domingo, 14 de agosto de 2011

Yvridio 1.2

-¿Damien Covey?- inquirí algo asustada.
 La sensación de temor había regresado, la profundidad y frialdad de su mirada me hizo sudar frío, esa maldita gota de sudor que descendio por mi nuca lo hizo esbozar una sonrisa burlona, como si supiera perfectamente lo que pasaba conmigo. Era exasperante, quería golpearlo, con todas mis fuerzas, pero tenía el presentimiento de que yo resultaría más perjudicada que él; pero no parecía normal que pareciera tan fuerte y duro como el granito, ni tampoco que su belleza fuera tan radiante y atrayante como un diamante. ¡No!, Corina... reacciona... me exigí a mi misma cuando me percate de que mis labios se habían separado, como si estuviera a punto de decir algo; esto no era normal, nunca, jamas me había sentido de está manera frente a un hombre, por arrogante que este fuera...
-Pueden marcharse, hasta mañana- exclamo el profesor.
 Me sentía estúpida, cerré las manos formando puños, al tiempo que cerraba los ojos, respirando tranquilamente para relajarme; luego abrí los ojos lentamente, relajando el resto de mi cuerpo, pero Damien covey... ya no estaba ahí...
 Me enfurecí y bufe mientras caminaba al vestidor para recojer mis cosas, me apresure a guardarlas para calmar mi ira; inconscientemente mire hacia la pared... ¿en que momento había aparecido? Era normal que hubiera chicos ahí, sólo existía  el vestidor de chicos, ya que las chicas no eran muy comunes en esa clase, pero... ¿cuando entro?, yo nunca escuche la puerta, ni lo escuche acercarse a mí... quiza estaba demasiado distraída para darme cuenta... En el gimnasio había desaparecido en un parpádeo... sólo tenía dos posibilidades en mente... Primera: era demasiado distraída, y segunda: me estaba volviendo paranoíca.
 Chasqueé la lengua irritada... algo dentro de mí me rogaba que  descubriera lo que ocultaba Damien Covey, él era raro, verdaderamente lo creía; además parecía triste, desdichado, solitario, como si extrañara algo y le doliera estar lejos de ello. Su mirada parecía empeñada en mantener oculto su interior, bajo enormes murallas que pudieran protejerlo de todo daño... Suspire, ¿porqué demonios me importaba Damien Covey?, era estúpido... yo sólo le debia un favor, me había evitado el dolor de fracturarme los nudillos, aunque no se lo pedí, algún día le daría las gracias...
  Mire al frente y volví, al fondo del corredor, mirandome fijamente sin inmutarse... Damien Covey, repetí para mis adentros, incapaz de dejar de mirarlo. Me perdí nuevamente en esa mirada, cargada de expresiones que no comprendía, pero que estaba ahí; él continuaba sin inmutarse, aunque sabía que lo miraba, tan fijamente como él a mí. Empecé a sentirme mareada, perdí consciencia de la ubicación de mis piernas, y la sensación parecia ir asecenciendo por mi cuerpo lentamente. La piel de mi nuca se había erizado y apenas me daba cuenta de que todos  a nuestro alrededor seguían su camino, lentamente, sin hablar, ni mirarnos; era como si en ese corredor sólo existieramos él y yo...
 La cabeza me dolía, todo comenzó a dar vueltas lentamente, mezclando todos los colores y mátices, quería vomitar; sólo sus ojos permanecían fijos e inmóviles frente a mí, como los de un cuervo, esperando pascientemente para avalanzarse sobre su presa...
-Corina...- escuche dentro de mi cabeza y luego... todo se desvaneció...

 De lo primero que fui consiente fue del latido de mi corazón, era raro escucharlo tan claramente, latiendo pasivamente como si nada hubiera pasado, yo no podía olvidarlo... era como si tuviera esos ojos marcados a fuego en mis parpádos. No podía entenderlo, y eso me frustraba, además dudaba que alguien creyera mi desconcierto si se lo contaba; nadie olvidaba que aun era una depresiva en potencia. Poco a poco me volví consciente de donde estaba cada parte de mi cuerpo...
 Mi teléfono comenzó a sonar incansablemente, una y otra vez; luche por sacar el brazo de entre las cobijas para encontrar el aparato, que seguía vibrando sobre una superficie de madera... me enderece cuando dejo de sonar, me acomode el cabello y abrí los ojos... jadee... estaba en mi habitación, acostada en mi cama y tome el celular para ver la hora, y la llamada entro de nuevo: '' Josep, llamando...'' era mi hermano menor, el que aun vivía con mis padres en Italia.
-¡Corina!- gimió aliviado cuando conteste.
-Hola, lindo... ¿que tal?- murmure confundida.
-Cierra la boca, ¿podrías explicarme que demonios fue lo que te ocurrió?- me exigió, presionado, seguramente, por mi madre.
-Bien, lo que ocurrió...
 Trate de recordar, pero todo lo que veía eran esos ojos ennegrecidos, con dos enormes marcas púrpureas bajo ellos, parecían feroces, atemorizantes... hambrientos... la piel de todo mi cuerpo se erizo de nuevo, empece a temblar, mi corazón volvío a desbocarse, el asco regreso, mi cuerpo se volvío ajeno a mi mente... el sonido del telñefono estrellandose contra el linoleo me hizo recuperar un poco el control, pero todas esas sensaciones estaban ganando terreno nuevamente...
-¡James!- grite con todas mis fuerzas...
 Todo se estaba volviendo oscuridad, como si un agujero negro lo estuviera devorando todo, para llegar a mí y llevarme... las lñagrimas brotaron toreencialmente de mis ojos, nublando aun más mi campo de visión; vagamente escuchaba los apresurados pasos de mi hermano por las escaleras, pero parecía tan lento, y auqello que quería llevarme era más rápido... mi hermano no llegaría a tiempo...
 Un atisbo de esperanza surgio cuando la luz del pasillo se colo a mi habitación; luche por saltar de la cama y correr haciaa la puerta, la brí de golpe y me oculte en el regazo de James, sin poder dejar de llorar...
-Ya, tranquila, ya paso todo...- me consolaba, acariciando mi cabello con serenidad-, todo estara bien, ¿si? Yo nunca dejare que nada te lastime...
 Bajamos las escaleras pausadamente, él continuab abrazándome, manteniendome a su lado con ademán protector; era tan paciente, más de una vez yo le había dicho que de no ser hermanos me casaría con él, pero mi hermano estaba perdidamente enramodo de mi gran amiga Victoria Le Blanc, la principal razón de nuestro cambio de residencia. La habíamos conocido por internet, en una página que frecuentabamos, un verano nuestros padres nos permitieron visitarla en París; habría una reunión de todos los miembros de ese foro, James se la paso siguien a una muchacha que le llamo la atención... y yo tenía curiosidad por mi gran amiga Victoria...
 Dicha reunión duró una semana, en la que James y yo compartimos habitación en el hotel, donde no hablaba de otra cosa que no fuera aquella misteriosa chica de cabello castaño oscuro, chino y piel apiñonada; creí que lo mataría, pero para distraerme le escribí un correo electronico a Vicky, para que nos vieramos en el lobby del hotel; lugar a donde James no me dejaría ir sola...
 El amor entre ellos fue instantaneo , y ahora, 3 años después aun continuaba intacto, a pesar de que James había tenido que veres con Mio y otras chicas; con lo que gano el título de mujeriego, cosa que a Victoria le aterraba, pues a mí... más que a otras personas me constaba el amor que se tenían...
 Llegamos a la sala, donde vi que Victoria y Mio veían una película, aunque no le estaban prestando mucha atención, las conocía y estaban ansiosas, y nerviosas; sus movimientos lentos fueron lo que las delató, pues ambas voltearon a donde James y yo, pero volvieron la vista a la pantalla, cuando yo alce la mirada.
-Necesitas comer algo, te desmayaste en el Instituto... luego de la penúltima hora, y tenías más de 6 horas dormida- resollo James, antes de besar mi mejilla-. Mio y Vicky han estado aquí desde que terminaron las clases...
-¿Seis horas?- repetí consternada, ¿porqué era tan tarde?, ya había visto el reloj, pasaban de las 7:30 p.m. Todo lo ocurrido fue luego de las 8 de la mañana, cuando termino la clase de esgrima...
-Si, seis horas- me respondío, sonriendo tan amablemente como siempre.
 Nada de esto cuadraba, faltaban cinco horas, cinco horas de las que no tenía memoria,  pero nadie parecía muy preocupado por lo sucedido en el Instituto... no al menos con lo que ocurrio en el corredor, antes de que me desmayara...
 Esto era frustrante, nunca me había sentido tan confundida, ni tan perdida, nunca en toda mi vida me había ocurrido algo así- Me apoye en la mesa, y James río, seguramente porque parecia una niña pequeña esperando a que su madre le diera su postre favorito... tal y vomo actuaban James y Josep años atras; le devolví la sonrisa y su mirada se desvío en dirección a la sala.
 Vicky se estaba acercando a nosotros, con mucha precaución, ella nunca pretendía interrumpir conversaciones ajenas...
-Entra, Vic- le dije, enderezandome en el asiento.
-Nos tenías muy preocupadas, Corina- murmuro ella abrazandome.
-Si, yo... bueno- titubee- realmente no tengo idea de lo que me sucedio; pero ya estoy excelente...
-Si, claro...- grazno James-; si olvidamos el sonido de tu estomago hambriento, todo esta perfecto...
-Cierra la boca- le dije...
 Los tres empezamos a reír sonoramente cuando sonó el tiembre; Mio salto agraciadamente del sillón y se apresuro a abrir la puerta, aun podía tratarse de la nueva conquista de mi amiga, el chico que siempre iba por ella para llevarla hasta su casa.
 Nos quedamos en silencio, esperando a que Mio entrara a la cocina para anunciar su retirada; pero paso demasiado tiempo antes de que profieriera palabra. Me parecio extraño, así que me levante para ir a buscarla, pero me la tope en la entrada de la cocina...
-Corina...- gimió desde la puerta, y luego entro a la cocina, ignorandome, estaba blanca... como si hubiera visto un fantasma-, te buscan en la puerta...
 Mi amiga cerro los ojos y se desplomo en el suelo de la cocina...

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