domingo, 14 de agosto de 2011

Yvridio 1.1

  Finalmente había amanecido, la noche había transcurrido tranquilamente, sin sobresaltos, tenia tiempo que no despertaba llorando o gritando por su partida; evitándome la pena de que James viniera a abrazarme y se quedara a mi lado toda la noche. Tenía el presentimiento de que algo grande iba a suceder hoy, finalmente había logrado superar su ausencia y me sentía capaz de seguir adelante por mi misma, la herida ya no lastimaba tanto, estaba sanando; además ya no podía seguir hundida por esto, las vacaciones me habían servido para madurar y ahora con un nuevo año escolar en puerta, también tenía  nuevas expectativas sobre mi vida y todo lo que me rodeaba. Mis amigas me necesitaban, ellas estarían felices de verme repuesta; creían que el viaje a Florencia me había ayudado a despejar mi cabeza… me sentía con nuevos ánimos, y tenía la firme convicción de que hoy  sería un día interesante, aunque no sabia muy bien porque; quizá porque era mi primer encuentro con el mundo desde que él me dejo, el primer contacto con todos mis compañeros y con aquellos que me quieren… sobre todo era el primer encuentro conmigo misma, frente a todos…
  Suspire cerrando mi diario, era cierto todo lo que había escrito, todo era diferente… emocionalmente hablando, pero en cuanto a lo físico todo seguía igual… mi habitación aun tenia aquel acabado renacentista, amueblado rústicamente, con acabados victorianos en las paredes, todo ligeramente antiguo. En mucho tiempo no había meditado sobre esto, todo seguía igual, aunque para mí el tiempo no hubiera transcurrido… y quería pensar que todo me parecería mas viejo, pero no había pasando tanto, tan solo dos meses, en lo que me había abandonado a la soledad y a la tristeza, siendo consolada continuamente por James, haciéndolo sentir algo mal por mi estado de depresión. Me levante del escritorio y camine a mi ropero para cambiarme, por fin había logrado dormir, y aunque había perdido algo de peso no me veía tan mal, tenia que cambiarme para ir al colegio, tome una blusa roja de lycra, un pantalón de mezclilla y me gire. Mirar mi habitación era como volver al pasado, no por los muebles, sino por lo que había vivido ahí, siendo visitada por mis amigas como una chica enferma de algo grave… aunque estuve catatónica unas semanas ahora me sentía mucho mejor. Me cambie en silencio, sentada en la cama que fue mi hogar por dos largos y dolorosos meses, reí sin ganas y me levante, poniéndome unas balerinas del color de mi blusa, Salí del cuarto, arrastrando mi mochila cuesta abajo; la cocina olía muy bien, como siempre. James estaba cocinando, él era experto en la cocina y yo era feliz alimentándome con sus platillos, que no eran estrictamente franceses; él amaba sus raíces italianas y yo respetaba y amaba eso, deje la mochila en el suelo y me senté a la mesa, esperando a que se percatara de mi presencia.
-Corin, hermosa…- susurro mi hermano cariñosamente-, ¿Cómo te encuentras?
-Bien, gracias…- respondí levantándome por la tetera para prepararme un té-. Y ¿tú, picaron?
-No fastidies, Corin… entre ella y yo no hay nada…- susurro, sonrojándose.
-Aun, querido… aun- reí dándole un sorbo al té.
  James rio con ganas y me sirvió un plato de crepas para desayunar, se veía tan animado como yo, aunque ignoraba si era por mí recuperación o por su… aun inexplicable relación con Victoria Le blanc, una muchacha muy bonita que cursaba en el mismo año que yo, y que también era una de mis mejores y únicas amigas; tenia la piel aceitunada, realmente perfecta, ojos oscuros… pero verdaderamente expresivos; su cabello era largo y caía con gracia en unos hermosos rizos. Mi hermano por su parte, aunque de menos edad que yo, era mucho más alto, la piel igualmente nívea, como la mía, los ojos un par de tonos mas claros, poseedor de una atractiva musculatura, y de un carácter muy tierno y protector. Y yo, no era nada del otro mundo, una muchacha delgada, de piel blanca… casi translucida, ojos casi negros, el cabello largo, lacio de color negro… que parecía enmarcar perfectamente mi rostro, además de que era delgada, casi anémica por mi anterior estado; tenia un carácter sumamente cambiante por eso tenia dos amigas tan diferentes, por un lado Victoria y por el otro la hermosa y soberbia Mio, una muchacha de piel apiñonada, enamorada de los hombres… como toda una súcubo, pero la apreciaba mucho; porque a veces era la única que me entendía y me defendía de todo y ante todo. James se había enamorado de ella un tiempo, antes de que sucediera lo mío, pero lo hirió y quedaron solo como conocidos… y Victoria fue quien estuvo siempre ahí para apoyarlo. Suspire, que lata era todo esto; pero me emocionaba un poco volver al colegio, al menos había sido piadoso… dejándome la noche de la graduación, sola… cerca de la Torre Eiffel, donde tuvieron que encontrarme James y Victoria.
  Mi hermano se levanto de la mesa y recogió mi plato, del cual apenas y había comido algo, aun no despertaba mi apetito, pero comía mucho más que cuando estábamos en Florencia, ver a mis padres y al pequeño Josep me había ayudado a fortalecerme; pues Josep nunca se separo de mi lado, aunque le llevara dos años él me quería mucho, tanto como James. Me levante tras él y tome mi mochila, para seguirlo al auto, el regalo de cumpleaños de nuestro padre… su adorada Escalade Platinum blanca, último modelo. Él subió a su lugar y yo ocupe el mío a su lado, un tanto desganada, los ánimos que había  tenido al despertar se habían esfumado como la oscuridad de la madrugada; comenzaba a amanecer en París, las estrellas comenzaban a extinguir su luz para darle paso al astro rey, que comenzaba a iluminar los techos parisinos. El camino me hizo volver a pensar, y en esos días odiaba pensar, porque todos mis recuerdos volvían a aquel día, y eso solo había que la herida doliera de manera insoportable…
-¿Entraras a esgrima?- murmuro James, al darse cuenta de mi mueca de dolor.
-Si, me volví buena en Florencia- respondí, saliendo totalmente de mi estupor.
-Josep siempre fue buen maestro- sonrió James mirándome de soslayo.
-Si, lo sé… espero que me vaya bien.
-Ya veras que si- sonrió febrilmente, al detenerse en un alto.
  Poco después el estacionamiento se mostro frente a nosotros, era un colegio de clase media alta y alta, chicos refinados y atentos, aunque también existían sus excepciones, como en todo. James se estaciono sin problemas junto al BMW de Mio, en donde nos estaban esperando ella y Victoria. Bien, aquí voy… me dije a mi misma, resoplando; mientras James salía de la camioneta y Victoria lo miraba encandilada. Mio hizo una expresión de fastidio y rodeo la camioneta, para presionarme a bajar, tome mi mochila y abrí la puerta; lo primero que vi fueron sus ojos verdes inspeccionándome meticulosamente. Me sentía algo cohibida, porque no era la única que me miraba, había otros chicos mirándome, como si no pudieran creer que había regresado al colegio. Mio me abrazo cariñosamente, y beso mi mejilla animándome a salir del vehículo, ante las escépticas miradas de todos. Todo era demasiado complicado para mí, antes de entrar al instituto no era nadie, Mio me había vuelto alguien, una chica algo conocida y popular, amante de las fiestas y los bailes, quizá eso me había vuelto sumamente superficial y por eso alejaba a todos los hombres que me rodeaban; mi cuerpo los atraía, pero mi carácter los alejaba… por una parte era bueno, yo no quería una relación superficial, quería algo serio… donde hubiera sentimientos de por medio.
  Resople y salí de la mano con Mio, todos los que estaban en el estacionamiento me miraron y luego volvieron a sus asuntos; al menos no tendría que soportar la lluvia de preguntas que creía se avecinaba. Mire a Victoria y ella miraba a mi hermano de soslayo, pero al verme cerro sus brazos alrededor de mi cuerpo.
-¡Corina!- chillo ella preocupada-, me alegra tanto verte…
-A mi también, Vick- respondí abrazándola también.
-Pensé que no vendrías, Corina- susurro ella mirándome a los ojos-. Incluso Mio lo pensaba.
-Tenía que hacerlo, debo reponerme y todo estará bien a partir de ahora- murmure mirándolas a ambas y luego a mi hermano.
  Él me sonrió animadamente mientras atraía a Victoria hacia donde estaba, al fin todo se arreglaba; sonreí a medias, iba a superarlo, con su ayuda lo haría, me lo había prometido y lo cumpliría. Nos encaminamos a la puerta con serenidad, cuando escuchamos el ronroneo de un automóvil, la primera en volverse fue Mio para toparse con aquel desconocido automóvil. Todos ahí eran conocidos, cada chico del colegio tenia su marca personal en sus autos, mostrando su carácter, su forma de ser y su nivel económico; Mio tenia un BMW M3 cabrío blanco, del que rara vez usaba el capote; James amaba la imponencia de las camionetas, y yo adoraba mi lamborgini, solo que no lo había conducido desde hacia un tiempo. El auto era largo, de color negro, un auto que nunca había visto y que no reconocí; pero que tampoco me quede a mirar, no tenía intenciones de hacerlo, sabia que lo conducía un chico, por el modelo y el color del auto. Un Ferrari 599 GTB hybrid negro, los conocía, la fabrica original era italiana y yo había nacido haya, eran automóviles caros, pero sumamente atractivos a la vista, imponentes y lujosos.
-Tengo entrenamiento de esgrima en diez minutos, los veo luego- susurre, aferrándome al tirante de mi mochila, encaminándome rápidamente al gimnasio.
  Entre y cruce el silencioso gimnasio, aun no había llegado nadie y lo agradecí, los sentimientos volvían de golpe a mi cuerpo… me herían demasiado, la herida se estaba abriendo despiadadamente, lo poco que había sanado estaba yéndose al demonio con una rapidez impresionante; entre al vestidor y lance la mochila a una banca. Me mordí el labio inferior hasta que la sangre empezó a palpitar debajo de la carne, no iba a llorar, me lo había prometido, iba a cumplirlo sin importar nada; tome una bocanada de aire tratando de calmarme y fui a mi mochila para sacar mi ropa de esgrima para cambiarme. Negué con la cabeza sintiéndome débil y mareada, los antiguos surcos de las lágrimas habían regresado, podía sentirlos, parecían más profundos que nunca, y las lágrimas estaban llegando a mis ojos con demasiada rapidez. Necesitaba un motivo para llorar, algo que despistara a los demás; mire a mí alrededor y vi la pared de granito, era perfecta; cerré la mano formando un puño y me acerque, decidida a golpear la pared. Todo sucedió muy rápido, había cerrado los ojos, esperando el punzante dolor del impacto subiendo desde mi mano hasta mi hombro, pero no sentí nada… solo frio recorriendo toda mi mano, y abrí los ojos, para toparme violentamente con una mirada ennegrecida, enmarcada por unas ojeras purpúreas; su piel era exquisitamente blanca, pálida, bordeada por su cabello negro, oscuro y brillante como el plumaje de un cuervo. Casi podía ver el arcoíris que se formaba en su cabello por la refracción de la luz; trague saliva sonoramente y vi como su mirada volvió hasta mis ojos, su mirada era vertiginosa… me sentí totalmente desestabilizada, en otro mundo… como si cayera dentro de su intimidante mirada, sin oportunidad alguna de regresar. Estaba anonadada mirándolo, incapaz de dejar de hacerlo, la frialdad de su tacto no importaba, incluso me resultaba agradable, de una forma extraña; negué con la cabeza, apartando mi mano de la suya rápidamente, replegándome instintivamente. Físicamente no parecía peligroso, era muy atractivo de hecho, pero algo muy en el fondo de mi cuerpo me lo gritaba, me pedía que me alejara de él, o moriría. ¡Qué estupidez! No iba a morir, él no podía matarme, o ¿si? La respuesta llego demasiado rápido, un seco y violento ‘’si’’. Trague saliva de nuevo, dando un paso hacia atrás, él se quedo ahí, mirándome… sin decir nada; busque a tientas mi mochila y salí de ahí rápidamente, deseando que no me siguiera; en el camino me recogí el cabello para salir y solo ponerme la mascarilla.
  El profesor ya estaba ahí, había solo chicos rodeándolo, así que me puse la mascarilla… ni siquiera el profesor sabia que era chica, pensaba que se trataba de James y no de mí, era bueno, tenia el factor sorpresa de mi lado; respire hondo, tratando de olvidar mi encuentro en el vestidor. ¿Quién era él?, la pregunta me escaldaba en la lengua y abarcaba toda mi mente, llegue al pequeño circulo y me pare junto al profesor.
-¿Follet Covey?- inquirió formalmente, me limite a asentir y él sonrió de lado-. Vas contra el chico nuevo.
  Señalo con el dedo índice a un chico que parecía haber aparecido ahí de la nada, todos lo miraron sorprendidos, nadie se había percatado de su presencia; pude sentir de nuevo la pesadez de su mirada clavada en mi cuerpo, de alguna forma él sabia que yo era una chica, y yo sabia que era el mismo que había estado en el vestidor conmigo momentos antes, impidiendo que me fracturara los nudillos; el profesor tomo dos floretes y nos lanzo uno a cada uno, sus movimientos eran agiles, precisos y suaves; como una danza improvisada, pero perfectamente acompasada. Tome mi lugar en un extremo del gimnasio, y él tomo el suyo frente a mí, poniéndose la mascarilla; me puse en guardia rápidamente; estaba lista para enfrentarme a él, estaba segura de mí y conocía bien esto. Podía ganarle. Me sentí animada de nuevo, mis ánimos volvían poco a poco, aunque la tristeza había sido rápidamente vencida por la confusión y el estupor de aquel raro encuentro.
-Entonces…- murmuro el profesor tocando sus sienes-. Follet Covey, contra Covey.
  ¿Covey?, me pregunte a mi misma. ¿Teníamos relación sanguínea él y yo?, era imposible, mi madre no tenía hermanos, solo un par de primas en Roma; pero no eran muy unidas a nosotros, además debería tener otro apellido además de Covey, lo cual era demasiado raro para mi gusto; respire hondo y el profesor hizo un movimiento, que indicaba el inicio de la pelea. El chico se quedo inmóvil un segundo y después ataco, logre contener el ataque con éxito, sin saber muy bien como… pues apenas y me había percatado de su veloz movimiento; él retrocedió lentamente, y yo busque un punto para arremeter, creí haberlo encontrado y ataque, pero su florete choco estridentemente contra el mío. Retrocedí rápidamente, bloqueando otro ataque de su florete,  era muy bueno para ser un novato, y sus movimientos eran calculados con una precisión increíble, y parecía sorprendido al ver que lograba bloquearlos… Todos parecían entretenidos con la pelea, el profesor estaba tomando notas en su tabla, mientras aquel chico me miraba fijamente, esperando que cometiera un error para atacar; sonreí tomándolo a mi favor, mientras meditaba yo podía atacarle. Espere un segundo y arremetí, mis labios se curvearon en una sonrisa al ver el florete doblarse un poco al hacer contacto con su pecho…
-Uno, uno…- exclamo un chico pelirrojo.
  ¡¿Qué?!, jadee bajando la mirada, viendo anonadada su florete en mi vientre. Maldita sea… gemí para mis adentros, clavando la mirada en sus ojos. El profesor se acerco sonriendo, mientras él bajaba lentamente el florete y yo me apartaba de ahí.
-Increíble, increíble- dijo mientras aplaudía un par de veces-. Ambos son muy buenos.
  El chico asintió mientras se quitaba la mascarilla, yo bufe y me quite la mía, precipitándose a donde estaban él y el profesor; me importo poco las escépticas miradas de todos los integrantes del grupo de esgrima, yo tenia que preguntarle algo al chico Covey.
-¿Cómo rayos te llamas?, ¿Dónde aprendiste a hacer eso?- gruñí, mirándolo a los ojos, mientras el profesor se quedaba pasmado mirándome.
-¿Mi nombre?- susurro él, mirándome también-… Damien Covey…

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