jueves, 24 de julio de 2014

Yvridio 8.1



  Fue la noche más tranquila de mi vida, aunque Damien se había ido antes de que James pudiera encontrarlo. Habíamos aclarado un par de cosas, y él había insistido en entrenarme, una forma de protegerme, y algo necesario, según su criterio. Pero primero yo necesitaba aclarar una cosa, ya le había confesado todo a Damien, incluido el sueño, todo excepto la aparición de Uriel… porque aun ignoraba si había sido una mala pasada de mi mente, provocada por la adrenalina, o un suceso real. Hasta entonces, estaba renuente en contárselo a Damien o a quien sea. Termine de arreglarme y baje rápidamente a la cocina.
-¿Se fue?- gruño James, sin apartar la vista del televisor.
-Sí, se fue…- susurre, recordando su beso de despedida, mientras abría el refrigerador.
-¿Vendrá por ti, o te irás con nosotros?- insistió mirándome de reojo.
   Saque una jarra de jugo, y me serví en vaso. Quizá no tendría otra oportunidad para despejar mis dudas con respecto a la aparición de Uriel, juguetee con el vaso mirando a la nada, meditando…
-Ninguna, quiero conducir- acepte, dándole un sorbo y terminándome el liquido del vaso-, mi pobre auto debe estar descargado…
  Ciertamente tenía meses sin conducir, y sin darle ningún tipo de mantenimiento a mi lamborgini, todos lo habíamos olvidado y ya me sentía lista para volver a dedicarle tiempo; era lo que necesitaba que creyeran. Además de que había sido arrumbado en el garaje muchos meses luego de que Damien lo destruyera, lanzando a Lucian contra él; James había pagado la hojalatería y Josep la pintura, el auto estaba como nuevo, pero había dejado de ser mi prioridad, incluso dejo de ser una necesidad. Deje el jugo de vuelta en el refrigerador y salí en dirección al garaje. Mi auto estaba ahí, cubierto por una lona marrón, que evitaba que se cubriera de polvo. La quite y saque las llaves de la guantera, realmente extrañaba esto; abrí la puerta del garaje y arranque; no tenía en mente algún sitio en especifico al cual ir a buscar a mi padre, solo… el lugar donde casi habíamos muerto, era mi mayor oportunidad.
  Busque en mis recuerdos la avenida por la cual Damien había salido de la ciudad, sin éxito. Me mordí el labio inferior, quizá daría lo mismo en qué lugar terminara… siempre y cuando estuviera en peligro. Casi deseaba que Lucian apareciera, y eclipsara mi mundo, como solía hacerlo, recordando su ataque a Damien y a mí misma defendiéndolo.
  Encendí el motor, sintiendo un pinchazo de adrenalina recorriendo mis venas, la sensación de velocidad era suficiente para ponerme en peligro, o al menos era lo que  pensaba. Tenía meses sin conducir, así que lo hice sin precauciones, ni dudas, simplemente lo hice; dejando que la ciudad fuera reemplazada por paisajes verdes a mis costados, era precioso, mas no disminuí la marcha, quería estar lejos, en un sitio donde Damien no pudiera defenderme, para poder encontrar a mi padre. Estaba decidida a hacerlo.
  Mi brazo izquierdo comenzó a molestarme, como si un paño helado hubiera sido dispuesto a lo largo del mismo, mire de reojo, para encontrarme con las marcas que vi en el hospital, los tatuajes de los que apenas tenía memoria, tatuajes que Damien conocía y jamás había mencionado. Escupí una maldición ya tendría que explicarme todo esto, porque realmente comenzaba a darme miedo, todo había ido subiendo de tono lentamente… luego de la confesión de mi madre, y parecía haberse estancado luego de iniciar mi relación con Damien. Suspire, antes de ser sorprendida por mi celular; yo no había cargado mis cosas para la universidad, lo había olvidado, pero el celular… pesaba lo que un ladrillo cuando me lo saque del bolsillo. ¿DÓNDE ESTÁS?, ese era todo el texto dispuesto en la pantalla, un poco más abajo… revelaba que el mensaje pertenecía a Damien. Salí del menú y apague el teléfono.
-No, no ahora…- luche contra mi necesidad de llamarle y pedirle que estuviera a mi lado, ahora había aflorado un poco de miedo en mi corazón, como si su mensaje fuera una advertencia-. Quiero conocerlo…- me repetí a mí misma, antes de lanzar el aparato al asiento trasero.
  Lejos de la tentación. Respire hondo y comencé a meditar el mejor lugar donde destrozar mi auto, para presionar a Uriel a aparecer; encontré una zanja, no muy lejos de la orilla y gire el volante con violencia, al tiempo que cerraba los ojos y pisaba el acelerador. Mi columna se arqueo, y sentí mi cabeza rebotar contra algo duro, pero me negué a mirar, por temor, principalmente; primero me asegure de que nada estaba roto, moví ambas piernas y busque a tientas la puerta con una mano; la abrí, precipitándome de bruces hacia afuera… me dolía la cabeza, no podía enfocar la mirada a un punto fijo, por lo que parpadee varias veces; lleve mi mano hasta mi frente, al tocarla di un respingo… tenía una herida sangrante en la frente… donde terminaba mi cuero cabelludo. Suspire mientras salía del automóvil, a tientas llegue a la puerta trasera y busque mi celular con la mano, aún incapaz de reconocer el aparato. Definitivamente necesitaría que alguien fuera por mí. Al salir, sentí un vuelco en la boca del estómago, tuve que girarme rápidamente e inclinar mi cuerpo al frente, vomitando una tremenda cantidad de sangre. Eso hizo que fuera consiente del dolor que tenía a la altura de las costillas. Me enderece, recargando mi espalda en el vehículo, presionando el puente de mi nariz, cerrando los ojos. Esto definitivamente no había sido la mejor idea que había tenido en mi vida.
  Escuche como el aire a mi alrededor era rasgado, por lo que reconocí como un aleteo, uno de un ave, si se trataba de una, gigantesca. Me tambalee, tratando de ignorar mi dolor de cabeza, deteniéndome al pie de la autopista alzando la mirada…  Quede boquiabierta. Lo primero que vi fueron sus alas, completamente negras, y refulgían bajo la luz matinal… Sus ropas combinaban a la perfección con sus plumas, sin embargo, parecían demasiado ‘’modernas’’, según mis propias suposiciones sobre los ángeles, era totalmente contrario a lo que yo había pensado. Era una chica, al parecer mucho más joven que yo, de estatura similar a la mía, su coordinado constaba de un pantalón ceñido al cuerpo, que resaltaba a la perfección cada una de sus curvas, una blusa de tirantes, botas, una chaqueta y guantes de vinipiel que dejaban sus dedos al descubierto. En contraste su cabello rubio platinado, casi brillaba bajo el sol, caía grácilmente sobre su hombro derecho. Estaba cruzada de brazos, recargada en su lado derecho, como si en cualquier momento fuera a cambiar su peso a la otra pierna. Sonreía serenamente, mientras me miraba, sin perder detalle de mí; yo me encontraba confundida, por lo que ella tuvo que aclararse la garganta, para que pudiera poner atención a sus palabras.
-Vaya, vaya…- susurro, replegando sus alas-. Con que tú eres Corina.
  Me quede sin aliento nuevamente, ¿ella me conocía?, ¿de dónde?, ¿por qué?
-¿Quién eres?- exigí saber, ignorando que tan peligroso podía ser eso, sin antes haber tanteado el terreno.
-Mi nombre es Gabriela- respondió, cruzando los brazos contra su pecho, pensativa.
  Parpadee un par de veces, tratando de descubrir porque tenía la sensación de conocerla, o de donde lo hacía, sin lograrlo; pero ella sin duda alguna me conocía, me hablaba con una tranquilidad, tal como si me conociera de siempre. Mire nuevamente sus alas, replegadas en su espalda, más no enteramente ocultas por su menudo cuerpo, quizá… mi pregunta debió ser otra…
-¿Qué eres?- insistí, casi en un gemido, aclarando mi vista, mientras Gabriela permanecía sonriendo impávida.
-Soy una Potestad- susurro-, un ángel de la muerte, y amiga de Damien.
  Abrí los ojos como platos, clavando la mirada en ella… ¿Amiga?, ¿de Damien? ¡Excelente!, ahora tenía muchas más preguntas en mente, más incluso de las que tenía para mi padre.
-Sé que hiciste todo esto para ver a Uriel- murmuro, señalando mi auto con un ademán de su hombro-, pero él no vendrá, tiene prohibido verte…
-¿A qué te refieres?- pregunte, aún más confundida, conforme más tiempo pasaba con ella.
-Corina, Corina, Corina…- suspiro, negando con la cabeza-. Hay muchísimas cosas que ignoras sobre tu familia. La familia Covey, es de hecho la familia Cartago, y están malditos…- me quede mirándola estupefacta, incapaz de proferir sonido alguno-. Por generaciones los ángeles y Nephilim han tratado de cambiar la situación espiritual de tu familia, sin embargo…- ella suspiro-, no sólo nosotros pretendemos modificar el linaje, Lucifago Rocafale y los Nephalem pretenden mantenerlo, consiguió permiso para hacer hasta lo imposible por lograrlo; tienen el apoyo de otros demonios y sus legiones… como Astarot y Bael, por ejemplo…
-¿Es una broma?- gemí, aún sin entender cómo es que pintaba yo en todo esto, o cómo estaba Damien relacionado con ello…
-Damien…- sonrió con complicidad, encontrando el hilo de mis pensamientos-, él es un Yvrídio, hijo de un Nephilim y un Nephalem, que opto por trabajar para tu padre…
-¿Qué son los Nephilim y los Nephalem?- pregunte, esperanzada en así encontrar la naturaleza de Damien…
-Son sólo las maneras en las que llamamos a los pura raza, de más baja categoría de cada jerarquía…- respondió ella, mirándome, encontrando en mi semblante, que necesitaría decirme más que eso-. Fueron condenados, a tener sentimientos humanos, lo cual a veces nubla su juicio y su misión… lo que los lleva, cómo en el caso de los padres de Damien, a estar juntos.
 ˃˃Esa relación dio como fruto a Devora, una humana… de raza casi pura, y a Damien, uno de los únicos dos Yvrídios de los que tenemos conocimiento…
  Trate de encontrar alguna lógica a todo lo que estaba escuchando. Si Uriel, mi padre era jefe de Damien… ¿Por qué jamás me lo había comentado?, ¿era por eso que siempre había estado pendiente de mí?... me sentí derrotada.
-Tienes que decirme más…- resollé, incapaz de mirarla, por temor a que descubriera mis contrariados sentimientos-, ¿Qué soy yo?
-Eres un Arkatho, un hibrido de arcángel- ella volvió a notar mi sorpresa y se acomodó el cabello-, eres por mucho más fuerte que un Nephilim, e igualmente inmortal. Pero por las mezclas de raza, no eres de sangre pura, por esa razón no tienes alas… están selladas en tu brazo…  Supongo que ya has visto los tatuajes.
  Jadee, recordando las veces en las que los había visto. Así que por eso Damien sabía de lo que se trataba cuando estuve hospitalizada. Otro secreto.
-¿Cuál es la diferencia entre Uriel y tú?...
-Mi querida Corina, los arcángeles están apenas un peldaño por encima de los ángeles, son guerreros, peones de sacrificio, aún existen muchas categorías delante de ellos- me dijo, aunque su tranquilidad empezaba molestarme-, las Potestades somos ángeles del nacimiento y la muerte, y nuestros superiores son las Dominaciones.
 ˃˃ La impureza de tu raza los vuelve peones divinos, piezas de sacrificio… pues son peligrosos, ya que… tienen libre albedrío, igual que los humanos; son la contraparte de los Yvrídios. Sin embargo, Corina –farfullo, como si lo que estaba a punto de decir, la enfermara-. Damien y tú, rompieron las reglas… sus partes humanas son lo que les dio la posibilidad de enamorarse, pero es algo que jamás debió suceder. Aunque él trabaje para nosotros, su naturaleza lo ata a deberles lealtad a otros. Su relación es prueba de su debilidad humana… lo suyo, inevitablemente, está destinado a morir…
-Entonces, ¿quieres decir que mi relación con Lucian no era mala?- reproche, luchando con las lágrimas que ardían en mis ojos.
  Ella negó con la cabeza, mientras yo recordaba el día en que Lucian me confeso sobre su naturaleza…
    Estábamos en el porche de su departamento, hablando tranquilamente, como pocas veces, sobre mitología griega… algo que a él le parecía sumamente fascinante y a mí… me cautivaba la emoción de que denotaba su voz.
‘’-Los mitos griegos son sólo pecados cometidos por ángeles y caídos, son el fruto de pasiones prohibidas, y deseos carnales, consecuencias de poseer cuerpos humanos y aceptar las emociones de estos…’’- afirmo con confianza, como si fuera algo que había experimentado en carne propia.
‘’-¿A qué te refieres con poseer?’’- pregunte, aunque algo por dentro me aseguraba que no quería saber la respuesta a eso…
‘’-Un ángel, o un caído… puros’’- se detuvo momentáneamente, masajeándose la sien-‘’ requieren un hospedero humano, para poder sentir algo; de otro modo son solo energía atrapada en un plano donde pueden ser vistos, pero jamás sentidos…’’
‘’-¿Cómo es que sabes todo eso?’’- inquirí, mirando como su semblante se tensaba de inmediato.
‘’-¿Crees que un demonio luciría como yo lo hago ahora?’’- pregunto, sonriendo… casi como si se estuviera burlando de mí…
‘’-Tú… ¿eres un…?’’- no hubo necesidad de terminar la pregunta, puesto que Lucian ya estaba asintiendo en mi dirección con parsimonia

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