domingo, 14 de agosto de 2011

7.- Pasatiempos.

  Ian y mi padre entraron al hospital, seguramente a buscar a un enfermero y una camilla para ingresarme, y me dejaron abandonada en la camioneta… con un tobillo roto y completamente indefensa. ¿Por eso sentía miedo?, mis músculos estaban tensos al igual que mi mandíbula… mi corazón se acelero rápidamente, sin aviso o detonante, era solo miedo… un miedo inexplicable, incontrolable a algo inexistente. Alguien me observaba, aunque sonara casi imposible porque las ventanas de la camioneta estaban polarizadas, estaba segura de que alguien me observaba… detenidamente, cada movimiento consciente o inconsciente que hacia; trague saliva intentando calmarme, no había motivos para sentirme tan asustada, o ¿si? Me recargue en el asiento y cerré los ojos resoplando, y sentí una respiración en mi oído que me erizo completamente la piel; me quede paralizada en esa posición, sin mirar por el espejo retrovisor por miedo a toparme con algo que no podía detener sola. Moví mi mano mecánicamente hasta la puerta, buscando la manija para abrirla… sin mover el resto de mi cuerpo, no voy a morir aquí, me exigí mentalmente al mismo tiempo que abría la puerta y me precipitaba hacia afuera, el dolor fue espantoso en cuanto apoye el pie en el suelo… pero me sentía capaz de seguir caminando, eso que estaba en la camioneta también iba a salir y me alcanzaría si no era más veloz. Di un paso y luego otro, con la vista fija en la puerta de vidrio del hospital, tenia que llegar o moriría, no se porque lo creía… pero así me sentía; el dolor aumentaba, y las nauseas también, pero no podía detenerme… no lo haría, faltaba muy poco. Extendí el brazo al ver cerca la puerta, pero no pude tocarla… solo vi a Ian abriéndola alarmado, corriendo en mi dirección; sentí sus brazos rodearme y todo se volvió negro…
  Lo primero que vi al despertar fue el blanco techo del hospital y luego la cegadora luz que emanaba de la lámpara incandescente que estaba sobre mi cama, con la mirada busque algo conocido… pero ni siquiera traía puesta la ropa que use en el colegio, había sido cambiada por una bata azul, parpadee para acostumbrarme a la luz y escuche el sonido de una maquina a mi lado y reconocí una bolsa plástica que tenia un liquido transparente, suero seguramente; moví mi pierna derecha y al querer mover la izquierda me di cuenta de que era demasiado pesada. Con mis manos seguí buscando lo que me faltaba por descubrir, al lado de mi clavícula había un catéter pegado a mi piel con dos puntos quirúrgicos, me alarme un poco pero me mantuve lo más tranquila posible; suspire y alce mi mano derecha, había una especie de gancho sosteniendo mi dedo índice. ¿Dónde estoy?, me pregunte a mi misma… sin recibir respuesta…, estaba sola en esa habitación; estaba confundida, no tenia idea de cuanto tiempo tenía ahí… podían ser horas, o incluso días, no lo sabía… pero quería saberlo. Como respuesta a mi petición la puerta se abrió y entro una enfermera, con una sonrisa amigable y comprensiva.
       -¿Cómo te sientes?- me pregunto mientras revisaba algunas cosas en la maquina que estaba del lado derecho de mi cama.
       -¿Dónde estoy?, ¿Qué paso?- inquirí, consciente de que no había respondido su pregunta.
       -Estas en el Hospital, te rompiste el tobillo en la escuela y luego terminaste desviando los huesos al caminar- me dijo ella con una sonrisa-, alguien quiere verte.
       -Antes de eso- susurre aun confusa-, ¿Cuánto tiempo tengo aquí?
       -Dos días, pasaste 14 horas en quirófano y luego tardaste un poco en responder al medicamento, entre otras cosas- respondió con una sonrisa-, regreso en unas horas.
  Asentí y me acosté con los ojos cerrados, ¿dos días?, ¿mi madre ya se había enterado de esto?, ¿Cómo reacciono al saberlo?, ¿Cómo estaba Billy?, ¿Dónde estaba Ian?... Solté un jadeo al recordar a Ian, y los últimos momentos que estuve consciente, antes de salir huyendo de la cabina vacía de la camioneta de Alexander; ¿enloquecí o el dolor me hacia tener alucinaciones? era posible, medicamente posible. Resople y escuche la puerta abrirse de par en par, el rostro aliviado de mi madre me hizo sentir mal… se veía como si tuviera una semana sin dormir, mis lágrimas me traicionaron de nuevo, comenzaron a salir sin autorización haciendo que mi madre llorara también.
       -Lo siento, mamá- me disculpe cuando ella estuvo recargada en mi cama, acariciando mi rostro-, lo lamento mucho.
       -Natalia no seas tonta, cariño- me dijo ella con una sonrisa, típica de ella-; fue un accidente.
       -¿Cómo están papá y Mitch?- pregunte mirándola a los ojos-, ¿Dónde esta Ian?
       -Están bien, un poco preocupados… pero ya les dieron la noticia de que mejoraste- me dijo con tranquilidad-, y tu novio… no se había separado de aquí, pero vino Christina y se lo llevo a comer.
       -¿Christina?- repetí confundida, ella lo odia-. ¿Quién mas lo sabe?
       -Todos tus amigos, hay como 20 chicos y chicas afuera… ansiosos por verte- mire a mi madre estupefacta, ¿era cierto?-. ¿Quieres que entre alguien en especial?
       -Ian- respondí sin pensar.
  Era el único que me podía explicar con detalles lo que había pasado, y el único que me iba a creer si le contaba lo que sentí en la camioneta; o al menos lo haría luego de regañarme por haberme lastimado yo sola de esa manera tan infantil, temeraria y estúpida. Billy seguramente también estaría preocupado, debió verme cuando baje huyendo de algo inexistente, suspire y mi madre dio un respingo preocupada, a lo que inmediatamente conteste acariciando su mano clavando mi mirada en sus expresivos ojos verdes. Luego alguien toco la puerta, llamando la atención de ambas, eran Mitch y Billy… cada uno con un regalo; era raro ver que se llevaban tan bien, aunque quise adjudicárselo inmediatamente a mi estado de salud actual, su cordialidad debía ser actuada, con mucho esfuerzo por parte de Billy, pero parecía ser que no me equivocaba. Mitch se acerco y me beso en la frente, yo lo abrace con mi mano libre y mi padre bufo de forma audible; lo hería darse cuenta de que, aunque yo jamás llame a Mitch ‘’papá’’, yo estaba emocionalmente unida a él, por muchos factores que ahora pretendía cambiar radicalmente. Me sentí culpable y solté a Mitch, alzando mi brazo en su dirección…
       -¿Papá?- susurre mirándolo, con toda la parafernalia hospitalaria sobre mi cuerpo-, lo siento mucho.
       -No hay nada que perdonar, cielo- respondió él, tomando mi mano y besándola… con una ternura que jamás vi en él.
  La culpa también lo asediaba, podía leerlo en sus ojos, esa mirada triste y vacía que pedía a gritos un perdón innecesario, mi accidente no tenia nada que ver con él, pero no podía cambiar lo que sentía solo con eso… requería de algo solido para hacerlo; primero necesitaba comprender el porque sentía esa culpa tan grande, después hablaría con él y le haría entender que no tenia absolutamente nada que ver con él, el hecho de que me estuviera volviendo paranoica. Mi madre y Mitch se abrazaron, como si alguien les hubiera quitado un enorme peso de encima… por mí habían adelantado su viaje, y Mitch no había ido a trabajar; no quería conocer las consecuencias que eso traería, pero no podía quejarme en este momento, después de saber cuanto se preocupaban por mí. Ambos salieron, mi madre lloraba de alegría… pero aun así sus lágrimas me partían el corazón, porque me sentía enteramente culpable de su condición. Billy acerco una silla y se sentó a mi lado, sin soltarme la mano… se veía distante, como distraído… pensando en algo que no alcanzaba a descifrar completamente, se trataba de mí… de eso estaba, pero ¿Qué era exactamente? Suspire y lo mire fijamente, exigiéndole una respuesta… a una pregunta no formulada, pero él sabia perfectamente a lo que me refería. Billy y yo éramos de pocas palabras, pero ambos odiábamos las mentiras y… más aun los secretos, compartíamos una afición por la verdad; por eso no me gustaba sentirme excluida de los pensamientos ajenos, me sentía ignorada y sumamente ansiosa, por eso de niña siempre desee poder leer la mente de los que me rodeaban… para nunca ser excluida de ninguna conversación mental. Mi padre se levanto y me miro con aire distante, en silencio, seguía pensando y eso me enervaba completamente… necesitaba saberlo, ahora.
       -¿En que piensas?- gemí con voz ahogada.
       -En que te quitare las llaves del mini Cooper- me dijo con voz tranquila-, después de todo no podrás conducir un tiempo.
       -Me las arreglare, no puedes llevarme al colegio- lo ataje mientras lo fulminaba con la mirada.
       -Lo sé, pero tu madre y yo acordamos una cosa, junto con Ian- murmuro, algo irritado al nombrar a Ian-; él te llevara y te traerá todos los días.
       -Ian no tiene coche- inquirí, sorprendida por las palabras de Billy.
       -Pues esta mañana llego en un flamante Mustang plateado- soltó con arrogancia, aunque a mí me sonó más a un ‘’jaque mate’’.
  Puse los ojos en blanco y suspire, acomodándome en la camilla, donde seguramente estaría postrada las próximas 24 horas, cosa que no me agradaba en absoluto; mi padre sonrío abiertamente, mostrándome que había ganado y yo le saque la lengua, una acción infantil… pero era lo único que podía hacer, al menos hasta que pudiera caminar de nuevo… o hasta que pudiera levantarme de la cama. Billy hizo un gesto de que volvía luego y abandono la habitación riendo cínicamente; cerré los ojos, pensando en la condición que habían puesto mis padres, a mí no me incomodaba en absoluto que Ian me recogiera y me llevara a mi casa… pero ¿Qué había con Aarón y los demás?, ¿Por qué rayos no pensaron en Christina primero?, ¿o en alguien más? Miles de opciones y habían tenido que optar por la más peligrosa, al menos hasta donde Ian se había atrevido a contarme. ¿Qué hace contra los caprichos de mis padres?, era mayor de edad… pero seguía viviendo con uno de ellos y tenia que atenerme a las reglas que me impusiera, en Baltimore aun no conseguía un trabajo… y sin haber terminado la preparatoria no tenia muchas oportunidades de ejercer en un oficio que me dejara dinero suficiente para mantenerme y poder hacer lo que me viniera en gana. Resople irritada y golpee la cama con rudeza, con mi mano libre, el coraje nadie me lo iba a quitar… o ¿era felicidad? En este punto ya no sabia lo que sentía exactamente con respecto a Ian, mis padres y Mitch ya lo conocían como mi novio, y apostaba cualquier cosa a que era el rumor más candente del colegio en ese momento; después de todo Sara me había dicho que Ian era un romántico, ¿Qué diablos era más romántico que un chico salvando a una chica y enamorándose perdidamente de ella? Sonaba a la trama de una historia romántica del siglo pasado, pero no podía evitar que mi lado cursi se sintiera emocionado con la idea. Suspire, necesitaba salir de este bache antes de enfocarme en el siguiente… tenia que levantarme antes de caer de nuevo, y haría lo posible por hacerlo… aunque necesitaba hablar con Sara sobre ello también; no iba a involucrarme seriamente con Ian si su vida corría peligro, no podía ser tan egoísta… era injusto para él y para todos. Tengo que pensar en algo más, me dije… e intente mover la pierna que tenia enyesada, respondía un poco más que la primera vez que lo intente… pero no dolía, eso me tranquilizo bastante; y no pude evitar sonreír de alegría al darme cuenta de ello. Pero entonces la puerta se abrió lentamente, dejando a la vista el rubio cabello de Ian, y su piel blanca, casi tan blanca como la pared; todo lo que me aquejaba desapareció, el dolor… mis pensamientos estúpidos, y el recuerdo de lo que viví en la camioneta de Alexander.
       -¿Cómo te sientes?- pregunto con la voz sosegada mientras cerraba la puerta y se acercaba a mí-, estaba preocupado.
       -Bien, supongo que… pasara- respondí, saliendo de mi estupor-; ¿de verdad?
  ¿Por qué alguien como él se preocupaba por mí?, ¿Qué tenia de especial? No era bonita, no realmente, nunca lo pensé así; tenia el cabello castaño obscuro, que en el sol se veía rojizo, la piel semi traslucida por lo blanca que era, y no herede los ojos verdes de mi madre o los azules de Billy, los míos eran achocolatados, marrones… nada espectacular ni envidiable; mi cuerpo, bueno… era delgada, no atlética, pero si presentable… y, tenia cuerpo… no era precisamente una top model, pero tampoco estaba completamente carente de atributos. Pero aun así, ¿yo con Ian?, sonaba a una broma de mal gusto, él era alto, musculoso, de piel blanca, cabello rubio, ojos azules; el tipo de chico por el que todas las mujeres pelean y el que todas desean y nadie puede tener. Por eso no podía creer que se hubiera fijado en mí realmente, me convertiría en su pasatiempo… mientras él pasaba unos ratos agradables con otra chica, alguien con el cuerpo de Sara y el rostro de Christina; alguien que si lo mereciera, no conmigo.
       -Si me preocupe por ti, Natalia- me dijo con una sonrisa-; no se porque no terminas de creer que me gustas.
       -Tienes que estar ciego, o demasiado urgido- lo ataque sin piedad-; pudiendo tener a cuantas mujeres te imagines, te fijas en la mas fea.
       -No eres fea- aseguro algo molesto-; no estoy ciego, ni urgido… el amor es el que es ciego, no yo. No es algo que se maneje, deberías saberlo.
       -Te equivocas- brame, mirándolo-, si lo se… y por eso…
       -¿Por eso?, ¿Qué?- inquirió poniéndose sobre mí, solo su pecho apoyado en sus brazos para que yo no cargara con un solo gramo de su peso-; se que te hirieron, tu madre me lo dijo y yo…, yo quiero ayudarte a sanar esa herida. Pero Natalia, no puedo si tu no me dejas hacerlo- susurro mirándome, con los ojos cristalinos-; se que da miedo, a mi también me asusta… pero démonos una oportunidad, por favor.
  Trague saliva, al ver sus compungidos ojos y su triste mirada; hice un esfuerzo, ignorando el dolor y todo lo demás, tome su rostro en mis manos y lo bese delicadamente, él respondió automáticamente a mi beso, tiernamente… con cuidado de no lastimarme. Escuche el ruido de la maquina, detenerse y luego grabar los rangos de un taquicardia, que oscilaba entre eso y arritmia; no sentí miedo alguno, ni siquiera cuando se dispararon las alarmas que iban directo a los bipers las enfermeras y el medico que me atendía, solo existía él. No más miedo, no más barreras ni escudos para mantener a raya mis sentimientos… el dolor quedaba atrás, como un doloroso recuerdo que me recordaría que gracias a ello, lo conocí y no había nada más importante que eso; nada más gratificante que una promesa sellada con un beso, un beso que prometía algo mejor, una vida conjunta aunque fuera apresurado, sobretodo que sellaba una promesa de amor… que nada ni nadie podía romper. Cuando se aparto lentamente, no abrí los ojos, estaba agotada y no quería abrirlos y darme cuenta de que no había sido real, aunque la maquina, que recién comenzaba a acompasarse, decía lo contrario; al igual que el hormigueo en mis labios y mi incapacidad de reconocer el pasar del tiempo. Quizá había sido la ultima en enterarme de que éramos novios, pero sin duda era la que más iba a disfrutarlo; mire la maquina, como mis latidos descendían de 90 para llegar a 52 y me reí.
       -¿Qué es tan gracioso?- me pregunto Ian confundido.
       -¿Eres algún tipo de incubo o vampiro?- pregunte sin dejar de reír, bromeando con él.
       -No, pero… puedo morderte- susurro apartando el cabello de mi cuello, rozando sus labios sobre mi erizada piel.
       -¿Debo preocuparme?- pregunte, en un susurro casi inaudible.
       -En absoluto- respondió depositando un dulce beso en la curvatura de mi cuello.
  Se alejo y se sentó en la silla donde había estado mi padre unos minutos antes, me miraba como si fuera su máximo… aunque yo no podía asegurar que lo fuera, lo único que aseguraba es que él si era lo máximo en mi vida; una de las cosas que quería preservar para siempre, sin importar lo que pudiera pasar. Tenia fe en que algún día superaría esa sensación de sobrevivir a un terremoto o cualquier desastre natural al momento de que él llegara a iluminar el lugar en el que me encontraba; pero si no lo hacia, tampoco era un gran problema, solo tendría que aprender a manejarlo y a salir del estupor rápidamente para que nadie, a parte de él, lo notara. El silencio no resultaba completamente incomodo para mí, y al parecer para él tampoco, sin embargo yo quería saber cuando iba a salir de ahí; nunc a fui fanática de los hospitales, detestaba las agujas y el pitido recurrente de esa maquina infernal.
       -¿Cuándo me dejaran irme de aquí?- le pregunte mirándolo con impaciencia.
       -Ya respondes bien al medicamento, supongo que mañana en la tarde- me respondió, tratando de infundirme un poco de ánimo.
       -¿Qué hay de nuevo en la escuela?- inquirí, quería seguir escuchando su voz-, ¿Qué dijo Aarón de lo nuestro?
       -Nada, muchos te extrañan… pero te pondrás al corriente luego- susurro mirándome fijamente-; Aarón no dijo nada, al único que pareció molestarle fue a Sean.
  Sean, repetí en mi cabeza; le debía una explicación y quizá hasta una disculpa, lo había besado… porque realmente creía que aun sentía algo por él, pero luego mi visión de Isaac y ahora el repentino sentimiento que afloro en mi interior, él no se merecía algo así… pero Ian lo había dicho, el amor es ciego y no se controla. Yo no podía enamorarme de él si no tenia que ser de esa manera y tenia que entenderlo… quizá luego encontraría a alguien más, tal y como lo hizo Isaac. Lo mire y me reí de su expresión, parecía querer conocer lo que pasaba por mi mente… pero tampoco quería agobiarlo con mis pensamientos, eran muy míos, recuerdos que solo yo podía mantener junto a Sean; pero no había motivos para involucrar a más personas en esto.
       -¿De verdad  Aarón no dijo nada?- inquirí confusa-, ¿Cómo?
       -Si, de verdad- me dijo él sonriendo-; Sara me ayudo a hacerlo entender que el grupo de Christina y el nuestro no son enemigos, y que aunque lo fuéramos tu no estas de ninguno de los dos lados.
       -Pero al estar contigo, estoy de su lado… ¿no?- gemí un poco asustada por su posible respuesta.
       -No hay lados, Natalia- me explico, tomándome de la mano-; el grupo de Christina nos detestaba porque creía que formábamos parte de la Hermandad, pero no es así… ambos grupos buscan el mismo objetivo: destruirla.
       -¿Son aliados ahora?- lo mire aun confusa, no podía terminar de comprender lo que decía.
       -No precisamente, pero… ambos te protegerán- insistió mirándome un poco preocupado-; al estar conmigo corres el riesgo de que la Hermandad te utilice para llegar a todos nosotros.
  Me convertiría en un anzuelo al estar con el chico que quería, ¿Por qué no sentía miedo alguno?, ¿estaba dispuesta a hacerlo?, no podía arriesgar a mis padres y si esos tipos eran tan crueles como Sara lo había descrito… sin dudarlo los usarían para llegar hasta donde yo me encontrara y a través de mí llegarían a Ian y los demás. Era demasiado complicado, en Omaha jamás me habría arriesgado a algo parecido, o ¿si?; ya no podía pensar en el pasado… era demasiado tonto seguir comparando lo que viviría en cada uno de los lugares en los que podía vivir, tenia que vivir el ahora y nada más. Disfrutaría a Ian tanto como me fuera posible, luego de salir de este deprimente lugar, y afrontaría cualquier cosa que se avecinara; era fuerte… pero necesitaba que Ian supiera lo que paso en la camioneta, el porque hui… podía ver en sus ojos como anhelaba preguntármelo pero no encontraba las palabras adecuadas para hacerlo.
        -Vamos ya, pregúntame- me pedí mirando el techo.
        -¿Por qué huiste de la camioneta?- susurro, mirándome… podía sentir su mirada atenta en mi reacción-, no lo comprendo… ¿viste o sentiste algo?
        -Sentí algo… no vi nada- respondí temerosa-, primero sentí que alguien me observaba desde afuera y me recargue en el asiento para salir del campo de visión de esa persona o lo que fuera- me gire para mirarlo-; pero al hacerlo… alguien respiro en mi oído.
        -Maldición…- susurro levantándose de la silla.
        -¿Ian?, ¿Qué sucede?- inquirí sin entender su reacción, se acerco a la puerta y la abrió ante mi contrariada mirada-, ¿Ian?
        -Tranquila, ya regreso…- me dijo antes de salir-, vendrán William y Sara a cuidarte en lo que vuelven tus padres.
  Cerro la puerta tras de sí, dejándome perpleja y confundida; resople de nuevo al sentirme inútil. ¿Qué le había molestado tanto?, ¿Qué cosa dije que lo desestabilizo de esa forma tan incoherente?, ¿tenia algo que ver con la Hermandad a la que tanto odiaban?, me había metido en donde no me llamaban, pero de cualquier manera no entendía que tenia que ver yo con ellos… aunque estuviera con Ian; parecía que estaba en una película de ciencia ficción, ya pensaba que alguien iba a entrar por la ventana y me secuestraria. Pero a todo esto, ¿fue algo que dije?; ¿Qué banda criminal actuaba entrando y torturando la mente ajena? El primer nombre que salto a mi mente fue el de Maurice; a quienes envió Ian no tardaron mucho en llegar, de hecho en un par de minutos ellos ya estaban abriendo la puerta. No podía haber mas de tres personas en la habitación, pero quería comprender de que se trataba todo esto, y sabia que Ian no me lo explicaría… por eso hablaría con Maurice; en cuanto vi a Sara entrar y a William desplomarse en un pequeño sillón que había a los pies de mi cama, le hice un gesto a la chica para que se acercara.
       -Sara, ¿esta Maurice a fuera?- le pregunte al oído, en un susurro.
       -Si, ¿Por qué?- insistió ella sin comprender.
       -Llámalo- fue todo lo que le dije, ella se acerco a William y le dijo algo al oído, él asintió y salió con prisa por la puerta-. Gracias.
  Sara me  miro confundida, creía que algo andaba mal y yo no podía asegurárselo o negarlo porque no lo sabia, por eso necesitaba a Maurice para que me lo explicara con detalles y así poder explicárselo a todos, los que estaban tan confundidos como yo, no antes; Sara se sentó en la silla que estaba junto a mi cama y suspiro, ambas esperábamos en silencio a que llegara Maurice. Yo miraba el techo y la lámpara, me sentía un poco cansada… pero me negaba a dormir, ya lo había hecho por dos días; y no volvería a hacerlo hasta que no comprendiera lo que sucedía; Sara reacciono a un movimiento que aun no se realizaba, como si lo hubiera escuchado desde antes, y se levanto de la silla mirando la puerta detenidamente, un segundo después Maurice y William aparecieron ahí. Maurice miro a Sara y ella encogió los hombros, deslindándose de cualquier responsabilidad y dándole a entender que no tenia idea de lo que yo pretendía; el chico suspiro y se acerco a mi cama, mirándome de nuevo con esa idea en su mente… la sensación volvió, de nuevo buscaba escudriñar mi alma. Trague saliva con nerviosismo y Sara me asistió mecánicamente, parándose a mi lado y tomando mi mano con fuerza, fulminando a Maurice con la mirada.
       -No hagas estupideces, Maurice- siseo ella mirándolo.
       -Tranquila, no te alteres- respondió él alejándose y alzando las manos-. ¿Para que soy bueno?
       -Se lo que sabes hacer y… quiero saber si es posible que alguien trabaje con la mente de las personas a larga distancia- le dije mirándolo sin soltar la mano de Sara.
       -Es difícil, más no imposible- me dijo mirándome confundido-; ¿Por qué la duda?
       -Porque en dos ocasiones eh sentido que me siguen y una… sentí a alguien detrás de  mí, sentí su aliento chocar contra mi cuello- respondí recordando ese momento-; ¿es posible?
       -Sin duda alguna…- miro a Sara y suspiro, como recordando algo… Sara asintió y él volvió a suspirar mirándome con serenidad-; solo hay una persona en todo el mundo capaz de hacer eso y pertenece a la Hermandad que planeamos destruir.
       -Pero no tenemos idea de porque te busca a ti, en lugar de a cualquiera de nosotros- me dijo Sara acariciando mi mejilla-; quizás sepa que tu mente no esta entrenada para bloquear ese tipo de ataques mentales.
       -¿Puede hacerme daño?- inquirí, recordando la sensación de que moriría en ese momento si no escapaba inmediatamente.
       -Puede matarte… a distancia, no seria mucho problema para ella- ¿era una mujer?, negué con la cabeza mirándolo-; su nombre es Kristen Hotchnner, es rusa.
  De eso debió darse cuenta Ian, por eso actuó de esa forma, ahora tenia sentido y yo necesitaba salir de ahí, del hospital y decirle a Ian lo que sabia, todo lo que había sentido y el riesgo que corrían nuestras vidas; podía irme con él, era mayor de edad… y él también, pero posiblemente no habría un lugar al cual pudieras huir. Si esa mujer ya nos había encontrado, y ahora torturaba mi mente cada vez que podía, no podía estar suficientemente lejos de ella para proteger a Ian. Esto era interesante y al mismo tiempo muy peligroso, si mis amigos querían protegerme podían morir y yo no permitiría eso…
       -Quizá te escogió al azar- mascullo William desde el sillón-, todos sabemos que Kristen lo hace por pasatiempo, mas que por trabajo.
       -Pero algo tiene que ver con el hecho de que Ian este con Natalia- tercio Sara cerrando los ojos-; durante su estadía en la Hermandad, Kristen se fijo en Ian… pero él jamás le presto atención.
       -¿Venganza?- susurre asustada, mirándolos a todos de forma alternada.
       -Es probable, pero tranquila… te cuidaremos- me aseguro Maurice sonriendo abiertamente-; por ahora nos vamos, hay mas personas afuera que quieren verte y tu madre e Ian te cuidaran esta noche.
       -Según tu doctor, mañana temprano te dan el alta- sonrío Sara levantando a William del sillón.
  Había al menos una buena noticia dentro de todo lo que pudiera haber pensado, saldría del hospital la mañana siguiente y todo volvería a la normalidad, bueno normalidad no era la palabra apropiada… mas bien todo estaría en su sitio, o al menos la gran mayoría iba a estarlo; yo jamás volvería a ser la misma, deje de serlo en el momento que pise Baltimore y deje que su inquietante clima se apoderara de mi cuerpo y mis sentidos, pero ahora no me arrepentía y no quería volver a Omaha si Ian no venia conmigo. Habría deseado que mis padres se quedaran juntos, pero Mitch hacia feliz a mamá y yo lo quería mucho como a un gran amigo, lo doloroso era ver a Billy tan solo; en una casa tan grande, sin otra compañera que la televisión, y ahora yo. Yo era un problema, o al menos así lo había visto siempre; viendo como los demás se desmoronaban mientras yo ascendía y era feliz, pero luego de esa traición… comencé a pensar más en los demás, deje de ser tan terriblemente egoísta y me dedique a hacer felices a las personas que amaba sin importar lo mal que me encontrara yo.
  Vi a la enfermera entrar a mi habitación y mover algo en uno de los conductos que iban directo a mi torrente sanguíneo, comencé a sentirme cansada… y me deje llevar por la sensación de adormecimiento, que sentía en todo el cuerpo. Estaba dormitando, y pronto caí en un sueño profundo, inducido por drogas, en el cual no soñé nada; solo escuchaba vagamente las voces de quienes habían estado conmigo antes de que entrara la enfermera. Recordé a Kristen Hotchnner, pensado en su posible aspecto… debía ser hermosa, cabello corto, ojos azules y piel blanca; como todas las mafiosas que había visto en algunas series de  televisión o, en alguna película policiaca, tipo Angelina Jolie. Escuche la puerta abrirse, pero esta abatida no podía moverme, alguien entro… seguramente una mujer, la sutileza de sus pasos lo develaba bastante bien; no sentía miedo alguno, ni tampoco podía estar en completa calma… estaba indefensa ante algo que bien podría amenazarme, o era simplemente tierna frente a alguien que se preocupaba mucho por mí.
       -Oh, Natalia… amiga mía- susurro Christina cerca de mí, mientras me acariciaba el rostro-, no sabes como me disgusta que estés aquí, en esta condición tan vulnerable… cuando tu eres una persona que siempre lucha y quiere saber todo sobre todos.
  Mi amiga suspiro e intento seguir hablando, pero parecía pensativa, distraída… y a mí me embargo una singular necesidad de abrazarla y sentirla cerca de mí, apoyándome en todo momento; necesitaba un perdón infundado de su parte, yo pensaba que la había traicionado al estar enamorada de Ian… y sabia que ninguna de esas relaciones podía ser sustituía una por la otra, eran ambas o ninguna. No estaba en posición de decidir, ni tampoco quería hacerlo… se me salía completamente de las manos esta encrucijada tan extraña.
       -Ian nos lo ah contado todo, y estamos de acuerdo en que necesitas protección… aunque quieren a Irina a cambio- suspiro ella tensando sus músculos-; es un intercambio con la Hermandad… para atraerlos a una trampa, pero… tampoco podemos arriesgarnos de esa manera- mi amiga se alejo y yo sentí un vuelvo en el estomago y una abertura estrecha en el centro de mi pecho… pero no podía hacer nada-. Lo siento, Natalia. Tomaremos nuestra distancia para protegerte, pero ahora nuestra misión primordial es cuidar de Irina; adiós…
  ¡No!, grite en mi mente cuando escuche sus zapatos alejarse rumbo a la puerta, intente moverme… pero era como si mis extremidades estuvieran adormecidas y  cosidas a la base metálica de la cama donde estaba; todo mi cuerpo estaba desconectado de mi mente, era ajeno a ella… como una persona siendo indiferente frente a un extraño que le propone algo estúpido. Necesitaba moverme y no lo lograba, escuchaba los frenéticos pitidos de la maquina que estaba a mi lado, monitoreando mi ritmo cardiaco y también como mis lagrimas corrían formando nuevamente esos surcos de días anteriores; pero Christina no se acercaba, pero tampoco abría la puerta, seguramente estaba frente a la puerta con la mano en la perilla… incapaz de moverse de ahí, quedándose en animación suspendida, sin avanzar ni retroceder. Meditando si se trataba de la mejor, o la peor decisión… yo la conocía, ella no podía abandonar a alguien a quién apreciara realmente; pensé tontamente que en cualquier momento ella correría a mi cama y me pediría disculpas por su actitud tan infantil. Escuche un leve cuchicheo y después un sollozo dolorido, la puerta se abrió y mi amiga desapareció por el corredor; en ese momento odie las drogas, odie el absurdo accidente en la escuela, odie mi estúpida idea de que iba a morir, me odie a mi misma… más de lo que podía odiar cualquier otra cosa. Pero ahora no podía hacer nada, era esclava de mi debilidad y de mi sorprendente vulnerabilidad a los medicamentos; mis lagrimas no dejaban de salir, una tras otra… sin descanso o pauta entre una y otra, pero ahora no rehacían un surco, ardían sobre mi rostro  como cables de acero calientes… chamuscándome la piel, destrozando todo cuando había a su paso sin que yo pudiera evitarlo.
  Por el estridente sonido que emitía la maquina alguien entro a mi habitación, a revisar mis signos vitales y luego salió, cacareándole algo a alguien afuera… algo que no me esforcé por entender, pero luego de medio minuto la puerta volvió a abrirse, esta vez las pisadas eran mas fuertes y pesadas; las de un hombre, el perfume que usaba lo conocía… aquella colonia que recordaba en sueños y con la que soñaba despierta todo el tiempo. Ian se acerco a mi cama y se sentó en la incomoda silla, tomando mi mano con delicadeza… entrelazando sus dedos con los míos; su mano libre acaricio la misma mejilla que toco Christina cuando entro, pero ahora la sensación no fue confusa… fue tierna, cariñosa y me infundio un poco más de ánimos, alejando el temor, el miedo y el odio que había aflorado en mi interior. Sonreí instintivamente, usando toda mi concentración y fuerza en apretar un poco más su mano… aunque estuviera clínicamente inconsciente, lo logre y mi querido Ian estrecho de nuevo mi mano luego de soltar una risita nerviosa; escuche la silla rechinar contra el suelo y temí que se fuera de ahí rápido, pero no lo hizo… simplemente se acerco y beso mi frente, dejando sus labios ahí un largo rato… provocando un nuevo enloquecimiento en la maquina que estaba a mi lado. Me pareció gracioso, pero no reaccionaba, y ahora no solo era efecto de los calmantes, sino que se trataba de mi propia droga… una, cien veces más fuerte que la morfina y menos dañina que cualquiera que se hubiera inventado en el último siglo: Ian.
  Ahora me resultaba difícil de comprender nuestra relación, que había aflorado en muy poco tiempo y que mostrara una madurez, un nivel tan alto… con grandes expectativas y sobre todo, que dejaba en claro en inmenso amor que sentíamos uno por el otro; un amor puro que solo se veía en las historias románticas cómo Romeo y Julieta, o alguna otra obra de Shakespeare. Algo tan espontaneo y profundo, que me hacia pensar que todo era un lindo sueño… del que no quería despertar nunca, pero no lo era. ¡Eso era maravilloso!, y yo era feliz… aunque ahora no podía decírselo; lo amaba, de una forma irracional e irrevocable, pero no me arrepentía… no deseaba que algo cambiara. Solo estaba totalmente dispuesta a disfrutarlo, sabiendo los peligros que podía correr y los sacrificios que tendría que hacer para hacerlo, lo haría… estaba segura de que pagaría cualquier precio, mataría, robaría, daría mi vida por él si fuera necesario; solo lo pensaría si se tratara de mis padres, pero también era consciente de que él moriría antes de siquiera mencionarlo.

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