sé que Christopher Follet, no lo es… y quiero saberlo.
-Cora…- susurro ella, cerrando los ojos, como si recordar el pasado le trajera recuerdos terriblemente dolorosos-. Tienes razón Christopher no es tu padre, o no tu padre biológico… porque él te crío, prácticamente toda tu vida.
-Yo recuerdo a alguien más… ¿Quién es?- inquirí, aun confundida.
-Su nombre es Uriel…- murmuro ella, sin poder mirarme a los ojos.
-Uriel... ¿Qué?- musite. Era como si mi madre me ocultara algo, algo que no podía revelar de una forma tan sencilla.
-Solo Uriel, Corina- respondió, con frialdad-, de hecho… para muchos ni siquiera debería existir… para muchos hombres el único arcángel real es Gabriel, pero Gabriel… es un traidor.
-¿Arcángel?- gemí, ocultando una risa divertida-, no juegues conmigo, madre…
-¡No lo hago, Corina!- grito, molesta-, ¿Por qué lo haría?, yo sabía que querrías saberlo en algún momento, pero si no me crees a mí, pregúntaselo a James… él tuvo esta misma curiosidad el verano que pasaron en Florencia con nosotros, pero fue Chris quien se lo conto todo.
-¿Esperas que crea que soy hija de un arcángel?- sisee, irritada-. Es imposible.
-No, no lo es- continuo ella, ignorando mi molestia-. Tú te niegas a creer que eres un hibrido, cuando has tenido contacto con uno… con uno que debería estar muerto, porque Devora Covey lo asesino hace mas de 100 años.
-Oh, cierto… el cuchillo- me reí, sin gracia-. Eso es mentira, Damien Covey es un adolescente cualquiera, común y corriente.
-¿Por eso siempre está a tu lado cuando estás en problemas?- pregunto, mirándome fijamente.
-Mera coincidencia- resollé, molestándome cada vez más.
-Las coincidencias no existen- me reprocho-. Damien Covey te cuida, porque quiere hacerlo… aun no entiendo porque, si se supone que tu raza y la suya son enemigas por naturaleza.
-Yo soy buena y él malo… buena broma- farfulle, recordando cada vez que me había protegido, de mi misma incluso-, eso no puede ser… él, él no es malo…
-Es lo que tú quieres ver en él… no más, no menos- siguió, ignorándome, de nuevo-. Damien debería estar muerto, lo que es… es lo que lo mantiene con vida, Corina.
-¿Y ahora me dirás porque carajo dice que no me enorgullezca de ser una Covey?- pregunte, levantándome del sillón.
-Damien… es lo que es, porque nuestra familia es contada- inicio ella.
-Dime algo que no sepa- resollé.
-Déjame hacerlo, y gustosamente lo hare- me reclamo-, los Covey siempre estuvimos mezclados con seres que no pertenecen a este plano… tanto ángeles como demonios, todos conviven con los humanos, pero desde Devora, Damien y Dorian… los demonios predominaron en nuestra sangre.
>>Devora era prima de Damien y Dorian, los primeros hijos de un hibrido, que ya había en nuestra familia- suspiro-, hijos de una Potestad, el ángel de la muerte… y un demonio, hibrido.
-Eso es imposible- grazne, recordando a Bael.
-No completamente- susurro-, no siempre se trata de una unión por amor, ni los ángeles ni los demonios tienen ese tipo de sentimientos; al menos no los de las primeras dos Jerarquías, y los demonios aman a los humanos, pero no por principios comunes… no como amamos nosotros; es una guerra por las almas humanas.
-El bien y el mal… la guerra eterna, y el balance- trague saliva-, ¿Qué hay con nosotros?
-Ustedes simplemente mantienen el balance, cuidan a los humanos… los protegen. Es su deber, por eso  están aquí- respondió ella, mirando por la ventana-. No tienen otro proposito.
-Entonces, ¿somos marionetas?- inquirí, cada vez mas irritada.
-No, no son marionetas…
-¡Claro que sí!- gemí, mordiéndome el labio-. Mantenemos el balance, hacemos lo que los ángeles y demonios deberían estar haciendo… un humano es alguien con el que siempre vamos a rivalizar, porque son todo lo que nosotros no. Ellos tienen libre albedrio y tienen el bien y el mal encerrados en su cuerpo, pero lo dominan y solo utilizan aquello que les conviene- chille, al sentir que mi labio sangraba-, y nosotros… si somos aquello que tú dices, solo somos una cosa o la otra, no vivimos en la dualidad en la que viven ellos, eso es… estúpido; yo puedo seguir eligiendo que quiero ser… si quiero ser buena o no.
-Lamento muchísimo decepcionarte, cariño- cerro los ojos- podrás pretender querer elegir, aunque tienes una parte humana… jamás podrás ser tan mala como lo son ellos, ni siquiera podrás serlo un poco. Tu parte angelical predomina, y suprime a aquello malo que posees. El único que podría corromperte es Damien.
-No empecemos con la discusión de siempre- la mire, con ira-, no me alejare de él… no porque tú quieras.
-Siempre has hecho lo que ha sido tu voluntad, Cora… y nunca te has equivocado- susurro, levantándose e indicándome la puerta.
 La discusión había terminado. Ella la había finiquitado de una forma sumamente drástica, aunque de alguna manera eso era normal, yo había querido ir demasiado lejos y ella se negaba a darme todas las respuestas; así que... tenía que buscarlas por mi cuenta.