domingo, 14 de agosto de 2011

6.- No soy quién todos creen.

    -¿Estás bien?- pregunto una voz femenina en mi espalda, una voz que conocí vagamente.
  El grito se helo en mi garganta cuando me gire completamente y la reconocí, aunque llevaba el cabello recogido en una cola alta, esos rayos azules podía reconocerlos en cualquier lugar; cerré los ojos con fuerza y suspire de alivio, me sentía extrañamente tranquila… aunque estaba consciente de que a ella tampoco le caía muy bien. Pero no quería juzgarla mal, al menos no antes de conocerla.
       -Si, gracias por preguntar- susurre mientras tomaba el cúter y lo ocultaba con mis manos para guardarlo en mi mochila-; solo estoy un poco nerviosa.
       -No entiendo porque… no todos estamos en contra de lo que sienten Ian y tú- me dijo sin mirarme.
  La mire estupefacta, ¿Cómo lo sabia?, ¿Por qué hablaba con tanta calma?, ¿se trataba de una trampa en la que caí tontamente? Era Sara Wayne, de eso no me quedaba duda, sus ojos… su cabello y el característico anillo que usaba me lo decían a gritos; pero… ¿Por qué me decía eso?, ¿Qué era lo que sabia?
       -No se de que hablas- mentí mientras cerraba la puertecilla metálica de mi locker.
       -Oh, vamos…- farfullo ella mirándome, al mismo tiempo que cerraba la puerta de su locker-; yo lo se, de hecho en la Organización ya no se habla de otra cosa que no sean Irina Slade y tú.
       -¿Me odias por eso?- gemí.
       -Yo no te odio- susurro luego de soltar una tremenda carcajada-, pero admito que me siento un poco celosa y desplazada por todo esto de ustedes- admitió sonriéndome amistosamente-. Aarón no puede hacer nada contra los sentimientos humanos, simplemente no puede obligar a ninguno de nosotros a que los reprima.
       -No entiendo- admití mirándola con un poco más de confianza.
       -Es simple- me aseguro-, es como si él mismo negara lo que siente por mí- me explico con tranquilidad-. No somos robots, somos humanos como cualquier otro de los que estudian aquí.
       -Sigo sin comprender, Sara- susurre mientras me sentaba en la banca, y ella me imitaba-. Creo que es demasiado complejo para alcanzar a entenderlo en su totalidad.
  ¿A que se debía realmente todo esto?, ¿Por qué su repentino acercamiento? Su mirada siempre había sido hostil, o al menos todas las veces en las que yo la había visto y ahora… parecía como si ella fuera mucho más humana de lo que creía. Me sonrío animadamente y tomo un poco de aire, mientras meditaba las palabras que estaba a punto de decir; no sabía cuanto exactamente debía creerle, según Gabriel… ellos no eran buenas personas y podían valerse de algunos trucos para apoderarse de sus victimas, fueran quienes fueran… y ahora estaba segura de que yo era uno de sus blancos.
       -Natalia, yo… no soy como todos creen que soy- comenzó con nostalgia-, todos ven en mí una chica bonita, y carente de sentimientos… pero no es así- aseguro-. Simplemente fui criada de otra forma, mis padres… me criaron para ser así, porque ellos mismos fueron lo que yo soy ahora.
     ‘’Se que te parece raro que yo te cuente mis cosas, pero… Ian es un gran amigo para mí, y significa mucho en mi vida, es importante para mí- me dijo mirándome con una sinceridad palpable en sus ojos-; me alegra muchísimo que al fin haya encontrado a alguien que lo haga sentir vivo, a una mujer que lo haga feliz… aunque sepa que Aarón no va a aceptarlo tan fácilmente. Él te quiere, lo eh visto en sus ojos y en su forma de defenderte contra Aarón y Bruce… pero no todos somos así, no todos compartimos la postura de ellos, Maurice, William y yo estamos dispuestos a conocerte y a protegerte si es necesario.
       -Pero Aarón es tu pareja- le recordé, aun confusa.
       -Eso es cierto, pero no quiere decir que comulgue con sus ideales, solo respeto su postura y no pretendo cambiarla- acepto mientras miraba el techo-; admito que en un principio así era, ambos nos unimos por el gusto que nos daba matar a otros… la ambición que compartíamos era más fuerte que cualquier lazo que pudiera forjarse con otra persona.
     ‘’Sin embargo, luego de pasar tanto tiempo juntos… de trabajar bajo el mandato de otras personas, de sufrir humillaciones y severos castigos, nos dimos cuenta de que lo que sentíamos iba más haya de la ambición y la sed de sangre- su historia era escalofriante, y emotiva-; Aarón me salvo de una muerte segura, el líder de esa vieja banda iba a asesinarme por no cumplir sus caprichos estúpidos. Huimos juntos, viajamos de Praga hacia este país, donde también había miembros de aquella hermandad regida por el desprecio a la vida humana.
     ‘’Al principio queríamos escapar, pero nos buscaban… ellos habían dado aviso a la policía norteamericana sobre nuestros múltiples homicidios en Praga y Viena; éramos jóvenes, ambos con 17 años y un total de 436 asesinatos de ambos en nuestras conciencias… tuvimos que hablar con el subordinado de nuestro jefe, le rogamos una segunda oportunidad y se nos fue concedida… nuestro blanco era una chica rubia de nombre: Loreto Morris. Ella era buscada por traición al líder, y nosotros éramos conocidos como los asesinos más certeros que poseía la Hermandad, por eso confiaban en nosotros; cumplimos la misión, matamos a Loreto Morris y conseguimos nuestra libertad… o al menos eso creíamos nosotros. Aarón me amaba, y me lo confeso luego de ese asesinato… y yo admití que también lo amaba; por eso él pensó en buscar y matar a los miembros de la hermandad, uno a uno… para obligar a los verdaderos lideres, que radican en Praga, a venir a América y exterminarlos como venganza por lo que me habían hecho.
     ‘’Aarón tenía contactos en todo el mundo, fuera de la hermandad… y yo no lo sabía hasta que fue momento de reclutar a nuestros propios compañeros, a personas que tuvieran algo en contra de la Hermandad de la Sangre; los encontramos, a todos… a Maurice, a Bruce, a William, a Ian, a Alexander, a Germán, a George y a Raven. Todos querían vengar a alguien que fue importante para ellos, y ese era el punto de nosotros también… y necesitábamos a especialistas en diferentes cosas; por eso solo nos enfocamos en aquellos que pudieran ayudarnos realmente- su historia parecía la de una película policiaca, pero era real… su ojos me lo decían.
  Sara no era mala, simplemente quería protegerse y proteger a Aarón porque lo amaba… los mismos motivos que yo tenía ahora para cuidar de Ian. Ahora lo único que no cuadraba era, ¿Por qué Christina y Sean los odiaban tanto?
       -Suena loco, ¿verdad?- me susurro.
        -Un poco, lo admito- respondí sonriéndole también-, pero… ¿en que se especializa cada uno?
       -Bien… Aarón es un maestro del disfraz  y un asesino certero, jamás se ah equivocado en un disparo de larga distancia o algo así- me dijo con serenidad-; Maurice es un maestro de la tortura, siempre consigue la información que se necesita… sin importar los métodos que tenga que utilizar, usa siempre los más efectivos.
      ‘’Bruce es un animal, pero un excelente peleador cuerpo a cuerpo… sabe romper huesos sin dejar marcas; William, aunque es un poco odioso, es un maestro de la manipulación; George es un intelectual increíble, sabe todo sobre computadoras y programas, un hacker envidiable- la mire con cautela, y ella comprendió inmediatamente quien era el que más me importaba-; Ian es un artista, un romántico, pero es el más confiable de todos… es un espía, trabaja de cerca con el enemigo o con el blanco; Alexander, esta muerto para la policía… según ellos fue asesinado en un tiroteo, ninguno de nosotros conocemos su verdadera identidad… pero es útil ya que no posee huellas digitales y sus ojos tienen un rastro diferente al de todos, es como si fuera un fantasma, nos ayuda en atracos bancarios o secuestros; Germán es un idiota, completamente… eso no puede discutirse, pero sabe como hacer que la gente haga lo que quiere, como manipulación… pero luego los mata y se queda con el crédito; y Raven… Raven es un líder nato, quizá el líder real de nuestra organización sea él y no Aarón, es él quien elige las misiones de cada uno, pensando en las cualidades que tenemos y forma las parejas, conforme las especialidades que se necesiten en cada situación.
  Era descabellado, muy descabellado creer que dentro del colegio merodeaban asesinos y sociópatas, ahora yo era cómplice de alguna forma… ya que no podía contárselo a nadie, Sara había confiado en mí… y el miedo infundado era una buena forma de mantener a alguien callado.
       -¿Qué hay de ti?- susurre al darme cuenta de que no sabía lo que ella hacia.
       -Yo soy una especialista en armas de fuego y punzocortantes, soy quien abastece de armas a todos los miembros- me dijo luego de un suspiro-; además de que me encargo de que aprendan a disparar y en donde, tengo los conocimientos completos sobre medicina y puntos clave en el cuerpo humano.
  Eran un grupo compacto, bien organizado y peligroso, sobretodo peligroso. Cada uno desempeñaba un papel importante dentro de ese grupo, un papel que no podía ser sustituido fácilmente; los unía la venganza, el odio y el cariño que pudiera haber aflorado entre ellos… aunque resultaba complicado pensar que existieran relaciones entre los miembros, ya que solo había una mujer y tenia pareja. Quizá por ellos algunos se alegraban de lo que pasaba entre Ian y yo… era lo único sensato en lo que podía pensar en este momento. Y ahora formaba parte de él indirectamente, ya no podía cambiarlo… estaba hecho y ahora tenía que vivir con ello. Lo único que restaba era investigar a fondo porque Christina los detestaba tanto, al igual que los demás, a mi no podían obligarme a compartir sus ideales… no ahora que Sara se había abierto conmigo; habíamos formado un lazo, extraño sin duda, pero lo habíamos formado. La chica me sonrío y se levanto animadamente.
       -Vámonos, el profesor Evans ya debió haber llegado y esto se llenara en cualquier segundo- me dijo tomándome de la mano para salir- Además te tengo una sorpresa.
  ¿Una sorpresa?, ¿estaba bromeando o algo por el estilo? La mire confusa y me arrastro hasta el gimnasio; había un montón de chicos en short, y una avalancha de chicas se apretujaba para entrar al vestidos. Yo jamás había sido amiga de los deportes, pero ahora formaban parte de mi nueva vida, en una nueva ciudad; Sara caminaba con paso firme y decidido, arrastrándome tras ella… sin permitirme detenerme para mirar nada, ni a nadie. Al llegar a media cancha rió divertida y entonces conocí al profesor Sean Evans, lo mire estupefacta… soltándome del agarre de Sara, ¿Qué hacia Sean ahí?, desde cuando formaba parte del cuerpo docente del colegio. Entonces recordé lo que había dicho Sean en la playa… cuando yo me encontraba semi inconsciente, yo conseguí un trabajo ahí, es mejor que estemos todos juntos antes de que empiecen a sospechar. ¿De que rayos se trataba todo esto?, ¿Por qué el recelo entre ellos, o al menos de parte de Chris y Sean contra Sara y Aarón? Era tan confuso, no podía pensar en una respuesta lógica a mis dudas… y tampoco me sentía completamente capaz de externar aquello que me incomodaba para recibir respuestas a ellas, solo podía quedarme y observar desde lejos… a la distancia, donde no pudieran involucrarme con ninguno de los dos lados; era una situación compleja, mas de lo que hubiera esperado y aun así me parecía extrañamente interesante. Al lado de Sean reconocí a Gabriel, que parecía estarle diciendo algún secreto al oído, en cuanto me miraron ambos sonrieron y me saludaron; al menos algo bueno resultaría de todo esto, me quitaría a Sean de encima para siempre, ya que estaba prohibido que un maestro tuviera una relación con un alumno. Eso era el lado bueno, el malo era que Aarón también estaba ahí… al ver a Sara su semblante frio y hostil desapareció por completo, la miro acercarse… como si el tiempo se hubiera detenido entre ellos y solo ellos pudieran moverse; se acercaron sin prisa, sin detenerse y sin dejar de mirarse a los ojos uno al otro. Era sencillo sentir envidia de ellos, por como se miraban y la armoniosa aura que emanaban, al quedar frente a frente se besaron… como si fuera la primera vez luego de sobrevivir a un desastroso accidente, como si fuera la ultima vez, un beso cargado de emociones y palabras; palabras que no necesitaban ser dichas, pues al estar juntos podían gritárselas sin que nadie más escuchara. Las amargas experiencias los habían llevado a sentir un amor enteramente puro, que no busca nada más que el bienestar del otro, un amor que podría envidiarse en cualquier película, en cualquier telenovela, y que era extremadamente codiciado entre nosotros mismos, personas comunes y corrientes que no conocían el secreto detrás de ese amor tan increíble. Pero al mirarlos con atención, y sabiendo lo que yo sabia ahora, existía algo que no los dejaba ser felices completamente… sus recuerdos, el acecho inminente de quienes los había herido en el pasado, que ahora los acosaban día y noche, sin tregua; no podían desaparecer, no estaban dispuestos a hacer eso… simplemente se quedarían y lo enfrentarían. Un momentáneo encuentro entre ellos me había hecho sentir incomoda, como si estuviera mirando algo indebido… o me hubiera convertido, momentáneamente, en la tercera en discordia; un momento mágico en el que se hablaban dos almas, en el que dos almas se decían cosas ajenas a los oídos mortales. Sonreí de forma inconsciente y seguí caminando, bajando la mirada… evadiendo esa aura que amenazaba con consumir todo el lugar.
  Por mi parte, al alzar la mirada y ver debajo de una de las canastas de baloncesto… todo mi mundo se volvió una imagen licuada, como lo que queda después de un terremoto o un tsunami… una pintura de acuarela con demasiada agua y mal secada; todo se difumino a mi alrededor, y solo miraba ese espectacular muchacho… tan perfecto, su rubio cabello, sus penetrantes ojos azules y su radiante sonrisa. El terremoto solo nos había dejado vivos a él y a mí, como un encuentro predestinado, aunque quien lo había predicho estaba arreglando sus propios asuntos. Te tengo una sorpresa, me aseguro mientras me remolcaba fuera del vestidor… ahora entendía su sorpresa, él había sido mi sorpresa… la mejor de todas las sorpresas; no pude apartar mi mirada de su silueta, se giro y me miro sonriendo… pero luego su sonrisa se volvió una mueca de preocupación, señalo algo detrás de mí, me gire y mire un balón que se dirigía a mí directamente. Me quede paralizada en ese sitio, mirando el proyectil acercándose a mí rápidamente… alguien grito, y caí al suelo.
       -¿Estás bien?- pregunto su melodiosa voz, una vez que abrí los ojos.
       -Si…- respondí, antes de mover mi pierna-, auch…
  Al mover mi pierna izquierda, un dolor punzante, similar a una descarga eléctrica, ascendió por mi muslo y se alojo en mi cadera; al volver la mirada a quien me había salvado, me sonroje inmediatamente, Ian estaba sobre mí, sin lastimarme… pero estaba sobre mí y su rostro estaba a pocos centímetros del mío, su nariz rozaba ligeramente la mía. Me quede sin aire, mirándolo sonrojada… él sonrío y acaricio mi mejilla, luego se levanto y me ayudo a sentarme. Sean corrió en mi dirección rápidamente, apartando a Ian de mi lado… yo seguía con mi mirada puesta en él, hasta que Sean movió bruscamente mi tobillo y me hizo gritar.
       -¡Me duele!- grazne apretando mi pierna, respirando agitadamente.
       -Debo llevarte a la enfermería- sugirió él y se levanto, buscando a Gabriel con la mirada.
       -No es nada, estoy bien- metí y me levante, apoyando el pie.
  Cerré los ojos con fuerza al sentir la punzada de nuevo, no pude mantener el equilibrio e Ian me sostuvo nuevamente, mirándome con una notable preocupación en su rostro.
       -No, no estás bien- mascullo él mirándome a los ojos-; el profesor debe llevarte a la enfermería.
       -¡No!- gemí, aferrándome a su playera-, estoy bien… solo necesito moverlo un poco.
  Sean e Ian negaron con la cabeza al mismo tiempo, sabía que a ninguno le agradaba estar tan cerca uno del otro, pero yo no quería ir a la enfermería y menos con Sean…  seguramente me iba a asaltar con un sinfín de preguntas en cuanto saliéramos del gimnasio y yo no podía decirle nada; prefería que Ian me llevara, él me entendía y ahora parecía que estaba siempre en el momento justo.
       -Sr. Bastank… llévela a la enfermería por favor- le pidió Sean a Ian sin mirarlo-, yo tengo una clase que dar.
       -Inmediatamente- respondió Ian, levantándome en vilo… como si no pesara nada.
  Me aferre a su playera de nuevo y acomode mi cabeza contra su pecho, cerrando los ojos lentamente; todo estaría bien, si él me acompañaba y quizá me libraría de esta clase algún tiempo, y a Ian lo perdonarían por faltar a una clase si me ayudaba. Caminaba lentamente, manteniendo sus brazos firmes alrededor de mi cuerpo, sus heridas no parecían molestarle… o ignoraba muy bien el dolor; al caer en cuenta de ello trate de zafarme de él y solo tenso más sus brazos, deteniéndose para mirarme.
       -Bájame- le dije sin dejar de luchar contra su agarre-, te vas a lastimar; puedo caminar sola.
       -No voy a bajarte, no me molesta tu peso- susurro sin inmutarse-; además no puedes caminar, al parecer esta roto.
  Tenía que ser una broma, ¿me rompí el tobillo?... ¿Por qué no dolía como yo esperaba?, lo mire estupefacta y me sonrío, volviendo a caminar rumbo a la enfermería. No tenia idea de cómo me sentía realmente, podía estar feliz… por pasar tiempo con él, pero por otro lado debería estar preocupada por lo que llegaran a pensar Aarón y Christina; era una sucesión de sentimientos que pasaban demasiado rápido por mi cabeza como para que pudiera reconocer cada uno de ellos, sin embargo, el que más podía sentir era una infinita paz.
  Todo pasa, cuando tiene que pasar. Mi madre siempre decía eso, y también que todas las cosas que hagas traerán consigo una consecuencia, proporcional a lo que hicieras… ¿era posible que mi tobillo roto fuera la causa y la consecuencia seria pasar más tiempo con Ian? Sin duda alguna, era factible… muy factible, pero doloroso, aunque no me importaba mucho realmente si podía pasar tiempo con él. Dándole la espalda a la puerta de la enfermería, la abrió y me llevo hasta uno de los camastros que había ahí, la enfermera Elizabeth McCrory, una mujer baja de estatura, de complexión delgada y ojos verdes, se precipito hacia a mí y miro a Ian expectante.
       -¿Qué fue lo que paso?- pregunto mientras me miraba.
       -Dio un mal paso y se lastimo el tobillo izquierdo- le dijo Ian con parsimonia, mirándome también.
       -Bien, déjame ver- murmuro ella y levanto mi pierna para revisar mi tobillo, en cuanto lo toco me dolió pero apreté la mandíbula para no gritar y me aferre al camastro- ¿duele?
  Negué con la cabeza e Ian se hinco a mi lado tomándome de la mano, acariciando mi rostro para llamar mi atención, lo cual le resultaba sumamente sencillo; beso mi mano y dejo la suya rodeándola.
       -No tengas vergüenza, Natalia- murmuro cerca de mi oído-; quiero saber que te pasa.
       -Está bien…- susurre mirándolo a los ojos.
  La enfermera volvió a revisar mi tobillo, y al tocarlo no pude reprimir el dolor y grite, de forma controlada… pero grite; la mujer negó con la cabeza y se alejo de la camilla para tomar su tablilla y escribir algo en ella.
       -¿Vienes en automóvil?- pregunto mirándome, asentí una vez mientras me incorporaba un poco en la camilla-, no puedes conducir; ¿puedes llevarla?
       -Tengo clase de Gimnasia- contesto Ian levantándose, sin soltar mi mano.
       -Yo los justificare a ambos- aseguro la enfermera y sonrío.
       -¿Podría cuidarla mientras voy por sus cosas al vestidor del gimnasio?- le pidió Ian con una nota de preocupación en su voz, la enfermera asintió-, gracias.
  Me beso en la frente y rodeo la camilla para dirigirse a la puerta, lo mire alejarse y recordé donde había dejado mi llave del carro y la del locker.
       -Ian…- gemí con voz ahogada-, toma… si no, no podrás abrirlo.
  Sonrió abiertamente y se acerco para tomar mi llavero, luego se perdió por la puerta de la enfermería; supuse que estar con él era algo, peligroso para mí… ya que perdía concentración, noción del tiempo, entre otras cosas, pero no podía pensar en dejarlo o alejarme de él. Eso seria mucho más doloroso que mi actual fractura de tobillo.
  Resople y la enfermera sonrío, luego me acosté de nuevo en la camilla mirando el techo blanco y la lámpara incandescente que esta sobre mí; me resulto extraño no ver a nadie más en la enfermería, en Omaha cuando nevaba… había muchos chicos doliéndose de algo, o algunos enfermos de gripe o algo por el estilo. Pensé que al estar todos acostumbrados al sol y a clima cálido habría más enfermos que en Omaha, pero no era así, sino todo lo contrario. Eran un poco más resistentes. Cerré los ojos, el dolor me empezaba a provocar nauseas y no quería mostrarme tan débil como para que tuvieran que llamar a Billy a su trabajo para que viniera por mí y me llevara al hospital; además… aplazaría la noticia tanto como fuera posible, no quería preocupar a mi madre… ni alarmar a Billy, me repondría sola sin necesidad de un doctor especialista y una, segura, cirugía para acomodar mis huesos y enyesarme el pie. Eso sería más aparatoso de lo que me gustaría. Escuche como la enfermera salió del cuarto y cerro la puerta, me sentía tranquila… y estaba ansiosa porque Ian volviera para llevarme a mi casa, aunque Christina se alarmaría al no verme llegar a clase y Gabriel le diría lo que había pasado; era la ventaja de tener un ‘’niñero’’ detrás de mí todo el día, aunque también existían muchas desventajas… que aun no había pensado con detenimiento y ahora tenia menos ganas de hacerlo. Estaba dormitando por el dolor, y por las nauseas… la enfermera no me había dado nada para el dolor, y yo no quería pedírselo por temor a verme demasiado incapaz de tolerarlo; apreté los dientes y cerré mis manos, formando puños, y los pegue a mi pecho. Solo un poco más, un poco más, me repetía incesantemente… en cuanto llegara Ian me iría y ya en casa podría compadecerme todo lo que quisiera sobre mi misma, no lo haría antes; respire hondo, tratando de pensar en otra cosa… pero no podía, cualquier movimiento inconsciente que realizara con mi pierna solo me hacia sentir más débil y adolorida.
  Escuche unos pasos por el pasillo y luego la puerta abrirse, deseaba tanto que fuera Ian… pero no me atrevía a abandonar esa posición por el dolor que me provocaría hacerlo; respire hondo y sentí su mano en mi hombro, abrí un ojo y lo mire… no traía mis cosas, lo cual me confundió un poco.
       -Las deje en tu auto- me dijo al ver la contrariedad que reflejaba mi mirada-, ¿nos vamos?
       -Si, claro- asentí mientras tomaba una enorme bocanada de aire y me sentaba en la camilla.
  Se me escapo un jadeo cuando moví la pierna y la deje caer al aire, ¿Cómo era posible que él actuara tan natural… luego de la semejante golpiza que había recibido y yo no pudiera soportar el dolor de un tobillo roto? Odiaba sentirme tan inferior, pero no me quedaba de otra más que aguantarme hasta estar mejor y entonces lo externaría; se crispo al darse cuenta del dolor que me provocaba mover la pierna y busco mi mirada con urgencia.
       -Dame tu celular- exigió mientras extendía su mano frente a mí.
       -¿Para que lo quieres?- masculle mientras lo buscaba en el bolsillo de mi chaqueta.
       -Llamare a tu padre, y te llevare al hospital… esto no me gusta- sentencio quitándome el celular de la mano.
  Se aparto un poco de mí, sabiendo que le arrebataría el aparato si se encontraba a una distancia factible para usar mis manos, sin tener que mover mis piernas; así que decidió ponerse a salvo, poniendo una distancia prudente entre nosotros… para que no pudiera alcanzarlo a menos de que me bajara y caminara, cosa que no podía hacer en este momento. Lo vi buscar el numero de mi padre, creí que no lo encontraría ya que lo tenia como Billy… pero si lo hizo y marco de su  teléfono; espere unos segundos, sin moverme ni respirar hasta que Ian sonrío y escuche un cuchicheo al otro lado de la línea.
       -Buenas tardes, señor Bellager- saludo Ian cordialmente a mi padre-, mi nombre es Ian Bastank, soy el novio de su hija Natalia… si, de hecho si señor… ella se rompió el tobillo izquierdo en la clase de gimnasia y la llevare al hospital para que la examinen, si no le molesta… claro, aquí esta… permítame- se volteo y se acerco a mí alejando el teléfono de su oído-. Toma…
       -Me las debes- masculle tomando el celular y acercándolo a mi oído-. Hola papá…
       -¿Qué ocurrió, Natalia?- pregunto alarmado, justo lo que pretendía evitar.
       -Nada, estoy bien…- mentí mirando a Ian, que solo sonreía con arrogancia.
       -Me alegra que tu novio se preocupe por ti, así que los alcanzo en el hospital- agrego, culminando cualquier intento que hubiera tenido de discutir con él.
  Billy me colgó el teléfono y se lo devolví a Ian, irritada; había hecho lo que yo quería evitar y ahora me vería obligada a decírselo también a mamá, y ella adelantaría su viaje a Baltimore para cuidarme. Y también para conocer al chico que me había llevado al hospital y que le había asegurado a Billy que era mi novio… un segundo, mire a Ian sorprendida.
       -¿Mi novio?- repetí en voz alta mirándolo.
       -Si, tu novio…- repitió mirándome con diversión-, ¿te molesta?
       -Para nada- le dije-, bueno… solo el hecho de que fui la ultima en enterarme de eso.
  Ian rió divertido y guardo su teléfono junto con el mío en su bolsillo, para luego acercarse a mí y levantarme de la camilla, suspire y lo abrace por el cuello mirando a la nada… solo podía pensar en como actuaría mi padre al llegar al hospital y que le dijeran que necesitaba quedarme en observación para ver como sanaba mi tobillo; y en como iba a afrontar a mi madre, ella se alteraría mucho más que Billy cuando lo supiera. Mientras caminábamos por el estacionamiento varios compañeros nos miraron expectantes, Ian abrió la puerta de mi mini Cooper y me sentó con cuidado en el asiento del co-piloto; cerro la puerta y rodeo el vehículo para subirse y tomar el volante. Cuando subió cerró la puerta y me miro con una sonrisa amistosa.
       -Necesitas un auto más grande- susurro acariciando mi mejilla-, tengo miedo de lastimarte cuando conduzca.
       -Confió en ti- asegure mirándolo fijamente a los ojos.
       -Gracias, pero de cualquier forma… le pedí su coche a Alexander- me informo mirando hacia atrás-; ¿te molesta si lleva el auto a tu casa, luego?
  Negué con la cabeza y él sonrío alegremente, luego abrió la puerta y bajo del automóvil, yo lo seguí por el espejo retrovisor; lo vi acercarse a una flamante Ford F-150 Harley Davinson negra, que brillaba con fuerza por el sol que había salido tímidamente en el cielo, sin duda sus atracos les permitían darse ese tipo de lujos. Luego volvió y me bajo de mi Cooper, para llevarme y acomodarme en la espaciosa camioneta, era hermosa… y parecía nueva, como recién salida de la agencia; lo que me sorprendió fue que Ian no tenia auto, o al menos no que yo supiera.
  Oculto la llave de mi auto, dentro del portaequipaje y corrió hacia la camioneta con una sonrisa en su rostro, yo acomode mi pierna, de modo de estar cómoda y que no me doliera ante cualquier movimiento de la camioneta. Ian encendió el motor y salió del estacionamiento con cuidado, acercándose a un bordo lentamente… lo paso con el mayor cuidado que pudo, para que yo no sufriera a causa del movimiento. Al salir de los terrenos del colegio tomo una calle y acelero de forma prudente, esquivando algunos autos; tenía más prisa que yo en llegar al hospital, y quizá estaba presionado por algo que le dijo Billy… no lo sabia y no creí tener el valor suficiente para preguntárselo. Ya le debía mucho como para seguir estando en deuda con él de por vida; recargue mi cabeza en el vidrio de mi puerta y mire por ella ignorando lo más posible el escozor que subía por mi pierna, voy a estar bien, me decía mentalmente una y otra vez buscando un pretexto para no gritar que me dolía demasiado.
       -Perdóname, Natalia- me pidió Ian, lo mire rápidamente confundida-, fue culpa mía.
       -¿De que hablas?- inquirí contrariada-. Fue solo mi mala suerte, no tu culpa.
       -Yo te derribe, quizá el golpe de ese balón solo te hubiera provocado una jaqueca y no un tobillo roto- me explico sin despegar los ojos de la carretera.
       -No fue tu culpa, Ian- gemí tocando su rostro-; querías protegerme, estaré bien.
  Sonrió de lado y asintió una vez con la cabeza; teníamos eso en común, yo no le había dicho cuan culpable me sentía por lo que le habían hecho pero eso no cambiaba las cosas, seguía sintiéndome muy mal por ello; ni siquiera el dolor podía alejar de mi mente la culpa, nada podía hacerlo… ni siquiera que ahora estábamos a mano, ambos heridos. Suspire y volví a quedarme en la posición en la que estaba, mirando a la nada… pensando en mi madre y en la ultima vez que pise un hospital, cuando tenía 11 años y me rompí la muñeca; en el hospital se conocieron Mitch y mi madre, Mitch había sido mi doctor por eso lo apreciaba mucho y había aceptado feliz que él y mi madre se casaran. ¿Estaba destinada a ser yo quién uniera a mis padres con nuevas parejas?, seria un patrón muy irregular e incoherente, pero posible… como cualquier cosa en la vida y como cualquier cosa que tuviera que ver conmigo. Vi el hospital alzarse frente a la camioneta, al entrar al enorme estacionamiento reconocí inmediatamente el Mercedez de mi padre, y a él recargado en la cajuela del mismo; cerré los ojos y suspire ruidosamente, esto iba a ser complicado, demasiado complicado. Es solo un tobillo, me recuperare… me dije con poca confianza mientras Ian bajaba de la camioneta y se acercaba a mi padre.

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