Fue la noche más tranquila de mi vida, aunque Damien se había ido antes
de que James pudiera encontrarlo. Habíamos aclarado un par de cosas, y él había
insistido en entrenarme, una forma de protegerme, y algo necesario, según su
criterio. Pero primero yo necesitaba aclarar una cosa, ya le había confesado
todo a Damien, incluido el sueño, todo excepto la aparición de Uriel… porque
aun ignoraba si había sido una mala pasada de mi mente, provocada por la
adrenalina, o un suceso real. Hasta entonces, estaba renuente en contárselo a
Damien o a quien sea. Termine de arreglarme y baje rápidamente a la cocina.
-¿Se fue?- gruño James, sin apartar la
vista del televisor.
-Sí, se fue…- susurre, recordando su
beso de despedida, mientras abría el refrigerador.
-¿Vendrá por ti, o te irás con
nosotros?- insistió mirándome de reojo.
Saque una jarra de jugo, y me serví en vaso. Quizá no tendría otra
oportunidad para despejar mis dudas con respecto a la aparición de Uriel, juguetee
con el vaso mirando a la nada, meditando…
-Ninguna, quiero conducir- acepte,
dándole un sorbo y terminándome el liquido del vaso-, mi pobre auto debe estar
descargado…
Ciertamente tenía meses sin conducir, y sin darle ningún tipo de
mantenimiento a mi lamborgini, todos lo habíamos olvidado y ya me sentía lista para
volver a dedicarle tiempo; era lo que necesitaba que creyeran. Además de que
había sido arrumbado en el garaje muchos meses luego de que Damien lo
destruyera, lanzando a Lucian contra él; James había pagado la hojalatería y
Josep la pintura, el auto estaba como nuevo, pero había dejado de ser mi
prioridad, incluso dejo de ser una necesidad. Deje el jugo de vuelta en el
refrigerador y salí en dirección al garaje. Mi auto estaba ahí, cubierto por
una lona marrón, que evitaba que se cubriera de polvo. La quite y saque las
llaves de la guantera, realmente extrañaba esto; abrí la puerta del garaje y
arranque; no tenía en mente algún sitio en especifico al cual ir a buscar a mi
padre, solo… el lugar donde casi habíamos muerto, era mi mayor oportunidad.
Busque en mis recuerdos la avenida por la cual Damien había salido de la
ciudad, sin éxito. Me mordí el labio inferior, quizá daría lo mismo en qué
lugar terminara… siempre y cuando estuviera en peligro. Casi deseaba que Lucian
apareciera, y eclipsara mi mundo, como solía hacerlo, recordando su ataque a
Damien y a mí misma defendiéndolo.
Encendí el motor, sintiendo un pinchazo de adrenalina recorriendo mis
venas, la sensación de velocidad era suficiente para ponerme en peligro, o al
menos era lo que pensaba. Tenía meses sin
conducir, así que lo hice sin precauciones, ni dudas, simplemente lo hice;
dejando que la ciudad fuera reemplazada por paisajes verdes a mis costados, era
precioso, mas no disminuí la marcha, quería estar lejos, en un sitio donde
Damien no pudiera defenderme, para poder encontrar a mi padre. Estaba decidida
a hacerlo.
Mi brazo izquierdo comenzó a molestarme, como si un paño helado hubiera
sido dispuesto a lo largo del mismo, mire de reojo, para encontrarme con las
marcas que vi en el hospital, los tatuajes de los que apenas tenía memoria,
tatuajes que Damien conocía y jamás había mencionado. Escupí una maldición ya
tendría que explicarme todo esto, porque realmente comenzaba a darme miedo,
todo había ido subiendo de tono lentamente… luego de la confesión de mi madre,
y parecía haberse estancado luego de iniciar mi relación con Damien. Suspire,
antes de ser sorprendida por mi celular; yo no había cargado mis cosas para la
universidad, lo había olvidado, pero el celular… pesaba lo que un ladrillo
cuando me lo saque del bolsillo. ¿DÓNDE ESTÁS?, ese era todo el texto dispuesto
en la pantalla, un poco más abajo… revelaba que el mensaje pertenecía a Damien.
Salí del menú y apague el teléfono.
-No, no ahora…- luche contra mi
necesidad de llamarle y pedirle que estuviera a mi lado, ahora había aflorado
un poco de miedo en mi corazón, como si su mensaje fuera una advertencia-.
Quiero conocerlo…- me repetí a mí misma, antes de lanzar el aparato al asiento
trasero.
Lejos de la tentación. Respire hondo y
comencé a meditar el mejor lugar donde destrozar mi auto, para presionar a
Uriel a aparecer; encontré una zanja, no muy lejos de la orilla y gire el
volante con violencia, al tiempo que cerraba los ojos y pisaba el acelerador.
Mi columna se arqueo, y sentí mi cabeza rebotar contra algo duro, pero me negué
a mirar, por temor, principalmente; primero me asegure de que nada estaba roto,
moví ambas piernas y busque a tientas la puerta con una mano; la abrí,
precipitándome de bruces hacia afuera… me dolía la cabeza, no podía enfocar la
mirada a un punto fijo, por lo que parpadee varias veces; lleve mi mano hasta
mi frente, al tocarla di un respingo… tenía una herida sangrante en la frente…
donde terminaba mi cuero cabelludo. Suspire mientras salía del automóvil, a
tientas llegue a la puerta trasera y busque mi celular con la mano, aún incapaz
de reconocer el aparato. Definitivamente necesitaría que alguien fuera por mí.
Al salir, sentí un vuelco en la boca del estómago, tuve que girarme rápidamente
e inclinar mi cuerpo al frente, vomitando una tremenda cantidad de sangre. Eso
hizo que fuera consiente del dolor que tenía a la altura de las costillas. Me
enderece, recargando mi espalda en el vehículo, presionando el puente de mi
nariz, cerrando los ojos. Esto definitivamente no había sido la mejor idea que
había tenido en mi vida.
Escuche como el aire a mi alrededor era rasgado, por lo que reconocí
como un aleteo, uno de un ave, si se trataba de una, gigantesca. Me tambalee,
tratando de ignorar mi dolor de cabeza, deteniéndome al pie de la autopista
alzando la mirada… Quede boquiabierta.
Lo primero que vi fueron sus alas, completamente negras, y refulgían bajo la
luz matinal… Sus ropas combinaban a la perfección con sus plumas, sin embargo,
parecían demasiado ‘’modernas’’, según mis propias suposiciones sobre los
ángeles, era totalmente contrario a lo que yo había pensado. Era una chica, al
parecer mucho más joven que yo, de estatura similar a la mía, su coordinado
constaba de un pantalón ceñido al cuerpo, que resaltaba a la perfección cada
una de sus curvas, una blusa de tirantes, botas, una chaqueta y guantes de
vinipiel que dejaban sus dedos al descubierto. En contraste su cabello rubio
platinado, casi brillaba bajo el sol, caía grácilmente sobre su hombro derecho.
Estaba cruzada de brazos, recargada en su lado derecho, como si en cualquier
momento fuera a cambiar su peso a la otra pierna. Sonreía serenamente, mientras
me miraba, sin perder detalle de mí; yo me encontraba confundida, por lo que
ella tuvo que aclararse la garganta, para que pudiera poner atención a sus
palabras.
-Vaya, vaya…- susurro, replegando sus
alas-. Con que tú eres Corina.
Me quede sin aliento nuevamente, ¿ella me conocía?, ¿de dónde?, ¿por
qué?
-¿Quién eres?- exigí saber, ignorando
que tan peligroso podía ser eso, sin antes haber tanteado el terreno.
-Mi nombre es Gabriela- respondió,
cruzando los brazos contra su pecho, pensativa.
Parpadee un par de veces, tratando de descubrir porque tenía la
sensación de conocerla, o de donde lo hacía, sin lograrlo; pero ella sin duda
alguna me conocía, me hablaba con una tranquilidad, tal como si me conociera de
siempre. Mire nuevamente sus alas, replegadas en su espalda, más no enteramente
ocultas por su menudo cuerpo, quizá… mi pregunta debió ser otra…
-¿Qué eres?- insistí, casi en un gemido,
aclarando mi vista, mientras Gabriela permanecía sonriendo impávida.
-Soy una Potestad- susurro-, un ángel de
la muerte, y amiga de Damien.
Abrí los ojos como platos, clavando la mirada en ella… ¿Amiga?, ¿de
Damien? ¡Excelente!, ahora tenía muchas más preguntas en mente, más incluso de
las que tenía para mi padre.
-Sé que hiciste todo esto para ver a
Uriel- murmuro, señalando mi auto con un ademán de su hombro-, pero él no
vendrá, tiene prohibido verte…
-¿A qué te refieres?- pregunte, aún más
confundida, conforme más tiempo pasaba con ella.
-Corina, Corina, Corina…- suspiro,
negando con la cabeza-. Hay muchísimas cosas que ignoras sobre tu familia. La
familia Covey, es de hecho la familia Cartago, y están malditos…- me quede
mirándola estupefacta, incapaz de proferir sonido alguno-. Por generaciones los
ángeles y Nephilim han tratado de
cambiar la situación espiritual de tu familia, sin embargo…- ella suspiro-, no
sólo nosotros pretendemos modificar el linaje, Lucifago Rocafale y los Nephalem pretenden mantenerlo, consiguió
permiso para hacer hasta lo imposible por lograrlo; tienen el apoyo de otros
demonios y sus legiones… como Astarot y Bael, por ejemplo…
-¿Es una broma?- gemí, aún sin entender
cómo es que pintaba yo en todo esto, o cómo estaba Damien relacionado con ello…
-Damien…- sonrió con complicidad,
encontrando el hilo de mis pensamientos-, él es un Yvrídio, hijo de un Nephilim
y un Nephalem, que opto por trabajar
para tu padre…
-¿Qué son los Nephilim y los Nephalem?-
pregunte, esperanzada en así encontrar la naturaleza de Damien…
-Son sólo las maneras en las que
llamamos a los pura raza, de más baja categoría de cada jerarquía…- respondió
ella, mirándome, encontrando en mi semblante, que necesitaría decirme más que
eso-. Fueron condenados, a tener sentimientos humanos, lo cual a veces nubla su
juicio y su misión… lo que los lleva, cómo en el caso de los padres de Damien,
a estar juntos.
˃˃Esa
relación dio como fruto a Devora, una humana… de raza casi pura, y a Damien,
uno de los únicos dos Yvrídios de los
que tenemos conocimiento…
Trate de encontrar alguna lógica a todo lo que estaba escuchando. Si
Uriel, mi padre era jefe de Damien… ¿Por qué jamás me lo había comentado?, ¿era
por eso que siempre había estado pendiente de mí?... me sentí derrotada.
-Tienes que decirme más…- resollé,
incapaz de mirarla, por temor a que descubriera mis contrariados sentimientos-,
¿Qué soy yo?
-Eres un Arkatho, un hibrido de arcángel- ella volvió a notar mi sorpresa y
se acomodó el cabello-, eres por mucho más fuerte que un Nephilim, e igualmente inmortal. Pero por las mezclas de raza, no
eres de sangre pura, por esa razón no tienes alas… están selladas en tu
brazo… Supongo que ya has visto los
tatuajes.
Jadee, recordando las veces en las que los había visto. Así que por eso
Damien sabía de lo que se trataba cuando estuve hospitalizada. Otro secreto.
-¿Cuál es la diferencia entre Uriel y
tú?...
-Mi querida Corina, los arcángeles están
apenas un peldaño por encima de los ángeles, son guerreros, peones de
sacrificio, aún existen muchas categorías delante de ellos- me dijo, aunque su
tranquilidad empezaba molestarme-, las Potestades somos ángeles del nacimiento
y la muerte, y nuestros superiores son las Dominaciones.
˃˃ La impureza de tu raza los vuelve peones
divinos, piezas de sacrificio… pues son peligrosos, ya que… tienen libre
albedrío, igual que los humanos; son la contraparte de los Yvrídios. Sin embargo, Corina –farfullo, como si lo que estaba a
punto de decir, la enfermara-. Damien y tú, rompieron las reglas… sus partes
humanas son lo que les dio la posibilidad de enamorarse, pero es algo que jamás
debió suceder. Aunque él trabaje para nosotros, su naturaleza lo ata a deberles
lealtad a otros. Su relación es prueba de su debilidad humana… lo suyo,
inevitablemente, está destinado a morir…
-Entonces, ¿quieres decir que mi
relación con Lucian no era mala?- reproche, luchando con las lágrimas que
ardían en mis ojos.
Ella negó con la cabeza, mientras yo recordaba el día en que Lucian me
confeso sobre su naturaleza…
Estábamos en el porche de su departamento,
hablando tranquilamente, como pocas veces, sobre mitología griega… algo que a
él le parecía sumamente fascinante y a mí… me cautivaba la emoción de que
denotaba su voz.
‘’-Los
mitos griegos son sólo pecados cometidos por ángeles y caídos, son el fruto de
pasiones prohibidas, y deseos carnales, consecuencias de poseer cuerpos humanos
y aceptar las emociones de estos…’’- afirmo con confianza, como si fuera algo
que había experimentado en carne propia.
‘’-¿A
qué te refieres con poseer?’’- pregunte, aunque algo por dentro me aseguraba
que no quería saber la respuesta a eso…
‘’-Un
ángel, o un caído… puros’’- se detuvo momentáneamente, masajeándose la sien-‘’
requieren un hospedero humano, para poder sentir algo; de otro modo son solo
energía atrapada en un plano donde pueden ser vistos, pero jamás sentidos…’’
‘’-¿Cómo
es que sabes todo eso?’’- inquirí, mirando como su semblante se tensaba de
inmediato.
‘’-¿Crees
que un demonio luciría como yo lo hago ahora?’’- pregunto, sonriendo… casi como
si se estuviera burlando de mí…
‘’-Tú… ¿eres un…?’’-
no hubo necesidad de terminar la pregunta, puesto que Lucian ya estaba
asintiendo en mi dirección con parsimonia
No hay comentarios:
Publicar un comentario