jueves, 24 de julio de 2014

Yvridio 7


  El automóvil seguía sin detenerse. Ya habían pasado un par de horas desde que habíamos salido del departamento, las luces de la ciudad hacía tiempo que habían desaparecido, dejándonos sumidos en una oscuridad inquietante. Incluso las luces interiores del vehículo permanecían apagadas, quizá porque una buena parte del camino yo me había entregado a un sueño profundo. Sin embargo, los ojos de Damien parecían más adaptados para la oscuridad que para la luz, cosa que aun me inquietaba en ocasiones. Ya había aprendido a confiar ciegamente en él… pero aun era incapaz de ignorar su naturaleza del todo. Mi única referencia era su edad, la que aparentaba; pero no era un Nephilim, cosa que él aseguraba yo tampoco era… pero esa era lo más cercano que tenía a una respuesta sobre mi naturaleza. Por otro lado, seguía siendo un misterio para mí, mi madre seguía asegurando que era un demonio, o cuando menos un hibrido.
  Me hundí en el asiento, mirando por la ventana. A estas alturas cualquier rastro de civilización había desaparecido, siendo reemplazada por enormes e imponentes arboles que bordeaban el serpenteante camino, brindándole un ambiente aun mas tétrico a nuestro viaje. Damien estaba bastante divertido con mi confusión, pero se mantenía en silencio, esperando a que fuera yo quien dijera algo. Su perfil seguía dejándome sin aliento, y su sonrisa aun me dejaba encandilada, cosa que ahora me parecía sumamente irritante.
-¿Falta mucho?- gemí suspirando, sin dedicarle una mirada.
-Relájate, prometo regresarte en una pieza- susurro, con un toque de picardía-, si así lo deseas cuando haya terminado.
  Su carcajada fue terriblemente armoniosa, cuando el sonrojo ilumino mis mejillas como si de una bombilla roja se tratara. Mi corazón latía desbocado cuando una serie de imágenes nublo mis pensamientos. Me aclare la garganta, volviendo a fijar mi vista en la ventana, cubriéndome el rostro con el cabello.
   Las nubes anunciaban una tormenta, que llegaría más rápido que nosotros a nuestro destino, según mi perspectiva, el único que realmente podía saberlo era Damien. Abruptamente el automóvil se detuvo a la orilla del camino, junto a una vereda arbolada no había rastro alguno de otro ser viviente en kilómetros, ni siquiera insectos. La carretera iba cuesta arriba, el viento era gélido, por lo menos 5 o 6 grados más bajo de la temperatura dentro del auto, pero me resultaba agradable. Y como siempre, a Damien no parecía incomodarle en absoluto el cambio de temperatura, ni de altura.
  Si mi naturaleza me resultaba desconcertante, Damien me generaba un conflicto interno devastador…
  Abrí la puerta y camine hacia el otro lado del camino, que daba hacia un desfiladero… la caía era atemorizante, aun cuando estaba poblada de arboles, que de una u otra forma amortiguarían el impacto, llegaba un punto donde todo desaparecía tras la intensa bruma, que parecía ir subiendo poco a poco. Sonreí para mis adentros, cerrando los ojos… un suspiro escapo inconscientemente de mis labios. La mirada de Damien permanecía clavada en mi espalda, como si temiera que en cualquier momento parte del suelo cediera y yo cayera hacia el desfiladero, pero no se había movido de su sitio…
-Vamos, Cora…- murmuro, tan alto que solo yo pude escucharlo-, si quisiera matarte… no me habría esforzado en ocultar tu cadáver.
-Muy gracioso- le respondí, girando la cabeza para poder mirarlo a los ojos.
  Un lugar como este encajaba a la perfección con él. La naturaleza era tan imponente, hermosa, impredecible y con un dejo salvaje igual al suyo: esto era, sin duda, su elemento. ¿Algún día yo encontraría el mío?, me pregunte, sin deshacer la conexión entre nuestras miradas, entonces la suya me dio la respuesta: él… Damien era mi elemento. Aquello donde encajaba, donde realmente deseaba estar… era a su lado. De manera inconsciente camine hasta el auto, acortando la distancia entre nosotros, él estaba recargado contra la puerta, esperándome…
  Me aferre a su chaqueta con fuerza, y lo bese… no esperando ser correspondida, porque usualmente no lo era, a menos que fuera él quien iniciara el beso. La sorpresa y la espontaneidad no cabían en nuestra relación, o al menos no de mi parte; pero no me importo.
  Durante demasiado tiempo creí que no había lugar en el mundo al que perteneciera, había dejado Roma, a mi familia, para irme a Florencia donde encontré a Lucian y luego estaba en Paris, huyendo del caos, el temor, y el peligro. Mi madre insistía en que corría más riesgo con Damien, que sola: pero desde que me había confesado que mi padre era un arcángel, su palabra no tenía mucho valor para mí.
-Quiero mostrarte algo- susurro contra mis labios mientras me tomaba de la mano.
  Asentí y caminamos de la mano, adentrándonos a los arboles, hasta que perdí el auto de vista. Con forme subíamos el aire se volvía mas frio, y me era un poco más complicado respirar. Mi piel comenzaba a erizarse, mordí mi labio inferior, mientras miraba en todas direcciones, estaba inexplicablemente nerviosa. Damien se detuvo abruptamente, jalándome hacia su costado, tratando de cubrirme. L tensión era más que evidente, similar a cuando encontramos a Bael, o cuando vimos a Mio y Lucian juntos….
-Quédate aquí…- me dijo, muy poco convencido.
-¿A dónde vas? Le pregunte alarmada, al sentir como su mano se apartaba de la mía.
-A encontrar a ese bastardo…
  Casi tan rápido como lo dijo, desapareció. Volví a mirar a todos lados, buscando respuestas, pero el silencio taladraba mis oídos. Mi nerviosismo fue en aumento cuando perdí las señales de Damien. Saque el celular de mi bolsillo, esperando que eso me trajera algo de calma, pero fue  lo contrario ‘’Ningún servicio’’ fue lo que me arrojo la pantalla. No podía llamar a Damien, ni a casa… si algo pasaba, estábamos solo. O, estaba yo sola…
 Pensé en volver al auto, gire la cabeza para volver sobre nuestros pasos y me quede inmóvil, segura que desde algún punto, alguien me observaba. Chasquee la lengua, y m espere, a que hubiera algún movimiento, algún sonido que  revelara la posición de quien asechaba. Volví la vista hacia donde Damien se había perdido entre la maleza y con paso decidido camine hacia ahí. Pero él había sido claro, ‘’quédate’’, no me sentía capaz de no obedecerlo… si algo me sucedía, sería mi culpa y él se sentiría culpable por ello.  Eso que me vigilaba seguía sin darme una pista de su paradero. Como si disfrutara de mi impaciencia y frustración. Mire el cielo, apenas podía ver como se iba clareando por la presencia del sol. Damien y yo nos estábamos perdiendo de un  amanecer, por culpa de alguien  quien él despreciaba. Cerré los ojos y baje la cabeza, solté el poco aire que guardaba en mis pulmones y  me cruce de brazos. Eran muy pocas cosas las que compartíamos y ahora, algo no estaba arruinando el momento.
  Algo llamo mi atención, una silueta clara recargada en un árbol, era por mucho más alta que Damien, y lejos de provocarme temor, me hizo sentir un poco de seguridad… di un par de pasos hacia él, cuando un cuervo grazno con fuerza en la dirección opuesta,  gire la cabeza, esperando toparme con la mirada de aquel animal, pero no había ni rastro de su presencia.

Pero las facciones de la silueta si se hicieron más claras. Era de piel blanca, y ojos amielados. Su barba rubia le confería una edad de 35 o 40 años, pero su sonrisa le brindaba un aire de  gentileza. Me miraba fijamente, con admiración y un toque de preocupación. Vi sus labios separarse y moverse lentamente… CORRE, fue todo lo que dijo, antes de desaparecer.
-¡Damien!- grite, no sabía porque, pero esa silueta tenía razón, teníamos que irnos- ¡Damien!- volví a gritar, esta vez con más desesperación.
  Espere un par de segundos, hasta que lo escuche acercarse, me miro desconcertado, me apresure a él y lo tome de la mano. Él comprendió que yo ignoraba la localización del auto, así que tomo la delantera y me guio, jalándome un poco. Constantemente volvía la mirada hacia atrás, esperando ver aquello que indudablemente venia por nosotros.  Estaba empezando a llover, nuestros pasos estaban siendo amortiguados por la humedad de las plantas. Eso me alegro, era como si flotáramos, no cualquiera podía seguirnos. Al llegar al borde de la carretera, subimos al auto, cerró las puertas y les puso seguro. De nuevo sentí calma, pero aun mi corazón no se calmaba.
-Arranca…- susurre, dejando notar mi intranquilidad.
  Damien no dijo nada, solo arranco, al dar vuelta en U un halcón voló contra el auto, sin estrellarse contra el parabrisas. El grito murió en mi garganta, pero mi mano se aferro al brazo de Damien, cuando este luchaba por recuperar el control del volante. Quedamos a pocos centímetros del desfiladero, volví la mirada buscando el ave… pero solo vi una silueta oscura asomándose de entre los árboles, despidiéndose con un gesto de la mano. Las lágrimas rodaron por mis mejillas cuando el auto se inclino hacia el frente quedando con la parte trasera levada en un ángulo de 30 grados.
-Corina…- le escuché gritar en mi oído, Pero todo lo que podía pensar era en cómo salir de esto, vivos.
  Me aleje del auto, caminando, Damien estaba sacudiendo mi cuerpo dentro de él… mientras el Ferrari se balanceaba entre el asfalto y el desfiladero. Seguí llorando, temiendo que vería a Damien morir frente a mí, incapaz de hacer nada.
-Puedes salvarlo…- susurro en mi oído, el mismo hombre que me pidió que huyera.
-¿Como?- pregunte, sin volverme a mirarlo
-Eres lo bastante fuerte para hacerlo…
  Cerré los ojos y me acerqué al auto, cuando puse mis manos sobre la defensa, vi las manos de aquel hombre ayudándome. Ambos inclinamos el vehículo de vuelta al asfalto, y lo alejamos del precipicio. El rostro de desasosiego de Damien, me hizo sonreír. Nunca había podido lograr eso.
-No estás sola, hija…
  Desperté jadeando, en los brazos de Damien, que seguía desconcertado mirando la parte de tras de su auto.  Puse mi mano en su mejilla y me beso la frente.
-Vámonos…- susurre.
  Me soltó y se puso en marcha nuevamente, Yo me hice un ovillo en el auto, volviendo a perder el conocimiento. El rostro del hombre del bosque, era todo lo que estaba en mis pensamientos, yo lo conocía, era casi como ver a James más viejo, ese hombre no podía ser otro que Uriel: mi padre.

  El auto se detuvo frente a mi casa, vi la puerta con el rabillo del ojo, sin poder moverme. Damien salió del auto y lo rodeo para bajarme. Iba en sus brazos, y recargue la cabeza contra su pecho, el sonido de su corazón me tranquilizo...
-¿Qué carajo fue lo que paso?- escuche gemir a James, quise contestarle, pero Damien lo hizo por mí.
-No podría explicártelo de un modo que lo entendieras- la mano de mi hermano se poso en mi frente, lo que provoco un leve gruñido en Damien-, solo necesita descansar.
  Mi hermano le dejo el paso libre, y entramos sin más contratiempos. Subió las escaleras con una agilidad envidiable y abrió la puerta de mi habitación, dejándome en la cama, me miro un momento y suspiró, antes de levantarse.
-No te vayas…- le rogué, abriendo los ojos.
  Sonrió y se acomodo a mi lado, se quedo acariciando mi cabello hasta que volví a quedarme dormida. Me sentía tranquila, y feliz, aun a pesar de todo. A los pocos minutos volví a ser consciente de su presencia, y de su amenaza en el auto; mi corazón se desboco cuando me senté en la cama y lo mire… Me acerco a él y me beso, con un ferviente deseo, respuesta del mío propio; la intensidad fue en aumento en poco tiempo, la ropa poco a poco empezó a estorbar, ni siquiera importo que la puerta estuviera abierta y mis hermanos en el piso inferior. Yo lo quería a él. Sus caricias me hicieron perder el sentido del tiempo, y de donde estaba.
  Volví a despertar, esta vez tenía su cuerpo debajo del mío, cálido, terso… desnudo; finalmente pude sentirlo verdaderamente mío, mis temores habían pasado, el fantasma que me mantenía subyugada al fin había sido exorcizado. Por primera vez desde la graduación, hacia ya varios meses, estaba colmada de dicha. Sonreí al ver como su pacifico rostro descansaba en dirección al mío, ni con todo lo sucedido se veía menos magnifico, me acerque un poco más, dejando mi rostro a escasos centímetros del suyo… sus labios se curvaron en una sonrisa suave, que no demostraba esfuerzo alguno. El brazo que mantenía ceñido a mi cintura tenso su agarre y me acerco aun más hacia él.
  Peiné su cabello, rozando con delicadeza sus mejillas con la yema de mis dedos, temerosa de que un momento tan perfecto se esfumara. Situaciones así, me hacían sentir tan vulnerable, tan débil… como cualquier  ser humano sobre la Tierra; si mi deber era protegerlos… no encontraba manera, pues Damien era todo lo que yo quería, todo lo que necesitaba.
  Estaba oscuro los ruidos de los automóviles entorpecían mis, de por si desadaptados, sentidos. Metal crujiendo contra metal, estructuras porosas cediendo ante múltiples impactos. Vidrios rompiéndose en mil pedazos… todo empezaba a tornarse claro, se trataba de un accidente, en una autopista. La imagen era desgarradora, pronto los gritos tensaron mi mandíbula, haciéndome perder la calma, quise empezar a correr, pero una mano me sujeto la muñeca privándome de movimiento,
  Lo mire, su semblante era igual al que sentí en otras situaciones límite, estaba tenso y su mirada reflejaba angustia e impotencia,
-Están muriendo- sentencie, luchando contra la presión de su mano, que parecía estar soldada a mi muñeca.
-Lo sé…- entonces lo note, él no miraba el accidente, ni prestaba atención a la gente que chillaba pidiendo auxilio.
  Dirigí mi vista a donde él mantenía fija la suya. Había una figura flotando sobre la caótica escena, no parecía inmutarse por la situación. Era alto, delgado, pero con un dejo de fortaleza. El odio de Damien aumentaba en mi interior mientras yo luchaba por zafarme de su agarre, y trataba de reconocer al dueño de esa silueta. Deje de respirar cuando lo reconocí, el dueño de aquella mirada que solo reflejaba su demencia, y culpabilidad; Lucian. Negué con la cabeza, luchando ahora por distraer a Damien, sin éxito. Lucian quería matarlo, y yo me negaba a renunciar a él…
-Tienes que salvarlos…- susurro, soltándome-, es tu responsabilidad.
-No…- gemí, entrelazando mis dedos con los suyos-, no quiero. Prefiero salvarte a ti…
-No digas tonterías, Corina- murmuro, volviéndose hacia mi-, perderás todo lo que eres si no lo haces… serás mortal.
  Lo mire a los ojos en silencio, mi corazón latía con una extraña normalidad. Siempre vi mi inmortalidad como la capacidad de ayudar a otros, el no hacerlo iba en contra de mis ideales. Por otro lado, renunciar a Damien, era descabellado y me parecía estúpido; yo sabía si su cuerpo mortal moría, jamás volvería a verlo, podría sentirlo… pero necesitaría un nuevo hospedero para regresar...
-Debes hacerlo…- insistió, acariciando mi mejilla, sonriendo.
  No importaba mi estado de ánimo, ni la impaciencia de mi corazón; su sola presencia bastaba para serenarme, era una habilidad que solo Damien poseía. La habilidad de brindarle paz a mi alma.
  Asentí, nada convencida… pero aceptando mí derrota. Aunque muy en el fondo parecía conocer el desenlace de esta historia.
-Bésame…- le rogué, tomándolo de las manos.
-Tú siempre poniendo condiciones- rio, sin rastro de alegría.
  Se acerco a mí, alzando mi rostro con su mano. Me beso, tan suavemente como siempre. Lo había hecho, dejándome mareada, perdida y deseando más.
-Anda, ve- murmuro contra mis labios-. Cuidado.
-Ten cuidado tú- respondí. Su sonrisa volvió a ser armónica con su rostro, como si le hubiera dicho algo divertido.

  La decisión estaba tomada, pero si me apresuraba podría ir a alcanzarlo, podría ayudarle. Me negaba a que Lucian arrancara a Damien de mi vida, lo mataría si lo intentaba… me repetí mentalmente, una y otra vez. Me apresure a llegar al sitio del accidente; la imagen era desgarradora, había cuerpos desarticulados desperdigados en todas direcciones, heridos, dolor y llanto. Me quede inmóvil, sin aliento.  Volví la mirada al cielo, buscando a Damien, cuando una pluma negra cayó en mi dirección. Esto no era bueno, gemí mientras alzaba la mano para alcanzarla. Mis ojos se enfocaron en la imagen de Lucian y Damien, mis brazos cayeron a mis costados cuando vi como la espada de Lucian atravesaba a Damien por el pecho, saliendo sin esfuerzo por su espalda. Las lágrimas rodaron violentamente por mis mejillas cuando quise moverme para alcanzarle. Un segundo más tarde, su cuerpo inconsciente caía al suelo rápidamente; insistí en dejar la escena, muriera quien muriera, pero mis piernas parecían estar hechas de plomo, y me mantenían quieta en el mismo sitio. El gruñido de desesperación murió en mi pecho, cuando la mano de James sacudió mi hombro, el peso de mi cuerpo desapareció, como si hubiera cambiado la carga con mi hermano. No tuve tiempo ni de mirarle en agradecimiento, me precipite en llegar a Damien.
  Rodee su cuerpo con mis brazos, luchando por frenar la caída, sin éxito. Ambos caímos aparatosamente contra el suelo, haciéndolo que se cimbrara por el impacto. Inmediatamente revise sus heridas, cuando descubrí que sus labios se torcían en una sonrisa, que ocultaba su dolor; murmuro algo inaudible. Su rostro pálido embargaba mis sentidos, cuando su mano se poso en mi mejilla unos segundos, antes de caer a su costado. Nuevamente una oleada de lagrimas anego mis ojos, lo abrace contra mi pecho, tan fuerte como pude, esperando que reaccionara, me negaba a aceptar que Damien… estaba muerto…
  Desperté nuevamente jadeando, sentándome violentamente en la cama, limpiándome el sudor de la cara y estrujándome el cabello. Mi corazón seguía desbocado y en mi cabeza seguía sellada la imagen de Damien, muerto en mis brazos… Había comenzado a llorar de nuevo, lo cual me pareció ilógico, solo había sido un sueño, pero la sensación de pérdida era insoportable; lo sentí enderezarse detrás de mí, sin hacer ruido quito el cabello de mi hombro y lo beso. Eso disminuyo el frenesí de mi corazón, no necesitaba más pruebas de que todo había sido culpa de mi imaginación; sin embargo, no pude evitar girarme y abrazarlo. Rodee su cuello con mis brazos, hundiendo mi rostro en él. Sus manos acariciaron mi cabello y espalda, sin emitir palabra, como si esperara a que lograra calmarme. Mi llanto fue en descenso conforme transcurría el tiempo, hasta que se convirtió en un suave murmullo. Con su mano derecha limpio mis lágrimas, intuyendo que no hablaría, ni él tampoco.
-Estamos solos…- me susurro, mirándome fijamente.
  Dos palabras, emitidas por sus labios, fue más que suficiente para hacerme olvidar mi sueño, siendo brutalmente golpeada por la realidad. Estaba desnuda, frente a él… totalmente descubierta.
  Gemí, tapándome rápidamente con la sabana, provocándole una sonrisa burlona.
-Me gustaba más esa vista- decretó, mientras se levantaba de la cama con descaro, imponiendo su cuerpo completamente desnudo.
  El rubor subió a mis mejillas, mientras le miraba estupefacta, incapaz de apartar la mirada. Hacia menos de un par de horas me había entregado a él sin reservas. Me obligue con desgana a cerrar los ojos, negué con la cabeza, reviviendo los recuerdos de cada beso, de cada caricia… gemí… yo había gritado, gemido y suspirado con toda mi capacidad pulmonar; mire su espalda, que no reflejaba ningún tipo de tensión, las marcas de mis uñas estaban totalmente teñidas de rojo. Damien camino hasta el baño, haciéndome una seña para que lo siguiera, a la que decline con un bufido, esperando que lo interpretara.
  Cerró la puerta tras de sí, y me levante apresurada, enfundándome en la primer prenda que encontré, que pudiera cubrirme. Pensar en que mis hermanos pudieran haberme escuchado, me hacía sentir un vuelco en el estómago, baje las escaleras rápidamente, esperando que en cualquier momento alguno de mis hermanos me sorprendiera… pero no sucedió. Llegue al final, y mire hacia todos lados, la planta baja estaba desierta; entre a la cocina y vi un trozo de papel en la barra, lo tome e inmediatamente reconocí la letra de Victoria. Perdí el aliento al leer el único párrafo…


Subí a buscarlos para salir a comer, su situación era bastante comprometedora. Me encargo de tus hermanos. Me alegra que seas feliz nuevamente.
                                 V.
 
 






  Tuve que aclararme la garganta varias veces, y beber agua para poder calmarme, y recuperar el habla. Aproveche el chorro de agua para enjuagarme la cara, me enderece y me tope con mi reflejo en la ventana. Seguía siendo yo, pero mis ojos tenían una chispa distinta, un dejo de picardía que hacía años no tenía. Reí mientras me acomodaba el cabello, era extraña la sensación de placer que comenzaba a recorrerme el cuerpo, pero era sumamente agradable…
  Escuche el sonido de las escaleras, y me acerque al refrigerador para sacar algo que cocinar, empezaba a sentir hambre, quizá Damien también la tenía, imposible saberlo. Encontré lasaña y me gire al microondas para calentarla.
  Mi sueño volvió a poblar mi mente, aun estaba intranquila por haber soñado su muerte… pero recordé el motivo real por el que había perdido el sentido… en primer lugar, salvar a Damien y a mí del precipicio, con ayuda de un ángel… o un arcángel… mi padre. Finalmente había logrado verlo, y había resultado todo menos lo que yo esperaba, la sensación de calma que irradiaba, rivalizaba con la de Damien…
-Ten cuidado…- me susurro al oído, antes de besarme la nuca.
  Di un salto por la sorpresa, lo mire de reojo, lucía sereno… como de costumbre. Sonreí, nada rivalizaba con lo que Damien significaba para mí.
 

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