domingo, 14 de agosto de 2011

Capitulo Final. 6.- Ángel.

  Mi cuerpo no llego a tocar el suelo, pero ya no había mas dolor, y la oscuridad parecía estarse disipando lentamente; yo no me movía, pero tenia la ligera sensación de que si lo hacia, como si algo o alguien más me cargara. Pude reconocer olores, e incluso degustar algunos sabores; por lo que supuse que mi boca estaba entreabierta.
       -¿Cómo esta?- pregunto la alarmada voz de mi madre.
       -Esta muy bien, creo que mejor de lo que pensé- susurro Christina muy cerca de mí.
  Había una cálida mano que no se apartaba de mi rostro, y otra que se aferraba a mi mano. Sentía muchas presencias a mí alrededor, ninguna era malvada, no como las que había sentido en aquel lugar oscuro.
       -¿Dónde estaba, Ian?- inquirió la débil voz de Lía.
       -Mirey la encontró, simplemente apareció… flotando en el aire- susurro Ian con cautela-. Sostenía por… algo que bien pudieron ser alas.
  ¿Alas?, ¿era una broma?, ¿no estaba muerta?... ¡Que alegría!, tuve una gran necesidad de levantarme y abrazar a Ian, pero no podía moverme; no estaba segura de donde estaba cada una de mis extremidades. Quise buscar algún indicio de las fracturas que había tenido, alguna herida expuesta a lo largo de mi cuerpo, pero no había nada; ¿Qué había pasado? Tampoco podía recordar lo que había pasado, solo recordaba el dolor y los pasos.
       -Por lo menos esta bien, completa…- inquirió Sara, reconocí en su voz que había llorado, pero no comprendía por que ninguno parecía asustado con mi aspecto físico.
  Tenia que verme terrible, casi deshecha, llena de colmilladas, totalmente irreconocible. Pero todos se escuchaban, y sus auras denotaban una profunda y verdadera felicidad. ¿Cómo pudo haber pasado algo así?, era casi imposible que sobreviviera con tantas heridas y después de perder tanta sangre. Aun así estaba feliz de estar viva, y junto a las personas que yo más amaba.
       -Aunque no me caiga muy bien…- murmuro Mirey con cierto desprecio-; no soportaba la idea de que se fuera.
      -Algo debió pasar- tercio Aarón, dirigiéndose a alguien que no reconocí.
      -Ese estado de pureza, fortaleza y armonía solo lo eh visto una vez- reconoció una voz aterciopelada y serena-. Y fue en alguien que murió violentamente, pero aun no era su momento, y regreso
  ¿Regresar?, ¿entonces si había muerto?... ¿Por qué regresaría?, la única respuesta que encontraba era que había sido por el amor que le tenia a Ian, y porque aun no cumplía mi propósito en la vida. ¿A quien le importaba?, yo tan solo quería  despertar y abrazar a Ian, no tenia ni quería imaginar el calvario por el que había pasado durante mi ausencia; tan solo quería abrazarlo, sentirlo cerca… que volviéramos a ser una sola persona, como lo éramos al estar juntos. Lentamente me di cuenta de donde estaban mis extremidades, pero parecían mucho más livianas que la última vez, era como si apenas existieran.
  Todos se alejaron, salieron del cuarto, solo la presencia de Ian permaneció a mi lado. Lo amaba tanto, que estar con él alejaba cualquier recuerdo de lo que había pasado con Kristen y Michael. Me esforcé por abrir los ojos, pero solo logre apretar su mano; él dio un respingo y me devolvió el apretón.
       -¿Amor?- susurro con dulzura, recorriendo mi rostro suavemente.
       -Ian…- murmure, sin abrir mucho los labios, lo sentía un poco entumidos… al igual que todo el cuerpo-. Amor…
  Pude abrir los ojos y girar la cabeza hacia donde sentía la calidez de su mano; me tope con su torturada mirada aguamarina, el color de sus ojos parecía haberse intensificado dos o tres tonos por la preocupación, pero seguían siendo igualmente bellos, y yo me seguía sintiendo atrapada en ellos. Me ayudo a sentarme en el improvisado catre, manteniendo uno de sus brazos fijos a mi espalda para evitar que me cayera.
       -¿Dónde estoy?, ¿Qué paso?- le pregunte, mirándolo a los ojos.
       -Te atacaron, suponemos que fue Michael… pero no estamos seguros- me respondió rápidamente-. ¿Cómo te sientes, cariño?
       -No, no fue Michael… ayudo, pero no fue él- gemí, recordándolo todo, mi mente fue asaltada por una innumerable cantidad de imágenes, cada una mas aterradora que la anterior, y negué con la cabeza… dejando fluir algunas lagrimas-. Kristen…
       -¿Kristen?- inquirió él, confundido-. Ella esta…
       -¡No!, no lo esta- lo interrumpí, sin poder mirarlo-. Esta viva, pero no es humana… su padre, ella es… una quimera…
  No podía parar mi llanto, todo era tan difícil, me sentía tan impotente; recordé mi muerte en ese instante, junto con la llegada de Ian, su beso a mis labios fríos y carentes de vida; Mirey no me había encontrado, eso le habían dicho a mi madre porque ella no entendería que Ian dio parte de su vida para salvarme. No, no, no…repetí en mi cabeza, yo tenia que morir para que los dejaran en paz, ahora ellos volverían… me matarían de nuevo…
       -No quiero morir- repetí en voz alta, aferrándome al cuerpo de Ian.
       -Ya no pueden hacerte daño- me dijo, con una seguridad impresionante mientras acariciaba mi cabello-. No pueden, ni siquiera tocarte, amor.
  ¿De que hablaba?, cualquiera podía tocarme… él lo estaba haciendo, ¿tenia algo que ver con lo que había dicho Raven?, ¿con que yo me había vuelto totalmente pura? Era una tontería, yo solo había muerto momentáneamente, ¿no? Ian no había sacrificado parte de su vida para que yo volviera, él… él no podía, él tenia que vivir conmigo, a mi lado… por siempre. Me lo había prometido. Estreche mi abrazo, sintiendo como una a una mis lágrimas humedecían su playera; no sabia que tan mal podía encontrarse luego de su encuentro con Michael, pero en ese momento solo pensaba en cuanto tiempo estaríamos juntos. Lo mire a los ojos, y luego desvié la mirada hasta sus labios, del lado derecho tenia un cardenal purpureo, que ensombrecía su dulce sonrisa.
       -Te han hecho daño- dije, tratando de no sobresaltarme.
        -No es nada- sonrió, como si le restara importancia, debido a lo que me habían hecho a mí.
       -Déjame, permíteme curarte- le pedí sin dejar de mirar sus ojos.
  Bese el lugar dañado suavemente, tratando de no lastimarlo; hubo una especie de conexión, sentí sus pensamientos con claridad, así como sus sentimientos. Luego hubo un pequeño intercambio, su labio se alivio inmediatamente, pero el mío adquirió el daño; sin embargo, mi cuerpo lentamente lo sano y en un para de segundos ambos estábamos completamente curados.
       -Natalia…- susurro Ian mirándome a los ojos-. Pensé que te perdería…
       -Yo creí que jamás volvería a verte- admití, ignorando el nudo en mi garganta.
  Sus labios se aproximaron a los míos con cautela, mientras sus manos se movían despacio en torno a mi cuerpo, me trataba con mucho más cuidado que antes, aunque yo me sentía mucho más fuerte que nunca; mi boca se trabo con la suya en un pequeño beso. Un beso que lo fue todo; todo cambio, había sido como una unión sagrada, una comunión extracorpórea de nuestros cuerpos, nuestros pensamientos y nuestras almas. Finalmente lo habíamos logrado, éramos una sola persona, en dos cuerpos distintos; era la unión perfecta, algo que nunca nadie habría podido lograr. Sonreí abrazándolo por el cuello, permitiendo que su luz me embriagara, así él se embriagaba con la mía; ¿Cómo podíamos amarnos tanto?, no lo sabia, no quería saberlo tampoco… Todo era tan perfecto, un momento increíble, que solo nos pertenecía a nosotros dos; y ahora ya nada, ni nadie podía dañarnos mientras nos perteneciéramos mutuamente, y al alejarse uno, moriría el otro… y no importaba.
  Ambos salimos del pequeño cuarto, no tenía idea de donde estábamos, pero no parecía un avión, era más bien una casa. ¿Cómo llegamos ahí?, ¿Cuándo sucedió?, ¿dormí tanto tiempo? Me tambalee, o al menos esa fue la sensación, ya que di un respingo al ver que mis pies apenas rozaban el suelo… era como si la ley de la gravedad no me afectara en lo más mínimo. Pero aunque flotaba unos milímetros sobre el suelo, no era más alta que Ian, y é seguía pegado a mi menudo cuerpo, con ademan protector.
       -¿Raven podrá explicármelo todo?- le pregunte a Ian, antes de que abriera la puerta de doble hoja que había frente a nosotros.
       -Lo hará, cielo- me respondió acariciando mi mejilla-. Él sabe más cosas que ninguno de nosotros, y sabe, más o menos lo que te pasa.
  Asentí con la cabeza y él beso mi mejilla. La puerta nos brindo el acceso al imponente salón. Del techo colgaban un par de enormes lámparas ornamentadas por miles de cristales que reflejaban un arcoíris entre sí; los enormes ventanales estaban enmarcados por unas pesadas cortinas de lino blanco… que ondeaban a la par del viento; un par de paredes estaban tapizadas con libreros… tan altos como el techo mismo, todos abarrotados de libros viejos y nuevos, en varios idiomas; el otro par estaba empapelado con una ornamenta renacentista, flores y guirnaldas de hojas extremadamente detalladas. No solo Ian me había parecido hermoso cuando abrí los ojos, ahora todo parecía mucho más claro, más nítido… todo era tan puro y armónico que me hizo sentir en casa.
  Hasta ese momento, la única persona que había visto era Ian, pero ahora… en los sillones que estaban dispuestos alrededor de una mesa para té, estaban sentados algunos miembros de la Alianza. Sara se veía mucho más esbelta de lo que recordaba, sus cabellos caían en cascada por su espalda, sus ojos refulgían con poder y tenacidad, su exterior poderoso y a la vez indefenso iba bien apareado con Aarón; él se veía atento, su mirada color ocre era más bella de lo que jamás note, su exterior musculoso era solo una careta para su interior sensible; Christina se veía tan delicada y al mismo tiempo tan capaz, sus ojos verdes miraban a Matt con una ternura envidiable; Matt parecía un mártir, pero la forma en que miraba a mi mejor amiga era tan dulce, como si no hubiera alguien más en su vida, como si Christina fuera el principio y el final de su vida; Isaac lucia tan elegante, como una pantera vigilante, esperando cualquier estimulo para saltar, su mirada felina estaba fija en mí y eso me hizo ruborizarme; Mirey… era toda una beldad, morena, cuerpo soberbio… envidiable sin duda; Gabriel parecía un tanto débil, pero yo sabia que no lo era, solo esperaba el momento perfecto para hablar o atacar, era como un refuerzo en una manada de lobos, el que llegaba de atrás para dar el golpe final. Mi mirada se paseo hasta cruzarla con la de Raven, ya lo había visto antes, pero no con tanto detenimiento; no parecía humano, estaba segura de que no lo era, él era algo más. No solo su exterior me hacia pensarlo. El cabello negro azulado, muy por debajo de los  hombros, extremadamente lacio: la piel nívea, sin ninguna mancha o imperfección; tenia los ojos de un color extraño, similar al violeta, pero denotaban una sabiduría increíble. Me sentí pequeña al verlo, torso con una musculatura atractiva, los brazos marcados, y vestía con mucha propiedad, aunque pareciera sacado de una película basada en el siglo XVIII.
  Sonreí cuando Ian se sentó y me acomodo en su regazo, todo era una experiencia nueva para mí, nunca había pasado por algo así; me sentía como una niña pequeña rodeada de juguetes nuevos, nuevas sensaciones y nuevas experiencias. Me sentía muy feliz, además de muy interesada en todo lo que me rodeaba; pero luego algo capto mi atención, el ambiente ahí dentro no era muy acogedor, todo parecían tensos y muy preocupados, aunque yo no entendía el porque; sus rostros lucían demacrados, como si se hubieran consumido con el tiempo. ¿Cómo podía saberlo?, no sabia que había sucedido desde que me desmaye en aquel lugar oscuro, no podía recordar más, ni siquiera cuando ellos llegaron a salvarme, no sabia nada de lo ocurrido.
     -¿Ian?- susurre en su oído-. ¿Qué esta pasando?
      -Solo están un poco confundidos- respondió él, acariciando mi rostro-. No te preocupes.
     -Es que… pareciera que todos están enojados conmigo- admití sin atreverme a volver a mirarlos-. ¿Doy miedo?
     -Claro que no, tonta- sonrió mirándome-. Solo que no saben como es que regresaste, todos le temen un poco a lo que no conocen.
  Le di la razón con un ligero gesto, él tenia razón, solo era miedo a lo desconocido, incluso yo sentía un poco de miedo con respecto a mi misma; porque no entendía porque me había pasado algo así, ignoraba si era algo normal, solo sabia que estaba con Ian y era todo lo que me importaba. Y no podía culparlos a ellos, tan solo mostraban su desconfianza frente a lo que ignoraban y era una reacción totalmente normal en un humano común y corriente.
  Raven me miraba con escepticismo, mientras Christian y Sara se mantenían en silencio, todo era tan confuso, yo… me sentía algo incomoda estando frente a tantas miradas confundidas y expectantes; me arme de valor para encarar a Raven, no podía ser tan difícil o, ¿si? Él no podía ser tan malo como aparentaba serlo, si Ian me había asegurado que me ayudaría a saber lo que me había pasado, yo le creía y estaba ansiosa por saberlo. Él sonrió y se aproximó a donde yo estaba, tomó mi mano con delicadeza y cerró los ojos.
  Ambos nos sumergimos en un abismal océano oscuro, que pretendía engullirnos junto a sus corrientes, pero Raven no se inmuto, parecía poder respirar bajo el agua y yo seguía con miedo de intentarlo; sentía que el agua entraría a mis pulmones, los saturaría y el ardor de sentirme sofocada se apoderaría de mí. Lo cierto era que, tenía mucho miedo de la muerte; aunque no recordaba la sensación exacta.
       -Vamos, inténtalo- susurro él con una sonrisa-. No tengas miedo.
  Su mano se extendió frente a mí y yo la tomé, temerosa, no sentía miedo alguno al estar con él, parecía tan capaz como Ian de cuidarme y protegerme sin importar el enemigo; respire hondo, dándome cuenta de que, aunque estábamos debajo del agua,  lo que respiraba no era otra cosa mas que aire puro. Podía moverme como antes, sin el peso de las ataduras físicas, ósea sin estar bajo la influencia de la gravedad, me sentía libre  y completa, enteramente viva. Más viva que nunca.
       -¿Dónde estamos?- le pregunte mientras lo soltaba, para poder vagar por ahí libremente.
       -Es tu subconsciente…- respondió con serenidad.
       -¿Qué hacemos aquí?- inquirí, buscando cualquier cosa que llamara mi atención.
       -Descubro en que te haz convertido- contesto, cerrando los ojos, liberando algunas burbujas-. Cualquiera diría que eres un ángel, por tu armoniosa aura, pero lo cierto es que nos tienes completamente desconcertados.
       -No lo entiendo…- admití, mirándolo con seriedad.
       -Se supone que debiste morir…- afirmo sin moverse-, Ian te encontró deshecha totalmente, en medio de un charco de sangre; y tú, simplemente te levantaste.
  Eso no era normal, incluso teniendo en cuenta que Kristen se había convertido en una quimera, no era normal que alguien que había muerto se levantara como si nada hubiera pasado, su cuerpo se reconstituyera como el electrolito de una batería; lo que me había pasado se salía  totalmente de los parámetros normales. Mire el inexpresivo rostro de Raven, buscando alguna emoción o explicación, pero cada pensamiento mío retumbaba en aquel lugar, como un eco lejano; esto era demasiado para mí, aunque debí haberlo supuesto…  Raven admitió que nos encontrábamos en mi subconsciente, no en el suyo, por eso mis pensamientos sonaban en voz alta, en ese lugar mi cabeza no estaba a salvo de ningún curioso.
       -¿Lo que soy es bueno o malo?- volví a preguntar, era válido y tenia todo el derecho de saberlo, sin mentiras y sin rodeos.
      -Por lo que hemos visto hasta ahora, es algo bueno… quizá algo mucho mejor que solo bueno- contesto abriendo los ojos-. Solo Ian puede saberlo con exactitud.
     -¿Ian?- resollé con sorpresa-. ¿Por qué?
     -Tú lo curaste con un beso, solo él puede saber si eres mala o no…- susurro mirándome directamente a los ojos-. Tu beso, los ah unido… en un lazo que ya no podrá disolverse, aunque uno, otro o los dos mueran. Es una unión sagrada que no puede romperse.
  Asentí lentamente, entonces no había sido solo una sensación mía, ese beso significaba más que solo un simple beso, yo le había probado mi amor de una manera limpia y totalmente sencilla, y él me había respondido de la misma forma. El amor no era el sacrificio de ninguno, era el esfuerzo de uno por apoyar a otro a ser lo que es verdaderamente. Sonreí, ya no había nada que nos separara, ni siquiera el odio de Kristen…
  Kristen, repetí en mi mente; el agua del lugar comenzó a ennegrecerse y de ella unos enormes brazos comenzaron a emerger, tratando de capturar algo que no podían encontrar, yo solo miraba a Raven moverse, esquivando cada embate en su contra; no podía moverme, un sollozo salió de mis labios, al mismo tiempo que un par de lágrimas humedecían mis mejillas. Ella me había matado, ella había terminado con mi vida, ella me había convertido en esto, ella, ella, ella… yo tenia, mi deber era, yo había regresado… para matarla. Cubrí mi boca con ambas manos, yo no podía… aunque sabía que tenía que hacerlo, no me sentía capaz; no por la  falta de fuerza, ahora podía ver que no era lo que me faltaba, lo que me faltaba era valor… un valor que dudaba mucho volver a encontrar.
  Negué con la cabeza repetidamente, sin alejar las manos de mis labios y sin parar de llorar; los ataques incrementaban, las manos ya no estaban formadas solo de agua, ahora también había una desconocidas, que habían salido de la nada… eran transparentes y arremetían violentamente contra el cuerpo de Raven. No podía pedir que se detuvieran, no me obedecían, o lo estaba pidiendo mal; caí de rodillas, apoyando una mano contra el suelo de agua que había bajo mis pies. No, no… yo no puedo hacerlo, no puedo gemí mentalmente, mientras trataba de calmarme; mi respiración se volvía acompasada con cada segundo, pero un estridente grito taladro mis oídos. Raven había sido capturado por uno de aquellos malévolos entes y ahora todos los demás se dirigían a su dirección, él iba a morir, nada podía salvarlo… nadie más que yo, y yo no sabía como hacerlo. Me mordí el labio inferior, tomando enormes bocanadas de aire. Las manos comenzaron a desaparecer, como si hubieran estado hechas de algún tipo de cera, estaban derritiéndose, liberando a Raven de la presión que ejercían; no supe como llegue a su lado y sostuve su caída o como logre sostenerlo en el aire, pero lo hice.
       -¿Raven?- susurre intentando hacer que reaccionara-, ¿Raven?
  Repetí su nombre varias veces sin recibir respuesta, entonces empecé a ser consciente de una serie de sonidos, paredes cayendo a pedazos, crujidos de madera, gemidos de dolor, un cristal hecho añicos… Abrí los ojos de golpe, la imagen fue aterradora; el salón donde había estado con Ian, totalmente consciente, estaba destrozado. Los cristales de la ventana habían estallado, las cortinas estaban totalmente agujereadas de los impactos de los trozos de vidrio; las paredes parecía que algo había pasado por el centro de ellas, destruyéndolas, partiéndolas a la mitad; el suelo estaba lleno de agujeros como si una mano gigante lo hubiera golpeado repetidas veces; busque con la mirada algún signo de vida, y logre escuchar varios latidos frenéticos y luego como algunos escombros se movían para darle espacio a los que brotaban de ahí, llenos de rasguños o heridas muy leves. Raven estaba en el suelo, en la pared que estaba sobre él había un enorme surco, su cuerpo estaba perfectamente plasmado ahí, y luego una mano enorme, que parecía haberlo golpeado…
  Volví a llorar, esa había sido yo, nadie más, yo los había lastimado… no intencionalmente pero lo había hecho; sentí un repentino descenso de energía, todo se volvió borroso. Lo último que vi fue el suelo, y la expresión dolida de Ian…
  Abrí los ojos lentamente, percatándome de que la luz me quemaba un poco los ojos, Ian lo noto y cerró la cortina. ¿Cómo podía estar a mi lado después de lo que hice?, lo mire y trate de hablar, pero ninguna palabra salido de mi garganta; me enderece, ¿Por qué no podía hablar?, volví a intentarlo pero mi garganta seguía negándose a cooperar, Ian acaricio mi rostro al ver la desesperación en mis ojos.
       -Todo estará bien, Raven esta bien… solo tiene algunas fracturas- me dijo con ternura, sin apartar su mano de mi cara-. El resto esta excelente, ninguna herida de gravedad… y el salón tiene remedio; nadie esta molesto… todos están preocupados por ti, amor…
  Ian, amor… susurre, nada iba a estar bien. Sus ojos se llenaron de lágrimas, obstruyendo su campo de visión; él estaba desesperado al verme consciente, moviéndome pero siendo incapaz de hablar. Lo abrace, al menos no lo sabría… no sabría que mi único objetivo era matar a Kristen; no sabría que nada esta estaría bien hasta que ella muriera, no solo por lo peligros que pudiera ser Kristen, ahora también yo era una amenaza y mi amado Ian no tenia porque saberlo. Hundí mi rostro en la curvatura de su cuello, aspirando su olor; todo lo que me quedaba era aprovechar cada segundo a su lado, esperando pacientemente a que llegara mi momento para atacar…
  Oh, Ian… ¡Te amo! Grite mentalmente, besando su oído…
  Ahora era mi turno de protegerlos a todos, y lo haría, sin importar el precio; ahora estaba mas metida en este problema que nunca…
       -Te amo, Natalia…

5.- Latente.

  Christina se desasió del abrazo de Matt y se precipito a mí con paso firme, todo sucedió demasiado rápido, tanto que nadie pudo predecir el movimiento y por ello nadie trato de impedirlo. Christina me dio una bofetada con dureza, y luego me abrazo rompiendo en llanto, dejándonos a todos confundidos y sin palabras; la abrace sigilosamente, escuchando como sollozaba en mi oído izquierdo. Era mi mejor amiga y debía comprender su molestia, yo me había marchado sin pensar que lo que ninguno de ellos pudiera pensar, fui cobarde y me había ganado esa bofetada; el hormigueo de mi mejilla era solo un ligero escozor, comparado con el calvario que debí haberlos hecho pasar, lo peor era que no sabia como remediarlo. Al abrazo que nos dimos Christina y yo, se nos unió rápidamente Sara, gimoteando sin cesar, ahora me sentía más culpable, pues no solo había preocupado a Ian al irme, Chris y Sara también habían sufrido. Me sentía tan idiota, había pensado que al irme todo en sus vidas volvería a la normalidad, pero… ¿con que derecho lo pensaba? Mi vida jamás iba a volver a ser la misma de antes, ¿Por qué pensé que la suya si?, ellos eran tan parte de mi vida como yo de la suya, y al pretender desaparecer de esa forma lo único que había logrado era preocuparlos excesivamente y, ahora, también los había orillado a huir de dos condados, o quizá incluso hasta del país; por mi estúpida ignorancia habíamos llegado hasta ese punto. Ian no tenia la culpa de la locura de Kristen, así como nadie tenia la culpa de que Michael fuera el medio hermano de Kristen… un hermano que la protegería, igual o mas de lo que me protegía a mí cuando éramos buenos amigos. Me levante de las piernas de Ian para poder abrazarlas a ambas, les debía una disculpa tan grande, que no encontraba las palabras correctas para comenzar; las lágrimas acudieron a mis ojos con benevolencia y bajaron en tropel por mis mejillas, alojándose descaradamente en la blusa de Christina, que era varios centímetros más alta que yo…
  Era un momento mágico que pasaba bajo las atentas miradas de todos lo que nos rodeaban, probablemente todos estuvieran felices con el reencuentro, pero dudaba mucho que Mirey lo estuviera, ya que siempre anhelaba ser el centro de atención. Mirey carraspeo la garganta y nos miro con desprecio.
        -¿Podríamos dejar los gimoteos para después?- chillo mirando a Aarón fijamente-. Ya tendrán tiempo de cursilerías cuando hayamos llegado.
       -Mirey…- la reprendió Isaac, mientras nosotras nos secábamos las lágrimas y volvíamos a nuestros lugares; Mirey sonrió con suficiencia y miro a Isaac con serenidad.
       -Si, dime…- susurro con sensualidad.
       -Déjalas en paz, que tu no tengas amigas que se preocupen por ti… no es culpa de nadie, mas que tuya- argumento Isaac sin amedrentarse por la mirada asesina que le lanzaba Mirey.
  Todos sonrieron con cinismo al escuchar las palabras de Isaac, mientras Mirey los fulminaba a todos sosteniendo una mueca de disgusto que me erizo la piel; Ian abrazo mi cintura, ocultando su rostro en mi espalda para poder reír sin ser visto por Mirey.
       -Pueden irse al demonio entonces- gruño ella alejándose varios pasos de Isaac-. Hagan esto solos, ojala Ernesto los encuentre a todos… empezando por ti, niñita mimada… que necesita ser protegida por los demás ya que no sabe cuidarse sola- murmuro ella mirándome fijamente a los ojos-; haber que haces tu sola contra cualquiera que trabaje para la Hermandad, haber si te sigues guiando por tus estúpidos instintos infantiles.
  Mirey se fue maldiciendo por lo bajo, mientras todos la miraban desaparecer al pasar junto al ala del avión, luego todas las miradas se enfocaron en mí. Mi cuerpo temblaba e Ian intentaba tranquilizarme por las palabras que Mirey había escupido en mi cara para menospreciarme.
       -Amor, no te preocupes… ella miente- me dijo Ian al oído.
       -No, no lo hace…- respondí levantándome y apoyándome en la mesa donde había estado Mirey-. Ella, aunque me pese aceptarlo, tiene razón… yo no puedo hacer nada contra ellos, injustamente son ustedes los que se arriesgan para salvarme; aun después de que hui de Baltimore tan cobardemente…
     ‘’Díganme tan solo una cosa, ¿Qué voy a hacer si les pasa algo por mi culpa?, saben que jamás me lo voy a perdonar, y saben también lo injusto que es eso… yo- yo…- susurre mientras tragaba el nudo que se formaba en mi garganta-, tengo que aprender a defenderme, para poder ser de utilidad para ustedes, me necesitan tanto como yo a ustedes. Ignoran cuantos miembros tenga la Hermandad, tan solo intuyen que sin cientos, pero eso nos les consta… y ustedes no llegan ni a 30… no hay posibilidades…
       -¿Y tú crees que tu muerte ayudara?- agrego Aarón con parsimonia-. Si lo piensas de ese modo, estás muy equivocada, quizá al filo de la navaja salga lo mejor de cada persona… pero piensa en Ian un segundo… Él ya te creyó muerta una vez, muy a penas logro salir del estupor por la llamada de Kristen, ¿Qué hará si mueres realmente?, piénsalo a la inversa, ¿Qué harías tú?
  Enmudecí mirando a Ian fijamente, las lágrimas salieron nuevamente de mis ojos, empapando mis mejillas sin piedad; era la primera vez que escuchaba a Aarón hablando de esa forma, jamás hubiera pensado que él atesoraría tanto el amor y a las personas que amaban y eran amadas. Pero tenia razón, era elocuente en lo que decía, yo no lo había creído muerto nunca y el solo imaginarlo hacia que me ardiera la garganta, que anunciaba la llegada de más lágrimas; siempre había sido independiente y nunca me resigne a que alguien más cuidara de mí si yo me sentía capaz de cuidarme sola, pero esta vez tenia que ceder a las palabras de Aarón, porque tenia razón, sin importar cuanto me negara en aceptarlo. Suspire, tenia razón… la tenia, pero ¿Por qué no se podía en mi lugar?, ¿Qué haría él si Sara se fuera a pelear al frente y él se viera obligado a quedarse?, Sara daría lo mejor de si misma para mantenerlo a salvo, pero… ¿si fallaba?, ¿si perdía la vida en el proceso? Esas preguntas no tenían respuesta, había una vaga que rondaba mi cabeza, él no estaría a gusto y mucho menos tranquilo con ello; querría ayudarla de una u otra forma, daría su vida por ella… si importar lo que a él pudiera pasarle. Eso era amor, aunque sonara mucho a Romeo y Julieta; cuando dos personas se aman, una es completamente capaz de dar su vida por la otra, y viceversa. Ninguno de nosotros podía imaginarse el dolor de perder a la persona amada, y todos lo sabían.
       -Mentira- murmure encarado a Aarón-, ¿tú estarías tranquilo quedándote mientras Sara se va y pelea sola?
      -No- respondió secamente.
      -Se que tú, al igual que yo… preferirías mil veces sacrificarte por ella, que permitir que se marche sola a una muerte segura- insistí, tomando la mano de Ian-. Ian sabe cuanto lo amo, y también sabe que yo jamás permitiría que le pasara algo si puedo impedirlo, no importa lo que a mi pueda pasarme. Estar separados no es bueno para ninguno de los dos.
  Aarón sonrío mientras nos miraba a ambos, finalmente parecía comprender que no existía la manera de lograr que yo cambiara de opinión, iba a pelear, les ayudaría, aunque muriera en el proceso… prefería hacerlo al lado de Ian, que morir por haber sido raptada y me usaran para amenazarlo, como había pasado la ultima vez.
       -Iremos a Hesse, Alemania…- nos informo Gabriel tranquilamente-. La Hermandad no tiene mucha gente ahí y nosotros tenemos una gran casa haya, donde podremos ocultarnos mientras los espiamos.
      -Excelente, entonces… pongámonos en marcha- respondió Ian, levantándose-. No perdamos tiempo- murmuro antes de besarme tiernamente.
  Todos intercambiaron una mirada incriminatoria, luego se alejaron de ahí para esperar al piloto del avión. Ian se quedo a mi lado, mirándome a los ojos, como si el tiempo no le importara; nos quedamos solos, y yo pase mis brazos alrededor de su cuerpo, hundiendo mi rostro en su pecho, mientras sus manos se alojaban en mi cadera.
  De pronto sentí una punzada en el cuello, era dolorosa… no como el piquete de un mosquito, era mas bien como una aguja introduciéndose lentamente en mi cuello; solté a Ian para tocar mi cuello, intentando descubrir lo que me había herido, pero no había nada… solo un pequeño bulto que me ardía al tocarlo.  Baje mi mano y vi una mancha de sangre en mis dedos, Ian gimió y busco por todos lados a mi atacante. No había nadie ahí, tan solo el eco de las pláticas que se sostenían lejos de nosotros. Pero algo nos observaba, desde un punto que no alcanzábamos a ver con claridad; era como el asecho de Kristen, pero era mucho más fuerte e intimidante. El miedo se arraigo en mi cuerpo, llegando casi hasta mis huesos, ni siquiera la presencia de Ian me resultaba reconfortante; la sensación de que ambos íbamos a morir persistía en todos mis sentidos, y a través de su mano, sabia que él pensaba lo mismo. No parecía existir una salida, al menos no una donde ambos pudiéramos salvarnos… Los dos moriríamos, lo sabíamos, pero nos llevaríamos aquello que nos amenazaba para que no pudiera dañar a nadie más.
  Cuando deseaba poder comunicarme con Ian telepáticamente, para estar a salvo al menos en nuestros pensamientos, a salvo de cualquier cosa que pudiera trasgiversar nuestras palabras una vez que fueran mencionadas. Eso que nos asechaba estaba jugando con nosotros, como un gato acorralando a un ratón, viendo su sufrimiento al no saber lo que le depara el futuro… aumentando su ansia de matar al sentir el terror; aumentando su ego al saber que la vida del animal dependía de él y solo de él.
  Se trataba de una cacería, y el depredador no parecía muy interesado en terminar con esto rápido, era como una venganza, un ajuste de cuentas, por eso había esperando tan pacientemente a que todos nos dejaran solos, sabia que pasaría. Trague saliva mientras sentía de nuevo un leve ardor en mi cuello, debido a la gota de sudor que bajo por ahí; ¿Qué podía ser tan malo?, ¿Por qué no parecía ser humano? Quise gritar, pero todo sonido agonizaba en mi pecho y moría en mi garganta, nadie iba a ser capaz de escucharlo y llegar a nosotros antes de que aquello nos asesinara. ¿Qué íbamos a hacer? Mire a Ian de reojo, estaba tenso, su mandíbula estaba tan apretada que podían distinguirse los huesos con claridad; estaba pálido, su piel era casi translucida y sus ojos tenían una mirada retadora, como si esperaran a que aquello que nos asechaba diera la cara. ¿Quién o que rayos era lo que esperaba cualquier movimiento en falso para atacar?
  Nada tenia sentido, ni siquiera el miedo que sentía, parecía una pesadilla… quería despertar pero no podía, así como tampoco lograba moverme. De pronto hubo silencio, solo se escuchaban nuestras respiraciones entrecortadas, y yo podía escuchar mi corazón palpitando frenéticamente contra mi pecho, deseando salir de ahí como fuera. El mismo deseo de mis piernas y el resto de mi cuerpo; algo se acercaba a nosotros con rapidez, y furtivamente; el viento anuncio un rápido movimiento, de algo que no parecía humano. La mano de Ian se tenso alrededor de la mía. ¿Qué estaba pasando?
  No pude verlo, Ian me coloco detrás de él con un movimiento ávido, interponiéndose entre aquello que se acercaba y yo; algo agito mi cabello y logro que mi sangre disminuyera su temperatura hasta hacerme tiritar, no era un frio normal… era algo diferente. Volví mis ojos a la espalda de Ian, habría creído que era una estatua de marfil de no ser por el leve movimiento de su espalda, causado por una sutil respiración. Tan rápido como me percate de que el ataque era inminente, algo arrojo a Ian por los aires, haciéndolo chocar violentamente contra un costado del avión; quedo inconsciente…
  Silencio. Eso venia por mí, Ian solo era un estorbo para cumplir su verdadero propósito, por eso lo había alejado; mi corazón triplico su velocidad, me sentía mareada… ¿Qué hago? Me exigí saber a mi misma, sin recibir ninguna respuesta. Mis piernas pudieron moverse de nuevo, como si una pesada carga hubiera sido retirada de mi cuerpo rápidamente. Me precipite al cuerpo de Ian, que yacía en el suelo, con un hilillo de sangre emanando de su boca; un nudo se formo en mi garganta, tome su rostro en mis manos esperando que reaccionara pero no lo hizo.
       -Amor, despierta por favor… te necesito- susurre, poniendo mi frente junto a la suya-. Despierta, por favor.
  Otra ráfaga de viento me hizo estremecer, me coloque frente a Ian para defenderlo, aunque fuera en vano. No permitiría que eso le hiciera daño alguno, tendría que matarme primero; suspire, esperando que aquello se materializara frente a mí. Te amo, Ian. No te preocupes por mí, no dejare que te dañe… le jure mentalmente, mirándolo por ultima vez.
       -¡Da la cara, cobarde!- grite hacia ningún lugar, intentando hacerlo mostrarse-. Aquí estoy, si vienes por mí te estoy esperando.
  Escuche una carcajada macabra venir desde todas las direcciones, entonces mire el ala del avión, Bruce y Aarón se acercaban rápidamente, mire a Ian. Por favor, sálvenlo… dije mentalmente, esperando lo peor; que sucedió inmediatamente, algo me tomo por el tobillo haciéndome caer de espaldas y me arrastro lejos de ellos. Cerré los ojos, no importaba lo que pasara conmigo, tenían que salvar a Ian, Algo golpeo mi cabeza con violencia y sentí como mi cuerpo cedía ante una fuerza desconocida; mi pierna izquierda giro velozmente y hubo un crujido indoloro al principio, pero luego fue insoportable, entreabrí los ojos y busque a tientas el ángulo de mi pierna. Estaba en un ángulo totalmente anormal; gracias a Dios aun no me sentía capaz de llorar o gritar, aun estaba inmersa en un estupor desconocido.
  Mire a todos lados buscando algún indicio de lo que había arrastrado hasta ahí, pero no había nada… ni siquiera alguna presencia perceptible para mí, no escuchaba cuchicheos o balbuceos de ninguna dirección, todo estaba en un sepulcral silencio, Obligue a mi cuerpo a levantarse, manteniendo presión en mi pierna para no gritar a causa del dolor, me apoye en una pared controlando mi respiración y ahogando el grito que estaba por salir de mi garganta, cuando apoye el pie; tenia una fractura en la pierna, a la altura del fémur. Chasquee la lengua para ignorar el dolor; suspire cerrando y abriendo los ojos, percatándome de la profunda oscuridad en la que me encontraba, no podía ver nada, era una oscuridad insondable… aplastante, sofocante. Pero no era absoluta, no mientras yo aun pudiera respirar y moverme, pero no sabia cuanto tiempo duraría esa condición; mi mente se lleno de imágenes, imágenes alegres, relacionadas estrechamente con algunos momentos vividos con mis padres, con mis amigos… y con Ian. Oh, Ian… gemí mentalmente, ¿Cómo estaba?, yo deseaba que estuviera bien… y que no le permitieran venir a buscarme, no teníamos porque morir los dos, mi ausencia bastaría para causar un dolor terrible en los que me apreciaban. Trate de buscar algún rayo de luz en esa oscuridad, pero no lo había, sin embargo, poco a poco mis ojos fueron adecuándose a la oscuridad de aquel lugar.
       -¿Hola?- farfulle en voz baja.
  No hubo otra respuesta, mas que el incesante eco que produjo mi voz. Había sonado quebrada, dudosa y temerosa; realmente no había esperado una respuesta, no sabía que me asustaría más… el hecho de estar sola con una fractura o en compañía del responsable de mí herida. Me esforcé por dar un par de pasos, tanteando el lugar con mis manos, necesitaba saber donde estaba, no solo por el deseo de encontrar un lugar donde ocultarme, también porque sentía que la oscuridad era el medio ambiente propicio para esa cosa. No sabia si era una cosa, pero yo, con cada segundo que transcurría, lenta y paulatinamente, me volvía presa del pánico. La desesperación se estaba apoderando de mí, la necesidad de gritar se hacia más y más fuerte; di un paso en falso y caí de bruces contra el suelo, algo se clavo en mi pierna herida y eso produjo en mí un fuerte jadeo, al mismo tiempo que arañaba el suelo para mitigar un poco el dolor. Resople y volví a levantarme, negando con la cabeza; no iba a volver a ser una carga, no dejaría que eso me matara si al hacerlo lastimaría a las personas que amaba; eso se acababa aquí y ahora, la lucha era mía, así como lo había sido la pelea con Kristen… pero yo no lo había visto de esa forma, después de esa experiencia algo había aflorado en mí… era el momento de probarlo. Me erguí lentamente, volviendo a gemir silenciosamente por el dolor de mi pierna, quise sacar todo el valor que seguía dormido en algún lugar recóndito en mi cuerpo; ¡Aparece de una vez! Grite mentalmente,  no supe el porque de mi repentina conciencia, de que eso solo se comunicaba de esa forma, solo por la vía mental… por eso sentía una aplastante ira en mi cabeza, solo era mental; respire pacientemente, esperando una respuesta a mi exigencia, pero no la hubo.
  Otra carcajada, mas presión en la oscuridad, me sentí ahogada… como si alguien estuviera ahorcándome desde atrás… no podía moverme, algo además presionaba mi pierna, como si deseara que yo gritara. No lo haría, no alimentaria su egolatría al demostrar mi debilidad, no lo haría, no lo haría; di un paso forzoso, luego otro, y eso desapareció. Estaba sudando, y podía sentir la alegría de esa cosa al verme indefensa, pero terca en no rendirme; le estaba tornando el juego más divertido. Maldita sea… gruñí, ¿Qué iba a hacer?, ¿rendirme y morir, o pelear y morir? En ambas el desenlace era el mismo, pero con la segunda moriría con orgullo, y eso no podría hacer nada contra ello, no podría decir que había muerto sin pelear, no podría hacerlo… Pelearía, estaba decidido, aunque muriera… no me importaba, iba a hacerlo. Una presencia se mostro, su aura era borgoña y su fuerza podía palparse con facilidad, el miedo que inspiraba me hizo estremecer; sus ojos eran espeluznantes, amarillos, parecía un demonio que se movía en cuatro patas acortando la distancia con parsimonia. Vi su sed de sangre, tan fácil como note sus enormes caninos… como si sonriera burlonamente al saber que yo no podía hacer nada ante su imponente presencia; se quedo quieto, unos metros frente a mí, mirándome fijamente… atento a cualquier movimiento. Mi cuerpo se paralizo, caí de rodillas frente a él, esperando mi inevitable muerte; pero no deje de mirar aquellos profundos ojos amarillos, aunque lo describía como un demonio, tenia la apariencia de un animal, orejas largas y puntiagudas, pelaje rojizo, similar al de un zorro, pero casi cuadruplicaba la altura de uno. ¿Qué eres?, pregunte sin desviar la mirada
  Una mascota, respondió una voz completamente desconocida, dentro de mi cabeza. Lo que te matara si te mueves de una forma que lo haga sentir amenazado, continuo aquella voz con suficiencia. Trague saliva, permaneciendo inmóvil ante la mirada del descomunal animal que seguía quieto frente a mí. Un mareo estuvo por desestabilizarme,  pero solo logro que cerrara los ojos un segundo. El animal desapareció cuando los abrí. ¿Dónde estaba?, se movía en la oscuridad con gracia y facilidad, tan fácilmente como le resultaría matarme; me enderece, parándome de nuevo y sentí su respiración en mi cuello, seguida de un gruñido canino. Lo mire de reojo, sin mover un musculo, no había nada… pero la sensación permanecía latente; mi corazón volvió a acelerarse, y empecé a sudar frio, otra gota me recordó el forúnculo  en mi nuca. El dolor me hizo saber que estaba viva, no de una forma que hubiera deseado, pero me hacían sentir más viva que nunca; volví la mirada al frente, tratando de serenarme; algo se movió en la oscuridad, una silueta humanoide que se movió grácilmente y el animal paso a mi lado para encontrarse con él en las sombras. La demoniaca luz que emanaba del animal me permitió reconocerlo a medias…
  Alto, musculoso, la piel perfectamente lisa, pómulos altos, manos poderosas, el cabello negro, labios carnosos… sus ojos, unos ojos que reconocería en cualquier lugar, no era la persona en la que yo los recordaba, pero era él… no me cavia la menor duda; no podía equivocarme y menos con respecto a él. Vestía pulcramente, pantalones un tanto ajustados, negros, zapatos relucientes… que refulgían bajo la luz emanada de su mascota, una chaqueta de cuero que le daba un aspecto de chico malo. Pero no era otro que mi mejor amigo, o a la persona a la que consideraba mí mejor amigo: Michael. Él sonrió malévolamente al darse cuenta de que yo lo había reconocido, a pesar de que mostrara su verdadero cuerpo y apariencia; aunque no comprendía como podía ser posible, pero luego de la aparición de aquella cosa… nada en mi cabeza tenia mucho sentido. Esa cosa no era normal y su mirada, además de profunda y aterradora, mostraba inteligencia… y no parecía ser sumisa ante Michael, él mismo la miraba como si la amara, o la quisiera mucho; otra cosa que no cuadraba en mi mente, ¿Cómo podía ser? Espere a que mi corazón se acompasara para poder articular una frase concreta y coherente, había muchas preguntas que rondaban mi cabeza, tantas preguntas como reclamos que exigían ser calmados; Michael sonreía mientras me miraba fijamente, su sonrisa era cínica, una que nunca había visto en todo el tiempo que habíamos sido amigos. Ahora no parecía protector, parecía querer matarme inmediatamente, ansiaba hacerlo… igual que como la cosa que lo acompañaba ansiaba probar mi sangre; respire hondo, calmando todo mi cuerpo, para que mi voz no sonara hueca o temerosa.
       -Así que… ¿ese es el verdadero tu?- inquirí mirándolo fijamente.
       -Si, ¿te gusta?- respondió mientras pasaba una mano por la cabeza de esa cosa.
       -Claro, si tu definición de gustar es que casi haya muerto de un paro cardiaco, entonces… me fascina- conteste con sarcasmo.
  Su risa fue demasiado armoniosa y fuera de lugar, como si su risa fuera un destello blanco en medio de la oscuridad que nos rodeaba.
       -Pero supongo que no sabes quien es ella- murmuro, mirando a la criatura.
  Negué con la cabeza, sonriendo de la forma más convincente que encontré. Al menos ahora tenia claro que se trataba de un alguien, y no de un algo… como había creído al principio.
       -Es Kristen- respondió con sequedad.
  La sangre descendió de mi rostro haciéndome palidecer. ¿Kristen?, ¿Cómo era posible?, ella había muerto, Ian la había matado, o ¿no? Mis manos se helaron, al ver que aquel animal esbozaba una sonrisa maquiavélica; la vida humana era nacer, crecer, reproducirse y morir, había algo sobre trascender, mutar o algo de otras vidas… incluso algo sobre la transformación en algún otro ente, pero jamás había escuchado algo sobre  el cambio de un humano a un animal. Y mucho menos en algo tan espeluznante como ese ‘’zorro’’, que parecía una quimera. Kristen me miro a los ojos, sin dejar se sonreír.
       -¿Kristen?- repetí con palabras, procurando no demostrar mi miedo.
       -Así es, es mi querida hermana Kristen- respondió Michael  con una leve sonrisa-; y esta encantada de verte aquí ahora.
  Entonces… todo cobro un  tétrico sentido, era ella la que quería matarme; no solo por venganza, sino porque me culpaba a mí directamente de su muerte. Ya no importaba como diablos se había transformado en eso que era ahora, era lo que menos me importaba, lo que importaba era lo peligrosa que era realmente esa criatura y cuanto daño era  capaz de hacer. Kristen era malvada, no tanto como su hermano había demostrado serlo pero lo era, y además de ello estaba enfurecida conmigo por estar con Ian. Ahora si mi muerte era inminente, Kristen me odiaba y su hermano, que se había infiltrado en mi vida, la apoyaba; él me había llevado a ese lugar.
       -No lo entiendo, Mike- trate de abogar con ese lado tierno que conocía de él-. Tu y yo…
       -Tu misma dijiste que no había un nosotros, Natalia- murmuro él sin amedrentarse, pero una sombra nublo su mirada-. El plan era simple, pero tú no te adecuaste a él… Derek me estorbaba para estar contigo, por eso lo aleje… pero tú…- gruño, al unisonó con su hermana- huiste a Baltimore en lugar de buscarme, eso rompió mi corazón, Natalia…
     ‘’Fuiste a Baltimore y te inmiscuiste en los planes de mi hermana para recuperar a Ian, y la orillaste a morir en manos del hombre que amaba- continuo él, dejándome aun más perpleja que cuando había llegado-. Pero nuestro padre aunque es bueno, bondadoso y tiene mucho Poder; no pudo hacer nada para traerla de vuelta, tan solo pudo hacer eso… moldear su alma para crear algo digno de su Poder. Una quimera, una unión de lobo, zorro y coyote, un animal inteligente, escurridizo, salvaje y poderoso.
  Michael acaricio la cabeza de la quimera, el animal respondió a la caricia con un gesto cariñoso, a pesar de su imponente maldad pude verlo; ella lo amaba, era un franco amor de hermanos.
       -Entonces…- inicie, sopesando las palabras que estaba por decir-. ¿Quién de ustedes va a matarme o a atacarme primero?
  Ninguno respondió, pero la quimera se movió velozmente en mi dirección, apresando mi brazo derecho en sus fauces; grite con fuerza al sentir la presión y sus colmillos perforando mi piel, como si se tratara de filosas navajas. La sangre salió a borbotones de las múltiples heridas de mi brazo, el olor me hizo tambalear, pero Kristen parecía disfrutarlo mucho, el sabor y el sonido de mis gemidos y alaridos de dolor. Ella siguió mordiendo hasta que otro de mis huesos empezó a ceder por culpa de la presión; el dolor de la fractura de un hueso era indescriptible, ya lo había sufrido dos veces, y aun tenia una fractura en la pierna… de la que soportaba el dolor, solo porque mi vida dependía de ello; pero no sabia que haría al tener otra fractura. La pierna me impedía correr o moverme con rapidez, no podía darle pelea a Kristen, no en esa condición, y ahora preocupándome por un brazo también; no tenia oportunidad, pero al menos Ian estaba a salvo con Bruce y Aarón. Caí al suelo, dominada por el peso de Kristen, mire a Michael… su rostro seguía impávido, con la boca torcida en una sonrisa tétrica; luego cerré los ojos no había más que esperar, el dolor de ambas fracturas estaba apoderándose de mi fuerza, me estaba agotando, pero mucho más rápido de lo que hubiera podido imaginarme. Algo más estaba robándose mi energía, dejándome totalmente vulnerable ante mi atacante.
  Todo se volvió oscuridad, sabia que Kristen seguía arremetiendo contra mi cuerpo, una y otra vez, abriendo múltiples llagas en todo mi cuerpo, esta vez sin pretender fracturarme ningún hueso; ya no podía moverme, y el dolor era lo único que me mantenía consciente; cuanto deseaba que fuera eso mismo lo que me provocara la inconsciencia, para no tener que seguir sufriendo todo esto. Trate de concentrarme para que la imagen de Ian se apoderar de mi mente y alejara cualquier rastro de miedo o dolor, y lo logre. Sus ojos azules, su rostro marmóreo, su inigualable sonrisa; aun me parecía ilógico que alguien como él estuviera conmigo, pero ya no dudaba de su amor, y me constaba cuanto me amaba, aunque no estuviera conmigo en ese momento, desde donde estuviera… él estaba preocupado por mí, y estaba tratando de encontrarme… si ya había reaccionado y no estaba herido. Mi madre, mi padre y Mitch, debería estar igual de preocupados por mí… y por mi repentina ausencia; seguramente culparían a Ian por no haberme protegido, pero él no tenia la culpa.
  Oh, Dios…ellos no pueden verme así… gimotee al imaginar mi cuerpo lleno de marcas de mordidas, dos huesos rotos… prácticamente deshechos. No, ellos no podían  verme así, porque si Kristen era un animal salvaje…  ¿Por qué no desaparecía todo vestigio de mi extinta vida? Sonreí mentalmente sin gracia, ella no haría eso, disfrutaba… al igual que Michael, ver como sufrían los demás con sus maldades. Recordé el video que había hecho para atormentar a Ian, ella jamás le permitiría hacerse conjeturas sobre mi muerte, ella le demostraría que cualquier conjetura era poca cosa, comparada con lo que había sucedido realmente conmigo.
  La muerte no llegaba, yo aun respiraba, sentía el aire entrando a mis pulmones, aunque con cierta dificultad; pero el ritmo fue estoicamente  interrumpido, la que unas afiladas y poderosas garras acuchillaron mi pierna herida; me enderece, solo para ver que la herida era tan profunda que podían vislumbrarse los huesos de mi pierna. Mi cabello estaba enmarañado, lleno de la sangre que rodeaba mi cuerpo; todo me dolía… pero aun podía moverme un poco…
       -Kristen…- la reprendió Michael con parsimonia-. Ya basta, déjala desangrarse; perforaste la aorta… tiene un par de minutos, lo que tardaran esos idiotas en encontrarla.
  La quimera se alejo de mi cuerpo. Así que solo eran un par de minutos, era la primera vez que la muerte me sonaba mas a un premio que a algo doloroso; finalmente moriría, el dolor se iría, me abandonaría y yo me iría. El dolor de abandonar a Ian y a mis padres me atormentaba, pero… yo sabía que todos estarían felices de que mi penosa agonía terminara, aunque ese fuera el único resultado posible. Suspire, escuchando los pasos de la quimera y Michael alejándose de mí… junto con unos jadeos desesperados aproximándose… Ian, te amo… pensé, dejándome caer…

4.- Sorpresas.

A la mañana siguiente, el viento golpeaba contra el rostro de Mike, con la misma fuerza con la que golpeaba el mío. Mi madre nos había enviado al supermercado a comprar algo para la despensa; el viento era frio, incluso demasiado frio para esta época del año, pero no era tan incomodo como lo era en invierno… no calaba tanto como en aquellos meses. Le sonreí a Mike cuando cruzamos una de las calles que venían en ambos sentidos; lo veía como a mi hermano mayor, siempre jugando conmigo, pero atento a todo lo que nos rodeaba, incapaz de perder de vista algún detalle que pudiera hacer la diferencia. Entonces me miro y se detuvo, para acariciar mi rostro, con aquella pasividad que lo caracterizaba; yo cerré los ojos, guiándome por la calidez de su mano, pero entonces sentí como acerco su rostro al mío. Cerré el puño y lo puse contra su, bien torneado, vientre para detenerlo.
       -No- le dije, de manera demasiado cortante-. No es justo para ti y lo sabes.
       -Ya te dije una vez que no importa cuanto tenga que esperar- grazno, con algo de arrogancia-; mi paciencia es una de mis mejores cualidades.
        -Hablas como un idiota- sisee molesta-. Puedes irte si quieres, puedo volver sola a casa.
       -Oh, vamos Natalia- se rió, mientras impedía mi avance-. Solo estaba jugando.
        -Pues que juego tan ridículo has encontrado- le espete, aun irritada-; la arrogancia no te queda, pero sin duda podrías ser un estupendo actor.
       -Gracias… supongo- murmuro, mientras entrelazaba sus dedos con los míos.
       -No era un cumplido- me queje mientras me liberaba de su agarre y entraba al supermercado.
  Mike camino detrás de mí, a una distancia prudente, tan cerca como para poder ayudarme, pero no tan cerca como para invadir mi espacio personal. De inmediato me dirigí pasillo por pasillo, eligiendo lo que mi madre me había pedido; era cumpleaños de Mitch y quería prepararle una sorpresa. Así que mientras ella arreglaba la casa, yo me dedicaría a comprar y preparar la cena. Mike saco todo lo que iba a comprar del carrito y lo puso en la caja registradora; el perfil del cajero era desastroso,  desarreglado, pero con un aire intelectual, aunque muy petulante; lo deduje por su forma de hablar. Quería impresionarme, aunque suponía que Mike era mi pareja, pero eso no parecía importarle mucho; lo recordaba de algún lado, solo que era evidente que se había descuidado un poco, o quizá mucho. Mike gruño en mi espalda, antes de que él se atreviera a dirigirme la palabra. No comprendí la reacción de mi mejor amigo, demasiado brusca para su personalidad y demasiado blanda para alguien violento; Mike odiaba los términos medios, así que… ¿Qué rayos estaba ocurriendo aquí? El tipo termino de marcar y recibió el par de billetes que le extendí, en silencio me dio el cambio y me paso la bolsa, que Mike intercepto inmediatamente con una de sus manazas. Ambos salimos de ahí, yo mirándolo confusa y él ignorando todo indicio de una molestia de mi parte; me sentí frustrada al no saber lo que pensaba, la duda siempre había sido mi punto débil, detestaba sobremanera no saber los pensamientos de otras personas.
  Cruzamos la vialidad y nos adentramos en la zona arbolada que precedía mi casa, en un silencio sepulcral que me permitía escuchar con claridad los sonidos de la naturaleza; metí una mano a la chaqueta y la otra la aprisiono Mike con sutileza.
       -Mike…- susurre, deteniéndome.
       -¿Qué ocurre?- me pregunto, deteniéndose frente a mí.
        -Esto no tiene el mismo significado para mí…- respondí, tratando de sonar franca, pero al mismo tiempo comprensiva-. No quiero que te hagas falsas ilusiones, no soportaría lastimarte… o perderte.
        -Deja que sea yo quien fabrique un millón de ideas en la cabeza- me espeto, con una singular sonrisa-. Todo está bien.
        -Claro…
  ¿Cómo iba a estar todo bien?, él iba a resultar herido de una u otra manera y yo no quería eso, me detestaría si eso pasaba. Suspire y volví a caminar, sin soltar la mano de Mike, quien al parecer se sintió realizado por que no rechace su intento por seducirme; baje la cabeza para poder mirar el suelo por el que caminaba. La calle estaba pavimentada, pero un poco polvorienta, todos los automóviles que circulaban por ahí levantaban una estela de polvo que hacia toser a cualquiera. Entonces un sonido capto mi atención, el ronroneo de un auto que yo conocía muy bien, quizás demasiado bien. Mi vista se fijo en el frente, hacia donde caminábamos, cuando apareció, en todo su esplendor, aquel Mustang plateado que memorice hace meses. Me quede helada en la acerca cuando el vehículo dio una vuelta en U y nos cerro el paso; la puerta del piloto se abrió con violencia, pero el motor del auto seguía encendido. Trate, en vano, de serenarme, su bello rostro estaba opacado por una sombra, que no reconocí si era de tristeza o de coraje; él se dio cuenta inmediatamente de que Mike aun sostenía mi mano, pero cuando quise soltarme, me lo impidió. Eso solo provoco que comenzara a destilar toda la ira que tenia contenida.
       -¡Suéltala, idiota!- siseo violentamente, mientras acortaba la distancia con un par de zancadas.
      -Lo hare cuando ella me lo pida- chillo Mike a mi lado.
  Yo no podía decir nada, estaba impresionada con lo que veía; con aquel rostro tan demacrado y molesto. Quería correr, arrojarme a sus brazos, besarlo… pedirle perdón, pero estaba pegada a la banqueta, sin ninguna posibilidad de liberarme.
       -Ian…- logre articular finalmente. Cuando su mirada se cruzo con la mía, caí en cuenta de que Mike aun no me soltaba, y eso me molesto-. ¡Suéltame!- le ordene, mirándolo fijamente.
      -Natalia, súbete- me pidió Ian, casi en tono de suplica-. Ahora.
       -¿Qué no lo vez, Natalia?- volvió a chillar Mike, aun sin soltarme-, él no te merece… quédate conmigo, soy una mejor opción que él.
      -No quieras manipularme, Michael- sisee, ahora si estaba molesta-. Suéltame, ahora.
  Su mano libero la mía, y entonces corrí al lado de Ian, quien, prudente o imprudentemente, me coloco detrás de su cuerpo con ademan protector. Ian parecía no tener oportunidad contra el musculoso cuerpo de Mike, pero Mike no sabia a lo que Ian se dedicaba y el que no saldría bien parado en todo esto, iba a ser Mike.
       -Si vuelvo a verte cerca de ella, te juro que te mato- lo amenazo Ian, develando el profundo e inmaculado, aunque también inexplicable, resentimiento que sentía contra él-. No me provoques, ¿quieres?
        -A mí no me apantallas con toda tu sarta de tonterías- farfullo Mike sin amedrentarse-, me alejare… cuando ella quiera que lo haga. Por ahora- dulcifico su tono, mientras me miraba-, nos espera tu madre para la cena.
       -¿Qué esta pasando, Ian?- quise saber, mientras ignoraba deliberadamente el comentario de Mike.
       -Te lo explicare, cuando te subas al auto- prometió sin moverse un ápice.
  Asentí como idiota, caminando en reversa entre al Mustang y los mire a través del parabrisas; ambos se miraban con una rabia que difícilmente podía ocultarse, o mantenerse controlada dentro de sus cuerpos. Parecían dos lobos a punto de enzarzarse en una violenta pelea, donde uno de ellos moriría o quedaría gravemente herido; y yo solo era la loba que tendría que decidir a quien iba a lamerle las heridas, era una decisión difícil, una que no estaba muy segura de tomar sabiamente. Pero el combate no inicio, Ian se dio media vuelta y subió al coche conmigo mientras Mike nos miraba con serenidad, mientras el Mustang viraba nuevamente, para poder ir por el camino que nos llevaba a casa de Mitch.
       -Ahora sí…- murmure-, ¿quieres explicarme?
       -No hay mucho que explicar- me atajo él, antes de fulminarme con la mirada-, pero ahora… quieres explicarme tú, ¿Por qué huiste?
  Su pregunta me sorprendió, y más aun porque no sonaba ni un poquito molesto por ello, contrariamente parecía agradecido por haberme encontrado con vida; eso me hizo, medio, sonreír pero también me sentí mal… porque él se sentía culpable con mi huida, se creía el único responsable de mi actitud cuando no lo era. Lo mire fijamente, y acaricie su mejilla hasta que sus labios se curvaron en una sonrisa.
       -No fue tu culpa…- le asegure-, solo que… pensé que si estaba lejos, sería menos peligroso para ti el enfrentarte a la Hermandad.
       -No seas ingenua, Natalia- susurro con serenidad-; si tú estas lejos… todo mi mundo se va contigo, y me vuelvo vulnerable. Pero… a todo esto, ¿Quién demonios era él?
       -¿Mike?- resollé confusa y él asintió con la cabeza-, es mi mejor amigo… y… parecía que lo conocías, ¿lo conoces?
       -Si, lo conozco- me contesto, tratando de desaparecer el nudo que se había formado en su garganta-. Pero no como Michael.
      -¿Entonces?
      -Lo conozco como Esteban… Hotchnner…
  Mi garganta se quedo seca, mi cuerpo agarrotado y mi cabeza daba vueltas por su respuesta. ¿Mike era un Hotchnner?, ¿Cómo era eso posible?, ¿Cómo nunca me di cuenta de ello?, ¿Por qué estaba en Omaha?, ¿Por qué me profesaba tanto amor, si debería odiarme por lo sucedido con Kristen?, si eran hermanos, ¿Por qué demonios no se parecían? Negué con la cabeza un par de veces, tratando de ordenar todas las preguntas y buscando alguna respuesta, por lo menos a una de ellas. Lo necesitaba, no se exactamente por que… pero necesitaba la certeza de que Ian mentía, lo cual era improbable; o que Mike me hubiera mentido tan cínicamente por tantos años. Y aun así Ian parecía triste, algo lo atormentaba dentro de si mismo y yo no podía descubrir que era; puse mi mano en su mejilla y se sonrío, sin mirarme.
       -Ian, yo…- susurre, sin estar totalmente segura de lo que estaba a punto de decir-, necesito que Mike me confirme lo que me haz dicho.
      -¿No confías en mí?- pregunto con frialdad.
      -Por supuesto que sí- conteste, amedrentándome un poco por su actitud-, pero debes entender que Mike a sido mi mejor amigo los últimos 6 años, y no tiene ningún parecido con Kristen.
       -Eso se debe a que no son hermanos de sangre- concluyo él, virando para entrar al jardín de la casa de Mitch-. Hunter lo encontró luego de que sus padres tuvieron un accidente automovilístico, yo acababa de unirme a ellos y lo conocí ahí; Hunter siempre quiso un hijo y por eso lo adopto. Lo entreno y lo cuido.
     ‘’Son rusos, Natalia. Mike fue introducido al país como un norteamericano cualquiera, estudio por su cuenta, vivió solo, bajo la tutela del gobierno estadounidense- me dijo mientras apagaba el motor-. No es tan increíble, ¿verdad?
  Guarde silencio, Ian tenía razón. No sería la primera vez que yo escuchaba algo así, aunque al principio me hubiera parecido descabellado, ahora no me resultaba imposible de creer, de hecho quizá fuera más creíble de lo que sonaba; ambos bajamos del Mustang y entramos a la casa. Mi madre estaba colocando una manta en la sala que decía: ‘’Feliz cumpleaños, amor’’. Me sentí un poco menospreciada por aquella manta, mi mamá siempre fue muy efusiva y cariñosa, mucho más de lo que yo podría haber sido en algún momento de mi vida. Ian sonrío y mi madre le respondió la sonrisa con un gesto de odio.
       -¿Qué hace aquí?- grazno ella con molestia, sin bajar de la escalera.
       -Es mi novio, mamá- respondí con sequedad-; nunca termine con él.
  Ian me miro anonadado por mi respuesta, él no tenia ni idea de lo que había pasado y desconocía totalmente los motivos que yo había tenido que dar para librarme de las preguntas; pero no tardo mucho en encontrar el hilo de la conversación.
       -Me debes una explicación, Natalia- murmuro mi madre, bajando de las escaleras-; y más vale que sea buena.
      -Lo se, pero tenemos que irnos- continué-. Ahora.
      -¿Qué esta pasando?- inquirió confundida, mientras yo remolcaba a Ian a mi habitación para sacar un poco de ropa mía y luego subía las escaleras para preparar una maleta con ropa de mi mamá y de Mitch- ¡Natalia!
  Ian me miraba con tranquilidad, mientras permanecía atento con respecto a la ventana. Mi madre iba a enloquecer cuando le dijera la verdad, pero ya era tiempo y ella no tenía la mente tan cuadriculada como el resto de las madres comunes. Supuse que tendría que entender lo que ocurría, y solo actuaría como se lo pidieran o como las mismas circunstancias nos indicaran. Moví el cierre de la maleta y la baje al suelo, acomodándome el cabello preocupada.
       -Ian, ¿estás seguro de esto?- susurre mientras me acercaba a él.
       -Totalmente, Natalia- respondió, encarándome.
  Vi como su rostro se aproximo al mío lentamente, mientras su mano se alojaba en mi nuca con ternura; había extrañado tanto el roce de su piel, que el contacto fue como una droga en mi sistema. Ahora me arrepentía más que nunca el haber abandonado Omaha, pues mi madre estaría en un peligro latente, y más aun si quien me asechaba resultaba ser mi mejor amigo: Michael.
  La duda y el temor fueron sustituidos rápidamente por una sensación imperiosa, la de los labios de Ian uniéndose a los míos nuevamente, pero ahora no había nada malo en ello… yo no me sentía culpable, ni él tampoco; era la primera vez en mucho tiempo que nos besábamos, ignorando totalmente todo lo que no rodeaba, olvidando momentáneamente el problema en el que nos estábamos metiendo, o del que tratábamos de salir. Por unos minutos solo existíamos él y yo, nada más…
       -¡Natalia!- gimoteo mi madre desde el piso inferior, provocando que Ian y yo nos separáramos rápidamente, riendo.
  Él tomo la maleta que yo había preparado y ambos bajamos tranquilamente a donde estaba mi madre. Ella inmediatamente nos miro estupefacta, esperando que dijéramos algo, seguramente porque no se sentía capaz de ser ella la que rompiera el silencio; Ian dio un paso al frente y miro fijamente los ojos de mi madre.
      -Sra. Collins, se que todo esto le parece extraño, pero la única manera de que usted este a salvo es que nos vayamos de aquí- susurro é, tratando de calmar los ánimos de mi madre-, por favor, confíe en mí.
  Mi madre negó con la cabeza y luego se paso una mano por el cabello, un gesto que yo había heredado de ella; de alguna forma la comprendía, no era normal nada de lo que estaba ocurriendo y yo me sentía mal por haberla metido en todo esto, cuando ella no tenia nada que ver. Ahora yo debía explicarle todo lo que sucedió en Baltimore, la identidad de Ian… y la identidad de Mike; suspire, mi madre batallaría mucho para poder aceptar todo esto de buena gana, y perdonarme por todo lo ocurrido. Habría una enorme pelea entre mis padres, cuando mi madre descubriera que Billy lo sabía todo, y que incluso los había apoyado al sacarlos de sus problemas legales; pero parecía que nada podía empeorar.
       -¡¿Como pueden pedirme eso?!- chillo mi madre sin mirarnos-. No puedo confiar ciegamente, al menos díganme que esta pasando.
       -Mamá, por favor. Danos al menos el beneficio de la duda- murmure acercándome a ella-. Llama a Mitch y dile que nos alcance en Lincoln.
       -Mitch esta en Lincoln- respondió, aun desconcertada-. Si no me dicen que diablos pasa, yo no me moveré de aquí.
      -Mamá…- gemí, mientras la miraba-. No lo creerías…- susurre bajando la mirada.
      -¿De que hablas?- exclamo ella, aun más confundida.
      -Michael…- murmure, tomando la mano de Ian-. Quiere asesinarme…
      -¡Que disparate!- gruño ella mirándonos fijamente-. Si Ian va a meterte ideas en la cabeza, al menos que sean más creíbles.
       -Su hija no miente, Sra. Collins…- mascullo Ian, encarando a mi madre con cierta molestia-. Michael Hotchnner, era hermano de Kristen Hotchnner… la mujer que quiso matar a Natalia.
       -La mujer de las noticias…- articulo mi madre con esfuerzo, mirándome atónita.- No, no es posible… ¿pero como?, ¿Qué relación tenían con ella?
      -Es una historia larga y tenemos que irnos- informe, ante la atenta mirada de Ian.
  Mi madre fue guiada por Ian hasta su automóvil, mientras yo subía por el lugar que estaba junto al suyo. Me sentía confusa, o al menos esa fue mi sensación inicial; volvía a sentirme amenazada, a tener miedo. Todo ese cumulo de ideas… hacia que me sintiera ahogada, sofocada; y también, de alguna manera, asustada. No sabia como había lidiado con lo de Kristen, sin sufrir ningún trauma severo, pero ¿podría enfrentarme a otro saliendo ilesa?, ¿a quien nos enfrentábamos realmente? No lo sabía, así como desconocía lo que pasaba por la mente de Ian en ese momento, al igual que como ignoraba los sentimientos de mi madre, o la salud emocional, física y mental de Billy; realmente desconocía todo, hasta como me sentía yo en ese instante.
  El ronroneo del Mustang indicó que nos movíamos, demasiado rápido para percatarme de ello enteramente, no solo por que el auto no se mecía como otros, si no porque yo me encontraba demasiado sumida en mis ideas…, en mis problemas y en lo que nos deparaba el futuro. Escuchaba los cuchicheos de mi madre al habla con Mitch, pero no lograba descifrar ninguna palabra que salía de su boca; Ian mantenía la vista fija en la carretera mientras conducía a toda prisa rumbo a Lincoln, cuando sonó su teléfono.
       -¿Podrías contestar?- me pidió, mientras me indicaba con un gesto el lugar del teléfono.
       -¿Hola?- titubee al lograr contestar.
       -¡Natalia!- chillo una voz al otro lado de la línea-, gracias al cielo estás bien. Que bueno que ese idiota no se atrevió a herirte.
       -Relájate, Sara- murmure con parsimonia-. ¿Qué ocurre?
       -Ian debe ir al hangar 9 del aeropuerto de Lincoln en cuanto llegue, un avión jumbo los esperara ahí- me informo Sara con entusiasmo-; pero tengan cuidado, Esteban empezó a mover a todas sus influencias en Nebraska.
       -¿Mitch llego ya?- pregunte, ignorando un pequeño dolor en el pecho.
  Era la primera vez que me daba cuenta lo mucho que me importaba la nueva pareja de mi madre, él era una gran persona, alguien digno del amor de mi madre; quien amaba desmedidamente… hasta que resultaba herida, igual que yo. Suspire, esperando la respuesta de Sara, deseando que me dijera que Mitch estaba con ellos, a salvo.
       -Él esta bien, esta a salvo… acaba de subir junto con Kenneth y George- me dijo ella con un tono tranquilizador.
      -Gracias, llegaremos en un rato- le dije-. Adiós.
  Mire a mi madre intentando calmar un poco su ansiedad. Realmente la comprendía, ahora más que nunca; tanto ella como yo habíamos encontrado a la persona con la que queríamos pasar el resto de nuestras vidas, y la sola idea de perderla nos aterraba, pues era como renunciar a una parte de nosotras mismas. -Suspire y me aferre a la playera de Ian, él me miro y beso mi coronilla sin despegar la vista de la carretera, tenia que mirarla pues íbamos a más de 120 km/h y cualquier descuido nos impediría llegar a nuestro destino.
  Ian barrio el camino, llegamos a nuestro destino en menos de la mitad de tiempo; el ronroneo del auto avanzo cautelosamente por los hangares del aeropuerto, la Organización jamás había exagerado al ser cuidadosa en sus movimientos, y ahora mas que nunca yo lo sabia, no por lo que me había pasado con Kristen, sino porque ahora había muchas vidas en sus manos. Suspire mientras Ian reconocía el rostro de Gabriel, trabajando codo a codo con Bruce; sus labios se torcieron lentamente hasta formar una sonrisa burlona, era increíble que eso estuviera pasando, ellos dos tenían caracteres muy diferentes entre sí, pero habían aceptado la alianza entre Aarón y Christina.
       -Es bueno verte, Ian- mascullo Bruce con una nota de ironía en su voz-. Pensé que ella te había dejado por el idiota de Hotchnner.
       -Vete al diablo, Bruce- gruño Ian sosteniéndole la mirada-. ¿Que hay de ti?, ¿jugando a los guardianes con Gabriel Walker?
  El pulcramente esculpido rostro de Bruce se contorsiono en una mueca de disgusto por las palabras de Ian, pero luego miro a Gabriel sonriendo de mala gana. Bruce no era tan malo como parecía serlo a distancia, y de cerca, tan solo obedecía ordenes y tenia cierto gusto por ejercitarse al máximo. Les sonreí a Bruce y Gabriel una vez que Ian volvió a poner el Mustang en marcha, entramos al hangar que nos había indicado.
  Ian detuvo el auto y se bajo para abrir la puerta trasera donde viajaba mi madre, en el avión se escucharon unos cuchicheos y Mitch asomo la cabeza por la puerta; el rostro de mi madre cambio totalmente su expresión, ella se precipito a sus brazos ante la mirada de todos nosotros, incluido mi padre. Ian abrió mi puerta y yo baje, entrelazando mis dedos con los suyos, recibiendo un cariñoso apretón luego de que todos viéramos en romántico beso que se dio mi madre con Mitch.
  Ian y yo nos miramos a los ojos, cada vez que los  veía me sentía perdida en ellos, pero su mano, unida a la mía como siempre hubieran pertenecido una a la otra, hechas perfectamente para complementarse; con él me sentía en casa, me sentía segura, me sentía completa. Y lo mejor era que a través de ese inocente contacto, podía percibir que a él le pasaba lo mismo; aunque él insistía que nada podía dañarlo si yo estaba a su lado, ¿Cómo podía dudarlo siquiera? Yo jamás lo dejaría, lo amaba profunda y enloquecidamente, no necesitaba nada más si estábamos juntos, solo así como habíamos estado hasta ahora. Cerré los ojos cuando su cabeza se inclino lentamente hasta que pude sentir sus labios rozando la curvatura de mi cuello, y como ascendían lánguidamente hasta mi oreja, donde se detuvieron para susurrarme un cariñoso ‘’Te amo’’ y luego depositar un delicado beso que hizo estremecer hasta la ultima de mis células. Tome una enorme bocanada de aire y voltee para mirarlo a los ojos nuevamente, no necesitaba hablar para expresar mi sentir, era consciente de que mi ojos le gritaban que yo también lo amaba, tanto como él a mí. El tiempo no transcurría en ese momento, para nadie, por distintas razones; pero todos sabíamos que las cosas cambiarían una vez que todos abordáramos ese avión. Pero nadie podía responder si las cosas cambiarían para mejorar o para empeorar, era eso lo que nos mantenía con la zozobra a cuestas y, al mismo tiempo, aprovechando cada segundo con las personas que amábamos; sonaba incoherente, pero así era y todos estaban conscientes de ello.
  El amor termino una vez que Christina ordeno a Matt que subiera a todos al avión, a excepción de Ian, Gabriel, Isaac, Mirey, Aarón, Sara y yo; no sabia si querían darme un sermón sobre mi huida de Baltimore o si querían que todos estuviéramos al tanto de los planes a seguir después de aterrizar en no se donde. Ian le lanzo sus llaves a George para que subiera su auto al avión, mientras todos íbamos a la cola del mismo, para discutir un asunto, que aun era desconocido para mí. Las presencias de todos ahí me intimidaban sobremanera, pero tenia que calmarme; Ian se sentó en una silla plegable y yo lo seguí mecánicamente, acomodándome en su regazo, por miedo a perderlo de nuevo o simplemente porque lo había extrañado demasiado. Mirey se las arreglo para sentarse sobre una improvisada mesa, sin soltar la mano de Isaac, mientras Aarón mantenía ambos brazos sujetos firmemente a la, perfectamente torneada, cintura de Sara. Matt y Christina se incorporaron al grupo, seguidos por Gabriel; el silencio reino por largo rato, todos nos mirábamos unos a otros, esperando pacientemente.

3.- De vuelta.

  Escuche el sonido de un teléfono fijo sonar incesantemente, mientras que los zapatos de mi madre sonaban frenéticamente sobre el piso de madera, acercándose rápidamente al repiqueteo del aparato.
        -¿Hola?- murmuro mi madre al teléfono, mientras yo me esforzaba por abrir los ojos-, ¡Billy!- exclamo con sorpresa-, tranquilo, habla más despacio por favor. Un segundo, habla con Mitch- finalizo mi madre, al darse cuenta de que la miraba fijamente.
        -Yo, quiero hablar con él- susurre, pidiéndole silenciosamente a Mike que me bajara.
        -Por supuesto, cariño- accedió ella abrazándome-. Mientras tanto te preparare un baño caliente y Mitch hará algo rico de cenar.
        -Gracias- susurre mientras tomaba el auricular del teléfono, Mike no se aparto de mi lado, parecía mi sombra mucho mas que otro ser humano-. Hola, papá.
        -¡Natalia!, gracias al cielo estas bien- grito mi padre, dejando notar su alivio-, ¿Por qué no me dijiste nada?
        -No me habrías dejado hacerlo, me hubieras pedido que lo pensara o te habría parecido ridículo porque no han pasado ni 10 horas desde que te dije que lo amaba- conteste, sosegando mi voz lo mejor posible.
         -Así que ha sido por él- grazno mi padre, irritado-; no lo habría imaginado. Pero al menos pudiste dejar una nota o llamarme a mí en vez de a Christina.
        -Lo lamento mucho, papá…
        -Tranquila cariño, me alivia saber que estas bien y que estas con tu madre- admitió sin esfuerzo-; se que ella será más capaz que yo de aconsejarte. Pero debo decirte que Ian esta viajando ahora mismo a Lincoln, lo dedujo muy rápido y nadie fue capaz de detenerlo; parece un buen chico, deberías hablar con él.
         -No estoy segura de querer hacerlo- me mordí el labio inferior, obligándome a recordar el día que lo vi en tan mal estado en la cafetería, la sangre palpito a través de la piel de mi labio y por eso me detuve, no quería que sangrara de nuevo.
        -Nadie te obliga a nada, solo piénsalo con detenimiento y toma tu decisión sin dar muchos rodeos…
       -Lo hare- accedí, mirando a Mike-. Adiós papá, cuídate y de nuevo… lo lamento.
       -Descuida, todo esta bien. Cuídate tu, te amo cariño- me dijo, antes de cortar la comunicación.
  Ahora si me sentía como una estúpida  bien hecha, al parecer iba a lastimar a más personas de las que beneficiaria con mi decisión. Billy me había demostrado que podía vivir muy bien sin mi presencia y quizá hasta lo disfrutara más, al no tener que preocuparse constantemente por mis actitudes y mi inclinación por meterme en líos. Pero ahora solo había algo a lo que tenía que atenerme, Ian estaba en camino y yo no encontraba las palabras para explicarle lo que había pasado por mi mente en el momento que decidí irme; lo conocía demasiado bien y seguramente habría culpado a Aarón por mi partida, pero lo cierto era que ni yo misma conocía a la perfección mis motivos. Tal vez el temor a morir fue lo que me orillo a hacerlo, o quizás el miedo de que Ian muriera defendiéndome, no lo sabia. Maldita sea, ¿Cuándo se torno todo tan complicado? Cerré los ojos al mismo tiempo que mis brazos se cerraron en torno a Mike, era él todo lo que me quedaba por ahora, el único pilar que me mantendría en pie tanto como lo necesitara.  Él también me abrazo, susurrándome al oído que todo iba a estar bien, tan solo escucho la mitad de mi conversación y aun así, seguramente, había entendido todo.
       -Debo ir a bañarme, antes de que venga mi madre y me arrastre al baño- reí mientras lo soltaba.
       -Es una buena idea- me concedió.
  Lo bese en la mejilla  camine por el pasillo que daba tanto al baño, como a mi habitación; entre a la habitación de baño y abrí las llaves de la regadera y luego comencé a quitarme la ropa mojada con la que había viajado. Mi cuerpo desnudo me hizo sentir mucho mas vulnerable, más de lo que ya me había sentido unos días antes. Un escalofrío subió por mi columna, como si se tratase de una descarga eléctrica, trague saliva mientras me armaba de valor para voltear y encarar a lo que me asechaba. Esto no podía pasar nuevamente, o ¿si? Voltee decidida, pero solo me tope con la fría y empañada pared de azulejos que estaba a mi izquierda.
       -Estoy nerviosa…- susurre para mi misma, mientras alejaba los ojos de mi reflejo en la pared y entraba a la ducha-. Pero, ¿Por qué?
 Kristen había muerto, Ian la había matado para salvarme, así que… ¿Por qué el temor?, no tenia ninguna explicación valida o coherente.  El calor del agua recorriendo mi cuerpo con delicadeza logro relajarme lo suficiente para que todo aquello a lo que temía desapareciera, con la misma rapidez con la que había aparecido. Tome una bocanada de aire mientras buscaba una toalla con la mano para salir; sonreí para mi misma cuando escuche un barullo en la cocina. Mitch estaba en la cocina, preparando algo de cenar para todos los que estaban en la casa esa noche. Suspire ruidosamente, mientras corría a mi habitación. Todo estaba ahí, intacto; mi cama, mi ropero, mis libros y toda mi ropa, eso me calmo aun más, mi habitación siempre me hizo sentir segura, tranquila y protegida. Busque una fina blusa verde, que era mi favorita, de manga larga. Tome unos jeans y me enfunde con ellos mientras buscaba unas balerinas con la mirada, las encontré y me las puse, para luego tomar el cepillo y pasarlo por mi cabello cuidadosamente; entonces descubrí algo, que me dolía, suspire molesta y comencé a palpar mi cráneo con cuidado, hasta que di con la razón de mi malestar. Tenía una pequeña herida cerca de la nuca, provocada, seguramente, cuando Kristen me lanzo contra la pared; la sangre no me gustaba y tenía que ocultarla para no preocupar a nadie. Abrí uno de mis cajones y saque un trozo de gasa, junto con un poco de tela adhesiva, y comencé a curar yo sola  la lesión de mi cabeza; al terminar la oculte con mi cabello y salí de mi habitación, guiada por el aroma que provenía de la cocina.
  Aun no podía ahuyentar completamente el temor que se había apoderado de mí unos minutos antes en la ducha, había sido demasiado real, tanto como cuando Kristen vivía y me asechaba a la distancia. ¿Qué podía ser ahora?, o mejor dicho ¿Quién era esta vez? y ¿Por qué solo a mí? Si esto continuaba, el desenlace seria similar o peor al de Baltimore, pues esta vez podían matar a mi mamá o a Mitch por mi culpa. ¿Qué iba a hacer ahora?, yo no podía protegerlos contra alguien como Kristen, ni tampoco podría pelear contra algún miembro de la Hermandad, si nos atacaban estábamos perdidos; no iban a desperdiciar la oportunidad que tenían, matándonos sin que nadie se lo esperara, sin que nadie pudiera ayudarnos. Éramos un blanco demasiado sencillo, aunque quizá ello nos brindaría una oportunidad, a Kristen le gustaban los retos y la diversión que suponía enfrentarse a alguien que podía ganarle, tal vez si no suponíamos un reto para mi nuevo cazador, perdería el interés y nos dejaría en paz. Sin duda, era un posibilidad bastante realista y viable, bastante factible; pero también existía la posibilidad de que ni siquiera se molestara en averiguar si éramos una presa difícil, quizá su misión era solo matarnos sin hacer demasiada faramalla o dejar demasiadas pistas. Realmente el peligro ya no estaba en Baltimore, sino aquí en Omaha, ¿quería, yo, enteramente volver a Baltimore ahora que no había un peligro latente en casa de Billy?
  Me  senté en la mesa con aire ausente, cosa que todos notaron inmediatamente. Mike me tomo de la mano para infundirme confianza, mientras mi madre me miraba fijamente, al igual que Mitch.
       -¿Qué ocurre, Natalia?- susurro mamá con preocupación, igual a como la escuche cuando me fracture el tobillo.
      -No es nada- mentí-, en serio- murmure, mirando a Mike fijamente.
  Comimos en silencio, yo sabía que mi madre tramaba algo dentro de su cabeza, probablemente la forma más correcta de asaltarme con preguntas sobre mi repentino regreso; que aunque la hacía muy feliz, también la contrariaba demasiado. Sus sentimientos se encontrarían confundidos, al igual que los míos, justo en este momento, en el que estaba volviéndome enteramente consciente de lo que acababa de hacer. A mí no me hacia tan feliz como a todos, el haber regresado a Omaha, al lugar que fue mi hogar por tantos años, de hecho… me entristecía lo suficiente como para querer volver inmediatamente a Baltimore. Cuando terminamos, recogí mi plato y lo lleve al fregador, donde lo lave y espere a que los demás llevaran los suyos, para así terminar de lavarlos de una buena vez.
       -Oye, Mike- susurro Mitch con alegría-, ¿quieres acompañarme a comprar una pieza para el auto?
      -Por supuesto, vamos- accedió Mike, con la misma alegría.
  Vaya, se llevaban demasiado bien. Gemí, todo había sido planeado, según podía darme cuenta. Mitch y Mike se irían, para que de esa manera mi madre pudiera hablar conmigo sin ninguna interrupción; suspire mientras me acomodaba el cabello, esperando pacientemente a que llegara mi madre con el resto de los trastes. Era el momento perfecto para que me asaltara con preguntas imprudentes e inesperadas. Me pareció raro, por primera vez en años, me resultaba tedioso tener que escuchar a mi madre con sus sermones sobre responsabilidad y moral; no tenia ni un poco de ganas de escucharla, así como tampoco quería discutir con ella. Cerré los ojos y trague saliva mientras abría el grifo con extremo cuidado, para no perder de vista ningún movimiento de mi madre, escuche como sus pies se arrastraron tímidamente desde el comedor; la mire de reojo, tratando de escudriñar su expresión, pero siempre parecía, totalmente, carente de aflicción o molestia, siempre parecía alegre… feliz, contenta. Era imposible enojarse con ella. Mire el agua yéndose por el desagüe mientras ella se recargaba en una pared que estaba detrás de mí.
       -¿Quieres contarme que ocurre?- inicio, con un tono dulce en la voz-. Por favor, hija, no me digas que no es nada.
      -Termine con Ian- sentencie, volviéndome para poder mirarla a los ojos-. Solo eso.
  Me apoye contra el fregador, al sentir que todo mi mundo se desestabilizo al decir aquellas palabras, era mentira, pero no podía permitir que ella lo supiera; solo Billy lo sabia y tampoco creía conveniente que mi madre lo supiera.
       -Oh, cariño- murmuro ella, precipitándose hacia mí para abrazarme-. Discúlpame, no debí preguntar.
      -Era tu deber como madre- la espete, cerrando mis brazos en torno a su cuerpo.
       -Lo sé, pero te lastima hablar de ello- me corrigió, ¿Por qué tenia que haberse dado cuenta de ello?-. Tranquila, todo estará bien.
       -Supongo que mi destino es quedarme sola, para siempre- le susurre al oído, cuando lo que realmente quería decir era no, nada estará bien… nunca más. Pero no podía ser honesta, me mataba tener que mentirle pero no encontraba otra salida.
      -No seas tonta, aun tienes toda la vida por delante- me aseguro-; solo es cuestión de tiempo para que encuentres a alguien que de verdad te ame y te valore.
  Ya lo había encontrado, solo que las circunstancias nos había alejado y ya no encontraba como volver sin lastimar a todos lo que amaba, o al menos a la mayoría de ellos. No pude evitar las lágrimas que asaltaron mis ojos en ese momento, así que las deje correr libremente mientras humedecían la blusa de mi madre; a ella no parecía molestarle, quizá por ello fuera madre, porque siempre estaba pendiente de su hija y porque no le molestaba nada de lo que yo pudiera hacer, bueno o malo, que pudiera decepcionarla. Le sonreí cuando la solté, ella limpio las lágrimas de mis ojos con delicadeza y también me sonrió; luego ambas suspiramos y nos echamos a reír.
       -Gracias por recibirme de vuelta- le dije.
        -Esta es tu casa y serás bienvenida siempre que quieras- me aseguro, abrazándome nuevamente.
       -Gracias, mamá- admití, rindiéndome ante su abrazo.
  Era tan normal estar con mi mamá de esa forma, la echaba mucho de menos, la extrañaba… me había hecho falta los últimos meses, me hizo falta cuando me sentía confundida con respecto a Isaac y Sean; me hizo falta cuando me sentí acorralada por el grupo de Aarón, pero de igual manera había sido lo mejor que ella hubiera estado lejos durante el desarrollo de todos lo problemas de los que fui víctima, o mejor dicho, de los que fui un daño colateral. Era mejor así, que fuera totalmente ajena a todo eso… a todo lo que paso, a lo que yo quería olvidar; ella me dio los trastes y yo termine de lavarlos, ante su atenta y maternal mirada. Yo amaba a mi mamá y la posibilidad de que la estuviera poniendo en riesgo me estaba consumiendo, y no podía hacer nada al respecto; no podía encarar a quien me seguía, si que antes él o ella se comunicaran conmigo como la última vez. ¿Qué hacer?, ¿Cómo sacarlos de este problema? Entonces la imagen de Ian, sumamente molesto por mi partida, acudió a mi mente y se apodero de ella con una velocidad excepcional; ¿realmente estaría molesto por mi huida o le molestaría más el hecho de que mi vida estaba en riesgo por mi propia imprudencia?, probablemente la respuesta era un ‘’sí’’, carente de expresiones, algo que me golpearía como un látigo y dejaría el rastro por siempre en mi cuerpo, como una marca. Una lágrima rodo desde mi mejilla, para juntarse con el resto de agua que había en la tarja, ¿había cometido un error?, ¿Cómo saberlo? No existía una manera, al menos no una sencilla, no encontraba ni siquiera una respuesta a esa pregunta; mi madre se alejo de la cocina cuando el vehículo de Mitch ronroneo cerca de la entrada, finalmente habían regresado. ¿Cuánto tiempo había pasado?, ¿Por qué no era capaz de medir el tiempo?, ¿era una secuela del trauma que acababa de vivir?, ¿era el cansancio?
  Me detuve un segundo a pensarlo. No, tenia que ser otra cosa; yo ya estaba consciente de lo que había pasado, ya había recordado lo que sucedió en la casa de Billy, y cuando llegue a Omaha todo estaba bien conmigo; o al menos lo estaba hasta antes de sentirme asechada de nuevo. ¿Otra manera de asustarme?, ¿quizá una ramificación de la capacidad de control mental de Kristen?, ¡maldita sea, ¿Qué era?! Sostuve la respiración un segundo, esperando a que la sensación de ahogo me dominara, pero no sucedió. Entonces tenia que ser otra cosa, pero ¿Qué?
  Salí de la cocina secándome las manos, Mike alzo la mirada inmediatamente para cruzarla con la mía y poder darse cuenta de mis pensamientos; vi su rostro, lucia confundido, como si no alcanzara a comprender lo que me sucedía. Vaya, si lo supiera… yo misma se lo habría preguntado, pensé… ni siquiera yo comprendía que me pasaba; y si lo sabía, no comprendía como podía expresarlo o decírselo a alguien, sin que me juzgara como una demente con paranoia o un, muy aceptado, síndrome de estrés pos-traumático. Camine a mi habitación y Mike me siguió. La luz del crepúsculo se colaba con eficacia por el enorme ventanal que estaba, en lugar de otra pared, del otro lado de la casa; abrí la puerta y entre en mi habitación, seguida de cerca por Mike.
       -¿Qué ocurre, Natalia?- me pregunto, mirándome fijamente mientras yo cerraba la puerta detrás de mí.
       -No lo se…- admití encogiendo los hombros-, quizá ya enloquecí o solo estoy cansada; pero si se algo… tengo mucho miedo, Mike y no se de que.
      -Explícame, no logro comprender- insistió, tumbándose sobre mi cama.
       -¡Si pudiera explicártelo mejor, lo haría, Mike!- estalle, cubriendo mi rostro y luego llevándome ambas manos al cabello-. No se como hacerlo.
       -¿A que le temes?, ¿Qué paso en Baltimore?- me atajo, volviendo a clavar su mirada en mi cuerpo-. Puedes confiar en mí, lo sabes de sobra.
     -Le temo a un alguien, no a un algo- respondí con cautela, sin darle demasiada información-, en Baltimore… alguien murió por culpa mía, por protegerme- continúe, ante su escéptica mirada-. No quiero morir, Mike. Me asusta.
  En ese momento todas mis fuerzas me abandonaron, y caí al suelo destrozada, sin poder darle una oportunidad a mis labios para que siguieran moviéndose; lloraba de una forma irracional y desmedida, provocando que Mike se levantara de la cama y me rodeara con sus brazos para consolarme. Era con una de las, pocas, personas con las que me sentía protegida y a salvo; pero en este momento creía que sería mucho más peligroso para él estar cerca de mí, que un confort para mi alma y mi escaza fortaleza. Pero no podía negarle a mi cuerpo la sensación de bienestar, de protección, de amor incondicional; aunque yo no pudiera brindarle ninguna de esas sensaciones a Mike. Me sentía mal por ello, probablemente me habría ahorrado todo esto si me hubiera enamorado de él y no de Derek; si hubiera sido así, yo jamás habría dejado de Nebraska, nunca hubiera huido a Baltimore, nunca habría conocido a Ian… en ese momento sentí una punzada en el pecho, ¿Cómo podía pensar eso?, Ian era lo mejor que me había pasado en la vida, era estúpido pensar que solo se trataba de un error; no lo era, jamás lo sería, nunca me iba a arrepentir de amarlo y mucho menos de haberlo conocido.
  Mike me cargo y me deposito en mi cama, debajo de las cobijas, y se acorruco a mi lado; yo, por mi parte, inmediatamente me acomode sobre su pecho, para poder darme cuenta si se iba o no. Aunque ya sabía que no lo haría, él me apreciaba y no era capaz de abandonarme luego de lo que le había confesado. Respire hondo y él comenzó a acariciar mi cabello con ternura, orillándome a dormitar; me aferre a su playera, dejándome llevar por lo bien que me sentía en ese momento. Aunque siempre estaría latente la posibilidad de despertar gritando, era normal… aun me acosaba el recuerdo de esa detonación, la detonación que le arrebato la vida a Irina. Eso bastaría para hacerme sentir temerosa y vulnerable, aunque no podía serlo ahora… no ante lo que estaba pasando en mi casa, conmigo y, posiblemente, también con mi familia. Me quede dormida luego de eso, aunque mi mente no dejaba de maquilar ideas, ni tampoco de pasar imágenes como en un video muy poco gracioso.
  ¿Cuándo vería a Ian aquí en Omaha?, yo realmente quería verlo, lo extrañaba, lo necesitaba y luego de la llamada de Billy, sabia que él a mi también. Sonreí inconscientemente ante aquella idea, ambos queríamos estar juntos, lo deseábamos fieramente. Volví a acomodarme en la cama, escuchando vagamente como Mike tarareaba una canción de cuna, era muy lindo conmigo, un amigo que nunca creí merecer, pero que siempre estaba ahí… sin importar lo mal que lo tratara, nunca me había dejado desamparada. Abrí un ojo y vi que la mortecina luz de la luna se filtraba sin esfuerzo entre las vaporosas cortinas de mi habitación; no supe deducir que hora era, quizá dos o tres de la mañana, no lo sabía. Pero otra vez me sentía acosada por alguien, alguien que compartía el espacio con Mike y conmigo; alguien que nos vigilaba tranquilamente desde las sombras de mi habitación, ¿Quién era?, ó ¿Quién podía ser? No sabia si quería saber eso, posiblemente era necesario… pero no quería saberlo, tal vez no era relevante y solo serviría para entorpecer, aun más, mi capacidad de actuar ante esta situación. Cerré los ojos otra vez, tratando de ignorar esa sensación, contrarrestándola con el recuerdo de Ian y la primera vez que vi sus ojos; solo eso bastaba para alejar cualquier temor de mis pensamientos…