A la mañana siguiente, el viento golpeaba contra el rostro de Mike, con la misma fuerza con la que golpeaba el mío. Mi madre nos había enviado al supermercado a comprar algo para la despensa; el viento era frio, incluso demasiado frio para esta época del año, pero no era tan incomodo como lo era en invierno… no calaba tanto como en aquellos meses. Le sonreí a Mike cuando cruzamos una de las calles que venían en ambos sentidos; lo veía como a mi hermano mayor, siempre jugando conmigo, pero atento a todo lo que nos rodeaba, incapaz de perder de vista algún detalle que pudiera hacer la diferencia. Entonces me miro y se detuvo, para acariciar mi rostro, con aquella pasividad que lo caracterizaba; yo cerré los ojos, guiándome por la calidez de su mano, pero entonces sentí como acerco su rostro al mío. Cerré el puño y lo puse contra su, bien torneado, vientre para detenerlo.
-No- le dije, de manera demasiado cortante-. No es justo para ti y lo sabes.
-Ya te dije una vez que no importa cuanto tenga que esperar- grazno, con algo de arrogancia-; mi paciencia es una de mis mejores cualidades.
-Hablas como un idiota- sisee molesta-. Puedes irte si quieres, puedo volver sola a casa.
-Oh, vamos Natalia- se rió, mientras impedía mi avance-. Solo estaba jugando.
-Pues que juego tan ridículo has encontrado- le espete, aun irritada-; la arrogancia no te queda, pero sin duda podrías ser un estupendo actor.
-Gracias… supongo- murmuro, mientras entrelazaba sus dedos con los míos.
-No era un cumplido- me queje mientras me liberaba de su agarre y entraba al supermercado.
Mike camino detrás de mí, a una distancia prudente, tan cerca como para poder ayudarme, pero no tan cerca como para invadir mi espacio personal. De inmediato me dirigí pasillo por pasillo, eligiendo lo que mi madre me había pedido; era cumpleaños de Mitch y quería prepararle una sorpresa. Así que mientras ella arreglaba la casa, yo me dedicaría a comprar y preparar la cena. Mike saco todo lo que iba a comprar del carrito y lo puso en la caja registradora; el perfil del cajero era desastroso, desarreglado, pero con un aire intelectual, aunque muy petulante; lo deduje por su forma de hablar. Quería impresionarme, aunque suponía que Mike era mi pareja, pero eso no parecía importarle mucho; lo recordaba de algún lado, solo que era evidente que se había descuidado un poco, o quizá mucho. Mike gruño en mi espalda, antes de que él se atreviera a dirigirme la palabra. No comprendí la reacción de mi mejor amigo, demasiado brusca para su personalidad y demasiado blanda para alguien violento; Mike odiaba los términos medios, así que… ¿Qué rayos estaba ocurriendo aquí? El tipo termino de marcar y recibió el par de billetes que le extendí, en silencio me dio el cambio y me paso la bolsa, que Mike intercepto inmediatamente con una de sus manazas. Ambos salimos de ahí, yo mirándolo confusa y él ignorando todo indicio de una molestia de mi parte; me sentí frustrada al no saber lo que pensaba, la duda siempre había sido mi punto débil, detestaba sobremanera no saber los pensamientos de otras personas.
Cruzamos la vialidad y nos adentramos en la zona arbolada que precedía mi casa, en un silencio sepulcral que me permitía escuchar con claridad los sonidos de la naturaleza; metí una mano a la chaqueta y la otra la aprisiono Mike con sutileza.
-Mike…- susurre, deteniéndome.
-¿Qué ocurre?- me pregunto, deteniéndose frente a mí.
-Esto no tiene el mismo significado para mí…- respondí, tratando de sonar franca, pero al mismo tiempo comprensiva-. No quiero que te hagas falsas ilusiones, no soportaría lastimarte… o perderte.
-Deja que sea yo quien fabrique un millón de ideas en la cabeza- me espeto, con una singular sonrisa-. Todo está bien.
-Claro…
¿Cómo iba a estar todo bien?, él iba a resultar herido de una u otra manera y yo no quería eso, me detestaría si eso pasaba. Suspire y volví a caminar, sin soltar la mano de Mike, quien al parecer se sintió realizado por que no rechace su intento por seducirme; baje la cabeza para poder mirar el suelo por el que caminaba. La calle estaba pavimentada, pero un poco polvorienta, todos los automóviles que circulaban por ahí levantaban una estela de polvo que hacia toser a cualquiera. Entonces un sonido capto mi atención, el ronroneo de un auto que yo conocía muy bien, quizás demasiado bien. Mi vista se fijo en el frente, hacia donde caminábamos, cuando apareció, en todo su esplendor, aquel Mustang plateado que memorice hace meses. Me quede helada en la acerca cuando el vehículo dio una vuelta en U y nos cerro el paso; la puerta del piloto se abrió con violencia, pero el motor del auto seguía encendido. Trate, en vano, de serenarme, su bello rostro estaba opacado por una sombra, que no reconocí si era de tristeza o de coraje; él se dio cuenta inmediatamente de que Mike aun sostenía mi mano, pero cuando quise soltarme, me lo impidió. Eso solo provoco que comenzara a destilar toda la ira que tenia contenida.
-¡Suéltala, idiota!- siseo violentamente, mientras acortaba la distancia con un par de zancadas.
-Lo hare cuando ella me lo pida- chillo Mike a mi lado.
Yo no podía decir nada, estaba impresionada con lo que veía; con aquel rostro tan demacrado y molesto. Quería correr, arrojarme a sus brazos, besarlo… pedirle perdón, pero estaba pegada a la banqueta, sin ninguna posibilidad de liberarme.
-Ian…- logre articular finalmente. Cuando su mirada se cruzo con la mía, caí en cuenta de que Mike aun no me soltaba, y eso me molesto-. ¡Suéltame!- le ordene, mirándolo fijamente.
-Natalia, súbete- me pidió Ian, casi en tono de suplica-. Ahora.
-¿Qué no lo vez, Natalia?- volvió a chillar Mike, aun sin soltarme-, él no te merece… quédate conmigo, soy una mejor opción que él.
-No quieras manipularme, Michael- sisee, ahora si estaba molesta-. Suéltame, ahora.
Su mano libero la mía, y entonces corrí al lado de Ian, quien, prudente o imprudentemente, me coloco detrás de su cuerpo con ademan protector. Ian parecía no tener oportunidad contra el musculoso cuerpo de Mike, pero Mike no sabia a lo que Ian se dedicaba y el que no saldría bien parado en todo esto, iba a ser Mike.
-Si vuelvo a verte cerca de ella, te juro que te mato- lo amenazo Ian, develando el profundo e inmaculado, aunque también inexplicable, resentimiento que sentía contra él-. No me provoques, ¿quieres?
-A mí no me apantallas con toda tu sarta de tonterías- farfullo Mike sin amedrentarse-, me alejare… cuando ella quiera que lo haga. Por ahora- dulcifico su tono, mientras me miraba-, nos espera tu madre para la cena.
-¿Qué esta pasando, Ian?- quise saber, mientras ignoraba deliberadamente el comentario de Mike.
-Te lo explicare, cuando te subas al auto- prometió sin moverse un ápice.
Asentí como idiota, caminando en reversa entre al Mustang y los mire a través del parabrisas; ambos se miraban con una rabia que difícilmente podía ocultarse, o mantenerse controlada dentro de sus cuerpos. Parecían dos lobos a punto de enzarzarse en una violenta pelea, donde uno de ellos moriría o quedaría gravemente herido; y yo solo era la loba que tendría que decidir a quien iba a lamerle las heridas, era una decisión difícil, una que no estaba muy segura de tomar sabiamente. Pero el combate no inicio, Ian se dio media vuelta y subió al coche conmigo mientras Mike nos miraba con serenidad, mientras el Mustang viraba nuevamente, para poder ir por el camino que nos llevaba a casa de Mitch.
-Ahora sí…- murmure-, ¿quieres explicarme?
-No hay mucho que explicar- me atajo él, antes de fulminarme con la mirada-, pero ahora… quieres explicarme tú, ¿Por qué huiste?
Su pregunta me sorprendió, y más aun porque no sonaba ni un poquito molesto por ello, contrariamente parecía agradecido por haberme encontrado con vida; eso me hizo, medio, sonreír pero también me sentí mal… porque él se sentía culpable con mi huida, se creía el único responsable de mi actitud cuando no lo era. Lo mire fijamente, y acaricie su mejilla hasta que sus labios se curvaron en una sonrisa.
-No fue tu culpa…- le asegure-, solo que… pensé que si estaba lejos, sería menos peligroso para ti el enfrentarte a la Hermandad.
-No seas ingenua, Natalia- susurro con serenidad-; si tú estas lejos… todo mi mundo se va contigo, y me vuelvo vulnerable. Pero… a todo esto, ¿Quién demonios era él?
-¿Mike?- resollé confusa y él asintió con la cabeza-, es mi mejor amigo… y… parecía que lo conocías, ¿lo conoces?
-Si, lo conozco- me contesto, tratando de desaparecer el nudo que se había formado en su garganta-. Pero no como Michael.
-¿Entonces?
-Lo conozco como Esteban… Hotchnner…
Mi garganta se quedo seca, mi cuerpo agarrotado y mi cabeza daba vueltas por su respuesta. ¿Mike era un Hotchnner?, ¿Cómo era eso posible?, ¿Cómo nunca me di cuenta de ello?, ¿Por qué estaba en Omaha?, ¿Por qué me profesaba tanto amor, si debería odiarme por lo sucedido con Kristen?, si eran hermanos, ¿Por qué demonios no se parecían? Negué con la cabeza un par de veces, tratando de ordenar todas las preguntas y buscando alguna respuesta, por lo menos a una de ellas. Lo necesitaba, no se exactamente por que… pero necesitaba la certeza de que Ian mentía, lo cual era improbable; o que Mike me hubiera mentido tan cínicamente por tantos años. Y aun así Ian parecía triste, algo lo atormentaba dentro de si mismo y yo no podía descubrir que era; puse mi mano en su mejilla y se sonrío, sin mirarme.
-Ian, yo…- susurre, sin estar totalmente segura de lo que estaba a punto de decir-, necesito que Mike me confirme lo que me haz dicho.
-¿No confías en mí?- pregunto con frialdad.
-Por supuesto que sí- conteste, amedrentándome un poco por su actitud-, pero debes entender que Mike a sido mi mejor amigo los últimos 6 años, y no tiene ningún parecido con Kristen.
-Eso se debe a que no son hermanos de sangre- concluyo él, virando para entrar al jardín de la casa de Mitch-. Hunter lo encontró luego de que sus padres tuvieron un accidente automovilístico, yo acababa de unirme a ellos y lo conocí ahí; Hunter siempre quiso un hijo y por eso lo adopto. Lo entreno y lo cuido.
‘’Son rusos, Natalia. Mike fue introducido al país como un norteamericano cualquiera, estudio por su cuenta, vivió solo, bajo la tutela del gobierno estadounidense- me dijo mientras apagaba el motor-. No es tan increíble, ¿verdad?
Guarde silencio, Ian tenía razón. No sería la primera vez que yo escuchaba algo así, aunque al principio me hubiera parecido descabellado, ahora no me resultaba imposible de creer, de hecho quizá fuera más creíble de lo que sonaba; ambos bajamos del Mustang y entramos a la casa. Mi madre estaba colocando una manta en la sala que decía: ‘’Feliz cumpleaños, amor’’. Me sentí un poco menospreciada por aquella manta, mi mamá siempre fue muy efusiva y cariñosa, mucho más de lo que yo podría haber sido en algún momento de mi vida. Ian sonrío y mi madre le respondió la sonrisa con un gesto de odio.
-¿Qué hace aquí?- grazno ella con molestia, sin bajar de la escalera.
-Es mi novio, mamá- respondí con sequedad-; nunca termine con él.
Ian me miro anonadado por mi respuesta, él no tenia ni idea de lo que había pasado y desconocía totalmente los motivos que yo había tenido que dar para librarme de las preguntas; pero no tardo mucho en encontrar el hilo de la conversación.
-Me debes una explicación, Natalia- murmuro mi madre, bajando de las escaleras-; y más vale que sea buena.
-Lo se, pero tenemos que irnos- continué-. Ahora.
-¿Qué esta pasando?- inquirió confundida, mientras yo remolcaba a Ian a mi habitación para sacar un poco de ropa mía y luego subía las escaleras para preparar una maleta con ropa de mi mamá y de Mitch- ¡Natalia!
Ian me miraba con tranquilidad, mientras permanecía atento con respecto a la ventana. Mi madre iba a enloquecer cuando le dijera la verdad, pero ya era tiempo y ella no tenía la mente tan cuadriculada como el resto de las madres comunes. Supuse que tendría que entender lo que ocurría, y solo actuaría como se lo pidieran o como las mismas circunstancias nos indicaran. Moví el cierre de la maleta y la baje al suelo, acomodándome el cabello preocupada.
-Ian, ¿estás seguro de esto?- susurre mientras me acercaba a él.
-Totalmente, Natalia- respondió, encarándome.
Vi como su rostro se aproximo al mío lentamente, mientras su mano se alojaba en mi nuca con ternura; había extrañado tanto el roce de su piel, que el contacto fue como una droga en mi sistema. Ahora me arrepentía más que nunca el haber abandonado Omaha, pues mi madre estaría en un peligro latente, y más aun si quien me asechaba resultaba ser mi mejor amigo: Michael.
La duda y el temor fueron sustituidos rápidamente por una sensación imperiosa, la de los labios de Ian uniéndose a los míos nuevamente, pero ahora no había nada malo en ello… yo no me sentía culpable, ni él tampoco; era la primera vez en mucho tiempo que nos besábamos, ignorando totalmente todo lo que no rodeaba, olvidando momentáneamente el problema en el que nos estábamos metiendo, o del que tratábamos de salir. Por unos minutos solo existíamos él y yo, nada más…
-¡Natalia!- gimoteo mi madre desde el piso inferior, provocando que Ian y yo nos separáramos rápidamente, riendo.
Él tomo la maleta que yo había preparado y ambos bajamos tranquilamente a donde estaba mi madre. Ella inmediatamente nos miro estupefacta, esperando que dijéramos algo, seguramente porque no se sentía capaz de ser ella la que rompiera el silencio; Ian dio un paso al frente y miro fijamente los ojos de mi madre.
-Sra. Collins, se que todo esto le parece extraño, pero la única manera de que usted este a salvo es que nos vayamos de aquí- susurro é, tratando de calmar los ánimos de mi madre-, por favor, confíe en mí.
Mi madre negó con la cabeza y luego se paso una mano por el cabello, un gesto que yo había heredado de ella; de alguna forma la comprendía, no era normal nada de lo que estaba ocurriendo y yo me sentía mal por haberla metido en todo esto, cuando ella no tenia nada que ver. Ahora yo debía explicarle todo lo que sucedió en Baltimore, la identidad de Ian… y la identidad de Mike; suspire, mi madre batallaría mucho para poder aceptar todo esto de buena gana, y perdonarme por todo lo ocurrido. Habría una enorme pelea entre mis padres, cuando mi madre descubriera que Billy lo sabía todo, y que incluso los había apoyado al sacarlos de sus problemas legales; pero parecía que nada podía empeorar.
-¡¿Como pueden pedirme eso?!- chillo mi madre sin mirarnos-. No puedo confiar ciegamente, al menos díganme que esta pasando.
-Mamá, por favor. Danos al menos el beneficio de la duda- murmure acercándome a ella-. Llama a Mitch y dile que nos alcance en Lincoln.
-Mitch esta en Lincoln- respondió, aun desconcertada-. Si no me dicen que diablos pasa, yo no me moveré de aquí.
-Mamá…- gemí, mientras la miraba-. No lo creerías…- susurre bajando la mirada.
-¿De que hablas?- exclamo ella, aun más confundida.
-Michael…- murmure, tomando la mano de Ian-. Quiere asesinarme…
-¡Que disparate!- gruño ella mirándonos fijamente-. Si Ian va a meterte ideas en la cabeza, al menos que sean más creíbles.
-Su hija no miente, Sra. Collins…- mascullo Ian, encarando a mi madre con cierta molestia-. Michael Hotchnner, era hermano de Kristen Hotchnner… la mujer que quiso matar a Natalia.
-La mujer de las noticias…- articulo mi madre con esfuerzo, mirándome atónita.- No, no es posible… ¿pero como?, ¿Qué relación tenían con ella?
-Es una historia larga y tenemos que irnos- informe, ante la atenta mirada de Ian.
Mi madre fue guiada por Ian hasta su automóvil, mientras yo subía por el lugar que estaba junto al suyo. Me sentía confusa, o al menos esa fue mi sensación inicial; volvía a sentirme amenazada, a tener miedo. Todo ese cumulo de ideas… hacia que me sintiera ahogada, sofocada; y también, de alguna manera, asustada. No sabia como había lidiado con lo de Kristen, sin sufrir ningún trauma severo, pero ¿podría enfrentarme a otro saliendo ilesa?, ¿a quien nos enfrentábamos realmente? No lo sabía, así como desconocía lo que pasaba por la mente de Ian en ese momento, al igual que como ignoraba los sentimientos de mi madre, o la salud emocional, física y mental de Billy; realmente desconocía todo, hasta como me sentía yo en ese instante.
El ronroneo del Mustang indicó que nos movíamos, demasiado rápido para percatarme de ello enteramente, no solo por que el auto no se mecía como otros, si no porque yo me encontraba demasiado sumida en mis ideas…, en mis problemas y en lo que nos deparaba el futuro. Escuchaba los cuchicheos de mi madre al habla con Mitch, pero no lograba descifrar ninguna palabra que salía de su boca; Ian mantenía la vista fija en la carretera mientras conducía a toda prisa rumbo a Lincoln, cuando sonó su teléfono.
-¿Podrías contestar?- me pidió, mientras me indicaba con un gesto el lugar del teléfono.
-¿Hola?- titubee al lograr contestar.
-¡Natalia!- chillo una voz al otro lado de la línea-, gracias al cielo estás bien. Que bueno que ese idiota no se atrevió a herirte.
-Relájate, Sara- murmure con parsimonia-. ¿Qué ocurre?
-Ian debe ir al hangar 9 del aeropuerto de Lincoln en cuanto llegue, un avión jumbo los esperara ahí- me informo Sara con entusiasmo-; pero tengan cuidado, Esteban empezó a mover a todas sus influencias en Nebraska.
-¿Mitch llego ya?- pregunte, ignorando un pequeño dolor en el pecho.
Era la primera vez que me daba cuenta lo mucho que me importaba la nueva pareja de mi madre, él era una gran persona, alguien digno del amor de mi madre; quien amaba desmedidamente… hasta que resultaba herida, igual que yo. Suspire, esperando la respuesta de Sara, deseando que me dijera que Mitch estaba con ellos, a salvo.
-Él esta bien, esta a salvo… acaba de subir junto con Kenneth y George- me dijo ella con un tono tranquilizador.
-Gracias, llegaremos en un rato- le dije-. Adiós.
Mire a mi madre intentando calmar un poco su ansiedad. Realmente la comprendía, ahora más que nunca; tanto ella como yo habíamos encontrado a la persona con la que queríamos pasar el resto de nuestras vidas, y la sola idea de perderla nos aterraba, pues era como renunciar a una parte de nosotras mismas. -Suspire y me aferre a la playera de Ian, él me miro y beso mi coronilla sin despegar la vista de la carretera, tenia que mirarla pues íbamos a más de 120 km/h y cualquier descuido nos impediría llegar a nuestro destino.
Ian barrio el camino, llegamos a nuestro destino en menos de la mitad de tiempo; el ronroneo del auto avanzo cautelosamente por los hangares del aeropuerto, la Organización jamás había exagerado al ser cuidadosa en sus movimientos, y ahora mas que nunca yo lo sabia, no por lo que me había pasado con Kristen, sino porque ahora había muchas vidas en sus manos. Suspire mientras Ian reconocía el rostro de Gabriel, trabajando codo a codo con Bruce; sus labios se torcieron lentamente hasta formar una sonrisa burlona, era increíble que eso estuviera pasando, ellos dos tenían caracteres muy diferentes entre sí, pero habían aceptado la alianza entre Aarón y Christina.
-Es bueno verte, Ian- mascullo Bruce con una nota de ironía en su voz-. Pensé que ella te había dejado por el idiota de Hotchnner.
-Vete al diablo, Bruce- gruño Ian sosteniéndole la mirada-. ¿Que hay de ti?, ¿jugando a los guardianes con Gabriel Walker?
El pulcramente esculpido rostro de Bruce se contorsiono en una mueca de disgusto por las palabras de Ian, pero luego miro a Gabriel sonriendo de mala gana. Bruce no era tan malo como parecía serlo a distancia, y de cerca, tan solo obedecía ordenes y tenia cierto gusto por ejercitarse al máximo. Les sonreí a Bruce y Gabriel una vez que Ian volvió a poner el Mustang en marcha, entramos al hangar que nos había indicado.
Ian detuvo el auto y se bajo para abrir la puerta trasera donde viajaba mi madre, en el avión se escucharon unos cuchicheos y Mitch asomo la cabeza por la puerta; el rostro de mi madre cambio totalmente su expresión, ella se precipito a sus brazos ante la mirada de todos nosotros, incluido mi padre. Ian abrió mi puerta y yo baje, entrelazando mis dedos con los suyos, recibiendo un cariñoso apretón luego de que todos viéramos en romántico beso que se dio mi madre con Mitch.
Ian y yo nos miramos a los ojos, cada vez que los veía me sentía perdida en ellos, pero su mano, unida a la mía como siempre hubieran pertenecido una a la otra, hechas perfectamente para complementarse; con él me sentía en casa, me sentía segura, me sentía completa. Y lo mejor era que a través de ese inocente contacto, podía percibir que a él le pasaba lo mismo; aunque él insistía que nada podía dañarlo si yo estaba a su lado, ¿Cómo podía dudarlo siquiera? Yo jamás lo dejaría, lo amaba profunda y enloquecidamente, no necesitaba nada más si estábamos juntos, solo así como habíamos estado hasta ahora. Cerré los ojos cuando su cabeza se inclino lentamente hasta que pude sentir sus labios rozando la curvatura de mi cuello, y como ascendían lánguidamente hasta mi oreja, donde se detuvieron para susurrarme un cariñoso ‘’Te amo’’ y luego depositar un delicado beso que hizo estremecer hasta la ultima de mis células. Tome una enorme bocanada de aire y voltee para mirarlo a los ojos nuevamente, no necesitaba hablar para expresar mi sentir, era consciente de que mi ojos le gritaban que yo también lo amaba, tanto como él a mí. El tiempo no transcurría en ese momento, para nadie, por distintas razones; pero todos sabíamos que las cosas cambiarían una vez que todos abordáramos ese avión. Pero nadie podía responder si las cosas cambiarían para mejorar o para empeorar, era eso lo que nos mantenía con la zozobra a cuestas y, al mismo tiempo, aprovechando cada segundo con las personas que amábamos; sonaba incoherente, pero así era y todos estaban conscientes de ello.
El amor termino una vez que Christina ordeno a Matt que subiera a todos al avión, a excepción de Ian, Gabriel, Isaac, Mirey, Aarón, Sara y yo; no sabia si querían darme un sermón sobre mi huida de Baltimore o si querían que todos estuviéramos al tanto de los planes a seguir después de aterrizar en no se donde. Ian le lanzo sus llaves a George para que subiera su auto al avión, mientras todos íbamos a la cola del mismo, para discutir un asunto, que aun era desconocido para mí. Las presencias de todos ahí me intimidaban sobremanera, pero tenia que calmarme; Ian se sentó en una silla plegable y yo lo seguí mecánicamente, acomodándome en su regazo, por miedo a perderlo de nuevo o simplemente porque lo había extrañado demasiado. Mirey se las arreglo para sentarse sobre una improvisada mesa, sin soltar la mano de Isaac, mientras Aarón mantenía ambos brazos sujetos firmemente a la, perfectamente torneada, cintura de Sara. Matt y Christina se incorporaron al grupo, seguidos por Gabriel; el silencio reino por largo rato, todos nos mirábamos unos a otros, esperando pacientemente.
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